Amelia Torres se tambaleaba entre el entusiasmo y el terror absoluto mientras cruzaba la puerta giratoria del edificio Ferrer Enterprises. Era su oportunidad soñada: el puesto de asistente ejecutiva en una de las empresas más importantes de la ciudad. Sin embargo, la posibilidad de arruinar todo en el primer día no dejaba de rondar su cabeza.
Con su carpeta de documentos bien apretada contra el pecho y su vestido azul de "quiero este trabajo, pero no soy desesperada", se encaminó hacia la recepción.
—Hola, soy Amelia Torres. Vengo para la entrevista de las 10 —dijo con una sonrisa nerviosa.
La recepcionista, una mujer de traje impecable y sonrisa mecánica, asintió mientras hacía clics en su computadora.
—Piso 25. El asistente del CEO la estará esperando.
"¿El CEO?" El corazón de Amelia dio un brinco. No esperaba tener que cruzarse con la cima de la pirámide corporativa en su primera visita. Con un resoplido, presionó el botón del ascensor. Todo irá bien, se dijo, aunque su voz interna sonaba menos convencida de lo que le gustaría.
El piso 25 era tan intimidante como hermoso: suelos de mármol, obras de arte minimalistas y una vista panorámica de la ciudad que podría haber salido de una revista. Amelia apenas tuvo tiempo de admirarlo cuando una mujer alta y eficiente, con una tableta en mano, la saludó.
—Señorita Torres, el CEO la verá ahora.
¿El CEO directamente? Amelia tragó saliva. No había esperado eso. Quizá querían eliminar a los débiles desde el principio. Enderezó la espalda, ajustó el agarre de su carpeta y siguió a la asistente por un pasillo lleno de puertas cerradas.
Al entrar en la oficina, todo pensamiento coherente se detuvo.
Allí estaba él. Matías Ferrer, su exmarido, sentado detrás de un escritorio imponente con la misma aura de confianza devastadora que siempre había tenido.
Amelia sintió cómo todo el color desaparecía de su rostro. Matías alzó la vista de un documento y, al reconocerla, sus cejas se arquearon en una mezcla de sorpresa y diversión.
—Bueno, esto es… inesperado —dijo él, inclinándose hacia atrás en su silla con una calma que la irritó al instante.
Amelia, incapaz de procesar la situación, apretó su carpeta con más fuerza.
—¿Qué haces aquí? —preguntó, olvidando cualquier atisbo de profesionalismo.
Matías dejó escapar una risa baja y despreocupada, esa que solía desconcertarla cuando estaban juntos.
—Esa debería ser mi línea. Yo trabajo aquí, Amelia. Tú, en cambio… ¿postulándote para ser mi asistente?
Ella sintió que la tierra se abría bajo sus pies. Nadie había mencionado que Ferrer Enterprises era SU empresa. Había evitado cualquier contacto con Matías durante cinco años, borrando su nombre de su vida como si fuera una mala canción en su playlist.
—Esto debe ser un error —dijo finalmente, con un tono más alto de lo que pretendía.
Matías se levantó de su silla y rodeó el escritorio, acercándose. Su traje perfectamente ajustado no hacía más que resaltar su porte intimidante. Amelia retrocedió un paso por instinto, sintiendo que su espacio personal se hacía más pequeño con cada movimiento de él.
—No parece un error —dijo con esa voz calmada que tanto la sacaba de quicio. Señaló un documento en su escritorio—. Aquí está tu currículum, completo con una carta de presentación que menciona "dedicación" y "capacidad para trabajar bajo presión".
Amelia sintió cómo la sangre subía a su rostro. Había pasado toda la semana afinando esa carta. Dedicarle tanto tiempo para que él la leyera… Era una broma cruel del destino.
—No sabía que esta era tu empresa —espetó, con los dientes apretados.
Matías inclinó la cabeza, estudiándola como si estuviera evaluando una estrategia de negocios.
—¿Y ahora que lo sabes, qué vas a hacer?
Amelia lo miró, resistiendo la tentación de darle una respuesta sarcástica. Podría irse, claro. Pero conseguir esta entrevista no había sido fácil, y la empresa era exactamente lo que necesitaba para dar un paso adelante en su carrera.
Cruzó los brazos, en un intento de recuperar algo de dignidad.
