Capitulo 2: Oscuridad

Desde las sombras emergió una figura, alta y amenazante, con pasos deliberados que reverberaban en el espacio vacío. El aire parecía haberse congelado mientras las dos se preparaban para lo inevitable.

—No deberías estar aquí —gruñó el hombre, su voz profunda reverberando como un eco siniestro.

Lysandra avanzó un paso, su postura relajada pero alerta, como una pantera lista para atacar. Su voz, cuando habló, fue baja pero cargada de autoridad.

—Y tú no deberías estar siguiéndonos. Pero aquí estamos. Así que, ¿por qué no vuelves por donde viniste antes de que esto termine mal para alguien? —Su mirada era afilada como una navaja, y en ella había una advertencia que incluso el hombre pareció entender.

Pero en vez de retroceder, el desconocido continuó avanzando. Fue Lysandra quien rompió la inmovilidad, empujando a Asteria detrás de ella con un movimiento rápido.

—Quédate atrás —ordenó, su tono lo suficientemente firme para no aceptar discusión.

Asteria, aunque incómoda por la situación, no discutió. Observó cómo Lysandra tomaba el control de la escena, su presencia tan segura que parecía llenar el espacio. Por un momento, el temor que había sentido se vio sustituido por una extraña sensación de confianza.

Lysandra inclinó ligeramente la cabeza, analizando al intruso con la precisión de alguien que había estado en situaciones similares demasiadas veces.

—Última oportunidad —dijo, su voz tan helada como el aire a su alrededor.

El hombre se detuvo finalmente, evaluando sus opciones. Después de unos segundos que parecieron eternos, retrocedió hacia las sombras, murmurando algo ininteligible antes de desaparecer por completo.

El silencio volvió a llenar el almacén. Lysandra exhaló lentamente antes de girarse hacia Asteria.

—Espero que valiera la pena —murmuró.

Asteria, sosteniendo el mapa en sus manos temblorosas, encontró las palabras que tanto le costaban.

—Sí, lo valió. Ahora sé que no estoy equivocada. Él está ahí fuera… y lo voy a encontrar.

Asteria y Lysandra salieron del almacén juntas, el aire nocturno más frío de lo que Asteria recordaba. La tensión aún colgaba en el ambiente, como un hilo invisible que conectaba sus pensamientos.

Ninguna de las dos habló mientras caminaban hacia el auto. Pero en su mente, Asteria seguía repasando el mapa que había encontrado, las marcas rojas pulsando como advertencias silenciosas.

—¿Puedo verlo? —preguntó Lysandra finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era calmado, pero su mirada tenía una intensidad que no dejaba espacio para rechazos.

Asteria dudó, aferrando el mapa un poco más fuerte contra su pecho, pero luego lo extendió hacia la detective. Por alguna razón que no entendía, había comenzado a confiar en ella, aunque no quería admitirlo.

Lysandra tomó el mapa con cuidado, escaneando cada punto marcado como si ya estuviera armando un plan en su mente. Las luces de los faroles cercanos iluminaban su rostro parcialmente, acentuando sus ojos agudos y la expresión concentrada que parecía no abandonar su rostro.

—Es un mapa estratégico —dijo después de unos segundos—. Estos puntos… no son aleatorios. Son ubicaciones clave. Sitios que alguien quería marcar para recordar, o tal vez evitar.

—¿Evitar? —preguntó Asteria, sintiendo cómo la ansiedad volvía a encenderse en su pecho.

—Tal vez. Aunque lo más probable es que sean lugares relacionados con lo que tu hermano estaba investigando. ¿Te suena alguno de estos? —Lysandra le devolvió el mapa, apuntando las marcas con el dedo.

Asteria lo estudió nuevamente, pero las ubicaciones no eran familiares. Eran sitios dispersos por toda la ciudad, algunos en áreas que apenas había oído mencionar.

—No… no reconozco ninguno —admitió, frustrada por su propia ignorancia.

Lysandra asintió, como si estuviera esperando esa respuesta. Luego miró el auto de Asteria.

—¿Tienes gasolina suficiente para un recorrido nocturno? —preguntó, medio en serio, medio en broma.

—¿Un recorrido? —Asteria frunció el ceño, confundida.

—No vamos a entender este mapa aquí, en medio de la nada. Si realmente quieres respuestas, vamos a los lugares marcados. Y lo haremos juntas. —El tono de Lysandra no dejaba espacio para discusión, pero Asteria sintió un destello de gratitud ante su firmeza. La detective no parecía alguien que abandonara las cosas a mitad de camino.

