La oscuridad se disipó lentamente, dejando paso a una luz blanca y fría que inundaba la habitación. Valeria parpadeó, intentando enfocar la vista, y sintió un dolor punzante en la cabeza. Un zumbido lejano resonaba en sus oídos, mezclándose con el sonido monótono de un monitor cardíaco. Intentó moverse, pero su cuerpo se sentía pesado, entumecido.—¿Dónde estoy? —murmuró Valeria, su voz ronca y débil, como un susurro apenas audible. Sus ojos, aún nublados por la confusión, se movieron lentamente por la habitación, intentando descifrar el entorno.—Estás en la clínica, Valeria —respondió una voz suave, tranquilizadora.Valeria giró la cabeza con dificultad, sintiendo un leve mareo, y vio a una mujer joven, de ojos oscuros y piel morena, vestida con un uniforme de enfermera. Su mirada transmitía calma y profesionalismo.—¿Nicolás? ¿Dónde está él? —preguntó Valeria, incorporándose con dificultad, sintiendo un dolor punzante en la cabeza. La preocupación por Nicolás la invadió, como un fr
El silencio en la habitación era espeso, cargado de tensión y sentimientos sin expresar. Valeria permanecía en la cama, su mano entrelazada con la de Nicolás, sintiendo la calidez de su piel como un ancla en medio de la tormenta. Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas, pero su mirada era firme, decidida.La puerta se abrió con un sonido suave, y los padres de Nicolás entraron lentamente. Sus rostros reflejaban una mezcla de culpa y preocupación. Su madre, una mujer de porte elegante y expresión seria, fue la primera en hablar.—Valeria… —su voz temblaba levemente—. Queremos hablar contigo.Valeria respiró hondo, apretando con suavidad la mano de Nicolás antes de asentir.—Los escucho —dijo con voz serena, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, esperando cualquier regaño.El padre de Nicolás se aclaró la garganta, visiblemente incómodo. Su mirada oscura, que antes destellaba juicio, ahora estaba opacada por el remordimiento.—Nos equivocamos contigo, Valeria. Con lo
Las horas transcurrieron con la lentitud de una tortura. Para Valeria fue la noche más largar de todas, cada segundo, minuto y hora, pasaban tan lentas, que parecían años.El amanecer fue algo más duro para ellos, ya que solo pudieron ver a Nicolás de lejos, los médicos no lo querían ver inquieto, ni pensando en arrepentirse de la cirugía al ver a sus familiares preocupados y con miedo de no volver a verlos.El pasillo de la clínica se había convertido en un purgatorio para Valeria y toda la familia, un lugar donde el tiempo se dilataba y la ansiedad crecía con cada tic-tac del reloj. La puerta del quirófano, cerrada y silenciosa, se alzaba como un muro infranqueable entre ellos y la vida de Nicolás.Valeria caminaba de un lado a otro, sus pasos resonando en el silencio del pasillo, su mirada fija en la puerta del quirófano. Sus padres la observaban con preocupación, sus rostros reflejando la angustia que sentían.Nicolás se había convertido en la persona más importante para Valeria,
El aire en la habitación denso y pesado, impregnado del olor a antiséptico y del suave pitido rítmico del monitor cardíaco. Nicolás yacía en la cama, su rostro pálido y delgado, cubierto de una leve barba que había crecido durante los días en que estuvo inconsciente. Los tubos del respirador se habían retirado, pero aún tenía una fina cánula que suministraba oxígeno a sus fosas nasales. Su pecho se alzaba y descendía con lentitud, como si cada respiro fuera un esfuerzo titánico.Valeria, sentada a su lado, le sostenía la mano con firmeza. Sus dedos temblaban ligeramente, y sus ojos estaban enrojecidos por las lágrimas que no había dejado de derramar. No podía apartar la vista del rostro de Nicolás, temiendo que si lo hacía, él pudiera volver a perderse en el abismo del que había regresado.—Mi amor, por favor, despierta. Nuestro hijo necesita tener a sus padres juntos. —Susurro Valeria con un hijo de voz.Para ella estaba siendo muy difícil dejarlo horas solo, para descansar y así cui