—Voy a quedarme.
Matías pareció sorprendido, pero su expresión pronto se transformó en algo que ella reconoció demasiado bien: diversión mezclada con un toque de desafío.
—Perfecto. La entrevista comienza ahora.
El resto de la entrevista fue una mezcla de tensión, sarcasmo y profesionalismo fingido. Matías le lanzó preguntas difíciles, como si intentara empujarla a renunciar en el acto. Pero Amelia, alimentada por la pura terquedad que siempre había sido su motor, respondió con rapidez y claridad, decidida a demostrar que no iba a dejar que su pasado con él arruinara su futuro.
Cuando la entrevista terminó, Matías la miró con una sonrisa casi imperceptible.
—Nos vemos el lunes, Amelia.
Ella parpadeó, confusa.
—¿Eso significa que…?
—Estás contratada. Será divertido trabajar contigo de nuevo.
Amelia salió de la oficina con la cabeza en alto, pero por dentro estaba gritando. Esto no podía estar pasando.
Amelia no sabía cómo había llegado al ascensor. Sus piernas se movían automáticamente mientras su cerebro intentaba comprender lo que acababa de suceder. ¿Contratada? ¿Por Matías? Eso no era un sueño cumplido, era una pesadilla con traje caro y sonrisa engreída.
Al entrar al ascensor, se apoyó contra la pared y dejó escapar un suspiro frustrado. Su reflejo en el espejo del fondo del ascensor la observaba con la misma cara de incredulidad que llevaba puesta.
—¿Qué demonios acabas de hacer, Amelia? —murmuró para sí misma.
Cuando las puertas del ascensor estaban a punto de cerrarse, una mano masculina las detuvo. Y claro, porque el universo no podía ser más cruel, Matías entró al elevador con la misma elegancia despreocupada que siempre lo había caracterizado.
—¿Hablando sola ya? Eso no es buena señal para un primer día —dijo con una sonrisa burlona mientras presionaba un botón.
Amelia apretó los labios y miró al frente, decidida a no darle el gusto de una respuesta. Pero él no se detuvo.
—¿Sabes? Me sorprendió verte hoy. Pensé que después de… ya sabes, nuestra pequeña historia, estarías a kilómetros de distancia de cualquier cosa que tuviera mi nombre.
Ella giró la cabeza para mirarlo, sus ojos lanzando dagas.
—Créeme, si hubiera sabido que Ferrer Enterprises era tu imperio, no me habría molestado.
—¿Imperio? Me halagas.
Amelia resopló, cruzando los brazos. El mismo Matías de siempre. Arrogante, irritante, pero endemoniadamente atractivo.
—¿Disfrutas tanto molestándome o simplemente eres así con todo el mundo? —preguntó con un tono cargado de sarcasmo.
Matías inclinó la cabeza, como si lo estuviera considerando seriamente.
—No, solo contigo. Es… divertido.
Amelia rodó los ojos, pero su corazón estaba haciendo cosas que definitivamente no debería hacer. Era injusto que después de cinco años, él siguiera teniendo ese efecto en ella. Como si el tiempo no hubiera pasado, como si aún pudiera volver a enamorarse de él con una sola sonrisa.
Pero no. Esa Amelia era historia.
Cuando el ascensor llegó a la planta baja, ella salió antes de que él pudiera decir algo más. No iba a darle el placer de saber que su presencia todavía la alteraba. Ni un segundo más.
Esa noche, mientras estaba en casa, intentó distraerse reorganizando su pequeña estantería, pero sus pensamientos seguían regresando al mismo lugar. A Matías. A sus ojos oscuros, a su sonrisa peligrosa, a la forma en que siempre parecía estar un paso adelante.
Amelia dejó caer un libro sobre la mesa con un golpe frustrado.
—¿Por qué tenías que ser tú? —le dijo al aire, como si Matías pudiera oírla desde su lujoso ático de CEO.
La notificación de su teléfono interrumpió su monólogo interno. Era un mensaje de Lucía, su mejor amiga, y un torbellino humano que siempre estaba a punto de explotar de energía.
Lucía: “¿Cómo te fue en la entrevista? Detalles ya o voy a tu casa y te arranco las palabras a la fuerza.”
Amelia suspiró. Sabía que no tenía escapatoria, así que comenzó a escribir.
