En un mundo donde las apariencias son tan engañosas como la calma antes de una tormenta, Asteria y Cadmus, hermanos mellizos unidos por un pasado lleno de cicatrices, encuentran sus vidas divididas por una misteriosa desaparición. Cuando Cadmus desaparece sin dejar rastro, Asteria se embarca en una búsqueda desesperada que la lleva a enfrentar secretos que han permanecido enterrados por demasiado tiempo. Con la ayuda de Lysandra, una detective perspicaz cuyo pasado está tan lleno de sombras como el de Asteria, y Evander, el compañero leal de Cadmus, la investigación los arrastra al corazón de una red de intrigas, traiciones y oscuros deseos. Mientras Asteria navega por pistas crípticas y encuentros peligrosos, su determinación la convierte tanto en una heroína como en un objetivo.
Ler maisEl silencio dentro del auto se sentía más pesado con cada kilómetro que recorrían. Asteria miró de reojo a Lysandra, su postura firme y su expresión contenida, como si estuviera completamente ajena al caos de pensamientos que se acumulaban en la mente de su compañera. Pero aunque su semblante parecía impenetrable, había algo en sus movimientos—un leve apretón de las manos sobre el volante, la forma en que sus ojos permanecían demasiado atentos al camino—que sugería que no estaba tan tranquila como aparentaba. Finalmente, Lysandra giró el auto hacia un claro junto a la carretera, deteniéndose con movimientos calculados antes de apagar el motor. Era un espacio abierto, rodeado por árboles altos cuyos troncos parecían proteger el lugar de la vista del mundo exterior. Asteria observó el entorno, el aire más limpio y el paisaje menos opresivo que la carretera que habían dejado atrás. —Necesitamos parar por un momento —dijo Lysandra, rompiendo el silencio con un tono bajo pero firme. Su m
Asteria no supo cómo responder de inmediato, sintiendo que esas palabras eran mucho más que un simple consejo. Sus ojos bajaron al cachorro, cuya pequeña figura era una mezcla de fragilidad y confianza, como si realmente dependiera de ellas.El silencio se instaló entre ambas, pero no duró mucho. El sonido repentino del motor rugiendo de forma extraña hizo que Lysandra girara bruscamente el volante, deteniendo el auto al borde del camino. La niebla parecía moverse con más fuerza aquí, revoloteando como si algo la hubiera perturbado. —¿Qué pasa? —preguntó Asteria, apretando al cachorro contra su pecho mientras sus sentidos se activaban al instante. —Algo está mal —respondió Lysandra, apagando el motor con rapidez mientras sus ojos recorrían el paisaje como un radar. Su postura se tensó, los músculos de sus brazos marcándose mientras se preparaba para actuar. Asteria miró hacia adelante, y fue entonces que lo notó: huellas profundas en la tierra húmeda del camino, como marcas dejadas
Asteria no supo qué decir. La diferencia entre ambas era evidente: su cuerpo pequeño y delgado parecía encajar perfectamente contra el de Lysandra, cuyos hombros anchos y figura musculosa ofrecían un soporte sólido y reconfortante. Al principio, su mente estaba llena de nerviosismo, consciente de cada pequeño detalle: el lento subir y bajar del pecho de Lysandra, el calor que irradiaba su piel, el contacto de sus piernas ligeramente entrelazadas. Pero, poco a poco, su cuerpo comenzó a relajarse, como si la presencia constante de Lysandra fuera todo lo que necesitaba para encontrar calma. —Tranquila —murmuró Lysandra, su voz baja, casi un susurro—. Solo descansa. Asteria cerró los ojos lentamente, y aunque su nerviosismo no desapareció por completo, comenzó a ceder ante el agotamiento que había estado negando toda la noche. Cuando finalmente llegó el amanecer, Asteria estaba completamente apoyada sobre Lysandra, su cabeza descansando sobre el hombro de la detective. Sus piernas e
—Ah, todavía no… —murmuró Asteria, bajando la mirada hacia el cachorro mientras acariciaba su pelaje con dedos temblorosos—. No hemos tenido tiempo. —¿Nada? ¿Ni siquiera una idea? —insistió Rogger, su tono lleno de una curiosidad juguetona que hacía que la atmósfera se sintiera más pesada que cálida—. Vamos, un cachorro tan lindo necesita un nombre tan especial como ustedes dos. Asteria sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Bajó la mirada hacia el cachorro para evitar la de Rogger, y fue entonces que lo sintió moverse ligeramente, como si percibiera la incomodidad que ella intentaba ocultar. —Tenemos prioridades más importantes que elegir nombres ahora —intervino Lysandra, su voz firme y segura mientras cruzaba los brazos y se apoyaba contra la mesa. Su postura, fuerte y controlada, era un contraste absoluto con el nerviosismo evidente de Asteria. Rogger soltó una risita, claramente disfrutando del intercambio. —Claro, claro, prioridades. Pero bueno, con lo rápido
