El sol se estaba poniendo y el aire fresco de la tarde colaba por la ventana abierta, creando un ambiente perfecto para una conversación larga y profunda. Valeria se encontraba sentada en la cama de su amiga Camila, quien había sido su confidente desde que eran niñas. A pesar de los años que habían pasado, la amistad entre ellas seguía tan fuerte como siempre.
—Camila, necesito que me escuches —dijo Valeria, mirando al suelo con los ojos llenos de preocupación. Camila, que estaba sentada a su lado, la miró atentamente, percibiendo la tensión en su amiga. Sabía que algo grave la preocupaba. Sus cabellos, normalmente bien cuidados, caían desordenadamente sobre su rostro, reflejando la tormenta interna que la acosaba. —Claro, Valeria. Sabes que siempre estoy aquí para ti. ¿Qué pasa? —preguntó Camila, con un tono suave, pero lleno de interés. Valeria suspiró profundamente, como si estuviera acumulando el valor necesario para compartir algo que llevaba tiempo en su mente. —Tengo miedo, Camila. Tengo miedo de lo que está por venir. Mi familia ha decidido que me case con Nicolás… y no quiero hacerlo. No lo amo. No quiero pasar mi vida con él. Camila la observó en silencio durante unos segundos, buscando las palabras adecuadas. Nicolás era el joven que su familia había elegido para ella, el hombre que había sido considerado un buen partido debido a su estatus, pero Valeria nunca había sentido ninguna chispa de amor hacia él. En los últimos días, la presión había sido aún más insoportable, ya que sus padres insistían en que la boda debía celebrarse pronto. —¿Pero qué puedes hacer, Valeria? ¿Acaso ya no lo has hablado con ellos? —preguntó Camila, sabiendo que Valeria había intentado en vano expresar sus deseos, sin lograr cambiar la opinión de su familia. Valeria se pasó una mano por el cabello, sintiendo cómo sus dedos temblaban al recordar los últimos intentos de hablar con sus padres. —He hablado, pero no entienden. Ellos dicen que es lo mejor para mí. Que Nicolás es un hombre decente, que puede darme una vida segura, que con él no me faltará nada. Pero no es lo que quiero. No quiero vivir una vida en la que no soy feliz, donde todo está decidido por otros. La voz de Valeria se quebró mientras hablaba, y sus ojos brillaron con una mezcla de frustración y tristeza. Había llegado a un punto en el que sentía que no podía más con la presión de tener que ser alguien que no era. Camila se inclinó hacia ella, colocando una mano sobre su hombro. —Sé que te sientes atrapada, pero ¿has considerado lo que te haría realmente feliz? Quiero decir, si pudieras hacer lo que quisieras, ¿cómo sería tu vida? Valeria cerró los ojos, imaginando por un momento una vida libre, una vida en la que no tuviera que seguir los pasos trazados por su familia. Se vio a sí misma viajando, explorando el mundo, conociendo nuevas personas y viviendo sin ataduras. Nicolás no formaba parte de esa visión. —Quiero escapar, Camila. Quiero salir de aquí, tomar mis propias decisiones, vivir mi vida. Pero no sé cómo hacerlo. Si me voy, perderé todo. Mi familia me rechazaría, me quedarían sin recursos… y si no me caso con Nicolás, ellos me verían como una traidora. La angustia en la voz de Valeria era palpable. Sabía que sus padres nunca aprobarían una decisión tan radical. Había sido criada con una idea muy clara de lo que se esperaba de ella, y romper esas expectativas parecía una tarea imposible. Camila la miró con una mezcla de admiración y tristeza. —Lo que estás diciendo no es fácil, Valeria. Pero también te entiendo. Nadie debería obligarte a vivir una vida que no deseas. No se trata solo de ti, se trata de tu felicidad. ¿Y si escaparas? ¿Qué te detiene? Valeria miró a su amiga con los ojos brillantes, como si esa idea fuera la única salida posible. Escapar… ¡Era lo que había estado pensando desde hacía meses! Huir de la opresión, de la boda, de una vida que no quería. —No sé cómo hacerlo, Camila. No tengo a dónde ir, no tengo dinero suficiente para vivir por mi cuenta. Si me voy, no me ayudarán. Pero… ¿y si encontramos una manera? ¿Y si tú me ayudas? Camila la miró fijamente, como si estuviera pensando profundamente en lo que acababa de decir. —Sabes que te ayudaría con lo que fuera, pero no podemos ser imprudentes. Necesitamos un plan. Lo primero es que debes pensar en lo que realmente quieres hacer. ¿Escapar por un tiempo y luego ver qué pasa? ¿O quieres irte definitivamente y empezar de nuevo? Eso cambiará todo. Valeria reflexionó sobre esas palabras. Un plan. Tenía que hacerlo. Tenía que encontrar la forma de escapar sin perderlo todo. Si se iba sin