Amelia: “¿Recuerdas a mi exmarido, el que juré nunca volver a ver?”
La respuesta llegó en menos de tres segundos.
Lucía: “¿Matías? ¿El sexy CEO? 😏 No me digas que se lo cruzó en la calle porque eso sería destino.”
Amelia hizo una pausa, mirando fijamente la pantalla antes de responder.
Amelia: “No fue el destino, Lu. Es MI NUEVO JEFE.”
La videollamada llegó antes de que pudiera bloquearla.
—¡¿CÓMO QUE TU NUEVO JEFE?! —gritó Lucía, con el rostro iluminado por la emoción.
—Baja la voz, por favor. Mis vecinos van a pensar que estoy matando a alguien —dijo Amelia, apretando los ojos.
—¿Es una broma? Porque si no lo es, es el mejor drama romántico que he oído en años. Por favor, dime que hubo algún tipo de tensión sexual en la entrevista.
Amelia lanzó una almohada al otro lado de la habitación, como si pudiera apagar a Lucía con eso.
—No hubo tensión sexual, Lu. Fue profesional. Bueno… tanto como puede ser cuando tu exmarido intenta provocarte a cada palabra.
Lucía dejó escapar un grito emocionado.
—¡Esto es perfecto! Es como esas películas donde al final terminan besándose bajo la lluvia.
—O matándonos mutuamente en una sala de juntas —respondió Amelia, negando con la cabeza.
Lucía solo sonrió, claramente disfrutando demasiado de la situación.
—Voy a necesitar actualizaciones diarias. Esto tiene potencial para convertirse en una gran historia.
—Es mi vida, no una telenovela.
—Cariño, con un ex como Matías, tu vida ya es una telenovela.
Amelia colgó, pero no pudo evitar reírse un poco. Lucía tenía razón en algo: trabajar con Matías iba a ser todo menos aburrido.
Esa noche, mientras se acurrucaba en su cama, su mente la traicionó una vez más. Recordó la forma en que Matías la había mirado durante la entrevista, como si disfrutara viendo cuánto podía incomodarla. Recordó el leve temblor de sus propios dedos al sostener su carpeta, la lucha por mantener una fachada de calma.
—No va a pasar nada —murmuró para sí misma, como un mantra. Porque no iba a permitir que Matías Ferrer volviera a derribar las barreras que tanto le había costado construir.
Al menos, eso esperaba.
La alarma sonó como un recordatorio cruel de que no había marcha atrás. Amelia se levantó sintiéndose como si hubiera dormido sobre clavos, con el estómago hecho un nudo y una mezcla de ansiedad y orgullo hirviendo en su interior. Había logrado mantenerse estoica frente a Matías el día anterior, pero hoy comenzaba el verdadero desafío.
Se vistió con cuidado, optando por un conjunto clásico pero elegante: una falda lápiz negra y una blusa blanca de seda que remató con tacones medianos. No iba a dejar que Matías, o cualquier otra persona en la oficina, pensara que no estaba a la altura. Era profesional. Punto.
El camino a Ferrer Enterprises fue un desfile de pensamientos caóticos. ¿Y si Matías se había propuesto hacerle la vida imposible? ¿Y si la había contratado solo para verla fracasar? El Matías que había conocido en el pasado no era tan cruel… pero el CEO Matías Ferrer podría ser un hombre completamente diferente.
Cuando llegó al imponente edificio, Amelia respiró hondo y entró con la cabeza en alto. La recepcionista le dio una sonrisa amable y le indicó que subiera al piso 25, donde estaba el equipo con el que trabajaría.
El piso 25 era otro nivel de lujo. Las oficinas estaban decoradas con muebles modernos y paredes de vidrio que ofrecían una vista espectacular de la ciudad. Pero lo que realmente capturó su atención fue Matías, parado junto a una mesa de conferencias, hablando con un grupo de ejecutivos.
Llevaba un traje gris impecable que abrazaba su cuerpo como si hubiera sido hecho exclusivamente para él. Al verla entrar, levantó la mirada y le dedicó una sonrisa que la hizo maldecir internamente. Ese hombre sabía perfectamente el efecto que tenía.
—Amelia, qué puntual —dijo con una voz lo suficientemente alta para que todos en la sala se giraran hacia ella.
