Capitulo 27

Días después del nacimiento de Sebastián, la mansión de los Rivas había cambiado por completo. Ahora, el silencio elegante que solía reinar se había transformado en un murmullo constante de voces bajas, pasos sigilosos y susurros cariñosos.

El pequeño Sebastián dormía plácidamente en su cuna, con las mejillas sonrosadas y una manita cerrada en un diminuto puño. Era el centro absoluto del universo de todos.

La abuela materna, había encontrado excusas para quedarse "solo un día más". Mientras tanto, los padres de Nicolás, apenas se movían de la sala para asegurarse de no perderse ni un instante de la vida del pequeño.

Pero aquella tarde, Nicolás entró a la sala con una sonrisa divertida.

Pues ver a sus padres y suegros, dejar sus que hacerles a un lado, solo para estar cerca de su hijo, lo era todo.

—¡Bien! Ahora que ya todos lo han visto dormir, ¿me permiten disfrutar de mi esposa y mi hijo un rato? —dijo con fingida seriedad.

Su madre, que estaba acomodando la mantita del bebé, se gir
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