El ambiente en la oficina de Ferrer Enterprises era un campo de batalla silencioso. Amelia lo había notado desde el primer día, pero ahora que llevaba más tiempo ahí, era imposible ignorarlo. No era solo la tensión natural de trabajar con su exmarido, sino también la guerra fría que se libraba entre sus compañeros. Y en el centro de todo, como una reina intocable en su trono de arrogancia, estaba Sofía.
—¿Puedes traerme los informes de la junta de la tarde? —preguntó Sofía con una sonrisa demasiado dulce para ser sincera.
Amelia ni siquiera levantó la vista de su escritorio. Sabía que Sofía era la mano derecha de Matías antes de que ella llegara. Y aunque técnicamente seguía en el mismo puesto, parecía que no le hacía gracia compartir responsabilidades con la nueva asistente ejecutiva del CEO.
—No están en mi área de trabajo —respondió Amelia con calma—. Creo que podrías pedírselos directamente a contabilidad.
El falso encanto de Sofía se desvaneció de inmediato, y su expresión se volvió fría.
—Claro, lo olvidé. Eres la nueva favorita —soltó en un tono que hizo que algunos compañeros cercanos voltearan a verlas.
Amelia respiró hondo. No iba a caer en ese juego. Había trabajado demasiado para dejarse intimidar por una mujer con aires de grandeza. Pero Sofía no estaba sola en su cruzada. Había formado un pequeño grupo de aliados en la oficina, otros empleados que parecían resentir la llegada de Amelia y la forma en que había entrado de lleno a la vida laboral de Matías.
—¿Favorita? Solo hago mi trabajo, igual que tú —replicó con serenidad.
Sofía soltó una risa sarcástica y se inclinó sobre su escritorio.
—Vamos, Amelia. No nos subestimes. Todos sabemos que no llegaste aquí solo por tus habilidades. Matías no suele confiar tan rápido en nadie. Mucho menos en alguien sin experiencia en el rubro. Así que dime, ¿qué tienes de especial?
La insinuación quedó flotando en el aire, pesada y venenosa. Amelia sintió que la sangre le hervía, pero se obligó a mantener la compostura.
—Si tienes dudas sobre mi capacidad, puedes hablar con Recursos Humanos. Aunque creo que mi currículum habla por sí solo —respondió con una sonrisa profesional.
Los murmullos no tardaron en llegar. Algunos empleados fingieron trabajar, pero Amelia sabía que la estaban observando. Este era un juego peligroso, y Sofía lo sabía bien.
Antes de que la situación se intensificara, la puerta de la oficina de Matías se abrió, y él salió con su característico aire de autoridad. Su mirada recorrió el espacio hasta detenerse en ellas.
—¿Algún problema? —preguntó con tono neutral, pero su mirada se clavó en Sofía.
Ella sonrió con fingida inocencia y negó con la cabeza.
—Para nada, solo le daba algunos consejos a Amelia sobre cómo funciona la oficina.
Matías desvió la mirada hacia Amelia, esperando su reacción. Ella se limitó a asentir levemente, optando por no avivar la situación frente a su jefe y exmarido.
—Bien —dijo Matías con una expresión inescrutable—. Entonces espero que todos puedan concentrarse en sus tareas en lugar de perder el tiempo en charlas innecesarias.
La advertencia estaba clara. Sofía apretó los labios, pero no dijo nada más. Matías volvió a su oficina sin esperar respuesta, y la tensión en el aire se disipó un poco. Sin embargo, Amelia sabía que esto estaba lejos de terminar.
Horas más tarde, cuando la jornada estaba por acabar, Amelia salió de la oficina en dirección al elevador. Sentía el peso de la jornada y solo quería llegar a casa, abrazar a sus hijos y olvidar por unas horas el campo minado en el que trabajaba.
Pero al girar en el pasillo, se encontró con Sofía, quien la estaba esperando con los brazos cruzados.
—No te equivoques, Amelia. Puede que Matías te proteja ahora, pero las cosas en esta oficina no son tan simples —dijo en voz baja—. No eres la primera que cree que puede ganarse un lugar aquí de la noche a la mañana.
Amelia la observó con tranquilidad, sin responder de inmediato. Luego, con una sonrisa cortés, dijo:
—No estoy aquí para ganarme un lugar. Ya lo tengo.
