Emma Baker siempre ha sentido que no encaja en el mundo que la rodea. Sin embargo, un giro inesperado del destino la vincula con Diego Holman, un alfa poderoso y enigmático atrapado entre su deber y el deseo de proteger a su manada. A raíz de un error médico, sus vidas se entrelazan de manera irreversible, exponiéndolos a secretos ocultos, enemigos despiadados y una atracción imposible de ignorar. Mientras Emma descubre la magnitud de su verdadera esencia, Diego debe enfrentarse a la lucha interna entre el amor y la lealtad. Juntos, deberán desafiar las reglas de un mundo donde los instintos gobiernan y el destino parece escrito con sangre y luna llena. ¿Podrá el amor romper las cadenas del pasado y forjar un futuro que desafíe todos los límites?
Leer másLa noche había caído sobre la manada de los Blancos, trayendo consigo el aroma fresco de la tierra húmeda y el susurro del viento entre los árboles. Dentro de la cabaña, el ambiente era distinto. Más cálido. Más íntimo. Más primitivo. Emma y Diego se encontraban en la cama, sus cuerpos aún entrelazados, sus respiraciones agitadas después de haberse amado con una necesidad feroz. Pero Emma no estaba satisfecha. No podía estarlo.Su piel hormigueaba con la necesidad de más. Sus sentidos estaban amplificados por el embarazo, su deseo por Diego aumentaba con cada roce, con cada beso que él dejaba en su piel. —No tienes idea de lo que me provocas —murmuró Diego contra su cuello, deslizando los labios por su clavícula mientras sus manos se aferraban a sus caderas. Emma se arqueó bajo su toque, jadeando cuando sus dedos recorrieron su cuerpo con la precisión de alguien que la conocía a la perfección. —Entonces demuéstramelo —susurró, desafiándolo. Los ojos de Diego brillaron con un
El viento soplaba con un aroma distinto sobre las tierras de los Blancos. Ya no olía a muerte ni a cenizas, sino a renacimiento. La batalla había terminado, pero la verdadera lucha apenas comenzaba: reconstruir lo que Sebastián destruyó.Emma, de pie en lo alto de una colina, observaba el movimiento de su manada. Lobos en su forma humana y animal trabajaban juntos, levantando estructuras, reparando viviendas y reforzando las defensas del territorio. Los antiguos caminos, una vez cubiertos por la maleza, volvían a abrirse con cada piedra removida.El renacer de la manadaNathan caminaba a su lado, supervisando la asignación de tareas. Su hermano, quien había sido apartado de ella por la tragedia, ahora era su apoyo inquebrantable.—Esto es más grande de lo que imaginé —comentó Emma, viendo a un grupo de jóvenes aprendiendo técnicas de combate de los guerreros más experimentados.—Sí, pero es necesario —respondió Nathan. —No solo debemos reconstruir nuestra aldea, también debemos asegura
El silencio que envolvía el claro del bosque se rompió con el sonido del viento, que soplaba como un susurro ancestral. Emma aún sentía su corazón latir con fuerza. La revelación de que su madre y su hermano Nathan estaban vivos sacudía cada fibra de su ser. Su mente trataba de ensamblar los fragmentos de un pasado que le había sido arrebatado. Su tía Ana, con la mirada empañada por la emoción, se acercó lentamente. Su voz era suave, pero cargada de verdad. —Emma… sé que esto es abrumador, pero hay mucho que necesitas saber. Emma tragó saliva y asintió. Su mirada se dirigió a Nathan, quien mantenía la cabeza alta, con una postura firme y la esencia de un verdadero guerrero. Su madre, a su lado, tenía lágrimas en los ojos, pero su expresión reflejaba una fortaleza inquebrantable. —¿Cómo es posible? —susurró Emma—. Yo… los vi morir. Ana suspiró y miró al cielo, como si buscara fuerzas para contar aquella historia que tanto había guardado. —Sí, murieron… pero no para siempre.
