Días después del nacimiento de Sebastián, la mansión de los Rivas había cambiado por completo. Ahora, el silencio elegante que solía reinar se había transformado en un murmullo constante de voces bajas, pasos sigilosos y susurros cariñosos.El pequeño Sebastián dormía plácidamente en su cuna, con las mejillas sonrosadas y una manita cerrada en un diminuto puño. Era el centro absoluto del universo de todos.La abuela materna, había encontrado excusas para quedarse "solo un día más". Mientras tanto, los padres de Nicolás, apenas se movían de la sala para asegurarse de no perderse ni un instante de la vida del pequeño.Pero aquella tarde, Nicolás entró a la sala con una sonrisa divertida.Pues ver a sus padres y suegros, dejar sus que hacerles a un lado, solo para estar cerca de su hijo, lo era todo.—¡Bien! Ahora que ya todos lo han visto dormir, ¿me permiten disfrutar de mi esposa y mi hijo un rato? —dijo con fingida seriedad.Su madre, que estaba acomodando la mantita del bebé, se gir
Dos meses después El sol se filtraba por el ventanal de la oficina de Nicolás. Mientras él movía lentamente la cuchara dentro de su taza de café, como si sus pensamientos estuvieran girando en espiral con el líquido oscuro. Frente a él, su amigo, lo miraba con una sonrisa cómplice, sabiendo que algo importante estaba por decirse.—Nunca te lo he dicho en serio —comenzó Nicolás, levantando la vista—, pero gracias a ti estoy aquí. Gracias a que insististe en que me operara, puedo estar vivo, disfrutando de mi hijo y de Valeria.Andrés dejó su taza en el escritorio y se inclinó hacia adelante, con una expresión suave pero firme.—¿Y cómo iba a dejar que ignoraras algo tan serio? —dijo, sacudiendo la cabeza—. No sabes cuánto me alegra que hayas tomado esa decisión. Verte ahora, con tu familia, me confirma que todo valió la pena.Nicolás se quedó en silencio por un momento. Recordó aquellos días oscuros, el miedo que lo carcomía por dentro y la angustia de imaginar que Valeria podría qued
El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala, creando un patrón de sombras en el suelo de mármol. Valeria estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana sin realmente ver nada. Su mente estaba nublada por la confusión, y sus pensamientos se atropellaban entre sí, como un torrente imposible de detener. El sonido de las puertas abriéndose la hizo volver a la realidad, y la figura de su madre apareció en el umbral, con una sonrisa que Valeria no pudo descifrar. —Valeria, querida, siéntate un momento. Hay algo que necesitamos hablar contigo —dijo su madre, con una suavidad en la voz que rara vez utilizaba. La última vez que le había hablado de esa manera había sido cuando Valeria era pequeña, antes de que la vida se volviera un torbellino de expectativas y normas inquebrantables. Valeria levantó una ceja, sorprendida por el tono de su madre. Algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Se levantó lentamente del sofá, caminó hacia la mesa del comedor, donde su ma
El día que finalmente conocería a Nicolás Rivas estaba marcado en el calendario como una fecha inevitable. Valeria había intentado evadir el pensamiento durante días, sumergida en sus rutinas diarias, como si el encuentro no fuera a ocurrir nunca. Pero allí estaba, con el corazón latiendo de forma errática en su pecho, mientras su madre la preparaba para lo que consideraba un "momento importante".—Recuerda, querida, mantén la calma. Nicolás es un joven muy educado. Seguro que todo saldrá bien —dijo su madre, mientras le ajustaba el cabello frente al espejo con una sonrisa que, para Valeria, no alcanzaba a ocultar la tensión que le recorría el cuerpo.Valeria no dijo nada, pero su mente estaba llena de preguntas. ¿Cómo sería Nicolás? ¿Sería él tan indiferente a su destino como lo era ella misma? ¿Habría alguna posibilidad de encontrar algo en común, aunque solo fuera respeto? Y, lo más importante, ¿cómo podría seguir adelante con una vida que no había elegido?Cuando su madre la guio
