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Capítulo 2: Juego de poderes

El ambiente en la oficina de Ferrer Enterprises era un campo de batalla silencioso. Amelia lo había notado desde el primer día, pero ahora que llevaba más tiempo ahí, era imposible ignorarlo. No era solo la tensión natural de trabajar con su exmarido, sino también la guerra fría que se libraba entre sus compañeros. Y en el centro de todo, como una reina intocable en su trono de arrogancia, estaba Sofía.

—¿Puedes traerme los informes de la junta de la tarde? —preguntó Sofía con una sonrisa demasiado dulce para ser sincera.

Amelia ni siquiera levantó la vista de su escritorio. Sabía que Sofía era la mano derecha de Matías antes de que ella llegara. Y aunque técnicamente seguía en el mismo puesto, parecía que no le hacía gracia compartir responsabilidades con la nueva asistente ejecutiva del CEO.

—No están en mi área de trabajo —respondió Amelia con calma—. Creo que podrías pedírselos directamente a contabilidad.

El falso encanto de Sofía se desvaneció de inmediato, y su expresión se volvió fría.

—Claro, lo olvidé. Eres la nueva favorita —soltó en un tono que hizo que algunos compañeros cercanos voltearan a verlas.

Amelia respiró hondo. No iba a caer en ese juego. Había trabajado demasiado para dejarse intimidar por una mujer con aires de grandeza. Pero Sofía no estaba sola en su cruzada. Había formado un pequeño grupo de aliados en la oficina, otros empleados que parecían resentir la llegada de Amelia y la forma en que había entrado de lleno a la vida laboral de Matías.

—¿Favorita? Solo hago mi trabajo, igual que tú —replicó con serenidad.

Sofía soltó una risa sarcástica y se inclinó sobre su escritorio.

—Vamos, Amelia. No nos subestimes. Todos sabemos que no llegaste aquí solo por tus habilidades. Matías no suele confiar tan rápido en nadie. Mucho menos en alguien sin experiencia en el rubro. Así que dime, ¿qué tienes de especial?

La insinuación quedó flotando en el aire, pesada y venenosa. Amelia sintió que la sangre le hervía, pero se obligó a mantener la compostura.

—Si tienes dudas sobre mi capacidad, puedes hablar con Recursos Humanos. Aunque creo que mi currículum habla por sí solo —respondió con una sonrisa profesional.

Los murmullos no tardaron en llegar. Algunos empleados fingieron trabajar, pero Amelia sabía que la estaban observando. Este era un juego peligroso, y Sofía lo sabía bien.

Antes de que la situación se intensificara, la puerta de la oficina de Matías se abrió, y él salió con su característico aire de autoridad. Su mirada recorrió el espacio hasta detenerse en ellas.

—¿Algún problema? —preguntó con tono neutral, pero su mirada se clavó en Sofía.

Ella sonrió con fingida inocencia y negó con la cabeza.

—Para nada, solo le daba algunos consejos a Amelia sobre cómo funciona la oficina.

Matías desvió la mirada hacia Amelia, esperando su reacción. Ella se limitó a asentir levemente, optando por no avivar la situación frente a su jefe y exmarido.

—Bien —dijo Matías con una expresión inescrutable—. Entonces espero que todos puedan concentrarse en sus tareas en lugar de perder el tiempo en charlas innecesarias.

La advertencia estaba clara. Sofía apretó los labios, pero no dijo nada más. Matías volvió a su oficina sin esperar respuesta, y la tensión en el aire se disipó un poco. Sin embargo, Amelia sabía que esto estaba lejos de terminar.

Horas más tarde, cuando la jornada estaba por acabar, Amelia salió de la oficina en dirección al elevador. Sentía el peso de la jornada y solo quería llegar a casa, abrazar a sus hijos y olvidar por unas horas el campo minado en el que trabajaba.

Pero al girar en el pasillo, se encontró con Sofía, quien la estaba esperando con los brazos cruzados.

—No te equivoques, Amelia. Puede que Matías te proteja ahora, pero las cosas en esta oficina no son tan simples —dijo en voz baja—. No eres la primera que cree que puede ganarse un lugar aquí de la noche a la mañana.

Amelia la observó con tranquilidad, sin responder de inmediato. Luego, con una sonrisa cortés, dijo:

—No estoy aquí para ganarme un lugar. Ya lo tengo.

Y sin más, entró al elevador, dejando a Sofía con su propio veneno. Sabía que esta batalla estaba lejos de terminar, pero si algo tenía claro, era que no se dejaría intimidar. 

La guerra en la oficina apenas comenzaba.

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