pensar en las consecuencias, perdería a su familia, a su hogar, y quizá la oportunidad de conseguir un futuro cómodo. Pero, ¿era realmente ese futuro el que quería? —Quiero empezar de nuevo, Camila. Quiero escapar de esta vida, aunque signifique que tendré que luchar por todo. Pero… tengo miedo. No sé cómo lo haré. Camila tomó las manos de su amiga, mirándola con firmeza. — No tienes que hacerlo sola. Te ayudaré. Juntas encontraremos la manera. Tal vez no sea fácil, pero si es lo que necesitas, lo conseguiremos. Y recuerda, tu felicidad es lo más importante. Las palabras de Camila fueron un bálsamo para Valeria, y por primera vez en mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza. A pesar de los riesgos, de la incertidumbre, tenía una oportunidad. Podía escapar. Podía tomar las riendas de su vida. —Gracias, Camila. No sé qué haría sin ti— susurró Valeria, con una sonrisa tímida. —No es nada, amiga. Sabes que siempre estaré aquí, pase lo que pase. Ahora, vamos a pensar en un plan. Esto recién comienza. Valeria se sintió más ligera, como si un peso se hubiera levantado de sus hombros. A partir de ese momento, empezaría a luchar por lo que realmente quería. Y, por primera vez, no temía al futuro.Valeria, sentada en el asiento de lujo del coche de su familia, miraba por la ventana sin ver realmente lo que pasaba fuera. Su mente estaba ocupada en otra parte, en otro lugar, uno donde no tuviera que tomar la decisión que la aplastaba.La boda estaba a solo unas horas de distancia.La angustia se apoderaba de ella con cada kilómetro que recorría. Sabía lo que le esperaba: una vida de sacrificios, de seguir las reglas que le habían impuesto desde pequeña. Nicolás, el hombre que su familia había elegido para ella, esperaba ansioso en la iglesia. Todos los ojos estaban puestos en ella. La niña obediente que había crecido en un mundo donde el amor no era lo primero, sino la imagen y el estatus.Una parte de Valeria había luchado con todas sus fuerzas para encontrar una salida. Había hablado con Camila, había soñado con escapar, con tomar sus pertenencias y huir lejos, comenzar una nueva vida. Pero cuando llegó el momento, cuando el reloj comenzó a marcar las horas, algo dentro de ella
El sol comenzaba a ponerse sobre la ciudad, tiñendo de naranja las paredes del departamento que ahora compartían. Valeria se encontraba frente al espejo, observando su reflejo. La mujer que veía no era la misma que había sido antes de la boda, antes del matrimonio forzado. Sentía una extraña desconexión con ella misma, como si estuviera viendo a una extraña en lugar de a la persona que solía ser.El sonido de la puerta de entrada la sacó de sus pensamientos. Nicolás había llegado a casa. Valeria se giró rápidamente y vio cómo él se quitaba el abrigo con una actitud tranquila, casi indiferente, como si fuera uno de esos días en los que las cosas marchaban normalmente.—Hola —saludo Nicolás con una sonrisa, su tono cálido pero distante. Valeria, por un momento, sintió una corriente de tristeza al ver esa sonrisa. Era un gesto educado, una cortesía, pero nada más. No había nada detrás de esa sonrisa, ningún vínculo, ningún amor. Solo una fachada.—Hola, Nicolás —respondió ella con un ton
El sonido del reloj en la pared resonaba en la sala, marcando el paso del tiempo con su tic-tac monótono. Valeria estaba sentada en una de las sillas de la gran mesa del comedor, que había sido parte del mobiliario familiar durante generaciones. Frente a ella, su madre caminaba de un lado a otro, con una expresión seria, tan sería que parecía que cada palabra que estaba por decir llevaba consigo una carga pesada. Los rayos del sol entraban por las ventanas, creando un contraste de luz y sombra sobre su rostro, haciéndolo parecer aún más distante.Valeria había aprendido a reconocer los momentos en los que su madre se ponía así: seria, meticulosa, calculadora. Había algo en su actitud que siempre indicaba que una conversación importante estaba por comenzar. Y hoy, el aire parecía más denso que nunca.—Valeria —comenzó su madre, deteniéndose frente a ella. Su tono era firme, pero no grosero—. Necesitamos hablar sobre las expectativas de ese matrimonio.Valeria la miró, sin parpadear, e