Amelia sonrió tensa y avanzó con pasos decididos.
—Prefiero no hacer esperar a mi jefe.
Matías arqueó una ceja, claramente disfrutando de su esfuerzo por mantener la compostura.
—Me gusta esa actitud. Ven, quiero presentarte al equipo.
Amelia se unió al grupo mientras Matías hacía las presentaciones. Su voz era suave pero firme, cargada de autoridad. Era obvio que todos lo respetaban… o le temían. Pero lo que la irritaba era cómo las dos mujeres del equipo lo miraban, casi devorándolo con los ojos.
Celos. La palabra cruzó su mente y la descartó inmediatamente. No era eso. Solo le molestaba que Matías tuviera esa capacidad de hechizar a cualquiera con una simple sonrisa.
Después de las presentaciones, Matías la llevó a su oficina. Era espaciosa, con una enorme ventana que daba al centro de la ciudad. Sobre el escritorio ya había una computadora y una pila de carpetas que prometían horas de trabajo.
—Esta será tu base de operaciones —dijo Matías, apoyándose casualmente en el borde del escritorio. Su proximidad era inquietante, y Amelia luchó por no dar un paso atrás.
—Gracias. ¿Algo en particular con lo que deba empezar? —preguntó, manteniendo su tono lo más profesional posible.
Matías sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
—Sí. Quiero que revises estas propuestas de marketing y prepares un informe para nuestra reunión de mañana. Ah, y asegúrate de ser objetiva. Me interesa tu punto de vista.
Amelia asintió, aunque sus ojos no podían evitar caer en sus manos mientras hablaba. Grandes, fuertes, con dedos largos que parecían haber sido diseñados para provocar escalofríos cuando tocaban…
¡Detente, Amelia!
Sacudió la cabeza ligeramente, apartando esos pensamientos.
—Entendido. Lo tendré listo.
Matías inclinó la cabeza, sus ojos oscuros brillando con algo que no podía descifrar.
—Eso espero. Pero una advertencia… no me gusta la mediocridad.
Amelia apretó los dientes. ¿Quién demonios creía que era?
—No tiene de qué preocuparse, señor Ferrer. Si algo sé hacer, es cumplir con las expectativas.
Él soltó una risa suave, que retumbó en el aire entre ellos.
—Eso lo veremos, Amelia. Bienvenida a Ferrer Enterprises.
Horas después, Amelia estaba inmersa en su trabajo, pero no podía evitar pensar en la forma en que Matías la miraba. Era un juego para él. Una batalla silenciosa de quién tenía el control. Y aunque odiaba admitirlo, había algo excitante en ese tira y afloja.
Cuando llegó la hora de salir, se dirigió al ascensor, feliz de poder alejarse de la oficina… y de Matías. Pero, como si el destino estuviera en su contra, él apareció justo cuando las puertas se cerraban.
—¿De casualidad me estás siguiendo? —preguntó ella, cruzando los brazos.
Matías sonrió, esa sonrisa suya que bordeaba entre el encanto y la burla.
—Yo diría lo contrario. Pero si lo estuvieras haciendo, no te culparía.
Amelia lo fulminó con la mirada.
—No todos giramos alrededor de tu ego, Matías.
Él se inclinó ligeramente hacia ella, lo suficiente para que su aliento rozara su mejilla.
—¿Estás segura? Porque cada vez que te pones a la defensiva, parece lo contrario.
Amelia se quedó sin palabras, su corazón latiendo descontroladamente. No iba a dejar que él ganara, pero en ese momento, el aire entre ellos parecía demasiado denso, cargado de algo peligroso y eléctrico.
Las puertas del ascensor se abrieron y Amelia salió apresuradamente, sin mirar atrás. Pero podía sentir su mirada quemándole la espalda, como un recordatorio constante de que Matías Ferrer no solo estaba jugando… sino que estaba ganando.
Amelia salió del ascensor con pasos apresurados, sintiendo el calor subiendo por su cuello. La forma en que Matías se acercaba a ella, como si disfrutara verla perder el control, la volvía loca en todos los sentidos posibles.
El aire fresco de la calle la recibió como un alivio bienvenido. Se detuvo un momento para inhalar profundamente y calmar su acelerado pulso. Era solo su primer día, y ya sentía que estaba caminando en una cuerda floja.
