Ser la hija de uno de los hombres más poderosos del crimen organizado no es fácil. Valentina Morelli lo sabe bien. Su vida ha estado marcada por el lujo, la violencia y la lealtad ciega a su familia. Pero lo que nunca esperó fue enamorarse de quien menos debía: Dante Russo, su imponente y hermético guardaespaldas. Dante vive según un código: obedecer, proteger, no involucrarse. Pero Valentina es un torbellino imposible de ignorar. Lo que comienza como una relación profesional se convierte en una pasión prohibida que podría costarles la vida. Entre traiciones, secretos familiares y una guerra de poder, ambos deberán decidir si su amor vale más que la lealtad... o si están destinados a arder juntos en el infierno.
Leer másVALENTINALa cabaña en la que nos refugiábamos olía a madera húmeda y a ceniza vieja. Dante había encendido un pequeño fuego en la chimenea para combatir el frío, pero aún así, el ambiente se sentía helado. Tal vez era la adrenalina de lo que habíamos pasado, o el hecho de que cada minuto que pasaba significaba que nos acercábamos más a la muerte.Yo no podía seguir dependiendo solo de Dante.Él era fuerte, inteligente y letal, pero no era invencible. Y tampoco podía hacerlo todo solo.—Necesitamos aliados —dije, rompiendo el silencio.Dante me miró desde la mesa en la que limpiaba su pistola.—¿Aliados?—Gente con poder. Personas que odien a mi padre tanto como nosotros.Dante suspiró, frotándose la frente con una mano.—V
DANTEConfiar en Luca Ferrara era como meter la mano en la boca de un lobo y esperar que no te arrancara los dedos. Pero ya no teníamos opciones.Estábamos en un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, un lugar con el techo de metal oxidado y el olor a aceite viejo impregnando el aire. Valentina, a mi lado, mantenía el rostro impasible, pero yo la conocía demasiado bien. Su cuerpo estaba rígido, su respiración apenas perceptible. El asesinato que había cometido frente a Ferrara la había cambiado. Lo veía en la forma en que sus ojos oscuros evitaban los míos, en la forma en que mantenía la barbilla en alto como si el peso de lo que había hecho no la estuviera aplastando.Ferrara se reclinó en la silla de madera crujiente frente a nosotros y cruzó las manos sobre su vientre.—Ahora que hemos aclarado las lealtades &mdas
DANTELa respiración de Valentina era errática, sus labios entreabiertos mientras su pecho subía y bajaba con violencia. Sus ojos, oscuros y dilatados, miraban un punto fijo en el suelo, pero sabía que no veía nada.El cuerpo del hombre yacía inerte frente a ella, con un charco de sangre expandiéndose bajo su cabeza.El primer muerto de Valentina Morelli.Se lo advertí. Le dije que si cruzaba esa línea, no habría vuelta atrás.—Tenemos que irnos. Ahora.Mi voz fue firme, sin un atisbo de duda, pero ella no reaccionó.Tomé su rostro entre mis manos.&md
VALENTINAEl crujido de las hojas secas bajo mis botas y el viento helado colándose entre los árboles me recordaban que estábamos en territorio desconocido. La cabaña en medio del bosque había sido nuestro refugio durante días, pero sabíamos que no podríamos quedarnos ahí para siempre.Dante había insistido en movernos lo antes posible, en seguir adelante antes de que nos encontraran. Yo entendía su lógica, pero no podía marcharme sin saber qué estaba pasando con mi familia.Con Giulia.Con la persona que había sido más que una amiga para mí.—Necesito hacer una llamada —dije, cruzándome de brazos mientras Dante revisaba sus a
DANTELa madrugada traía consigo el aire gélido del bosque, pero Valentina estaba de pie frente a mí con la mirada fija y determinada. Llevábamos dos días en la cabaña abandonada, dos días en los que ella no había mencionado el miedo ni una sola vez. Era testaruda, lo sabía desde el primer momento en que la vi, pero ahora esa testarudez iba a jugar a nuestro favor.—No es un juego, Valentina —le advertí, entregándole la pistola—. Si aprendes a usarla, es porque en algún momento vas a tener que disparar.Ella asintió con la mandíbula tensa.—Lo sé.Por primera vez, la princesa Morelli no parecía una mujer protegida
VALENTINAEl amanecer se filtraba a través de los árboles cuando desperté, sintiendo el peso del mundo sobre mi pecho. El silencio del bosque era engañoso, como si intentara hacernos creer que todo estaba bien. Pero no lo estaba.Nos habíamos fugado en plena noche, dejando atrás la mansión, mi padre, y con ellos, mi antigua vida. Ahora estábamos escondidos en una cabaña en medio de la nada, con el peligro acechándonos desde las sombras.Me senté en la cama improvisada que Dante había armado en el suelo y lo observé. Él estaba despierto, limpiando su arma con movimientos precisos, su expresión tensa y concentrada. La luz tenue iluminaba sus facciones marcadas, su mandíbula apretada.—&
DANTENo había vuelta atrás.Desde el momento en que mis pensamientos dejaron de girar en torno a la seguridad de Valentina como un deber y comenzaron a enfocarse en ella como algo más, supe que estaba jodido. Ahora, con Alessandro Morelli dispuesto a doblegarla a la fuerza y Matteo Ricci exigiendo su castigo, ya no podía seguir con las mentiras que me contaba a mí mismo.Tenía que sacarla de ahí.La mansión Morelli era una fortaleza. La seguridad se había triplicado desde que Alessandro supo lo que Valentina había hecho. No solo la había encerrado en su habitación como una prisionera, sino que había colocado a sus mejores hombres vigilando cada acceso. Nadie entraba o salía sin que él lo supiera
VALENTINARegresar a la mansión Morelli era como entrar en la boca del lobo, solo que esta vez, el lobo no iba a dejarme escapar.Sabía que mi padre lo sabía. No era un hombre al que se le pudiera ocultar algo por mucho tiempo. Y después de lo que hice… después de haber desafiado sus órdenes, haberme metido con Matteo Ricci y haber dejado cadáveres en mi camino…Esto no iba a terminar bien.Dante me escoltó hasta la entrada. Su postura era rígida, como si su propio cuerpo se estuviera preparando para lo inevitable.El sonido de mis tacones resonó en el mármol cuando crucé la puerta. La casa estaba en silencio. Demasiado silencio. El tipo de silencio que precede a un
DANTEEl rugido del motor ahogaba el caos detrás de nosotros. Luces de faros parpadeaban en el espejo retrovisor, acercándose demasiado rápido. Demasiado jodidamente rápido.—Dante… —La voz de Valentina era tensa, entrecortada.—Lo sé.Pisoteé el acelerador, sintiendo el coche responder con un rugido agresivo. La carretera de asfalto se volvía un borrón a nuestro alrededor mientras nos alejábamos de la ciudad, dejando atrás la seguridad y adentrándonos en territorio incierto.Los hombres de Matteo Ricci no tardarían en alcanzarnos. No eran idiotas. Sabían lo que