La carretera que llevaba al refugio parecía infinita, un túnel de sombras atravesado únicamente por las luces delanteras del auto. Asteria mantenía al cachorro acurrucado contra su pecho, su pequeña figura cálida y tranquila contrastando con el aire helado que se colaba por las rendijas del vehículo. Lysandra conducía en silencio, sus ojos fijos en el camino, pero su postura ligeramente rígida delataba que su mente estaba trabajando tan frenéticamente como el motor del coche. La tensión en el aire era palpable, como un peso invisible que había estado aferrándose a ambas desde que salieron de la torre. Asteria no podía evitar mirar a Lysandra de reojo, observando la forma en que sus manos se aferraban al volante, los músculos de su mandíbula tensos mientras su mirada parecía anticipar cada movimiento en la carretera. El contacto del cachorro contra su pecho ofrecía una leve distracción, pero el silencio del auto seguía resonando con todo lo no dicho entre ellas. —Va a nec
—Ah, todavía no… —murmuró Asteria, bajando la mirada hacia el cachorro mientras acariciaba su pelaje con dedos temblorosos—. No hemos tenido tiempo. —¿Nada? ¿Ni siquiera una idea? —insistió Rogger, su tono lleno de una curiosidad juguetona que hacía que la atmósfera se sintiera más pesada que cálida—. Vamos, un cachorro tan lindo necesita un nombre tan especial como ustedes dos. Asteria sintió cómo el calor subía a sus mejillas. Bajó la mirada hacia el cachorro para evitar la de Rogger, y fue entonces que lo sintió moverse ligeramente, como si percibiera la incomodidad que ella intentaba ocultar. —Tenemos prioridades más importantes que elegir nombres ahora —intervino Lysandra, su voz firme y segura mientras cruzaba los brazos y se apoyaba contra la mesa. Su postura, fuerte y controlada, era un contraste absoluto con el nerviosismo evidente de Asteria. Rogger soltó una risita, claramente disfrutando del intercambio. —Claro, claro, prioridades. Pero bueno, con lo rápido
Asteria no supo qué decir. La diferencia entre ambas era evidente: su cuerpo pequeño y delgado parecía encajar perfectamente contra el de Lysandra, cuyos hombros anchos y figura musculosa ofrecían un soporte sólido y reconfortante. Al principio, su mente estaba llena de nerviosismo, consciente de cada pequeño detalle: el lento subir y bajar del pecho de Lysandra, el calor que irradiaba su piel, el contacto de sus piernas ligeramente entrelazadas. Pero, poco a poco, su cuerpo comenzó a relajarse, como si la presencia constante de Lysandra fuera todo lo que necesitaba para encontrar calma. —Tranquila —murmuró Lysandra, su voz baja, casi un susurro—. Solo descansa. Asteria cerró los ojos lentamente, y aunque su nerviosismo no desapareció por completo, comenzó a ceder ante el agotamiento que había estado negando toda la noche. Cuando finalmente llegó el amanecer, Asteria estaba completamente apoyada sobre Lysandra, su cabeza descansando sobre el hombro de la detective. Sus piernas e
Asteria no supo cómo responder de inmediato, sintiendo que esas palabras eran mucho más que un simple consejo. Sus ojos bajaron al cachorro, cuya pequeña figura era una mezcla de fragilidad y confianza, como si realmente dependiera de ellas.El silencio se instaló entre ambas, pero no duró mucho. El sonido repentino del motor rugiendo de forma extraña hizo que Lysandra girara bruscamente el volante, deteniendo el auto al borde del camino. La niebla parecía moverse con más fuerza aquí, revoloteando como si algo la hubiera perturbado. —¿Qué pasa? —preguntó Asteria, apretando al cachorro contra su pecho mientras sus sentidos se activaban al instante. —Algo está mal —respondió Lysandra, apagando el motor con rapidez mientras sus ojos recorrían el paisaje como un radar. Su postura se tensó, los músculos de sus brazos marcándose mientras se preparaba para actuar. Asteria miró hacia adelante, y fue entonces que lo notó: huellas profundas en la tierra húmeda del camino, como marcas dejadas
