Matías apenas había terminado de leer la infame cláusula nupcial nuevamente cuando su celular vibró con un mensaje de su padre. "Ven a casa. Ahora." Tres palabras que no dejaban espacio para excusas.Sabía lo que venía. Desde el momento en que descubrió que el contrato familiar lo obligaba a permanecer casado con Amelia, sintió un nudo en el estómago. Pensó que podría encontrar una salida, una forma de anularlo, pero los Ferrer no eran personas que dejaban cabos sueltos.Cuando llegó a la majestuosa residencia familiar, los esperaba en la gran sala de reuniones. Su padre, Lorenzo Ferrer, estaba sentado al centro de la mesa de caoba, con su madre, Irene, a su derecha. Su hermano mayor, Rafael, y su tío Esteban completaban la formación. Todos con rostros impasibles, pero con la mirada firme y calculadora.—Matías —dijo su padre con voz grave—. Sabemos que ya leíste la cláusula. Así que nos saltaremos la parte donde intentas fingir que esto no es importante.Matías entrecerró los ojos.—
Amelia Torres se tambaleaba entre el entusiasmo y el terror absoluto mientras cruzaba la puerta giratoria del edificio Ferrer Enterprises. Era su oportunidad soñada: el puesto de asistente ejecutiva en una de las empresas más importantes de la ciudad. Sin embargo, la posibilidad de arruinar todo en el primer día no dejaba de rondar su cabeza.Con su carpeta de documentos bien apretada contra el pecho y su vestido azul de "quiero este trabajo, pero no soy desesperada", se encaminó hacia la recepción.—Hola, soy Amelia Torres. Vengo para la entrevista de las 10 —dijo con una sonrisa nerviosa.La recepcionista, una mujer de traje impecable y sonrisa mecánica, asintió mientras hacía clics en su computadora.—Piso 25. El asistente del CEO la estará esperando."¿El CEO?" El corazón de Amelia dio un brinco. No esperaba tener que cruzarse con la cima de la pirámide corporativa en su primera visita. Con un resoplido, presionó el botón del ascensor. Todo irá bien, se dijo, aunque su voz interna
Amelia salió de la sala de juntas con el corazón latiendo a toda velocidad. Sentía que cada interacción con Matías era como caminar sobre brasas: una mezcla de peligro, excitación y un calor sofocante que no podía ignorar.Cuando llegó a su oficina, encontró a Clara, su compañera de equipo y una de las pocas personas que parecía genuinamente amable, revisando unos documentos en el escritorio contiguo.—¿Cómo fue tu reunión? —preguntó Clara, levantando la vista.Amelia dejó sus cosas sobre la mesa y suspiró.—Intensa, como todo con Matías Ferrer.Clara sonrió con simpatía, aunque había un brillo curioso en sus ojos.—Dicen que es un genio en los negocios, pero también que tiene un carácter… complicado.Complicado era una forma amable de decirlo. Amelia asintió, recordando la manera en que Matías la había desafiado con esa sonrisa arrogante que parecía diseñar exclusivamente para ponerla de los nervios.—Bueno, sobreviví. Eso ya es algo, ¿no?Clara rió.—Eso cuenta como un logro. Aunque
El sonido constante del teclado llenaba el despacho, marcando el ritmo de la mañana. Amelia, concentrada en organizar las reuniones de la semana, mantenía la mirada fija en la pantalla mientras trataba de ignorar la imponente presencia de Matías, que repasaba documentos en su escritorio. Pero el peso de su mirada era inconfundible.Finalmente, exhaló con exasperación y alzó la vista. “¿Por qué me miras así?”Matías no apartó los ojos, inclinándose ligeramente hacia adelante. “Estaba pensando en cómo alguien tan brillante pudo cometer errores tan... impulsivos en el pasado.”Amelia arqueó una ceja, no dispuesta a dejarle la última palabra. “Tal vez porque los impulsos son más humanos que la arrogancia”.La sonrisa que apareció en los labios de Matías era peligrosa, como si hubiera encontrado el desafío que esperaba. “¿Te refieres a mi arrogancia oa la tuya?”Antes de que pudiera responder, la puerta del despacho se abrió de golpe, revelando a Sofía, la compañera de oficina que parecía
