Amelia siempre creyó que los errores del pasado debían quedarse enterrados… excepto cuando tu error fue casarte impulsivamente en una boda paradisíaca en Fiji con tu novio de la universidad, solo para divorciarte seis meses después porque ni siquiera podía soportar estar juntos en el mismo esp. Cinco años después, Amelia es una mujer fuerte, independiente y madre de dos gemelos, Lía y Max, aunque guarda este último detalle como su mayor secreto. Con una vida tranquila y una carrera prometedora, su mundo da un vuelco cuando acepta el trabajo de sus sueños como asistente ejecutivo en Ferrer Enterprises, solo para descubrir que su nuevo jefe no es otro que Matías Ferrer, su exmarido convertido en un exitoso CEO. Para empeorar las cosas, una antigua cláusula familiar sale a la luz: un contrato nupcial olvidado exige que Amelia y Matías permanezcan casados durante un año o Matías perderá la dirección de la empresa. Obligados a fingir ser una pareja feliz, ambos deben lidiar con la tensión de su pasado y las constantes interferencias de sus familias, especialmente Catalina, la madre de Matías, quien tiene sus propios planos para emparejarlo con al Lo que Matías no sabe es que Amelia guarda un secreto: los gemelos que tuvieron después de su divorcio. Ahora, Amelia debe decidir si revelarle la verdad mientras mantiene las apariencias en público y resiste el magnetismo entre ello. Entre la pasión, la tensión y situaciones cómicas, Amelia y Matías deberán enfrentarse a su historia para descubrir si hay una segunda oportunidad para su amor o si su vínculo quedará cerrado para siempre.
Leer másEl aire nocturno estaba cargado con la mezcla de perfume caro y el tenue aroma del alcohol en la piel de Sofía. La brisa era fresca en contraste con el calor de su cuerpo, que se apoyaba sin reservas contra Valeria mientras caminaban fuera del Royale.—No tienes idea de lo mucho que te quiero, Valeria —murmuró Sofía, arrastrando ligeramente las palabras mientras se aferraba a su brazo.—Lo sé —respondió Valeria con suavidad, aunque no estaba segura de cuánto de eso era el alcohol hablando y cuánto era Sofía de verdad.Sofía dejó escapar una risita traviesa y giró el rostro hacia ella, sus labios rozando apenas su mejilla antes de acercarse a su oído.—Eres tan linda cuando te pones seria —susurró—. Tan responsable.Valeria sintió un escalofrío recorrerle la espalda. No era la primera vez que Sofía coqueteaba de manera ambigua cuando estaba borracha, pero algo en la forma en que sus dedos empezaron a deslizarse distraídamente por su cintura la hizo contener el aliento.—Sofía… —intentó
Valeria siempre estuvo un paso detrás de Sofía, como una sombra fiel y silenciosa. Desde que conocieron en la universidad, había estado dispuesta a todo por ella. A conseguirle información, a encubrir sus errores, a hacerle favores sin pedir nada a cambio. Y Sofía, consciente de ese poder que ejercía sobre ella, lo aprovechaba a su favor.Aquella noche, en medio de su frustración, Sofía la llamó con una invitación imposible de rechazar.—Ven conmigo al Royale —dijo, su voz arrastrando una nota de desespero—. Necesito un trago. Oh varios.Valeria no dudó ni un segundo. Sofía nunca dijo abiertamente que la necesitaba, así que cuando lo hacía, ella respondía al instante.El Royale no era ningún bar. Se trata de un sitio exclusivo, reservado solo para aquellos con el dinero y la influencia suficiente para cruzar sus puertas de cristal ahumado. Los camareros vestían impecables trajes negros, las luces eran tenues y el aroma a whisky añejo y perfume caro flotaba en el aire. El murmullo de l
El ambiente en la oficina de Matías se había tornado más tenso desde la reunión de la mañana. Amelia lo notaba, pero no le daba importancia. Había aprendido a ignorar los comentarios malintencionados y las miradas cargadas de envidia. Después de todo, ella estaba allí por mérito propio, no porque necesitara la aprobación de nadie.Como era de esperarse, Sofía y Valeria no desaprovecharon la oportunidad de acercarse a ella cuando la vieron revisar unos documentos en la sala de descanso.—Qué conveniente —dijo Valeria con su tono mordaz habitual, cruzándose de brazos mientras fingía examinar sus uñas—. La favorita de Matías trabajando horas extras.Amelia levantó la mirada con serenidad.—Hago mi trabajo, igual que ustedes —respondió con calma.Sofía soltó una risa sarcástica.—Por favor, Amelia. Nadie es tan ingenuo como para no darse cuenta de que gozas de un trato especial.—Especialmente ahora —agregó Valeria con una sonrisa venenosa—. Aunque… ¿sabías que Matías está casado?Amelia
El silencio entre Amelia y Matías era denso, cargado de significados no expresados. Ninguno de los dos apartó la mirada, como si estuvieran esperando que el otro diera el primer paso, que rompiera esa barrera invisible que los mantenía en vilo.Matías exhaló con suavidad y tamborileó los dedos sobre la mesa.—No quiero presionarte, Amelia —dijo en un tono bajo—, pero tampoco quiero fingir que nada ha pasado.Amelia bajó la vista a su taza de café, girándola levemente entre sus manos.—No se trata de fingir —susurró—. Se trata de saber si esto tiene sentido.Matías frunció el ceño.—¿Quieres decir que lo que sentimos no tiene sentido?Amelia cerró los ojos por un instante, tratando de ordenar sus pensamientos. Cuando volvió a mirarlo, su expresión era seria.—Quiero decir que no sé si sea lo correcto —admitió.Matías apoyó los codos en la mesa y entrelazó las manos.—La vida no siempre nos da opciones que sean completamente correctas —replicó—. A veces, solo podemos elegir lo que nos h
