Las sombras de la noche cubrían el bosque con un manto de misterio. La luna llena brillaba en lo alto, testigo silencioso de un destino que comenzaba a tejerse. Entre los árboles, una figura corría, su respiración agitada se mezclaba con el sonido del viento. Emma Baker nunca había sentido que encajaba en el mundo humano, pero tampoco tenía respuestas sobre su verdadera naturaleza. Criada por su tía tras la muerte de sus padres, siempre sintió un vacío que no podía explicar. Su éxito profesional no llenaba esa ausencia, y después de haber sido traicionada en el amor, solo quería algo propio: un hijo. Diego Holman, Alfa Supremo de la manada Luna Negra, había aceptado su destino sin esperanza. Su compañero nunca apareció, y la mujer que eligió como compañera lo traicionó de la peor manera. Su linaje estaba destinado a extinguir... o eso creía. Pero el destino ya había decidido por ellos. En la clínica donde Emma inició su proceso de inseminación, un hombre con sotana intercambió una muestra sin que nadie lo notara. La profecía debía cumplirse, y solo un milagro podía hacer la realidad. Muy pronto, el lobo más fuerte y la Alfa dormida se encontrarían. No por casualidad. No por elección. Sino por destino. Y cuando sus miradas se cruzarán por primera vez, el mundo entero temblará.
Leer másEl amanecer trajo consigo una sensación de inquietud. El aire en la manada estaba cargado de tensión tras el descubrimiento de la noche anterior. Aquel espía había dejado más preguntas que respuestas, y la certeza de que Marcus no era la única amenaza hacía que cada segundo contara. Diego se encontraba en la cabaña principal, revisando un mapa extendido sobre la gran mesa de madera. A su lado, Jack y Edward discutían sobre las posiciones de vigilancia, mientras Madelin observaba desde un rincón con los brazos cruzados. —No podemos seguir esperando —dijo Jack, golpeando la mesa con el puño—. Si Marcus está reuniendo un ejército, nosotros deberíamos hacer lo mismo. —Lo sé —gruñó Diego, pasando una mano por su cabello negro—. Por eso hoy nos reuniremos con Caleb. El nombre del lobo forastero hizo que Madelin resoplara con desconfianza. —No me gusta —dijo—. Caleb apareció en el momento justo con la información que necesitábamos. Es demasiado conveniente. —Lo sé —admitió Diego—
El bosque estaba en calma, pero Diego sentía en su interior que algo no estaba bien. Desde que comenzaron a entrenar a Emma, su instinto de Alfa le advertía que no estaban solos. Había algo en el aire, un olor tenue, una presencia que parecía deslizarse entre los árboles como una sombra. Y ahora, después de que Emma regresara a su cabaña agotada por el entrenamiento, Diego patrullaba los límites del territorio con Jack y Edward. —¿Lo sientes? —preguntó Jack en voz baja mientras caminaban en silencio entre la maleza. —Sí —respondió Diego, con la mandíbula apretada—. Nos están observando. Edward olfateó el aire y frunció el ceño. —No están solos. Hay al menos tres, pero podrían ser más. Diego asintió. Su lobo rugía en su interior, ansioso por salir y cazar a los intrusos. —No ataquen todavía —ordenó—. Quiero saber qué están buscando. Se movieron con sigilo entre los árboles, sus sentidos agudizados, sus cuerpos tensos. De pronto, un ruido en la distancia los alertó.
El sol aún no había salido cuando Emma sintió que alguien tocaba la puerta de su cabaña con insistencia. Soltó un gruñido de protesta y se frotó los ojos, pero sabía que no tenía opción. Se había comprometido a entrenar, y Diego no era del tipo que aceptaba excusas. Cuando abrió la puerta, se encontró con Madelin, quien la observaba con una sonrisa burlona y los brazos cruzados. —Hora de entrenar, princesa —dijo con sorna. Emma soltó un suspiro y apoyó la cabeza contra el marco de la puerta. —No puedes dejar que duerma un poco más antes de patearme el trasero. Madelin fingió pensarlo. —Mmm… no. Emma rodó los ojos y se obligó a moverse. Se cambió rápidamente con ropa cómoda y salió al fresco aire matutino. El bosque estaba cubierto por una fina niebla, y el canto lejano de los pájaros anunciaba el amanecer. Cuando llegó al claro de entrenamiento, encontró a Diego esperándola. Estaba sin camisa, con los músculos tensos mientras realizaba movimientos de calentamiento. Su
El regreso a la manada fue silencioso. Emma sentía la energía de Diego vibrando con tensión a su lado y sabía que su mente estaba llena de estrategias y cálculos. La amenaza de Marcus no podía tomarse a la ligera, y ahora tenían un nuevo dilema: Caleb y su oferta de alianza. La luna brillaba alta en el cielo cuando cruzaron el umbral del territorio. Todo estaba en calma, pero Emma podía sentir la tensión en el aire, como si el bosque mismo contuviera la respiración. Cuando llegaron a la cabaña principal, Madelin los esperaba en la puerta, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Su postura rígida delataba su inquietud. —Los vi desde la torre de vigilancia —dijo en tono serio—. ¿Quién era el forastero? Diego intercambió una mirada con Emma antes de responder. —Un lobo llamado Caleb. Dice que Marcus está reuniendo un ejército. Madelin frunció aún más el ceño. —No me gusta. Puede ser una trampa. Emma entendía la desconfianza de Madelin. Caleb había aparecido demasiado
