Las luces tenues del almacén parpadeaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes de cemento desnudo. Frente a mí, El Fantasma examinaba el contenido del sobre con una expresión inescrutable. Cada gesto suyo era calculado, contenido, como si fuera un depredador estudiando a su presa. No había dicho nada desde que dejé el paquete en la mesa, y la tensión en la habitación se sentía densa, sofocante.
—Lo hiciste bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No te delataste, no hiciste preguntas innecesarias y regresaste rápido.
Me crucé de brazos, manteniendo la compostura a pesar de que mi corazón martillaba contra mi pecho.
—Cumplí con mi parte. Ahora cumple tú con la tuya. Matteo. Quiero saber qué le ha pasado.
El Fantasma cerró el sobre con un ademán lento y metódico antes de levantar la mirada hacia mí. Sus ojos azul acero me atraparon, despojándome de cualquier protección que pudiera haber construido alrededor de mis pensamientos.
—Aún no has terminado —replicó con calma—. Lo de hoy fue solo una prueba.
Apreté los puños.
—¿Cuántas pruebas más piensas ponerme? No soy tu marioneta, Marchetti.
Su ceja se arqueó con diversión, pero en sus ojos no había humor.
—¿Así que ya sabes mi nombre? —musitó, ladeando ligeramente la cabeza.
Me tensé. En ningún momento me lo había dicho, pero entre las sombras del sobre, entre los documentos y los nombres, lo encontré. Luca Marchetti.
—No pareces sorprendido —dije, estudiándolo.
—Porque quería que lo descubrieras —replicó con un destello de algo peligroso en la mirada—. Ahora que lo sabes, dime, ¿qué piensas hacer con esa información?
—No significa nada para mí —respondí con sinceridad—. Lo único que me importa es encontrar a mi hermano.
Marchetti sonrió levemente y, por primera vez, vi algo diferente en él. Una chispa de reconocimiento, como si mi respuesta le hubiera satisfecho.
—Bien —dijo tras una pausa—. Sigues aquí, lo que significa que estás dispuesta a ir más allá. Pero antes de continuar, quiero que entiendas algo. Matteo no es solo un hombre desaparecido. No fue simplemente tragado por la mafia. Él tomó decisiones, Elena, decisiones que lo metieron en esto. Si sigues adelante, podrías descubrir cosas que preferirías no saber.
Su advertencia no me disuadió. No ahora. No después de todo lo que había pasado.
—Estoy dispuesta a correr ese riesgo.
—Entonces sigue mis reglas. Y la primera de ellas es que no vuelvas a desafiarme en mi propio terreno. —Su voz era baja, peligrosa—. Aprecié tu valentía, pero aquí, la valentía sin cautela es una sentencia de muerte.
Tragué saliva, pero no aparté la mirada.
—¿Cuál es mi siguiente paso?
Marchetti dejó el sobre a un lado y tomó una copa de cristal con licor ámbar, bebiendo un sorbo antes de responder.
—Mañana en la noche, habrá una subasta privada. No de arte, como a lo que estás acostumbrada, sino de algo mucho más valioso. Contactos. Información. Secretos. Ahí es donde encontraremos la siguiente pieza de este rompecabezas.
Me estremecí. Sabía de esas reuniones clandestinas, donde el poder y la corrupción bailaban de la mano.
—¿Y qué se supone que haga yo ahí? —pregunté con cautela.
—Serás mi acompañante —respondió con naturalidad.
Me reí con incredulidad.
—¿Quieres que finja ser tu amante para infiltrarnos en una subasta de la mafia?
Él me sostuvo la mirada, su expresión indescifrable.
—Quiero que juegues el papel que te permita sobrevivir en mi mundo. Si fingir ser mi amante es necesario, entonces sí. Pero no te equivoques, Elena. No estarás ahí para lucirte. Vas a observar, escuchar, y descubrir quién en esa sala sabe algo sobre Matteo.
Cada palabra suya caía como un peso sobre mí. Esto era mucho más grande de lo que imaginaba. Pero no me echaría atrás.
—Bien —acepté con firmeza—. Pero si intentas jugar conmigo otra vez, Marchetti, te juro que lo lamentarás.