El aire estaba pesado esa tarde en la casa familiar. La luz del sol entraba suavemente por las cortinas del salón, tiñendo las paredes de un dorado cálido, como si el mismo ambiente intentara consolar a Valeria. Pero ella no podía sentir consuelo alguno. Se encontraba en el centro de la habitación, mirando con fijeza el retrato de sus padres colgado en la pared, como si las sonrisas congeladas de aquellos rostros pudieran darle las respuestas que tanto deseaba encontrar.El nudo en la garganta se apretó con fuerza, como si una mano invisible estrangulara sus cuerdas vocales. Sus ojos, antes chispeantes y llenos de vida, ahora se encontraban opacos, inundados por una tristeza profunda y un vacío helado que se extendía hasta lo más profundo de su ser.La noticia resonó en sus oídos como un eco lejano, distorsionado y cruel. Cada palabra, cada sílaba pronunciada por su madre, golpeaba como un martillo en su corazón, resquebrajándolo en mil pedazos. La sonrisa que antes adornaba su rostro
El gran salón de la casa de los Martínez estaba elegantemente decorado, con luces tenues que iluminaban las mesas de madera oscura. El aroma de los platos finos se mezclaba con el murmullo bajo de las conversaciones que se desarrollaban por todo el lugar. Valeria sentía como si cada respiración la atrapara en una red invisible de expectativas y deberes. La cena que uniera a las dos familias no era solo un evento social, sino una manifestación palpable de la imposición que ella había estado evitando. Nicolás, su futuro esposo, estaba sentado a su lado, con su postura perfecta y su mirada fija en la mesa. Aunque apenas intercambiaban palabras, sabía que el silencio entre ellos era más ensordecedor que cualquier conversación. La presión sobre sus hombros, sobre ambos, era tan grande que sentía que cada gesto, cada mirada, tenía que ser calculada. Los roles sociales estaban trazados de antemano, y ella debía cumplir con su papel, no solo como esposa futura, sino como hija de una familia
El sol se estaba poniendo y el aire fresco de la tarde colaba por la ventana abierta, creando un ambiente perfecto para una conversación larga y profunda. Valeria se encontraba sentada en la cama de su amiga Camila, quien había sido su confidente desde que eran niñas. A pesar de los años que habían pasado, la amistad entre ellas seguía tan fuerte como siempre.—Camila, necesito que me escuches —dijo Valeria, mirando al suelo con los ojos llenos de preocupación.Camila, que estaba sentada a su lado, la miró atentamente, percibiendo la tensión en su amiga. Sabía que algo grave la preocupaba. Sus cabellos, normalmente bien cuidados, caían desordenadamente sobre su rostro, reflejando la tormenta interna que la acosaba.—Claro, Valeria. Sabes que siempre estoy aquí para ti. ¿Qué pasa? —preguntó Camila, con un tono suave, pero lleno de interés.Valeria suspiró profundamente, como si estuviera acumulando el valor necesario para compartir algo que llevaba tiempo en su mente.—Tengo miedo, Cam
Valeria, sentada en el asiento de lujo del coche de su familia, miraba por la ventana sin ver realmente lo que pasaba fuera. Su mente estaba ocupada en otra parte, en otro lugar, uno donde no tuviera que tomar la decisión que la aplastaba.La boda estaba a solo unas horas de distancia.La angustia se apoderaba de ella con cada kilómetro que recorría. Sabía lo que le esperaba: una vida de sacrificios, de seguir las reglas que le habían impuesto desde pequeña. Nicolás, el hombre que su familia había elegido para ella, esperaba ansioso en la iglesia. Todos los ojos estaban puestos en ella. La niña obediente que había crecido en un mundo donde el amor no era lo primero, sino la imagen y el estatus.Una parte de Valeria había luchado con todas sus fuerzas para encontrar una salida. Había hablado con Camila, había soñado con escapar, con tomar sus pertenencias y huir lejos, comenzar una nueva vida. Pero cuando llegó el momento, cuando el reloj comenzó a marcar las horas, algo dentro de ella