Emma sintió el frío recorrer su piel cuando salió de la cabaña. A pesar de la tranquilidad aparente, su instinto le gritaba que algo se cernía sobre ellos. Diego la alcanzó rápidamente, su mano firme en la suya, transmitiéndole seguridad.—No debimos haber salido tan pronto —murmuró él, escrutando la oscuridad del bosque.Emma asintió. Sus sentidos estaban en alerta, captando cada sonido entre las ramas, cada susurro del viento. Desde su transformación, su conexión con su loba, Ayla, era más fuerte que nunca.Un crujido los hizo detenerse.Diego gruñó y colocó a Emma detrás de él.—Sal de una vez —ordenó con voz autoritaria.De entre las sombras emergió una figura delgada y alta. Su cabello rubio se agitaba con la brisa nocturna, y sus ojos azulados reflejaban la luna.—No pretendía asustarlos —dijo con una sonrisa ladeada. —Pero sí necesitaba ver a la legendaria Emma Baker con mis propios ojos.Emma frunció el ceño.—¿Quién eres?—Me llaman Caleb. Y he venido a advertirles que Marcus
El viento soplaba con fuerza entre los árboles mientras Diego y Emma cabalgaban de regreso a la manada. La cabaña les había servido como un refugio de amor y planificación, pero ahora tenían una nueva misión: desenterrar el pasado de Marcus y encontrar la verdad oculta tras su linaje.Cuando llegaron al territorio de la manada, Diego fue directo a la biblioteca del clan, un espacio sagrado que resguardaba los documentos más antiguos de su linaje. Emma lo siguió, sintiendo que cada paso que daban los acercaba más a una verdad inquietante.—Aquí debe estar… —murmuró Diego mientras recorría con la mirada los estantes de madera añeja. Finalmente, sacó un viejo libro de registros familiares, con cubiertas de cuero gastado y letras doradas apenas visibles.Emma se acercó y, con un nudo en la garganta, vio los nombres grabados en sus páginas. Marcus. Alexander. Diego.—Su nombre está aquí… —dijo en un susurro, señalando la inscripción de Alexander.Diego pasó los dedos sobre la tinta ennegre
Las primeras luces del amanecer entraban por los ventanales de la cabaña, iluminando los cuerpos entrelazados de Diego y Emma. Habían pasado tres días sumidos en una burbuja de pasión y amor, un refugio que parecía impenetrable para la realidad que los aguardaba fuera de esas paredes. Pero ambos sabían que no podían permanecer en su mundo privado por siempre. La amenaza de Marcus era inminente, y si querían tener una oportunidad de derrotarlo, necesitaban prepararse.Después de un desayuno compartido en el balcón, donde la brisa matutina los envolvía con su frescura, Diego tomó la mano de Emma y la llevó al despacho de la cabaña. Aquel espacio tenía un aire solemne; estanterías repletas de libros antiguos cubrían las paredes, y en el centro, un gran escritorio de madera oscura esperaba por ellos. Mapas, documentos y notas estaban dispersos sobre la superficie, testigos de las innumerables horas que Diego había dedicado a planear estrategias.Emma recorrió la habitación con la mirada y
Diego y Emma necesitaban un respiro, un lugar donde pudieran olvidarse de todo y sumergirse en su amor sin miedo ni preocupaciones. Por eso, Diego decidió llevarla a su refugio secreto: una cabaña escondida en las profundidades del bosque, lejos de cualquier amenaza.El camino era un túnel natural de árboles y enredaderas que escondía perfectamente la entrada. Cuando llegaron, Emma quedó sin palabras. La cabaña era un sueño: de madera con grandes ventanales de cristal, rodeada por un jardín lleno de flores vibrantes. A un lado, una piscina reflejaba el cielo, y un jacuzzi burbujeaba tentadoramente en la terraza. En el balcón, bien amueblado con sillones cómodos, el aire invitaba a leer, tomar café o simplemente perderse en el paisaje. Aquel lugar emanaba paz, seguridad y una belleza natural que lo convertía en un verdadero refugio.—¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso? —preguntó Emma maravillada, recorriendo con la mirada cada detalle.Diego la abrazó por la cintura, besando su cuel
Luego de haber sentido aquella presencia, la cual sabían que era Marcus y sus aliados en la búsqueda del poder que poseía Emma, ambos decidieron relajarse y dejar de lado sus preocupaciones, al menos por un día. Diego estaba más que feliz, pues había encontrado a su pareja, a su Luna. Emma, por su parte, agradecía la felicidad que tenía, aunque en el fondo sabía que no sería fácil. Con un suspiro, decidió ignorar todo y aferrarse al amor que se sentía en la habitación.Cuando se levantó de la cama, su mirada se dirigió automáticamente al espejo. Lo que vio la hizo sonreír con picardía: un mapa de chupetes y moretones decoraba su piel, testigos de la intensidad de la noche anterior. Se quedó mirando su reflejo con una expresión de complicidad. Diego, aún acostado, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.—Esa es mi obra maestra —comentó con diversión, sus ojos oscuros brillando con orgullo.Emma le lanzó una mirada de fingida molestia, pero antes de que pudiera decir algo, sinti