Asteria asintió lentamente. Algo en su interior le decía que esta noche sería mucho más larga de lo que había imaginado.

El motor del auto rugía suavemente mientras Asteria ajustaba el mapa en el asiento del copiloto. La luz del tablero iluminaba su rostro concentrado, sus ojos recorriendo las marcas rojas que trazaban un recorrido por la ciudad. Lysandra, sentada en el asiento del conductor, tenía una postura relajada, pero sus manos firmes sobre el volante delataban su estado de alerta.

—¿Cuál es el primer lugar? —preguntó la detective, rompiendo el silencio.

Asteria revisó el mapa una vez más, señalando un punto en el extremo norte. Era un parque industrial abandonado, lejos de las áreas más transitadas.

—Aquí —respondió, su voz firme aunque su interior estuviera lleno de dudas.

Lysandra asintió y giró el volante con precisión, llevando el auto hacia las calles desiertas de la ciudad. Los edificios pasaban como sombras fugaces mientras la noche envolvía todo a su alrededor. Asteria no pudo evitar sentirse pequeña, como si el mundo fuera más grande y más peligroso de lo que alguna vez había imaginado.

Cuando llegaron al parque industrial, el paisaje era desolador. Estructuras metálicas se levantaban como esqueletos bajo la luz de la luna, y el viento hacía que las vigas crujieran en un ritmo inquietante. Lysandra apagó el motor y se bajó del auto, su linterna ya en mano. Asteria la imitó, guardando el mapa en el bolsillo de su abrigo antes de seguirla.

—Mantente cerca —le dijo Lysandra, sin mirar atrás.

El parque estaba envuelto en un silencio pesado, roto solo por sus pasos y el ocasional aullido del viento. Asteria sentía su piel erizarse, cada sombra parecía una amenaza, cada rincón ocultaba un misterio.

—¿Qué buscamos exactamente? —preguntó, rompiendo la tensión.

—Cualquier cosa fuera de lugar. Algo que indique que Cadmus estuvo aquí. —La voz de Lysandra era baja, como si no quisiera perturbar la quietud a su alrededor.

Mientras avanzaban entre los edificios, una luz tenue llamó la atención de Asteria. En una esquina del terreno, bajo una estructura parcialmente colapsada, parecía haber un destello de algo metálico. Se adelantó, ignorando las advertencias de Lysandra.

—¡Asteria! —gritó la detective, apresurándose detrás de ella.

Cuando Asteria llegó al lugar, descubrió un maletín metálico tirado entre escombros. Lo recogió con ambas manos, sintiendo el peso del objeto. Lo abrió con cuidado y dentro encontró documentos, fotografías y una llave vieja.

—¿Qué es esto? —susurró, sintiendo cómo el temor volvía a apoderarse de ella.

Lysandra llegó junto a ella, alumbrando el contenido del maletín con su linterna. Su rostro se tensó al revisar los documentos.

—Esto no es buena señal —murmuró—. Si Cadmus dejó esto aquí, significa que estaba siendo presionado para esconderlo. Esta llave… parece de algún almacén o depósito.

Antes de que pudieran continuar, un ruido detrás de ellas las hizo girar. Una figura emergió de las sombras, moviéndose con sigilo pero determinación. Lysandra reaccionó al instante, colocándose frente a Asteria.

—Corre al auto —ordenó la detective, sacando algo de su cinturón.

Asteria dudó, pero los pasos del intruso se acercaban rápidamente. Lysandra avanzó un paso, bloqueando el camino del extraño mientras Asteria corría hacia el vehículo. Su corazón latía como un tambor mientras la noche parecía cerrarse a su alrededor.

Desde el auto, pudo ver a Lysandra enfrentarse al intruso, su postura firme y controlada. La detective intercambió palabras con él, pero Asteria no podía escuchar nada desde la distancia. Finalmente, la figura retrocedió y desapareció entre las sombras, dejando a Lysandra regresar al auto con rapidez.

—No es seguro quedarnos aquí —dijo al subir al auto, su voz firme pero contenida.

El motor rugió nuevamente mientras Lysandra giraba el volante y aceleraba hacia la salida del parque.

Asteria miró el maletín en sus manos, sintiendo cómo la adrenalina seguía recorriendo su cuerpo. Las piezas del rompecabezas parecían multiplicarse, cada vez más complicadas y aterradoras.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Lysandra la miró brevemente antes de concentrarse en la carretera.