El silencio dentro del auto se sentía más pesado con cada kilómetro que recorrían. Asteria miró de reojo a Lysandra, su postura firme y su expresión contenida, como si estuviera completamente ajena al caos de pensamientos que se acumulaban en la mente de su compañera. Pero aunque su semblante parecía impenetrable, había algo en sus movimientos—un leve apretón de las manos sobre el volante, la forma en que sus ojos permanecían demasiado atentos al camino—que sugería que no estaba tan tranquila como aparentaba. Finalmente, Lysandra giró el auto hacia un claro junto a la carretera, deteniéndose con movimientos calculados antes de apagar el motor. Era un espacio abierto, rodeado por árboles altos cuyos troncos parecían proteger el lugar de la vista del mundo exterior. Asteria observó el entorno, el aire más limpio y el paisaje menos opresivo que la carretera que habían dejado atrás. —Necesitamos parar por un momento —dijo Lysandra, rompiendo el silencio con un tono bajo pero firme. Su m
Asteria intentó moverse para crear algo de distancia, pero su propio cuerpo parecía paralizado por el impacto de la cercanía. El calor que emanaba de Lysandra, tan palpable como su presencia, envolvía el espacio reducido entre ellas, y Asteria no pudo evitar sentirse atrapada en el momento. Fue entonces que el cachorro, como si sintiera la necesidad de interrumpir la quietud, se agitó entre sus piernas y comenzó a mover las patas con entusiasmo. El pequeño animal saltó hacia el espacio entre ambas, rompiendo el silencio con un pequeño ladrido mientras daba rienda suelta a su energía matutina. Asteria intentó contenerlo, pero antes de que pudiera hacerlo, el desastre comenzó: un pequeño charco de pis apareció en la cama junto con algo más que hizo que sus ojos se abrieran completamente de sorpresa. —¡Oh no! —exclamó, su voz saliendo más alta de lo que esperaba mientras intentaba controlar al cachorro. Lysandra despertó con el sonido de la exclamación de Asteria, abriendo los oj
—Es adorable —comentó Nora, acariciando la cabeza del cachorro antes de dirigir su atención nuevamente a Lysandra—. Pero estoy segura de que no viniste aquí solo para presentarme a tus nuevas amigas. ¿Qué necesitas? Lysandra comenzó a explicar, su tono profesional mientras describía las pistas que necesitaban seguir y la información que Nora podía proporcionarles. Asteria escuchaba en silencio, pero no podía evitar notar cómo Nora se inclinaba ligeramente hacia Lysandra al hablar, cómo su mano rozaba casualmente el brazo de la detective en momentos específicos, y cómo su sonrisa se ampliaba cada vez que Lysandra la miraba.Había algo en la dinámica entre ambas mujeres que hizo que Asteria sintiera un nudo formarse en su estómago. No entendía del todo la sensación, pero la incomodidad crecía con cada gesto, cada sonrisa, cada roce que se intercambiaban. Asteria bajó la mirada al cachorro, acariciándolo distraídamente mientras intentaba ignorar la punzada de celos que se instalaba en
Lysandra estaba de pie, su figura alta dominando el espacio, con los brazos cruzados mientras su mirada fija en Nora transmitía una mezcla de paciencia y determinación. La tarjeta con el nombre del hombre que necesitaban investigar estaba sobre la mesa, apenas tocada, mientras Nora la miraba con una sonrisa que era peligrosa y juguetona en igual medida. Asteria, sentada junto a ellas, acariciaba al cachorro que descansaba en su regazo. Su mente estaba llena de preguntas: ¿quién era ese hombre? ¿Por qué estaban en el club buscando respuestas? ¿Y por qué Nora parecía disfrutar tanto de provocar a Lysandra? La tensión era palpable, y aunque Asteria trataba de mantenerse al margen, cada mirada que Nora dirigía hacia ella le hacía sentir que estaba más involucrada de lo que quería admitir. —El hombre en cuestión aparece relacionado con las pistas que encontramos —dijo Lysandra finalmente, su voz firme mientras deslizaba la tarjeta hacia Nora. Su tono no dejaba espacio para dudas ni n