No iba a dejar que Matías la intimidara.
Sin embargo, mientras buscaba un taxi, su teléfono vibró en el bolso. Sacó el dispositivo y vio un mensaje de un número desconocido.
Desconocido: Espero que hayas sobrevivido tu primer día. Mis expectativas están altas.
Amelia frunció el ceño. Solo podía ser él. Se mordió el labio inferior, debatiendo si responder o no. Después de unos segundos, sus dedos volaron sobre la pantalla.
Amelia: Sobreviví. Pero no me hagas perder el tiempo con mensajes innecesarios, señor Ferrer.
La respuesta llegó casi al instante, como si hubiera estado esperando.
Desconocido: “Señor Ferrer.” Tan formal… Me gusta cómo suena en tus labios.
Amelia sintió un nudo en el estómago. ¿Cómo podía ser tan insoportablemente arrogante y al mismo tiempo tan encantador? Guardó el teléfono y subió al taxi que acababa de detener. No iba a darle la satisfacción de saber que había conseguido alterarla.
La noche transcurrió entre documentos y café. Amelia repasó cada propuesta de marketing con atención meticulosa, anotando puntos clave y posibles mejoras. Era evidente que Matías esperaba resultados de alto nivel, y no iba a darle el gusto de subestimarla.
A pesar de sus esfuerzos por concentrarse, su mente seguía divagando hacia él. A la forma en que sus ojos oscuros parecían desnudarla con una sola mirada. A la manera en que su voz profunda resonaba en su pecho. Maldito Matías Ferrer.
Cerró la última carpeta con un suspiro de alivio. Había hecho su parte. Ahora solo quedaba esperar la reunión de mañana y enfrentarse nuevamente a ese huracán de emociones que parecía seguirla a donde fuera.
A la mañana siguiente, Amelia llegó temprano, esperando tener un momento de tranquilidad antes de que Matías apareciera. Pero, como si el destino se empeñara en burlarse de ella, lo encontró ya sentado en la sala de juntas, hojeando las propuestas.
Levantó la mirada cuando ella entró, y una sonrisa lenta y devastadora se formó en sus labios.
—Buenos días, Amelia. Eres puntual, como siempre.
—No me gusta perder el tiempo —respondió ella, ocupando una silla al otro extremo de la mesa.
—Eso me quedó claro ayer. Y debo decir, tus notas son… interesantes.
Amelia se tensó.
—¿Eso es un cumplido o una crítica?
Matías dejó las carpetas a un lado y la miró directamente.
—Es un cumplido. Aunque no suelo dar muchos. No te acostumbres.
Amelia rodó los ojos, pero no pudo evitar sentir una punzada de satisfacción.
La reunión comenzó con el resto del equipo entrando y tomando sus lugares. Durante la discusión, Amelia presentó sus análisis con confianza, ganándose varias miradas de aprobación. Pero era la reacción de Matías la que más la intrigaba. Sus ojos no dejaban de seguirla, y cada vez que hablaba, parecía estar evaluándola más allá de sus palabras.
Cuando finalmente concluyeron, Matías se puso de pie y anunció:
—Amelia, quédate un momento. Necesito discutir algo contigo.
Los demás salieron de la sala, algunos con miradas curiosas. Amelia se cruzó de brazos, esperando.
—¿Qué pasa? —preguntó, sin molestarse en ocultar su incomodidad.
Matías se acercó lentamente, deteniéndose a solo un par de pasos de ella.
—Estoy impresionado. No lo esperaba de ti.
Amelia arqueó una ceja.
—¿Impresionado? ¿Eso significa que pensabas que iba a fracasar?
Matías sonrió, pero había algo más en sus ojos esta vez. Algo más profundo.
—Significa que superaste mis expectativas. Pero, Amelia, quiero dejar algo claro. Esto no será fácil.
Ella mantuvo la mirada firme.
—No necesito que sea fácil, Matías. Solo necesito que sea justo.
Él se inclinó un poco más cerca, y por un instante, Amelia se sintió atrapada en su aura.
—Justo… eso dependerá de cómo juegues tus cartas.
Amelia lo fulminó con la mirada, aunque su cuerpo reaccionaba de una forma completamente distinta.
—No estoy aquí para jugar, Matías.