Por primera vez, su sonrisa se volvió genuina.
—Eso quiero verlo.
El sobre descansaba sobre la mesa de cristal, inofensivo a simple vista, pero su contenido tenía el poder de cambiar el rumbo de mi búsqueda. Lo abrí con dedos temblorosos y saqué la nota dentro. La caligrafía era elegante, inclinada con precisión quirúrgica."Via della Spiga, 14. Pregunta por Bianca."Fruncí el ceño. No era una dirección cualquiera. Via della Spiga era una de las calles comerciales más exclusivas de Milán, hogar de las boutiques más prestigiosas del mundo. ¿Por qué el Fantasma me enviaba allí? Sin más información, solo me quedaba obedecer.***La boutique estaba escondida entre dos edificios, sin carteles llamativos ni escaparates evidentes. Solo una pequeña placa dorada en la puerta indicaba su nombre: "Bianca Couture". Empujé la pesada puerta de cristal y entré en un santuario de telas exquisitas y perfumes embriagadores.Los vestidos colgaban como obras de arte, cada uno más impresionante que el anterior. La iluminación tenue resaltaba los bordados, las lentejuela
El murmullo de la multitud se convirtió en un zumbido de fondo mientras Elena avanzaba del brazo del Fantasma. El interior de la mansión era aún más lujoso de lo que había imaginado: arañas de cristal colgaban de techos altos, el mármol pulido reflejaba la luz cálida y dorada, y las paredes estaban decoradas con obras de arte que probablemente valían más de lo que ganaría en una vida entera.Pero no era la opulencia lo que ponía su piel de gallina, sino la gente. Hombres y mujeres vestidos de gala, moviéndose con una gracia estudiada, sonriendo con labios falsos mientras bebían champán y negociaban en susurros. No era solo una subasta; era un mercado de poder, donde los más peligrosos jugaban sus cartas en la oscuridad.Elena se aferró al brazo del Fantasma mientras avanzaban por la multitud. Podía sentir las miradas sobre ellos, algunas de curiosidad, otras de miedo. Era evidente que él no solo era conocido, sino también temido.—Mantén la compostura —susurró el Fantasma cerca de su
El aire en la mansión seguía cargado tras la ejecución fría y calculada del Fantasma. Los murmullos entre los asistentes apenas eran perceptibles, pero el mensaje había sido claro: nadie desafiaba su autoridad sin enfrentar las consecuencias. Yo, con el corazón tamborileando en mi pecho, trataba de mantener la compostura, pero la imagen de la sangre esparciéndose por el suelo se negaba a salir de mi mente.Respiré hondo, obligándome a apartar la vista del cadáver que yacía inmóvil en medio del elegante salón. A mi alrededor, los invitados continuaban con su velada, algunos con miradas de cautela, otros con indiferencia absoluta. Como si la muerte fuera solo un pequeño inconveniente dentro de su mundo.El Fantasma se inclinó hacia mí, su máscara reflejando las luces débiles del lugar.—Camina conmigo —ordenó en un tono que no admitía protesta.Tragué saliva y asentí, siguiéndolo a través de la multitud. Pasamos por un largo pasillo adornado con cuadros antiguos, hasta que empujó una pu
ElenaEl murmullo en el salón se desvaneció en cuanto la tela de terciopelo negro fue retirada, revelando al hombre que se encontraba de rodillas dentro del carrito, con las manos atadas a la espalda y la cabeza gacha. Su ropa estaba sucia y desgarrada, y su rostro mostraba rastros de golpes recientes. No era un objeto lo que se subastaba, sino una persona.Mi estómago se revolvió.El presentador sonrió con afilada satisfacción. —Caballeros, nuestro siguiente lote es un caso especial. Un hombre que alguna vez fue de los nuestros… y que, lamentablemente, olvidó dónde residía su lealtad.Un susurro recorrió la sala. No podía apartar la vista del prisionero, que ahora levantaba lentamente la cabeza. Sus ojos reflejaban puro terror.El Fantasma, sentado a mi lado, permanecía inmóvil, observando la escena con un aire de absoluta indiferencia. Yo, en cambio, apenas podía respirar. Todo esto era demasiado, demasiado macabro.—Este hombre estaba en una lista. Una lista de traidores —continuó l