—Buscamos el lugar al que pertenece esa llave. Y esperamos que nos lleve a algo que no nos mate en el proceso.

El parque industrial estaba más oscuro de lo que Asteria había imaginado. Cada estructura de metal parecía una criatura dormida, y el viento silbaba entre las vigas con un sonido casi fantasmagórico. Las sombras se extendían como dedos largos, buscando atraparlas a medida que avanzaban.

—Mantén la luz baja —susurró Lysandra, su voz firme pero controlada, mientras giraba la cabeza ligeramente para asegurarse de que no había movimientos sospechosos alrededor.

Asteria obedeció, ajustando la linterna de su teléfono para que iluminara solo lo esencial. Su respiración era irregular, y el maletín metálico en sus manos se sentía como un peso imposible de ignorar. Aunque había encontrado documentos importantes, la presencia de aquella llave en su interior despertaba más preguntas que respuestas.

—Esto me parece demasiado expuesto —murmuró Lysandra mientras avanzaba hacia el centro del parque

—. Si Cadmus estuvo aquí, debió de saber que alguien podría seguir sus pasos.

De repente, un ruido metálico interrumpió la conversación. Ambas se detuvieron en seco, sus cuerpos tensándose como resortes listos para activarse.

Asteria giró rápidamente hacia Lysandra, buscando en sus ojos alguna señal de que entendiera lo que estaba ocurriendo. Pero la detective no decía nada, sus ojos afilados se clavaban en una esquina oscura del parque.

—No estamos solas —dijo Lysandra en voz baja, sacando algo de su cinturón. La luz de la linterna reflejó la forma de un arma pequeña, discreta pero funcional.

Antes de que Asteria pudiera reaccionar, dos figuras emergieron de las sombras, avanzando con movimientos calculados. Uno de ellos era corpulento, su silueta imponente bloqueaba la luz que venía de una lámpara quebrada en lo alto. El otro era más delgado, pero su andar tenía un aire de peligro que no podía ignorarse.

—Dame el maletín —dijo el corpulento, su voz grave resonando en el aire helado.

Asteria retrocedió instintivamente, sosteniendo el maletín contra su pecho como si pudiera protegerla. Pero Lysandra no se movió. Su postura era firme, relajada y desafiante.

—Vas a tener que ganártelo —replicó la detective, dando un paso adelante y colocando su cuerpo entre Asteria y los hombres.

—¡Lysandra! —exclamó Asteria, pero su voz quedó atrapada en el aire. La tensión crecía como una tormenta eléctrica a punto de estallar.

El hombre corpulento avanzó, su movimiento torpe pero con fuerza. Lysandra esquivó el primer golpe con rapidez, moviéndose como si anticipara cada acción. Su codo se levantó en un arco perfecto y golpeó el costado del hombre, haciéndolo tambalearse.

—Corre, Asteria —gritó Lysandra mientras se agachaba para evitar un segundo ataque. Pero Asteria estaba demasiado paralizada para moverse.

El segundo hombre, el delgado, se abalanzó hacia Asteria, sus manos buscando el maletín. La joven gritó y dio un paso atrás, pero su pie tropezó con un pedazo de escombro, y estuvo a punto de caer. Fue Lysandra quien se giró rápidamente, sujetando al intruso por el brazo y torciéndolo con fuerza. El hombre soltó un gruñido de dolor, pero su compañero ya estaba recuperado.

—¡Te tengo! —dijo el corpulento mientras extendía una mano hacia Lysandra. Ella se giró, dejando caer su linterna y usando ambas manos para golpear su torso con precisión. El hombre retrocedió, jadeando, pero su resistencia era evidente.

Asteria aprovechó el caos para moverse hacia un rincón más oscuro, tratando de controlar su respiración mientras abrazaba el maletín. La desesperación era un nudo apretado en su pecho, pero observaba cada movimiento de Lysandra con asombro. La detective parecía danzar entre los atacantes, esquivando y golpeando con una fluidez que no había imaginado.

—¡Asteria, sal de aquí! —gritó Lysandra, su voz perforando el aire como un trueno. Esta vez, Asteria obedeció. Corrió hacia el auto, sus pasos resonando como tambores en el concreto agrietado.

Al llegar al vehículo, se subió rápidamente, encendiendo el motor mientras miraba hacia el parque. Las luces de los faroles iluminaban a Lysandra, que ahora estaba enfrascada en una lucha cuerpo a cuerpo con el corpulento. Sus movimientos eran precisos, calculados, pero cada golpe parecía extraer más energía de ella.

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