El sonido del reloj en la pared resonaba en la sala, marcando el paso del tiempo con su tic-tac monótono. Valeria estaba sentada en una de las sillas de la gran mesa del comedor, que había sido parte del mobiliario familiar durante generaciones. Frente a ella, su madre caminaba de un lado a otro, con una expresión seria, tan sería que parecía que cada palabra que estaba por decir llevaba consigo una carga pesada. Los rayos del sol entraban por las ventanas, creando un contraste de luz y sombra sobre su rostro, haciéndolo parecer aún más distante.Valeria había aprendido a reconocer los momentos en los que su madre se ponía así: seria, meticulosa, calculadora. Había algo en su actitud que siempre indicaba que una conversación importante estaba por comenzar. Y hoy, el aire parecía más denso que nunca.—Valeria —comenzó su madre, deteniéndose frente a ella. Su tono era firme, pero no grosero—. Necesitamos hablar sobre las expectativas de ese matrimonio.Valeria la miró, sin parpadear, e
El viento soplaba con fuerza esa tarde. Valeria miraba desde la ventana del salón mientras pensaba en cómo todo había cambiado en su vida desde el matrimonio. Su mente seguía siendo un caos, atrapada entre los nuevos sentimientos por Nicolás y las exigencias de la familia, buscando un equilibrio que parecía imposible de alcanzar. Pero no era solo su familia quien le recordaba constantemente la naturaleza de su rol en esa relación. La sombra de la familia de Nicolás también.Fue entonces cuando escuchó el sonido del timbre. La voz de la nana resonó desde el vestíbulo, hablándole a alguien con un tono formal que no dejaba lugar a dudas sobre la importancia de la visita. Valeria se levantó, sin mucha curiosidad sobre quién podría ser, pero al acercarse a la entrada, vio a los padres de Nicolás entrar a la casa. Su madre, Carmen, de carácter fuerte y siempre tan pulida en su manera de vestir, y su padre, Enrique, un hombre imponente con una mirada que siempre parecía escudriñar todo a su
Un acercamiento vergonzoso El viento soplaba fuerte esa tarde de otoño, susurrando entre las ramas de los árboles del jardín. Valeria se encontraba sentada junto a la ventana, observando cómo las hojas caían suavemente al suelo. La rutina de los últimos días se había convertido en una especie de sombra gris que la seguía constantemente. A pesar de sus esfuerzos por adaptarse a ese matrimonio que no había elegido, sentía que cada día que pasaba con Nicolás aumentaba la distancia entre ellos.A lo lejos, escuchó el sonido de la puerta principal abriéndose. Nicolás había llegado temprano esa tarde, algo que era poco común. El hecho de que no tuviera una reunión o un compromiso con los negocios la sorprendió. Siempre estaba tan ocupado. Volvió a mirar por la ventana, pero en su mente, las preguntas comenzaban a surgir una vez más. ¿Qué tanto sabía de él realmente? ¿Qué secretos escondía un hombre tan calculador, tan sereno en apariencia?El sonido de unos pasos firmes, resanando en el su
A la mañana siguiente, el ambiente en la casa se sentía diferente. La tensión de la noche anterior se había disipado, dejando un rastro de incertidumbre en el aire. Valeria se despertó con una sensación extraña, una mezcla de confusión y esperanza. La cercanía de Nicolás la había perturbado, pero también había despertado en ella una curiosidad que no podía ignorar. Mientras se preparaba para el día, repasó los acontecimientos de la noche anterior. El masaje, la tensión, el impulso... Todo había sucedido tan rápido que apenas tuvo tiempo de procesarlo. La imagen de Nicolás en toalla y su dureza... seguía presente en su mente, y un ligero sonrojo tiñó sus mejillas al recordarlo. Al bajar a desayunar, encontró a Nicolás esperándola en el comedor. Estaba vestido de forma casual, con una camisa remangada y unos pantalones vaqueros. Su cabello estaba ligeramente despeinado, y su sonrisa, al verla, era cálida y sincera. —Buenos días —dijo Nicolás, acercándose para darle un beso en la me