El eco de los tacones sobre el suelo de mármol me resultaba ensordecedor. No sabía si era mi corazón latiendo con violencia o el peso de lo que acababa de presenciar lo que me hacía sentir tan inquieta. Apenas había pasado una hora desde la subasta, y aún podía sentir la tensión en mis huesos.El trayecto de regreso a la mansión de Luca había transcurrido en un silencio incómodo. La noche había terminado con una sensación de inquietud latente, como si algo más estuviera a punto de suceder. Luca no había dicho una sola palabra en el auto, simplemente me observaba de reojo mientras conducía con una calma exasperante. Yo, en cambio, no podía dejar de pensar en lo que había visto en la subasta, en el hombre traicionado, en la forma en que Luca había manejado todo con una frialdad escalofriante.Aquel hombre, el traidor, no era un simple desconocido para Luca. Lo vi en su mirada, en el brillo casi calculador de sus ojos cuando elevó la primera oferta. No había sorpresa en su expresión, solo
El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando finalmente cedí al cansancio. La noche había sido un torbellino de emociones: la subasta, el descubrimiento de aquel hombre en la mansión de Luca, y su mirada cargada de secretos que parecían consumirlo desde dentro. Después de todo lo ocurrido, él había insistido en que me quedara en su casa. No había sido una sugerencia ni una invitación amable, sino una orden disfrazada de conveniencia. "Es tarde para que regreses sola", había dicho con esa voz rasposa que no dejaba espacio para discusión.Por mucho que odiara admitirlo, tenía razón. Milán no era segura para alguien en mi posición, y menos después de lo que había presenciado. Así que, con un nudo en la garganta y la tensión aún aferrada a mi cuerpo, acepté quedarme.La habitación que me asignó estaba en la planta superior, alejada del bullicio de la casa y con una vista directa al jardín. Pero a pesar del lujo y la aparente tranquilidad, no lograba conciliar el sueño. Algo en el aire
El silencio en la mansión era sofocante. Cada rincón parecía estar impregnado de una tensión que electrizaba el aire. Después de recibir ese maldito paquete, todo había cambiado. Luca no había dicho una palabra en todo el trayecto hasta su oficina, pero la forma en que me sujetó de la muñeca y me arrastró con él dejaba claro que no estaba de humor para explicaciones tranquilas.Al llegar, cerró la puerta tras de sí con un golpe seco. Su espalda se mantenía recta, sus manos apoyadas en el borde del escritorio, los nudillos blancos de tanta presión. Suspiré, obligándome a calmar mi propia respiración, porque sabía que cualquier error podría costarme caro.—¿Vas a decirme qué está pasando? —pregunté, manteniendo la voz firme a pesar de mi miedo.Luca giró lentamente la cabeza hacia mí. Sus ojos oscuros me recorrieron de arriba abajo, como si estuviera evaluando si realmente merecía una respuesta. Finalmente, habló, su voz un filo de hielo que me erizó la piel.—No hay marcha atrás, Elena.
Elena no había tenido un respiro desde la noche anterior. El hallazgo de la rosa negra y la cinta de video con la imagen de Matteo había sacudido por completo su mundo. Su hermano estaba vivo, pero lo retenían en algún lugar que aún desconocía. Y lo peor era que ahora estaba atrapada en la mansión de Luca Marchetti, el hombre que había prometido ayudarla, pero también el mismo que la mantenía vigilada.No había dormido bien, y al despertar sintió la necesidad de hablar con alguien que no estuviera envuelto en esa peligrosa red de secretos y violencia. Buscó su teléfono y marcó el número de su mejor amiga, Clara.—¡Por fin te dignas a llamarme! —exclamó Clara con exasperación apenas respondió.Elena cerró los ojos, sintiéndose culpable. —Lo siento, han pasado muchas cosas.—¿Muchas cosas? Elena, desapareciste sin decir nada. Sabes que si no fuera porque confío en ti, ya habría llamado a la policía.Elena tragó saliva. No podía contarle toda la verdad, no solo por su propia seguridad, s