Cuando la reunión finalizó, Matías dio por concluida la sesión y todos comenzaron a recoger sus cosas. Justo antes de que Sofía saliera, Matías la detuvo.—Pide dos postres y llévalos a mi oficina.Sofía parpadeó con sorpresa, pero asintió rápidamente y salió para cumplir la orden.Amelia lo miró con una ceja arqueada.—¿Invitas a alguien a merendar?Matías sonrió levemente y metió las manos en los bolsillos.—A ti. Quiero hablar contigo sin interrupciones.Ella lo analizó por un momento, pero no rechazó la oferta. Sabía que algo importante se avecinaba.Cuando llegaron a la oficina de Matías, Sofía ya había dejado los postres sobre la mesa de reuniones pequeña. Amelia tomó asiento mientras Matías destapaba los envases.—No sabía si preferías tarta de frutos rojos o mousse de chocolate, así que pedí los dos.Amelia sonrió levemente, sorprendida por el gesto.—Qué detallista. No parecías el tipo de hombre que se preocupa por esas cosas.Matías se encogió de hombros mientras servía un p
Matías cerró la puerta de su oficina con un suspiro, dejando caer su cuerpo contra el respaldo de su silla. La reunión había sido un recordatorio de que, por más que intentara mantener el control, siempre habría factores inesperados que amenazarían con desmoronar su mundo perfectamente estructurado.Pero lo que realmente le inquietaba no era el desempeño de su equipo, sino la mujer que estaba sentada frente a él. Amelia.Había algo en su presencia que lo desestabilizaba, algo que lo hacía olvidar su propia regla de oro: nunca involucrarse demasiado.Y justo cuando creía que tenía las cosas bajo control, una llamada de su abogado lo sacudió por completo.—Matías, necesitamos hablar. Es sobre el contrato familiar.Matías frunció el ceño.—¿Qué pasa con él?Hubo un silencio incómodo antes de que su abogado respondiera.—La cláusula que establece tu matrimonio con Amelia… es más complicada de lo que pensábamos. No puedes anularlo sin consecuencias graves.Matías sintió un escalofrío recorr
A la mañana siguiente, la oficina estaba más silenciosa de lo habitual. Amelia llegó temprano, revisó los últimos detalles del informe que había corregido y lo dejó sobre el escritorio de Matías. Sabía que la reunión de las dos de la tarde sería tensa, y aunque había hecho su parte, no podía evitar sentir un leve nerviosismo.Poco antes del mediodía, Matías llamó a Sofía a su oficina. Su tono de voz era serio, lo que dejó en claro que la conversación no sería placentera. Cuando ella entró, cerró la puerta tras de sí con cierta altivez, pero su expresión cambió al ver la mirada fría de su jefe.—Sofía, explícame cómo es posible que un informe tan importante estuviera incompleto la noche anterior —su voz era firme, controlada, pero con una clara nota de desaprobación.Sofía tragó saliva y compuso una sonrisa forzada.—Hubo algunas complicaciones, pero pensé que el equipo podría ajustarlo hoy en la mañana… —comenzó a decir.Matías la interrumpió con un gesto de la mano.—No es excusa. Es
Amelia estaba ahora expuesta, vestida solo con su ropa interior negra, pero no sentía vergüenza. El deseo en los ojos de Matías la hacía sentir poderosa, deseada. Él se arrodilló frente a ella, sus manos recorriendo sus muslos, acercándose a su centro de placer. —Quiero saborearte —susurró, y sin esperar una respuesta, bajó su cabeza, deslizando su lengua por su vientre. Amelia se aferró a la pared, sus piernas temblando al sentir su lengua explorando su piel. Matías se tomó su tiempo, disfrutando de su sabor, antes de centrarse en su punto más sensible. Lamió y chupó su clítoris con habilidad, haciendo que Amelia se retorciera de placer. Sus dedos se unieron a su lengua, penetrando su humedad, haciendo que su cuerpo se tensara al borde del éxtasis. —¡Oh, Dios! —gimió Amelia, su voz llena de necesidad. Matías la miró a los ojos, viendo la pasión reflejada en su rostro. —¿Quieres más? —preguntó, su voz ronca. Amelia asintió, incapaz de hablar.—Te daré más — aviso. Matías se l
La oficina, con sus paredes blancas y muebles de madera, parecía un lugar poco probable para que la pasión se desatara. Pero allí, en ese espacio aparentemente ordinario, la tensión entre Amelia y Matías ardía bajo la superficie, lista para consumirlos en cualquier momento. Amelia, con su cabello castaño cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, estaba concentrada en la pantalla de su computadora, tecleando con determinación. Su mirada, fija en las cifras y gráficos, reflejaba una mente analítica y precisa. Pero algo más profundo en su interior revelaba un deseo reprimido, una chispa de lujuria que luchaba por liberarse. Matías, su compañero de trabajo, se había convertido en una distracción constante. Con su presencia alta y su cabello oscuro cuidadosamente peinado, irradiaba una confianza que contrastaba con la timidez natural de Amelia. Mientras ella se perdía en los datos, él la observaba desde su escritorio, sus ojos oscuros brillando conuna intensidad que ella no podía ignorar