El mundo de Emma parecía girar en cámara lenta. Su madre. Su hermano. Vivos. El peso de aquella revelación le presionaba el pecho como si su corazón estuviera atrapado entre el pasado y el presente. Había crecido creyendo que su familia había sido masacrada por Sebastián, que su linaje había sido arrancado de raíz aquella fatídica noche en la que su mundo se había oscurecido para siempre. Pero ahora, frente a ella, estaban dos fragmentos de su historia que había dado por perdidos.—¿Cómo es posible? —su voz apenas era un susurro ahogado.Sus piernas flaquearon y Diego la sostuvo de inmediato, su toque cálido y protector la ancló a la realidad. Liana, su madre, dio un paso al frente con los ojos inundados de lágrimas. Tenía la misma mirada intensa que Emma recordaba en destellos borrosos de su infancia, la misma calidez en su esencia. Sus brazos temblaban cuando finalmente la envolvió en un abrazo largo, desesperado, un abrazo de madre que nunca debió haberse roto.—Mi niña... —susurr
Emma sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo. Su poder había despertado por completo. Sebastián seguía inmóvil, observándola con el ceño fruncido, tratando de comprender cómo era posible que la energía más antigua y pura estuviera fluyendo a través de ella. —Esto no puede ser… —susurró él con incredulidad—. Esta magia pertenece a los Quileute… ¡Pero los erradiqué! Emma esbozó una sonrisa feroz. —No, Sebastián. No erradicaste nada. Solo sembraste la semilla de tu propia destrucción. El aire alrededor de Emma comenzó a vibrar con una intensidad inhumana. Su cabello flotaba, sus pupilas se tornaron completamente doradas y la marca de la Diosa Luna brilló en su piel. Sus manos destellaban con un fulgor azul, la esencia misma de su linaje ancestral. Había recuperado el poder que por derecho le pertenecía. Sebastián gruñó con furia, lanzándose hacia ella con toda su velocidad, pero Emma no se movió. Cuando él intentó tocarla, su mano se desintegró en cuanto chocó con s
Sebastián nació en la Manada de los Umbríos , un clan que se ocultaba en las montañas del norte, alejados de las grandes alianzas de los hombres lobo. Su manada era conocida por su ferocidad en la batalla y su poder ancestral ligado a la noche, pero también por su estricta jerarquía. Solo los fuertes sobrevivían, y los débiles eran sacrificados en rituales oscuros para fortalecer a los líderes. Su madre, Liria, era una guerrera valiente, pero su amor prohibido con un lobo de otra manada la condenó. Sebastián fue testigo de su sufrimiento cuando su propio alfa la dejó morir en el frío, alegando que su amor la había debilitado. Desde entonces, el odio creció en él como un veneno, jurando que nunca sería débil como su madre ni permitiría que otro alfa lo dominara. Cuando cumplió diecisiete años, desafió al alfa de los Umbríos y lo derrotó en un combate sangriento, proclamándose líder. Sin embargo, su manada, en lugar de aclamarlo, lo repudió, pues sus métodos eran demasiado crueles in
Sebastián observaba con furia mientras Emma se elevaba por encima del suelo, envuelta en una luz azul incandescente. La presión en el aire se volvió insoportable. Su magia, la misma que había destruido reinos y masacrado manadas enteras, se disipaba como si nunca hubiera existido. —¡No puede ser posible! —gruñó, intentando canalizar su poder de las sombras, pero su energía era absorbida por la presencia de Emma. La tierra tembló. Un rugido resonó en el aire cuando un inmenso lobo plateado emergió de la luz detrás de Emma, con ojos brillantes como dos lunas. La Diosa Luna misma había descendido. —Sebastián —su voz sonó en todas partes, reverberando en cada rincón del campo de batalla—. Tú has profanado mi legado. Has destruido vidas inocentes por tu ambición. Sebastián sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sabía que no había escapatoria. Emma descendió lentamente, posando los pies sobre la tierra con una gracia sobrehumana. Su mirada, ahora completamente blanca, reflejaba
El aire estaba impregnado con el olor metálico de la sangre. Emma sintió su corazón latir con furia mientras observaba a Caleb en el suelo, su pecho subiendo y bajando con dificultad. Diego se arrodilló a su lado, presionando la herida con desesperación. —¡Aguanta! —le ordenó con voz tensa. Pero Emma no podía moverse. Sus ojos estaban fijos en la nueva presencia que había emergido entre la bruma. El lobo gris oscuro con cicatrices en el rostro los observaba con una frialdad aterradora. Su mera presencia hacía que el aire se sintiera más pesado, como si la oscuridad lo envolviera todo. —No puede ser… —susurró Diego, poniéndose de pie. Emma miró a su compañero, notando la tensión en su mandíbula. —¿Lo conoces? El lobo gris cambió de forma. Su cuerpo se contrajo y estiró hasta que, en cuestión de segundos, un hombre alto y de apariencia imponente quedó de pie ante ellos. Su piel era pálida, sus ojos oscuros como la noche y sus cicatrices lo hacían parecer aún más letal. —P
El choque fue brutal. Emma y Diego se lanzaron contra Marcus con una velocidad que desafiaba toda lógica. La energía de la Diosa Luna ardía en el cuerpo de Emma, impulsándola más allá de cualquier límite que jamás había conocido.Marcus rugió al verlos acercarse, su cuerpo transformándose completamente en un lobo colosal, de pelaje negro como la noche y ojos inyectados en sangre.Pero Emma no tenía miedo.Diego fue el primero en atacar. Sus garras rasgaron el aire, buscando el cuello de Marcus, pero el alfa enemigo reaccionó con rapidez y bloqueó el golpe con una fuerza aterradora. La onda del impacto hizo temblar el suelo y varios árboles se sacudieron violentamente.Emma aprovechó la distracción.Invocando la luz azul que ardía en su interior, canalizó toda su energía en un solo movimiento y golpeó a Marcus en el costado con una ráfaga de poder.El lobo negro fue lanzado a varios metros de distancia, cayendo pesadamente contra un árbol.Por un segundo, el silencio reinó en el campo