El sonido del despertador perforó la tranquilidad de la madrugada, arrancando a Amelia de un sueño inquieto. Su cuerpo aún sentía el cansancio de la noche anterior, cuando los gemelos insistieron en jugar hasta quedarse dormidos en sus brazos. Los cubrió con una manta antes de dirigirse al baño, donde se enfrentó a su reflejo.Ojeras sutiles oscurecían su mirada, un recordatorio de la carga que llevaba. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad por siempre, pero cada vez que pensaba en cómo Matías reaccionaría, una ola de incertidumbre la paralizaba.Respiró hondo y se preparó para un nuevo día en la oficina.Cuando llegó al edificio, intentó mantener la compostura. Se subió al elevador y ajustó su blusa, preparándose mentalmente para la jornada.Al entrar a la oficina de Matías, lo encontró revisando documentos, su expresión severa como siempre. Levantó la vista cuando ella entró, y por un momento, sus miradas se encontraron.—Buenos días —saludó ella con voz firme.—Buenos días,
El ambiente en la oficina de Ferrer Enterprises era un campo de batalla silencioso. Amelia lo había notado desde el primer día, pero ahora que llevaba más tiempo ahí, era imposible ignorarlo. No era solo la tensión natural de trabajar con su exmarido, sino también la guerra fría que se libraba entre sus compañeros. Y en el centro de todo, como una reina intocable en su trono de arrogancia, estaba Sofía.—¿Puedes traerme los informes de la junta de la tarde? —preguntó Sofía con una sonrisa demasiado dulce para ser sincera.Amelia ni siquiera levantó la vista de su escritorio. Sabía que Sofía era la mano derecha de Matías antes de que ella llegara. Y aunque técnicamente seguía en el mismo puesto, parecía que no le hacía gracia compartir responsabilidades con la nueva asistente ejecutiva del CEO.—No están en mi área de trabajo —respondió Amelia con calma—. Creo que podrías pedírselos directamente a contabilidad.El falso encanto de Sofía se desvaneció de inmediato, y su expresión se vol
La oficina estaba en calma, pero Amelia sabía que era solo una ilusión. Desde su confrontación con Sofía, los murmullos y miradas inquisitivas habían aumentado. La gente hablaba a sus espaldas y se preguntaba cómo había conseguido un puesto tan alto sin experiencia en la empresa. Amelia lo sabía, lo sentía en el aire cargado de tensión cada vez que caminaba por los pasillos.El verdadero desafío no era su trabajo, sino la necesidad de demostrar que pertenecía ahí sin revelar la verdad sobre su relación con Matías.Aquella mañana, mientras revisaba los reportes de las reuniones pasadas, recibió un correo de Recursos Humanos. "Reunión de desempeño" decía el asunto. Frunció el ceño. Apenas llevaba unas semanas en la empresa y ya la estaban evaluando. Era obvio que alguien había movido los hilos para hacerle la vida más difícil.—¿Problemas? —La voz de Matías la sacó de sus pensamientos. Estaba apoyado en el marco de su oficina, mirándola con curiosidad.—Nada fuera de lo normal —respondi
El aire en la oficina se había vuelto más denso desde el enfrentamiento con Sofía. Amelia podía sentir las miradas sobre ella, como si cada movimiento suyo fuera analizado en busca de una razón para desacreditarla. Aunque trataba de concentrarse en su trabajo, la tensión era innegable. Sabía que no podía permitirse errores.Matías también parecía notarlo. Aunque no había vuelto a intervenir directamente, su actitud había cambiado. No era abiertamente protector, pero de vez en cuando lanzaba miradas de advertencia a cualquiera que pareciera estar dificultando el trabajo de Amelia. Era un equilibrio extraño: por un lado, mantenían la profesionalidad, pero por otro, la conexión entre ellos seguía latente.El día se volvió aún más complicado cuando Matías convocó a una reunión de equipo. El proyecto en el que estaban trabajando era de suma importancia para la empresa, y la presión por presentar resultados era alta. Amelia entró en la sala de conferencias con su tableta en mano, lista para