El viento soplaba con fuerza esa tarde. Valeria miraba desde la ventana del salón mientras pensaba en cómo todo había cambiado en su vida desde el matrimonio. Su mente seguía siendo un caos, atrapada entre los nuevos sentimientos por Nicolás y las exigencias de la familia, buscando un equilibrio que parecía imposible de alcanzar. Pero no era solo su familia quien le recordaba constantemente la naturaleza de su rol en esa relación. La sombra de la familia de Nicolás también.Fue entonces cuando escuchó el sonido del timbre. La voz de la nana resonó desde el vestíbulo, hablándole a alguien con un tono formal que no dejaba lugar a dudas sobre la importancia de la visita. Valeria se levantó, sin mucha curiosidad sobre quién podría ser, pero al acercarse a la entrada, vio a los padres de Nicolás entrar a la casa. Su madre, Carmen, de carácter fuerte y siempre tan pulida en su manera de vestir, y su padre, Enrique, un hombre imponente con una mirada que siempre parecía escudriñar todo a su
Un acercamiento vergonzoso El viento soplaba fuerte esa tarde de otoño, susurrando entre las ramas de los árboles del jardín. Valeria se encontraba sentada junto a la ventana, observando cómo las hojas caían suavemente al suelo. La rutina de los últimos días se había convertido en una especie de sombra gris que la seguía constantemente. A pesar de sus esfuerzos por adaptarse a ese matrimonio que no había elegido, sentía que cada día que pasaba con Nicolás aumentaba la distancia entre ellos.A lo lejos, escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Nicolás había llegado temprano esa tarde, algo que era poco común. El hecho de que no tuviera una reunión o un compromiso con los negocios la sorprendió. Siempre estaba tan ocupado. Volvió a mirar por la ventana, pero en su mente, las preguntas comenzaban a surgir una vez más. ¿Qué tanto sabía de él realmente? ¿Qué secretos escondía un hombre tan calculador, tan sereno en apariencia?El sonido de unos pasos firmes, resanando en el su
A la mañana siguiente, el ambiente en la casa se sentía diferente. La tensión de la noche anterior se había disipado, dejando un rastro de incertidumbre en el aire. Valeria se despertó con una sensación extraña, una mezcla de confusión y esperanza. La cercanía de Nicolás la había perturbado, pero también había despertado en ella una curiosidad que no podía ignorar. Mientras se preparaba para el día, repasó los acontecimientos de la noche anterior. El masaje, la tensión, el impulso... Todo había sucedido tan rápido que apenas tuvo tiempo de procesarlo. La imagen de Nicolás en toalla y su dureza... seguía presente en su mente, y un ligero sonrojo tiñó sus mejillas al recordarlo. Al bajar a desayunar, encontró a Nicolás esperándola en el comedor. Estaba vestido de forma casual, con una camisa remangada y unos pantalones vaqueros. Su cabello estaba ligeramente despeinado, y su sonrisa, al verla, era cálida y sincera. —Buenos días —dijo Nicolás, acercándose para darle un beso en la me
El primer rayo de sol se filtró entre las cortinas de la habitación, despertando a Valeria. La casa de campo, refugio y prisión dorada a la vez, la envolvió en su silencio matutino. El aire fresco que entraba por la ventana abierta, en lugar de arrullarla, intensificó la inquietud que anidaba en su interior. La manera en que Nicolás se preocupaba por ella, sus gestos corteses con el personal, la sombra de tristeza que nublaba su sonrisa al mencionar el feliz para siempre... una humanidad que Valeria no había vislumbrado tras la máscara de frialdad. Al bajar a la sala, lo encontró sentado frente a la chimenea, una taza de café humeante entre sus manos. El fuego danzaba en la chimenea, proyectando sombras cálidas sobre su rostro pensativo. Al escuchar sus pasos, Nicolás levantó la vista, regalándole una sonrisa genuina. —Buenos días —dijo, su voz suave, casi un susurro. —Buenos días —respondió Valeria, acercándose lentamente. La fragilidad que emanaba de su figura en contraste con la
Valeria cerró la puerta de la habitación tras ellos, su corazón latiendo con fuerza en el silencio cargado de emociones. Nicolás estaba a su lado, mirándola con intensidad, y la cercanía entre ambos era casi tangible. El recuerdo del beso que se habían dado bajo el cielo estrellado aún ardía en su piel, haciendo que una mezcla de nervios y deseo la envolviera.—¿Quieres que me vaya a dormir en otra habitación? —preguntó Nicolás, su voz grave pero suave, dándole la opción de alejarse si así lo deseaba.Valeria lo miró a los ojos, esos ojos oscuros que antes le parecían fríos, pero que ahora brillaban con una calidez que la hacía sentir segura. Se humedeció los labios, dudando, pero en el fondo ya conocía su respuesta.—No —susurró, casi temiendo romper la magia del momento.Nicolás no necesitó más. Con un movimiento decidido pero gentil, la atrajo hacia él, rodeando su cintura con sus brazos. Valeria sintió el calor de su cuerpo, el latido firme de su corazón, la fuerza contenida en su