En una sociedad donde las tradiciones y las expectativas familiares pesan más que los deseos personales, Valeria es una joven que se ve atrapada en un matrimonio forzado con un hombre al que no conoce: Nicolás, un joven que proviene de una familia poderosa con la que sus padres desean unirla por razones políticas y económicas. A pesar de su resistencia inicial, Valeria se ve obligada a aceptar su destino, enfrentándose a un matrimonio que parece estar lleno de sacrificios y renuncias. A lo largo de la historia, Valeria luchará por encontrar su voz, descubrir su verdadera identidad y cuestionar las normas sociales que la subyugan. Mientras tanto, Nicolás también lidia con sus propios demonios y secretos, lo que complica aún más su relación con Valeria. En un mundo donde el amor y la libertad parecen estar fuera de su alcance, ambos deberán decidir si pueden reconstruir su vida juntos o si se ahogan en la opresión que les ha sido impuesta.
Leer másDos meses después El sol se filtraba por el ventanal de la oficina de Nicolás. Mientras él movía lentamente la cuchara dentro de su taza de café, como si sus pensamientos estuvieran girando en espiral con el líquido oscuro. Frente a él, su amigo, lo miraba con una sonrisa cómplice, sabiendo que algo importante estaba por decirse.—Nunca te lo he dicho en serio —comenzó Nicolás, levantando la vista—, pero gracias a ti estoy aquí. Gracias a que insististe en que me operara, puedo estar vivo, disfrutando de mi hijo y de Valeria.Andrés dejó su taza en el escritorio y se inclinó hacia adelante, con una expresión suave pero firme.—¿Y cómo iba a dejar que ignoraras algo tan serio? —dijo, sacudiendo la cabeza—. No sabes cuánto me alegra que hayas tomado esa decisión. Verte ahora, con tu familia, me confirma que todo valió la pena.Nicolás se quedó en silencio por un momento. Recordó aquellos días oscuros, el miedo que lo carcomía por dentro y la angustia de imaginar que Valeria podría qued
Días después del nacimiento de Sebastián, la mansión de los Rivas había cambiado por completo. Ahora, el silencio elegante que solía reinar se había transformado en un murmullo constante de voces bajas, pasos sigilosos y susurros cariñosos.El pequeño Sebastián dormía plácidamente en su cuna, con las mejillas sonrosadas y una manita cerrada en un diminuto puño. Era el centro absoluto del universo de todos.La abuela materna, había encontrado excusas para quedarse "solo un día más". Mientras tanto, los padres de Nicolás, apenas se movían de la sala para asegurarse de no perderse ni un instante de la vida del pequeño.Pero aquella tarde, Nicolás entró a la sala con una sonrisa divertida.Pues ver a sus padres y suegros, dejar sus que hacerles a un lado, solo para estar cerca de su hijo, lo era todo.—¡Bien! Ahora que ya todos lo han visto dormir, ¿me permiten disfrutar de mi esposa y mi hijo un rato? —dijo con fingida seriedad.Su madre, que estaba acomodando la mantita del bebé, se gir
Meses después, la mansión de los Rivas se vestía de gala para celebrar el primer aniversario de bodas de Nicolás y Valeria. El jardín, iluminado por cientos de luces tenues, se había transformado en un escenario de ensueño, donde la música suave y el aroma a flores frescas creaban una atmósfera mágica.Valeria, con su vientre abultado, irradiaba felicidad. Su vestido blanco, adornado con encaje y perlas, resaltaba su belleza maternal. Nicolás, completamente recuperado de su operación, la miraba con adoración, sus ojos brillando con amor y gratitud.La familia entera celebraba con alegría, dejando atrás los rencores y los malentendidos. Los padres de Nicolás y los padres de Valeria, unidos por el amor y la esperanza, compartían risas y anécdotas, creando un ambiente de armonía y felicidad.—Mi amor, estás hermosa —susurró Nicolás al oído de Valeria, besándole la mejilla.—Tú también estás muy guapo —respondió Valeria, con una sonrisa dulce.Valeria, se movía entre los invitados con una
El aire en la habitación denso y pesado, impregnado del olor a antiséptico y del suave pitido rítmico del monitor cardíaco. Nicolás yacía en la cama, su rostro pálido y delgado, cubierto de una leve barba que había crecido durante los días en que estuvo inconsciente. Los tubos del respirador se habían retirado, pero aún tenía una fina cánula que suministraba oxígeno a sus fosas nasales. Su pecho se alzaba y descendía con lentitud, como si cada respiro fuera un esfuerzo titánico.Valeria, sentada a su lado, le sostenía la mano con firmeza. Sus dedos temblaban ligeramente, y sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas que no había dejado de derramar. No podía apartar la vista del rostro de Nicolás, temiendo que si lo hacía, él pudiera volver a perderse en el abismo del que había regresado.—Mi amor, por favor, despierta. Nuestro hijo necesita tener a sus padres juntos. —Susurro Valeria con un hijo de voz.Para ella estaba siendo muy difícil dejarlo horas solo, para descansar y así cui