Él soltó una risa suave, una que parecía vibrar en el aire entre ellos.
—Eso lo dices ahora. Pero veremos cuánto tiempo puedes mantener esa postura.
Amelia recogió sus cosas y salió de la sala sin mirar atrás. Pero mientras caminaba hacia su oficina, sabía que Matías Ferrer había declarado la guerra.
Y ella estaba más que dispuesta a enfrentarlo.
Amelia salió de la sala de juntas con el corazón latiendo a toda velocidad. Sentía que cada interacción con Matías era como caminar sobre brasas: una mezcla de peligro, excitación y un calor sofocante que no podía ignorar.Cuando llegó a su oficina, encontró a Clara, su compañera de equipo y una de las pocas personas que parecía genuinamente amable, revisando unos documentos en el escritorio contiguo.—¿Cómo fue tu reunión? —preguntó Clara, levantando la vista.Amelia dejó sus cosas sobre la mesa y suspiró.—Intensa, como todo con Matías Ferrer.Clara sonrió con simpatía, aunque había un brillo curioso en sus ojos.—Dicen que es un genio en los negocios, pero también que tiene un carácter… complicado.Complicado era una forma amable de decirlo. Amelia asintió, recordando la manera en que Matías la había desafiado con esa sonrisa arrogante que parecía diseñar exclusivamente para ponerla de los nervios.—Bueno, sobreviví. Eso ya es algo, ¿no?Clara rió.—Eso cuenta como un logro. Aunque
El sonido constante del teclado llenaba el despacho, marcando el ritmo de la mañana. Amelia, concentrada en organizar las reuniones de la semana, mantenía la mirada fija en la pantalla mientras trataba de ignorar la imponente presencia de Matías, que repasaba documentos en su escritorio. Pero el peso de su mirada era inconfundible.Finalmente, exhaló con exasperación y alzó la vista. “¿Por qué me miras así?”Matías no apartó los ojos, inclinándose ligeramente hacia adelante. “Estaba pensando en cómo alguien tan brillante pudo cometer errores tan... impulsivos en el pasado.”Amelia arqueó una ceja, no dispuesta a dejarle la última palabra. “Tal vez porque los impulsos son más humanos que la arrogancia”.La sonrisa que apareció en los labios de Matías era peligrosa, como si hubiera encontrado el desafío que esperaba. “¿Te refieres a mi arrogancia oa la tuya?”Antes de que pudiera responder, la puerta del despacho se abrió de golpe, revelando a Sofía, la compañera de oficina que parecía
El sonido del despertador perforó la tranquilidad de la madrugada, arrancando a Amelia de un sueño inquieto. Su cuerpo aún sentía el cansancio de la noche anterior, cuando los gemelos insistieron en jugar hasta quedarse dormidos en sus brazos. Los cubrió con una manta antes de dirigirse al baño, donde se enfrentó a su reflejo.Ojeras sutiles oscurecían su mirada, un recordatorio de la carga que llevaba. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad por siempre, pero cada vez que pensaba en cómo Matías reaccionaría, una ola de incertidumbre la paralizaba.Respiró hondo y se preparó para un nuevo día en la oficina.Cuando llegó al edificio, intentó mantener la compostura. Se subió al elevador y ajustó su blusa, preparándose mentalmente para la jornada.Al entrar a la oficina de Matías, lo encontró revisando documentos, su expresión severa como siempre. Levantó la vista cuando ella entró, y por un momento, sus miradas se encontraron.—Buenos días —saludó ella con voz firme.—Buenos días,
El ambiente en la oficina de Ferrer Enterprises era un campo de batalla silencioso. Amelia lo había notado desde el primer día, pero ahora que llevaba más tiempo ahí, era imposible ignorarlo. No era solo la tensión natural de trabajar con su exmarido, sino también la guerra fría que se libraba entre sus compañeros. Y en el centro de todo, como una reina intocable en su trono de arrogancia, estaba Sofía.—¿Puedes traerme los informes de la junta de la tarde? —preguntó Sofía con una sonrisa demasiado dulce para ser sincera.Amelia ni siquiera levantó la vista de su escritorio. Sabía que Sofía era la mano derecha de Matías antes de que ella llegara. Y aunque técnicamente seguía en el mismo puesto, parecía que no le hacía gracia compartir responsabilidades con la nueva asistente ejecutiva del CEO.—No están en mi área de trabajo —respondió Amelia con calma—. Creo que podrías pedírselos directamente a contabilidad.El falso encanto de Sofía se desvaneció de inmediato, y su expresión se vol
