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Capítulo 2: Parte II - Fuego cruzado

La oficina estaba en calma, pero Amelia sabía que era solo una ilusión. Desde su confrontación con Sofía, los murmullos y miradas inquisitivas habían aumentado. La gente hablaba a sus espaldas y se preguntaba cómo había conseguido un puesto tan alto sin experiencia en la empresa. Amelia lo sabía, lo sentía en el aire cargado de tensión cada vez que caminaba por los pasillos.

El verdadero desafío no era su trabajo, sino la necesidad de demostrar que pertenecía ahí sin revelar la verdad sobre su relación con Matías.

Aquella mañana, mientras revisaba los reportes de las reuniones pasadas, recibió un correo de Recursos Humanos. "Reunión de desempeño" decía el asunto. Frunció el ceño. Apenas llevaba unas semanas en la empresa y ya la estaban evaluando. Era obvio que alguien había movido los hilos para hacerle la vida más difícil.

—¿Problemas? —La voz de Matías la sacó de sus pensamientos. Estaba apoyado en el marco de su oficina, mirándola con curiosidad.

—Nada fuera de lo normal —respondió, cerrando la pantalla de su computadora—. Recursos Humanos quiere una reunión conmigo.

Matías asintió lentamente, sin apartar la mirada.

—No dejes que te intimiden. Haces un buen trabajo.

La afirmación fue sencilla, pero algo en su tono la hizo sentirse respaldada. Amelia respiró hondo y se preparó para lo que fuera que le esperaba.


La sala de juntas estaba fría, iluminada con la luz blanca de los fluorescentes. Frente a ella, un hombre de cabello canoso y gafas la observaba con profesionalismo. Era el director de Recursos Humanos, el señor Vergara. A su lado, Sofía estaba sentada con una expresión neutral, pero Amelia podía notar el leve destello de satisfacción en sus ojos.

—Señorita Amelia Varela, queremos hablar sobre su desempeño hasta el momento —comenzó el señor Vergara con un tono pausado—. Hemos recibido comentarios sobre su integración en el equipo y creemos que es importante discutir algunos puntos.

Amelia cruzó las manos sobre la mesa.

—¿Comentarios de quién? —preguntó sin rodeos.

El hombre parpadeó, incómodo.

—Eso no es relevante. Lo importante es que queremos asegurarnos de que se sienta cómoda en su puesto y que su adaptación sea la mejor posible.

Amelia contuvo una sonrisa. Sabía exactamente de dónde venía esto.

—Aprecio la preocupación, pero estoy segura de que mi trabajo habla por sí solo —respondió con diplomacia—. ¿Hay algún inconveniente con mi rendimiento?

Sofía se aclaró la garganta.

—Más que nada, queremos asegurarnos de que la dinámica laboral sea adecuada. No queremos que nadie se sienta desplazado.

Amelia sostuvo su mirada sin pestañear.

—Eso depende de cada quien, ¿no cree? Yo vine a hacer mi trabajo, no a desplazar a nadie.

El señor Vergara asintió con aprobación.

—Bien dicho. Apreciamos su disposición. Solo queríamos asegurarnos de que no hubiera problemas de comunicación. Por ahora, todo sigue igual.

Sofía apretó los labios, claramente frustrada por el resultado de la reunión. Amelia lo notó y sintió una pequeña victoria.


Más tarde, mientras intentaba concentrarse en sus tareas, una notificación en su computadora la sacó de su trabajo. Un nuevo correo de Sofía. "Informe de revisión: Necesito que lo revises y lo envíes en la próxima hora."

Amelia revisó el documento adjunto y sintió su paciencia tambalearse. Era un archivo de más de cincuenta páginas con errores evidentes que claramente querían hacerla perder tiempo.

Sabía que Sofía estaba probándola. Si fallaba, quedaría mal ante Matías y el equipo. Si se quejaba, parecería que no podía manejar la carga de trabajo.

Concentrada, comenzó a corregir el informe. Le llevó menos de treinta minutos identificar y solucionar los errores más graves. Una vez terminado, lo envió con un simple "Listo".

Pocos minutos después, Sofía pasó por su escritorio, fingiendo revisar unos papeles.

—Qué eficiente. Pensé que te tomaría más tiempo —comentó con un tono casual.

Amelia sonrió.

—Podría haberlo hecho en menos, pero tenía otras prioridades.

Sofía entrecerró los ojos, pero no respondió. Se alejó con un leve susurro de su perfume caro, dejando a Amelia con la certeza de que esto solo era el comienzo.


Horas después, Matías se acercó a su escritorio cuando la oficina ya estaba más vacía.

—Recibí el informe. Hiciste un buen trabajo —dijo con voz neutra, aunque en sus ojos había algo más, algo que ella intentaba no descifrar.

—Gracias. Solo estaba haciendo lo que me corresponde —respondió con calma.

Matías la miró por un momento, como si quisiera decir algo más, pero finalmente asintió.

—Nos vemos mañana. Descansa.

Amelia esperó a que él desapareciera por el pasillo antes de soltar un suspiro.

Sabía que esta guerra en la oficina estaba lejos de terminar. Pero no se dejaría vencer.

Las sombras del pasado podían acecharla todo lo que quisieran. Ella seguiría adelante.

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