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Hasta que la Muerte nos separe
Hasta que la Muerte nos separe
Por: Celina González
Capitulo 1: El compromiso acordado

El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala, creando un patrón de sombras en el suelo de mármol. Valeria estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana sin realmente ver nada. Su mente estaba nublada por la confusión, y sus pensamientos se atropellaban entre sí, como un torrente imposible de detener. El sonido de las puertas abriéndose la hizo volver a la realidad, y la figura de su madre apareció en el umbral, con una sonrisa que Valeria no pudo descifrar.

—Valeria, querida, siéntate un momento. Hay algo que necesitamos hablar contigo —dijo su madre, con una suavidad en la voz que rara vez utilizaba. La última vez que le había hablado de esa manera había sido cuando Valeria era pequeña, antes de que la vida se volviera un torbellino de expectativas y normas inquebrantables.

Valeria levantó una ceja, sorprendida por el tono de su madre. Algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Se levantó lentamente del sofá, caminó hacia la mesa del comedor, donde su madre ya había dispuesto dos tazas de té humeante. La jarra de porcelana parecía completamente ajena a la situación.

—¿De qué se trata, mamá? —preguntó Valeria, sin ocultar la curiosidad y la inquietud que comenzaban a invadirla.

Su madre la miró con una mezcla de ternura y determinación, y sin más preámbulos, empezó a hablar.

—Tu padre y yo hemos tomado una decisión importante, Valeria. Una decisión que creemos que será lo mejor para ti, para tu futuro, para nuestra familia. —Valeria sintió cómo su corazón latía más rápido, como si una presión invisible comenzara a envolver su pecho. Sabía que sus padres tenían una manera peculiar de tomar decisiones por ella, pero nunca había imaginado que algo tan trascendental se les ocurriría sin consultarla.

—¿Qué decisión? —preguntó Valeria, con una mezcla de miedo y desconcierto, sin saber qué esperar.

Su madre tomó aire profundamente antes de continuar, como si la noticia fuera un peso que le costaba soltar.

—Has sido comprometida con Nicolás Rivas. —La revelación fue como un golpe directo a su estómago. La habitación pareció volverse más pequeña, el aire más espeso. Nicolás Rivas. Ese nombre no le decía nada. Nunca había oído hablar de él, nunca lo había visto, y, sin embargo, su madre acababa de decidir que sería su futuro esposo. La idea parecía un sueño extraño, una broma cruel.

Valeria se quedó en silencio, sus pensamientos agolpándose unos sobre otros. Nicolás Rivas. ¿Quién era él? ¿Por qué ella no había tenido ni voz ni voto en la elección? ¿Cómo podía ser que sus padres hubieran tomado una decisión tan importante por ella, sin siquiera preguntarle qué pensaba o sentía?

—No... no entiendo, mamá. ¿Qué quieres decir con que estoy comprometida con él? ¿Cuándo pasó esto? —su voz sonaba casi quebrada, incapaz de encontrar la calma que normalmente mantenía.

Su madre la miró con la misma expresión de siempre, como si nada fuera extraño en esa conversación, como si todo estuviera perfectamente bien.

—Es una unión que hemos considerado necesaria, querida. Nicolás proviene de una familia respetable, de una posición económica sólida. Los dos podréis lograr grandes cosas juntos. Es lo mejor para nuestra familia y para tu futuro. Las negociaciones ya están avanzadas, y se hará oficial en cuanto llegue el momento.

Valeria no podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo podía su madre hablar con tanta naturalidad sobre algo tan grande, tan trascendental, como si ella fuera simplemente una pieza más en el tablero de ajedrez familiar? Sus manos temblaban al sostener la taza de té, pero no la llevó a sus labios. ¿Qué debía hacer? ¿Cómo podía siquiera pensar que esto era lo mejor para ella?

—Pero... ¿y yo? —dijo, finalmente, alzando la voz un poco más de lo que normalmente lo haría. Su madre la miró con algo de sorpresa, como si no comprendiera la pregunta.

—¿Tú? —repitió, como si fuera una cuestión sin sentido—. Querida, ¿no entiendes? Esto es lo mejor para todos. Nicolás es un hombre con una familia que ha demostrado ser confiable, y además, tiene buenos valores. Ya verás, en poco tiempo, te sentirás a gusto. Las emociones llegarán después del compromiso.

Valeria se sintió como si le estuvieran diciendo que ella no tenía importancia, que sus sentimientos no contaban, que el amor no era necesario. El futuro de su vida ya estaba trazado, incluso sin su consentimiento. No podía aceptar eso, pero, ¿cómo luchar contra las expectativas que se le imponían desde que tenía memoria?

—Mamá, no sé quién es Nicolás. No lo conozco, no sé qué espera de mí, ni qué espero yo de él. —Su voz temblaba de frustración—. ¿Por qué no me dijiste nada antes? ¿Por qué me ocultaron algo tan importante?

La madre de Valeria la miró con algo de incredulidad, como si no pudiera comprender por qué su hija no veía lo que era obvio.

—Porque no había necesidad de preguntar, Valeria. Lo que importa es lo que es mejor para todos. Tu felicidad vendrá con el tiempo, como siempre sucede con estas cosas. Los sentimientos se cultivan, querida. Y si hay algo que te puedo asegurar, es que esto será lo mejor para ti. —Su madre se levantó de la mesa, acercándose a ella, y le acarició suavemente la mejilla, con esa ternura que solo las madres parecen poseer.

Pero Valeria ya no podía sentir esa ternura. Su mente solo estaba llena de preguntas sin respuesta. Su madre le hablaba como si ella fuera una niña que necesitaba ser guiada, pero Valeria ya no era una niña. Era una joven adulta con sueños, con deseos y, sobre todo, con una vida que no quería ser dictada por las decisiones de los demás.

—No sé si puedo hacer esto, mamá. No sé si puedo casarme con un hombre que no conozco, que nunca elegí. —Las lágrimas comenzaron a asomarse a sus ojos, pero las contuvo, no quería parecer débil.

Su madre suspiró, como si ya supiera lo que Valeria pensaba, pero también sabía que no había vuelta atrás.

—Te acostumbrarás, querida. Las cosas no siempre son fáciles al principio. Pero el matrimonio es un compromiso, un deber. Y el deber siempre está por encima de los sentimientos.

Valeria cerró los ojos, sintiendo cómo el peso de sus palabras la aplastaba. "El deber", pensó. ¿Acaso el deber podía ser más importante que el amor, la felicidad, la libertad de elegir?

El resto de la conversación pasó en un susurro lejano, como si Valeria estuviera en un sueño del que no podía despertar. Mientras su madre continuaba hablando de las bondades del matrimonio con Nicolás, Valeria solo podía pensar en una sola cosa: su vida acababa de cambiar, pero no de la forma en que ella había imaginado.

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