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Capítulo 1: Parte II Entre la razón y el deseo

El sonido del despertador perforó la tranquilidad de la madrugada, arrancando a Amelia de un sueño inquieto. Su cuerpo aún sentía el cansancio de la noche anterior, cuando los gemelos insistieron en jugar hasta quedarse dormidos en sus brazos. Los cubrió con una manta antes de dirigirse al baño, donde se enfrentó a su reflejo.

Ojeras sutiles oscurecían su mirada, un recordatorio de la carga que llevaba. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad por siempre, pero cada vez que pensaba en cómo Matías reaccionaría, una ola de incertidumbre la paralizaba.

Respiró hondo y se preparó para un nuevo día en la oficina.


Cuando llegó al edificio, intentó mantener la compostura. Se subió al elevador y ajustó su blusa, preparándose mentalmente para la jornada.

Al entrar a la oficina de Matías, lo encontró revisando documentos, su expresión severa como siempre. Levantó la vista cuando ella entró, y por un momento, sus miradas se encontraron.

—Buenos días —saludó ella con voz firme.

—Buenos días, Amelia —respondió él, su tono más suave de lo que esperaba.

Durante el día, los roces entre ellos fueron inevitables. En una de las reuniones, Matías insistió en que Amelia lo acompañara a una cena con inversionistas. La noticia la tomó por sorpresa.

—No creo que sea necesario —intentó protestar.

—Es parte de tu trabajo —dijo él con una sonrisa desafiante—. A menos que tengas algún otro compromiso.

Amelia apretó los dientes. Sabía que no podía negarse sin levantar sospechas.

Más tarde, mientras se preparaba para la cena, Amelia no pudo evitar pensar en lo difícil que era mantener la distancia con Matías. Había momentos en los que casi podía olvidar el dolor del pasado… pero solo casi.

En la cena, Matías se mostró encantador y carismático con los inversionistas. Amelia lo conocía lo suficiente como para saber que, aunque su actitud parecía relajada, siempre estaba analizando la situación. En un momento, él le susurró al oído:

—Estás hermosa esta noche.

Su piel se estremeció. Intentó ignorar el efecto que aún tenía sobre ella, pero cuando él le tomó la mano para guiarla en la presentación, supo que estaba perdiendo el control de la situación.

El pasado los perseguía, y Amelia comenzaba a preguntarse si podría seguir escondiendo su secreto por mucho más tiempo.

Amelia se obligó a mantener la compostura, recordándose que estaba aquí por trabajo. No importaba lo que Matías dijera o hiciera, debía mantener su profesionalismo intacto. Inspiró hondo y sonrió con cortesía antes de responder.

—Gracias, señor Ferrer —replicó con formalidad, enfatizando su apellido en un intento de poner distancia.

Matías alzó una ceja, notando el cambio de tono, pero no insistió. En su mundo, el profesionalismo era una máscara tan común como un traje a medida, y si Amelia quería jugar esa carta, él sabría adaptarse.

La velada transcurrió entre discursos, brindis y reuniones con ejecutivos importantes. Amelia cumplió su papel a la perfección, manteniéndose a su lado como una sombra eficiente. Respondía preguntas cuando era necesario, tomaba notas mentales de cada posible inversor y evitaba cualquier contacto innecesario con Matías. Sin embargo, no podía evitar sentir su mirada en ella cada tanto, como si él estuviera analizándola, buscando grietas en su coraza.

Cuando finalmente la reunión principal terminó y las conversaciones se distendieron, Amelia aprovechó un momento de distracción para alejarse unos minutos. Necesitaba un respiro, lejos de las luces y la tensión. Se refugió en el balcón del hotel, donde la brisa nocturna le refrescó el rostro. Cerró los ojos por un momento, disfrutando la tranquilidad.

—Pensé que ya te habías escapado —la voz de Matías interrumpió su breve paz.

Amelia se giró lentamente y lo encontró de pie en la entrada del balcón, con las manos en los bolsillos y una expresión inescrutable. Él siempre había sido así: imponente sin esfuerzo, con una presencia que llenaba la habitación. Era frustrante cómo su simple existencia podía hacerla sentir vulnerable.

—Solo necesitaba un momento a solas —dijo con calma.

Matías asintió y, sorprendentemente, no intentó acercarse más. En cambio, se apoyó en la baranda y miró hacia la ciudad iluminada.

—Esta noche fue un éxito. Los inversores quedaron satisfechos, y todo gracias a tu impecable organización.

Amelia arqueó una ceja. No esperaba un cumplido tan directo.

—Es mi trabajo —respondó con simpleza.

—Aun así, lo hiciste bien.

Se hizo un breve silencio entre ellos. Amelia se preguntó si debía marcharse, pero algo la detuvo. Tal vez era la nostalgia, tal vez la necesidad de entender en qué punto exacto su relación se había convertido en esto: dos extraños con un pasado enredado.

—No pensé que aceptarías trabajar para mí —comentó Matías, girándose hacia ella.

—No pensé que me contratarías —replicó Amelia con una sonrisa irónica.

Matías esbozó una leve sonrisa. Algo en su expresión le resultó familiar, y por un instante, se sintió como si hubieran retrocedido en el tiempo. Pero esa ilusión se desvaneció rápidamente cuando él volvió a hablar.

—No creo en coincidencias, Amelia. Si el destino nos puso en el mismo camino otra vez, tal vez hay algo que aún no hemos resuelto.

Su corazón dio un vuelco, pero se negó a darle ese poder sobre ella.

—O tal vez el destino tiene un sentido del humor retorcido —replicó con ligereza, antes de enderezarse.

No le daría más espacio para abrir viejas heridas. Con un ademán profesional, le dirigió una última mirada.

—Mañana tenemos una reunión importante a primera hora. Descansa, señor Ferrer.

Antes de que él pudiera responder, Amelia salió del balcón con la cabeza en alto, sintiendo la intensidad de su mirada siguiéndola. Sabía que Matías no se rendiría tan fácilmente, pero ella tampoco.

El pasado podía estar al acecho, pero Amelia no iba a permitir que la consumiera. Al menos, no esta noche.

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