En las sombras de Milán, donde el lujo esconde secretos mortales y el poder se compra con sangre, Elena Moretti, una joven restauradora de arte, se ve arrastrada al peligroso mundo de la mafia cuando su hermano menor, Matteo, desaparece misteriosamente. La única pista es un símbolo grabado en su apartamento: una rosa negra con espinas ensangrentadas. Desesperada, Elena se enfrenta a Luca "Il Fantasma" Marchetti, el líder despiadado de la familia Marchetti, quien le ofrece un trato: le ayudará a encontrar a Matteo si ella le entrega información sobre un traidor dentro de su organización. Elena debe decidir cuánto está dispuesta a arriesgar por su hermano y por un amor que podría destruirla.
Leer másEl silencio en la mansión era sofocante. Cada rincón parecía estar impregnado de una tensión que electrizaba el aire. Después de recibir ese maldito paquete, todo había cambiado. Luca no había dicho una palabra en todo el trayecto hasta su oficina, pero la forma en que me sujetó de la muñeca y me arrastró con él dejaba claro que no estaba de humor para explicaciones tranquilas.Al llegar, cerró la puerta tras de sí con un golpe seco. Su espalda se mantenía recta, sus manos apoyadas en el borde del escritorio, los nudillos blancos de tanta presión. Suspiré, obligándome a calmar mi propia respiración, porque sabía que cualquier error podría costarme caro.—¿Vas a decirme qué está pasando? —pregunté, manteniendo la voz firme a pesar de mi miedo.Luca giró lentamente la cabeza hacia mí. Sus ojos oscuros me recorrieron de arriba abajo, como si estuviera evaluando si realmente merecía una respuesta. Finalmente, habló, su voz un filo de hielo que me erizó la piel.—No hay marcha atrás, Elena.
El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando finalmente cedí al cansancio. La noche había sido un torbellino de emociones: la subasta, el descubrimiento de aquel hombre en la mansión de Luca, y su mirada cargada de secretos que parecían consumirlo desde dentro. Después de todo lo ocurrido, él había insistido en que me quedara en su casa. No había sido una sugerencia ni una invitación amable, sino una orden disfrazada de conveniencia. "Es tarde para que regreses sola", había dicho con esa voz rasposa que no dejaba espacio para discusión.Por mucho que odiara admitirlo, tenía razón. Milán no era segura para alguien en mi posición, y menos después de lo que había presenciado. Así que, con un nudo en la garganta y la tensión aún aferrada a mi cuerpo, acepté quedarme.La habitación que me asignó estaba en la planta superior, alejada del bullicio de la casa y con una vista directa al jardín. Pero a pesar del lujo y la aparente tranquilidad, no lograba conciliar el sueño. Algo en el aire
El eco de los tacones sobre el suelo de mármol me resultaba ensordecedor. No sabía si era mi corazón latiendo con violencia o el peso de lo que acababa de presenciar lo que me hacía sentir tan inquieta. Apenas había pasado una hora desde la subasta, y aún podía sentir la tensión en mis huesos.El trayecto de regreso a la mansión de Luca había transcurrido en un silencio incómodo. La noche había terminado con una sensación de inquietud latente, como si algo más estuviera a punto de suceder. Luca no había dicho una sola palabra en el auto, simplemente me observaba de reojo mientras conducía con una calma exasperante. Yo, en cambio, no podía dejar de pensar en lo que había visto en la subasta, en el hombre traicionado, en la forma en que Luca había manejado todo con una frialdad escalofriante.Aquel hombre, el traidor, no era un simple desconocido para Luca. Lo vi en su mirada, en el brillo casi calculador de sus ojos cuando elevó la primera oferta. No había sorpresa en su expresión, solo
ElenaEl murmullo en el salón se desvaneció en cuanto la tela de terciopelo negro fue retirada, revelando al hombre que se encontraba de rodillas dentro del carrito, con las manos atadas a la espalda y la cabeza gacha. Su ropa estaba sucia y desgarrada, y su rostro mostraba rastros de golpes recientes. No era un objeto lo que se subastaba, sino una persona.Mi estómago se revolvió.El presentador sonrió con afilada satisfacción. —Caballeros, nuestro siguiente lote es un caso especial. Un hombre que alguna vez fue de los nuestros… y que, lamentablemente, olvidó dónde residía su lealtad.Un susurro recorrió la sala. No podía apartar la vista del prisionero, que ahora levantaba lentamente la cabeza. Sus ojos reflejaban puro terror.El Fantasma, sentado a mi lado, permanecía inmóvil, observando la escena con un aire de absoluta indiferencia. Yo, en cambio, apenas podía respirar. Todo esto era demasiado, demasiado macabro.—Este hombre estaba en una lista. Una lista de traidores —continuó l