Meses después, la mansión de los Rivas se vestía de gala para celebrar el primer aniversario de bodas de Nicolás y Valeria. El jardín, iluminado por cientos de luces tenues, se había transformado en un escenario de ensueño, donde la música suave y el aroma a flores frescas creaban una atmósfera mágica.Valeria, con su vientre abultado, irradiaba felicidad. Su vestido blanco, adornado con encaje y perlas, resaltaba su belleza maternal. Nicolás, completamente recuperado de su operación, la miraba con adoración, sus ojos brillando con amor y gratitud.La familia entera celebraba con alegría, dejando atrás los rencores y los malentendidos. Los padres de Nicolás y los padres de Valeria, unidos por el amor y la esperanza, compartían risas y anécdotas, creando un ambiente de armonía y felicidad.—Mi amor, estás hermosa —susurró Nicolás al oído de Valeria, besándole la mejilla.—Tú también estás muy guapo —respondió Valeria, con una sonrisa dulce.Valeria, se movía entre los invitados con una
Días después del nacimiento de Sebastián, la mansión de los Rivas había cambiado por completo. Ahora, el silencio elegante que solía reinar se había transformado en un murmullo constante de voces bajas, pasos sigilosos y susurros cariñosos.El pequeño Sebastián dormía plácidamente en su cuna, con las mejillas sonrosadas y una manita cerrada en un diminuto puño. Era el centro absoluto del universo de todos.La abuela materna, había encontrado excusas para quedarse "solo un día más". Mientras tanto, los padres de Nicolás, apenas se movían de la sala para asegurarse de no perderse ni un instante de la vida del pequeño.Pero aquella tarde, Nicolás entró a la sala con una sonrisa divertida.Pues ver a sus padres y suegros, dejar sus que hacerles a un lado, solo para estar cerca de su hijo, lo era todo.—¡Bien! Ahora que ya todos lo han visto dormir, ¿me permiten disfrutar de mi esposa y mi hijo un rato? —dijo con fingida seriedad.Su madre, que estaba acomodando la mantita del bebé, se gir
Dos meses después El sol se filtraba por el ventanal de la oficina de Nicolás. Mientras él movía lentamente la cuchara dentro de su taza de café, como si sus pensamientos estuvieran girando en espiral con el líquido oscuro. Frente a él, su amigo, lo miraba con una sonrisa cómplice, sabiendo que algo importante estaba por decirse.—Nunca te lo he dicho en serio —comenzó Nicolás, levantando la vista—, pero gracias a ti estoy aquí. Gracias a que insististe en que me operara, puedo estar vivo, disfrutando de mi hijo y de Valeria.Andrés dejó su taza en el escritorio y se inclinó hacia adelante, con una expresión suave pero firme.—¿Y cómo iba a dejar que ignoraras algo tan serio? —dijo, sacudiendo la cabeza—. No sabes cuánto me alegra que hayas tomado esa decisión. Verte ahora, con tu familia, me confirma que todo valió la pena.Nicolás se quedó en silencio por un momento. Recordó aquellos días oscuros, el miedo que lo carcomía por dentro y la angustia de imaginar que Valeria podría qued
El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala, creando un patrón de sombras en el suelo de mármol. Valeria estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana sin realmente ver nada. Su mente estaba nublada por la confusión, y sus pensamientos se atropellaban entre sí, como un torrente imposible de detener. El sonido de las puertas abriéndose la hizo volver a la realidad, y la figura de su madre apareció en el umbral, con una sonrisa que Valeria no pudo descifrar. —Valeria, querida, siéntate un momento. Hay algo que necesitamos hablar contigo —dijo su madre, con una suavidad en la voz que rara vez utilizaba. La última vez que le había hablado de esa manera había sido cuando Valeria era pequeña, antes de que la vida se volviera un torbellino de expectativas y normas inquebrantables. Valeria levantó una ceja, sorprendida por el tono de su madre. Algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Se levantó lentamente del sofá, caminó hacia la mesa del comedor, donde su ma