La oficina estaba en calma, pero Amelia sabía que era solo una ilusión. Desde su confrontación con Sofía, los murmullos y miradas inquisitivas habían aumentado. La gente hablaba a sus espaldas y se preguntaba cómo había conseguido un puesto tan alto sin experiencia en la empresa. Amelia lo sabía, lo sentía en el aire cargado de tensión cada vez que caminaba por los pasillos.El verdadero desafío no era su trabajo, sino la necesidad de demostrar que pertenecía ahí sin revelar la verdad sobre su relación con Matías.Aquella mañana, mientras revisaba los reportes de las reuniones pasadas, recibió un correo de Recursos Humanos. "Reunión de desempeño" decía el asunto. Frunció el ceño. Apenas llevaba unas semanas en la empresa y ya la estaban evaluando. Era obvio que alguien había movido los hilos para hacerle la vida más difícil.—¿Problemas? —La voz de Matías la sacó de sus pensamientos. Estaba apoyado en el marco de su oficina, mirándola con curiosidad.—Nada fuera de lo normal —respondi
El aire en la oficina se había vuelto más denso desde el enfrentamiento con Sofía. Amelia podía sentir las miradas sobre ella, como si cada movimiento suyo fuera analizado en busca de una razón para desacreditarla. Aunque trataba de concentrarse en su trabajo, la tensión era innegable. Sabía que no podía permitirse errores.Matías también parecía notarlo. Aunque no había vuelto a intervenir directamente, su actitud había cambiado. No era abiertamente protector, pero de vez en cuando lanzaba miradas de advertencia a cualquiera que pareciera estar dificultando el trabajo de Amelia. Era un equilibrio extraño: por un lado, mantenían la profesionalidad, pero por otro, la conexión entre ellos seguía latente.El día se volvió aún más complicado cuando Matías convocó a una reunión de equipo. El proyecto en el que estaban trabajando era de suma importancia para la empresa, y la presión por presentar resultados era alta. Amelia entró en la sala de conferencias con su tableta en mano, lista para
La oficina estaba en completo silencio. El murmullo habitual de teclados, teléfonos y conversaciones había desaparecido, dejando solo el leve zumbido del aire acondicionado y el sonido de la ciudad a lo lejos.Amelia se sentó frente a la computadora en la sala de conferencias, repasando el informe con atención. Cada número debía cuadrar perfectamente, cada proyección debía estar justificada. No podía haber margen de error, no cuando Matías había confiado en ella para arreglar el desastre que Sofía había dejado.Suspiró y se frotó las sienes. La noche sería larga.—Espero que no te moleste la compañía —la voz grave de Matías la sacó de su concentración.Amelia levantó la mirada y lo vio apoyado contra el marco de la puerta con los brazos cruzados, observándola con esa intensidad característica.—¿Tú también te vas a quedar? —preguntó, sorprendida.—No voy a dejarte sola trabajando en esto. Además… —hizo una pausa, con una media sonrisa—. Me aseguré de que nos traigan cena.Antes de que
La oficina, con sus paredes blancas y muebles de madera, parecía un lugar poco probable para que la pasión se desatara. Pero allí, en ese espacio aparentemente ordinario, la tensión entre Amelia y Matías ardía bajo la superficie, lista para consumirlos en cualquier momento. Amelia, con su cabello castaño cayendo en suaves ondas sobre sus hombros, estaba concentrada en la pantalla de su computadora, tecleando con determinación. Su mirada, fija en las cifras y gráficos, reflejaba una mente analítica y precisa. Pero algo más profundo en su interior revelaba un deseo reprimido, una chispa de lujuria que luchaba por liberarse. Matías, su compañero de trabajo, se había convertido en una distracción constante. Con su presencia alta y su cabello oscuro cuidadosamente peinado, irradiaba una confianza que contrastaba con la timidez natural de Amelia. Mientras ella se perdía en los datos, él la observaba desde su escritorio, sus ojos oscuros brillando conuna intensidad que ella no podía ignorar