El aire en la mansión seguía cargado tras la ejecución fría y calculada del Fantasma. Los murmullos entre los asistentes apenas eran perceptibles, pero el mensaje había sido claro: nadie desafiaba su autoridad sin enfrentar las consecuencias. Yo, con el corazón tamborileando en mi pecho, trataba de mantener la compostura, pero la imagen de la sangre esparciéndose por el suelo se negaba a salir de mi mente.Respiré hondo, obligándome a apartar la vista del cadáver que yacía inmóvil en medio del elegante salón. A mi alrededor, los invitados continuaban con su velada, algunos con miradas de cautela, otros con indiferencia absoluta. Como si la muerte fuera solo un pequeño inconveniente dentro de su mundo.El Fantasma se inclinó hacia mí, su máscara reflejando las luces débiles del lugar.—Camina conmigo —ordenó en un tono que no admitía protesta.Tragué saliva y asentí, siguiéndolo a través de la multitud. Pasamos por un largo pasillo adornado con cuadros antiguos, hasta que empujó una pu
El murmullo de la multitud se convirtió en un zumbido de fondo mientras Elena avanzaba del brazo del Fantasma. El interior de la mansión era aún más lujoso de lo que había imaginado: arañas de cristal colgaban de techos altos, el mármol pulido reflejaba la luz cálida y dorada, y las paredes estaban decoradas con obras de arte que probablemente valían más de lo que ganaría en una vida entera.Pero no era la opulencia lo que ponía su piel de gallina, sino la gente. Hombres y mujeres vestidos de gala, moviéndose con una gracia estudiada, sonriendo con labios falsos mientras bebían champán y negociaban en susurros. No era solo una subasta; era un mercado de poder, donde los más peligrosos jugaban sus cartas en la oscuridad.Elena se aferró al brazo del Fantasma mientras avanzaban por la multitud. Podía sentir las miradas sobre ellos, algunas de curiosidad, otras de miedo. Era evidente que él no solo era conocido, sino también temido.—Mantén la compostura —susurró el Fantasma cerca de su
El sobre descansaba sobre la mesa de cristal, inofensivo a simple vista, pero su contenido tenía el poder de cambiar el rumbo de mi búsqueda. Lo abrí con dedos temblorosos y saqué la nota dentro. La caligrafía era elegante, inclinada con precisión quirúrgica."Via della Spiga, 14. Pregunta por Bianca."Fruncí el ceño. No era una dirección cualquiera. Via della Spiga era una de las calles comerciales más exclusivas de Milán, hogar de las boutiques más prestigiosas del mundo. ¿Por qué el Fantasma me enviaba allí? Sin más información, solo me quedaba obedecer.***La boutique estaba escondida entre dos edificios, sin carteles llamativos ni escaparates evidentes. Solo una pequeña placa dorada en la puerta indicaba su nombre: "Bianca Couture". Empujé la pesada puerta de cristal y entré en un santuario de telas exquisitas y perfumes embriagadores.Los vestidos colgaban como obras de arte, cada uno más impresionante que el anterior. La iluminación tenue resaltaba los bordados, las lentejuela
Las luces tenues del almacén parpadeaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes de cemento desnudo. Frente a mí, El Fantasma examinaba el contenido del sobre con una expresión inescrutable. Cada gesto suyo era calculado, contenido, como si fuera un depredador estudiando a su presa. No había dicho nada desde que dejé el paquete en la mesa, y la tensión en la habitación se sentía densa, sofocante.—Lo hiciste bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No te delataste, no hiciste preguntas innecesarias y regresaste rápido.Me crucé de brazos, manteniendo la compostura a pesar de que mi corazón martillaba contra mi pecho.—Cumplí con mi parte. Ahora cumple tú con la tuya. Matteo. Quiero saber qué le ha pasado.El Fantasma cerró el sobre con un ademán lento y metódico antes de levantar la mirada hacia mí. Sus ojos azul acero me atraparon, despojándome de cualquier protección que pudiera haber construido alrededor de mis pensamientos.—Aún no has terminado —replicó con calma—.
Luca Marchetti, conocido como Il Fantasma, estaba apoyado contra el escritorio de su oficina improvisada en el almacén abandonado. Sus ojos recorrieron los informes que su gente había recopilado sobre Elena Moretti. Antes de que ella siquiera pusiera un pie en su club, él ya sabía de su existencia. Había dado la orden de investigarla en cuanto escuchó que alguien estaba husmeando en su territorio preguntando por Matteo Moretti.Sabía que su llegada no era casualidad. Y en su mundo, las coincidencias no existían.—¿Moretti? —preguntó Massimo, uno de sus hombres de confianza, con incredulidad—. ¿De verdad crees que puedes confiar en ella? Su hermano se metió en un lío con Russo. No me sorprendería que ella sea solo otra ficha en su juego.Luca exhaló lentamente el humo de su cigarro, sin apartar la vista de los documentos.—No confío en ella —respondió con calma—. Pero eso no significa que no pueda ser útil.Enzo soltó una risa seca. —¿Necesitas a una restauradora de arte para qué, exac