Las horas transcurrieron con la lentitud de una tortura. Para Valeria fue la noche más largar de todas, cada segundo, minuto y hora, pasaban tan lentas, que parecían años.El amanecer fue algo más duro para ellos, ya que solo pudieron ver a Nicolás de lejos, los médicos no lo querían ver inquieto, ni pensando en arrepentirse de la cirugía al ver a sus familiares preocupados y con miedo de no volver a verlos.El pasillo de la clínica se había convertido en un purgatorio para Valeria y toda la familia, un lugar donde el tiempo se dilataba y la ansiedad crecía con cada tic-tac del reloj. La puerta del quirófano, cerrada y silenciosa, se alzaba como un muro infranqueable entre ellos y la vida de Nicolás.Valeria caminaba de un lado a otro, sus pasos resonando en el silencio del pasillo, su mirada fija en la puerta del quirófano. Sus padres la observaban con preocupación, sus rostros reflejando la angustia que sentían.Nicolás se había convertido en la persona más importante para Valeria,
El silencio en la habitación era espeso, cargado de tensión y sentimientos sin expresar. Valeria permanecía en la cama, su mano entrelazada con la de Nicolás, sintiendo la calidez de su piel como un ancla en medio de la tormenta. Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas, pero su mirada era firme, decidida.La puerta se abrió con un sonido suave, y los padres de Nicolás entraron lentamente. Sus rostros reflejaban una mezcla de culpa y preocupación. Su madre, una mujer de porte elegante y expresión seria, fue la primera en hablar.—Valeria… —su voz temblaba levemente—. Queremos hablar contigo.Valeria respiró hondo, apretando con suavidad la mano de Nicolás antes de asentir.—Los escucho —dijo con voz serena, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, esperando cualquier regaño.El padre de Nicolás se aclaró la garganta, visiblemente incómodo. Su mirada oscura, que antes destellaba juicio, ahora estaba opacada por el remordimiento.—Nos equivocamos contigo, Valeria. Con lo
La oscuridad se disipó lentamente, dejando paso a una luz blanca y fría que inundaba la habitación. Valeria parpadeó, intentando enfocar la vista, y sintió un dolor punzante en la cabeza. Un zumbido lejano resonaba en sus oídos, mezclándose con el sonido monótono de un monitor cardíaco. Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía pesado, entumecido.—¿Dónde estoy? —murmuró Valeria, su voz ronca y débil, como un susurro apenas audible. Sus ojos, aún nublados por la confusión, se movieron lentamente por la habitación, intentando descifrar el entorno.—Estás en la clínica, Valeria —respondió una voz suave, tranquilizadora.Valeria giró la cabeza con dificultad, sintiendo un leve mareo, y vio a una mujer joven, de ojos oscuros y piel morena, vestida con un uniforme de enfermera. Su mirada transmitía calma y profesionalismo.—¿Nicolás? ¿Dónde está él? —preguntó Valeria, incorporándose con dificultad, sintiendo un dolor punzante en la cabeza. La preocupación por Nicolás la invadió, como un fr
Valeria llegó frente a las empresas Rivas, con el corazón latiéndole con fuerza. Había tomado el primer vuelo de regreso, apenas supo de su embarazo, estaba tan ilusionada de ver la cara de sorpresa de Nicolás, que no quiso ir a la mansión a esperar por él.No podía explicarlo, pero un presentimiento oscuro la había perseguido durante todo el viaje, un miedo indescriptible que la hacía temblar. Y ahora, con una mano sobre su vientre, se repetía que tenía que ser fuerte. Nicolás tenía que saber la verdad.Al bajar del taxi, la brisa nocturna le acarició el rostro. Respiró hondo antes de subir al ascensor y llegar a la oficina de su esposo. Le sorprendió no ver a la secretaria en su puesto.Se acercó a la puerta y unos segundos después, esta se abrió con un rechinar y, al otro lado, la figura imponente de Augusto Rivas apareció, su rostro serio y su mirada filosa clavándose en ella como dagas.—¿Qué haces aquí? —preguntó con frialdad, cruzando los brazos.—Necesito hablar con Nicolás —r
La mansión estaba en completo silencio cuando Nicolás bajó las escaleras, el eco de sus pasos resonando en el lugar. Una sensación de pesadez en el pecho lo oprimía, como una carga invisible. La cita con el cirujano había sido esa misma mañana, y las palabras del médico seguían retumbando en su cabeza, como un eco persistente:"La operación es riesgosa, Nicolás. Si la postergas más, podríamos perder la oportunidad de corregir la estenosis antes de que empeore."Él lo sabía. Sabía que el tiempo corría en su contra, que cada día que pasaba disminuía sus posibilidades. Pero lo que más le atormentaba era la idea de dejar a Valeria sin saber la verdad, de partir con ese peso en su conciencia.El sonido de un auto deteniéndose frente a la mansión rompió el silencio, como un disparo en la quietud de la noche. Nicolás miró por la ventana, sintiendo un nudo en el estómago al ver a sus padres bajar del lujoso sedán negro. Su madre, caminaba con la elegancia habitual, pero con el ceño fruncido,