La carretera que llevaba al refugio parecía infinita, un túnel de sombras atravesado únicamente por las luces delanteras del auto. Asteria mantenía al cachorro acurrucado contra su pecho, su pequeña figura cálida y tranquila contrastando con el aire helado que se colaba por las rendijas del vehículo. Lysandra conducía en silencio, sus ojos fijos en el camino, pero su postura ligeramente rígida delataba que su mente estaba trabajando tan frenéticamente como el motor del coche. La tensión en el aire era palpable, como un peso invisible que había estado aferrándose a ambas desde que salieron de la torre. Asteria no podía evitar mirar a Lysandra de reojo, observando la forma en que sus manos se aferraban al volante, los músculos de su mandíbula tensos mientras su mirada parecía anticipar cada movimiento en la carretera. El contacto del cachorro contra su pecho ofrecía una leve distracción, pero el silencio del auto seguía resonando con todo lo no dicho entre ellas. —Va a nec
Asteria asintió, aunque sabía que Lysandra no la estaba mirando. Bajó la mirada hacia el bolso, recordando el papel desgastado que Lysandra había guardado antes. El pensamiento de que ese documento podría contener pistas sobre Cadmus hacía que su corazón se acelerara, pero también la llenaba de incertidumbre. —¿Crees que encontremos algo ahí? —insistió, sus palabras salieron más inseguras de lo que esperaba. Esta vez, Lysandra giró ligeramente la cabeza hacia ella, lo suficiente para que sus ojos se encontraran por un instante antes de volver a la carretera. —Eso espero. Pero incluso si no lo hacemos, siempre hay algo que aprender. Incluso de lo que no está ahí. La respuesta, aunque indirecta, dejó a Asteria con más preguntas. Pero algo en el tono de Lysandra la hizo darse cuenta de que no era momento para presionar. Había algo más detrás de esas palabras, algo que no estaba lista para compartir. Pasaron varios minutos antes de que el auto se detuviera frente a un pequeño
Asteria dejó caer el bolso sobre la mesa con cuidado, sus manos todavía temblaban mientras intentaba controlar su respiración. Lysandra cerró la puerta detrás de ellas, girando el cerrojo con un clic seco que resonó demasiado fuerte en el silencio. —Esto nos dará algo de tiempo —murmuró Lysandra, su mirada recorriendo el espacio antes de encender la linterna. La luz trazó un camino por las paredes, mostrando inscripciones descoloridas y marcas que parecían haber sido dejadas por otros antes que ellas. Asteria tomó asiento en una de las sillas, dejándose caer con un suspiro agotado. Su cuerpo entero temblaba, pero no estaba segura de si era por el frío o por la adrenalina que aún recorría sus venas. Al mirar a Lysandra, notó cómo la detective inspeccionaba todo con precisión. Cada movimiento, cada decisión, parecía estar calculado para garantizar su seguridad. —¿Crees que ya saben dónde estamos? —preguntó Asteria, su voz baja, temerosa de romper el silencio que había caído sobre
Lysandra caminaba con una seguridad que Asteria no entendía del todo. Su figura recortada contra las sombras del bosque, con su chaqueta oscura y la forma en que se movía, parecía diseñada para este tipo de situaciones. Había algo magnético en su postura: relajada pero alerta, como si pudiera desaparecer entre los árboles en cualquier momento y reaparecer exactamente donde fuera necesaria.Por un instante, Asteria permitió que su mirada se posara en las manos de Lysandra, fuertes y ágiles, aún descansando sobre el arma como si fuera una extensión natural de ella. Recordó cómo esas mismas manos la habían guiado fuera de la cabaña momentos antes, cómo el tacto firme había logrado anclarla en medio del pánico. Siempre parece saber exactamente qué hacer. —¿Estás bien? —preguntó Lysandra de repente, rompiendo el silencio. No se detuvo mientras hablaba, pero giró ligeramente el rostro hacia Asteria, lo suficiente como para que sus ojos se encontraran brevemente.Asteria apartó la mirad
Lysandra, con las manos firmes en el volante, llevaba el rostro tenso. Aunque había logrado sacarlas del peligro, sus pensamientos parecían estar enfocados en lo que vendría después. Miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor, vigilante, como si esperara que las sombras del depósito las siguieran. —¿Qué crees que haya en este disco duro? —preguntó Asteria finalmente, rompiendo el silencio que comenzaba a volverse insoportable. Lysandra no apartó la mirada de la carretera, pero su respuesta fue breve y directa. —Si Cadmus lo escondió allí, es porque contiene algo importante. Y probablemente algo peligroso. Asteria bajó la vista al disco en sus manos, un objeto tan pequeño y aparentemente insignificante, pero que ahora representaba todo por lo que estaban luchando. Su mente se llenó de imágenes de su hermano: su sonrisa despreocupada, sus bromas constantes, su manera de enfrentar el mundo como si nada pudiera detenerlo. Pero ahora estaba claro que había algo que sí lo habí