Y sin más, entró al elevador, dejando a Sofía con su propio veneno. Sabía que esta batalla estaba lejos de terminar, pero si algo tenía claro, era que no se dejaría intimidar.
La guerra en la oficina apenas comenzaba.
La oficina estaba en calma, pero Amelia sabía que era solo una ilusión. Desde su confrontación con Sofía, los murmullos y miradas inquisitivas habían aumentado. La gente hablaba a sus espaldas y se preguntaba cómo había conseguido un puesto tan alto sin experiencia en la empresa. Amelia lo sabía, lo sentía en el aire cargado de tensión cada vez que caminaba por los pasillos.El verdadero desafío no era su trabajo, sino la necesidad de demostrar que pertenecía ahí sin revelar la verdad sobre su relación con Matías.Aquella mañana, mientras revisaba los reportes de las reuniones pasadas, recibió un correo de Recursos Humanos. "Reunión de desempeño" decía el asunto. Frunció el ceño. Apenas llevaba unas semanas en la empresa y ya la estaban evaluando. Era obvio que alguien había movido los hilos para hacerle la vida más difícil.—¿Problemas? —La voz de Matías la sacó de sus pensamientos. Estaba apoyado en el marco de su oficina, mirándola con curiosidad.—Nada fuera de lo normal —respondi
El aire en la oficina se había vuelto más denso desde el enfrentamiento con Sofía. Amelia podía sentir las miradas sobre ella, como si cada movimiento suyo fuera analizado en busca de una razón para desacreditarla. Aunque trataba de concentrarse en su trabajo, la tensión era innegable. Sabía que no podía permitirse errores.Matías también parecía notarlo. Aunque no había vuelto a intervenir directamente, su actitud había cambiado. No era abiertamente protector, pero de vez en cuando lanzaba miradas de advertencia a cualquiera que pareciera estar dificultando el trabajo de Amelia. Era un equilibrio extraño: por un lado, mantenían la profesionalidad, pero por otro, la conexión entre ellos seguía latente.El día se volvió aún más complicado cuando Matías convocó a una reunión de equipo. El proyecto en el que estaban trabajando era de suma importancia para la empresa, y la presión por presentar resultados era alta. Amelia entró en la sala de conferencias con su tableta en mano, lista para
La oficina estaba en completo silencio. El murmullo habitual de teclados, teléfonos y conversaciones había desaparecido, dejando solo el leve zumbido del aire acondicionado y el sonido de la ciudad a lo lejos.Amelia se sentó frente a la computadora en la sala de conferencias, repasando el informe con atención. Cada número debía cuadrar perfectamente, cada proyección debía estar justificada. No podía haber margen de error, no cuando Matías había confiado en ella para arreglar el desastre que Sofía había dejado.Suspiró y se frotó las sienes. La noche sería larga.—Espero que no te moleste la compañía —la voz grave de Matías la sacó de su concentración.Amelia levantó la mirada y lo vio apoyado contra el marco de la puerta con los brazos cruzados, observándola con esa intensidad característica.—¿Tú también te vas a quedar? —preguntó, sorprendida.—No voy a dejarte sola trabajando en esto. Además… —hizo una pausa, con una media sonrisa—. Me aseguré de que nos traigan cena.Antes de que
La oficina, con sus paredes blancas y muebles de madera, parecía un lugar poco probable para que la pasión se desatara. Pero allí, en ese espacio aparentemente ordinario, la tensión entre Amelia y Matías ardía bajo la superficie, lista para consumirlos en cualquier momento. Amelia, con su cabello castaño cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, estaba concentrada en la pantalla de su computadora, tecleando con determinación. Su mirada, fija en las cifras y gráficos, reflejaba una mente analítica y precisa. Pero algo más profundo en su interior revelaba un deseo reprimido, una chispa de lujuria que luchaba por liberarse. Matías, su compañero de trabajo, se había convertido en una distracción constante. Con su presencia alta y su cabello oscuro cuidadosamente peinado, irradiaba una confianza que contrastaba con la timidez natural de Amelia. Mientras ella se perdía en los datos, él la observaba desde su escritorio, sus ojos oscuros brillando conuna intensidad que ella no podía ignorar
