Capitulo 23

El silencio en la habitación era espeso, cargado de tensión y sentimientos sin expresar. Valeria permanecía en la cama, su mano entrelazada con la de Nicolás, sintiendo la calidez de su piel como un ancla en medio de la tormenta. Sus ojos aún estaban enrojecidos por las lágrimas, pero su mirada era firme, decidida.

La puerta se abrió con un sonido suave, y los padres de Nicolás entraron lentamente. Sus rostros reflejaban una mezcla de culpa y preocupación. Su madre, una mujer de porte elegante y expresión seria, fue la primera en hablar.

—Valeria… —su voz temblaba levemente—. Queremos hablar contigo.

Valeria respiró hondo, apretando con suavidad la mano de Nicolás antes de asentir.

—Los escucho —dijo con voz serena, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, esperando cualquier regaño.

El padre de Nicolás se aclaró la garganta, visiblemente incómodo. Su mirada oscura, que antes destellaba juicio, ahora estaba opacada por el remordimiento.

—Nos equivocamos contigo, Valeria. Con lo
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