El primer rayo de sol se filtró entre las cortinas de la habitación, despertando a Valeria. La casa de campo, refugio y prisión dorada a la vez, la envolvió en su silencio matutino. El aire fresco que entraba por la ventana abierta, en lugar de arrullarla, intensificó la inquietud que anidaba en su interior. La manera en que Nicolás se preocupaba por ella, sus gestos corteses con el personal, la sombra de tristeza que nublaba su sonrisa al mencionar el feliz para siempre... una humanidad que Valeria no había vislumbrado tras la máscara de frialdad. Al bajar a la sala, lo encontró sentado frente a la chimenea, una taza de café humeante entre sus manos. El fuego danzaba en la chimenea, proyectando sombras cálidas sobre su rostro pensativo. Al escuchar sus pasos, Nicolás levantó la vista, regalándole una sonrisa genuina. —Buenos días —dijo, su voz suave, casi un susurro. —Buenos días —respondió Valeria, acercándose lentamente. La fragilidad que emanaba de su figura en contraste con la
Valeria cerró la puerta de la habitación tras ellos, su corazón latiendo con fuerza en el silencio cargado de emociones. Nicolás estaba a su lado, mirándola con intensidad, y la cercanía entre ambos era casi tangible. El recuerdo del beso que se habían dado bajo el cielo estrellado aún ardía en su piel, haciendo que una mezcla de nervios y deseo la envolviera.—¿Quieres que me vaya a dormir en otra habitación? —preguntó Nicolás, su voz grave pero suave, dándole la opción de alejarse si así lo deseaba.Valeria lo miró a los ojos, esos ojos oscuros que antes le parecían fríos, pero que ahora brillaban con una calidez que la hacía sentir segura. Se humedeció los labios, dudando, pero en el fondo ya conocía su respuesta.—No —susurró, casi temiendo romper la magia del momento.Nicolás no necesitó más. Con un movimiento decidido pero gentil, la atrajo hacia él, rodeando su cintura con sus brazos. Valeria sintió el calor de su cuerpo, el latido firme de su corazón, la fuerza contenida en su
El viaje de regreso a casa transcurrió en un silencio cómodo, solo interrumpido por las caricias furtivas de Nicolás sobre la mano de Valeria y las miradas cargadas de emoción que compartían. Afuera, la tarde se teñía de tonos dorados y anaranjados, envolviendo el paisaje en una calidez que parecía reflejar lo que sucedía en sus corazones.Cuando llegaron a la mansión, Nicolás no perdió oportunidad de mostrarle a Valeria cuánto la deseaba. Apenas cruzaron el umbral, la tomó de la cintura y la giró hacia él, atrapándola entre sus brazos.—Extrañé este momento —susurró contra su oído antes de besarla suavemente en la sien.Valeria cerró los ojos, dejándose envolver por su cercanía, por el aroma a sándalo y tabaco que la hacía sentir segura. Sintió cómo él recorría su rostro con sus labios, depositando besos en cada rincón, desde su frente hasta la comisura de sus labios, con una ternura que la derretía.—Nicolás… —murmuró, sintiendo su corazón latir con fuerza.Él la miró con intensidad
El sol se filtraba entre las cortinas, tiñendo la habitación de un suave color dorado. Valeria se desperezó, sintiendo la calidez del edredón contra su piel. Un aroma delicioso a café recién hecho inundaba el ambiente, mezclándose con la fragancia dulce de las rosas que adornaban su tocador. Sonrió, recordando la nota que Nicolás le había dejado junto a la taza: "Tu sonrisa ilumina mi mundo".Se levantó de la cama y se acercó a la ventana, observando el jardín que se extendía a sus pies. Los lirios blancos, regalo de Nicolás la noche anterior, se balanceaban suavemente con la brisa, desprendiendo un perfume delicado que la relajaba al instante. "Para que sepas que cada pétalo me recuerda a la suavidad de tu piel", había escrito en la tarjeta que acompañaba las flores. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar sus palabras.Suspiró, sintiéndose afortunada. Los detalles de Nicolás la hacían sentir especial, amada. Era como si él supiera cómo calmar la tormenta que se desataba en su