Amelia estaba ahora expuesta, vestida solo con su ropa interior negra, pero no sentía vergüenza. El deseo en los ojos de Matías la hacía sentir poderosa, deseada. Él se arrodilló frente a ella, sus manos recorriendo sus muslos, acercándose a su centro de placer. —Quiero saborearte —susurró, y sin esperar una respuesta, bajó su cabeza, deslizando su lengua por su vientre. Amelia se aferró a la pared, sus piernas temblando al sentir su lengua explorando su piel. Matías se tomó su tiempo, disfrutando de su sabor, antes de centrarse en su punto más sensible. Lamió y chupó su clítoris con habilidad, haciendo que Amelia se retorciera de placer. Sus dedos se unieron a su lengua, penetrando su humedad, haciendo que su cuerpo se tensara al borde del éxtasis. —¡Oh, Dios! —gimió Amelia, su voz llena de necesidad. Matías la miró a los ojos, viendo la pasión reflejada en su rostro. —¿Quieres más? —preguntó, su voz ronca. Amelia asintió, incapaz de hablar.—Te daré más — aviso. Matías se l
A la mañana siguiente, la oficina estaba más silenciosa de lo habitual. Amelia llegó temprano, revisó los últimos detalles del informe que había corregido y lo dejó sobre el escritorio de Matías. Sabía que la reunión de las dos de la tarde sería tensa, y aunque había hecho su parte, no podía evitar sentir un leve nerviosismo.Poco antes del mediodía, Matías llamó a Sofía a su oficina. Su tono de voz era serio, lo que dejó en claro que la conversación no sería placentera. Cuando ella entró, cerró la puerta tras de sí con cierta altivez, pero su expresión cambió al ver la mirada fría de su jefe.—Sofía, explícame cómo es posible que un informe tan importante estuviera incompleto la noche anterior —su voz era firme, controlada, pero con una clara nota de desaprobación.Sofía tragó saliva y compuso una sonrisa forzada.—Hubo algunas complicaciones, pero pensé que el equipo podría ajustarlo hoy en la mañana… —comenzó a decir.Matías la interrumpió con un gesto de la mano.—No es excusa. Es
Matías cerró la puerta de su oficina con un suspiro, dejando caer su cuerpo contra el respaldo de su silla. La reunión había sido un recordatorio de que, por más que intentara mantener el control, siempre habría factores inesperados que amenazarían con desmoronar su mundo perfectamente estructurado.Pero lo que realmente le inquietaba no era el desempeño de su equipo, sino la mujer que estaba sentada frente a él. Amelia.Había algo en su presencia que lo desestabilizaba, algo que lo hacía olvidar su propia regla de oro: nunca involucrarse demasiado.Y justo cuando creía que tenía las cosas bajo control, una llamada de su abogado lo sacudió por completo.—Matías, necesitamos hablar. Es sobre el contrato familiar.Matías frunció el ceño.—¿Qué pasa con él?Hubo un silencio incómodo antes de que su abogado respondiera.—La cláusula que establece tu matrimonio con Amelia… es más complicada de lo que pensábamos. No puedes anularlo sin consecuencias graves.Matías sintió un escalofrío recorr
Cuando la reunión finalizó, Matías dio por concluida la sesión y todos comenzaron a recoger sus cosas. Justo antes de que Sofía saliera, Matías la detuvo.—Pide dos postres y llévalos a mi oficina.Sofía parpadeó con sorpresa, pero asintió rápidamente y salió para cumplir la orden.Amelia lo miró con una ceja arqueada.—¿Invitas a alguien a merendar?Matías sonrió levemente y metió las manos en los bolsillos.—A ti. Quiero hablar contigo sin interrupciones.Ella lo analizó por un momento, pero no rechazó la oferta. Sabía que algo importante se avecinaba.Cuando llegaron a la oficina de Matías, Sofía ya había dejado los postres sobre la mesa de reuniones pequeña. Amelia tomó asiento mientras Matías destapaba los envases.—No sabía si preferías tarta de frutos rojos o mousse de chocolate, así que pedí los dos.Amelia sonrió levemente, sorprendida por el gesto.—Qué detallista. No parecías el tipo de hombre que se preocupa por esas cosas.Matías se encogió de hombros mientras servía un p