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Capítulo 5: La pista oculta

El sobre descansaba sobre la mesa de cristal, inofensivo a simple vista, pero su contenido tenía el poder de cambiar el rumbo de mi búsqueda. Lo abrí con dedos temblorosos y saqué la nota dentro. La caligrafía era elegante, inclinada con precisión quirúrgica.

"Via della Spiga, 14. Pregunta por Bianca."

Fruncí el ceño. No era una dirección cualquiera. Via della Spiga era una de las calles comerciales más exclusivas de Milán, hogar de las boutiques más prestigiosas del mundo. ¿Por qué el Fantasma me enviaba allí? Sin más información, solo me quedaba obedecer.

***

La boutique estaba escondida entre dos edificios, sin carteles llamativos ni escaparates evidentes. Solo una pequeña placa dorada en la puerta indicaba su nombre: "Bianca Couture". Empujé la pesada puerta de cristal y entré en un santuario de telas exquisitas y perfumes embriagadores.

Los vestidos colgaban como obras de arte, cada uno más impresionante que el anterior. La iluminación tenue resaltaba los bordados, las lentejuelas cosidas a mano y las telas sedosas. 

Una mujer de cabello rubio cenizo y labios pintados de rojo me recibió con una sonrisa afilada, estudiándome de arriba abajo como si pudiera descifrar cada uno de mis secretos con una sola mirada.

—Debes ser Elena —dijo con voz aterciopelada—. Te esperaba.

—¿Bianca? —pregunté, aún desconfiada.

—Así es. Ven conmigo, querida.

Me llevó a una sala privada en la parte trasera de la boutique, donde un único vestido colgaba en un perchero dorado. Era una pieza impresionante: negro, ceñido a la cintura, con una abertura en la pierna y finos detalles de pedrería que lo hacían brillar sutilmente bajo la luz. Sabía que era costoso sin siquiera mirar la etiqueta.

—¿Esto es una broma? —dije, cruzándome de brazos.

Bianca rió suavemente.

—No, es un regalo. O más bien, una inversión. Alguien pasará por tu apartamento esta noche para llevarte a la subasta. Ponte el vestido. No querrás desentonar.

La miré fijamente, buscando alguna señal de burla en su expresión.

—No entiendo por qué hacen todo esto. No soy parte de su mundo.

—Tal vez no aún —dijo Bianca con una sonrisa enigmática—. Pero hay personas que ven potencial donde otros ven una intrusa.

—¿El Fantasma? —pregunté con cautela.

—No soy quien para hablar en su nombre. Solo cumple con lo que se te pide, y todo saldrá bien. —Se giró y señaló un biombo de terciopelo—. Ahora, pruébatelo. Quiero asegurarme de que te quede perfecto.

No tenía opción, ¿verdad?

***

Horas más tarde, una elegante berlina negra se detuvo frente a mi edificio. Enzo, el hombre de confianza del Fantasma, me esperaba en el asiento del conductor. Su expresión era seria, como siempre.

Subí al auto sin decir palabra. Apenas cerré la puerta, el vehículo arrancó.

—Bonito vestido —comentó Enzo con un atisbo de ironía en su voz.

—Gracias. Un detalle de nuestro querido jefe. —Me acomodé en el asiento, mirando su reflejo en el espejo retrovisor—. ¿A dónde vamos exactamente?

—A la subasta —respondió sin dar más detalles.

—Eso ya lo sé. ¿Qué se subasta?

—Cosas valiosas.

Bufé, exasperada.

—Dime algo, Enzo. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para él?

—Suficiente.

—¿Suficiente para confiar en él?

Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo, afilados como cuchillas.

—Suficiente para saber que no te conviene hacerle demasiadas preguntas.

Me incliné un poco hacia adelante.

—Eso no me responde nada. ¿Por qué me está ayudando realmente? ¿Qué gana con esto?

Enzo suspiró.

—No me pagan por responderte, Moretti.

—Entonces, ¿por qué me respondes? —presioné, con una sonrisa ladina.

Él negó con la cabeza.

—Porque me caes bien. Pero eso no significa que te diré lo que quieres saber. Mejor concéntrate en lo que viene. Esta noche, debes actuar como si pertenecieras a ese mundo. No muestres dudas. No hagas preguntas. Y sobre todo, no le lleves la contraria al Fantasma en público.

—¿Qué pasa si lo hago?

—Descúbrelo por tu cuenta —dijo con una sonrisa casi divertida.

La conversación terminó allí. Pasamos las siguientes calles en silencio, hasta que el auto finalmente se detuvo frente a una mansión imponente.

La estructura se alzaba majestuosa, rodeada de jardines perfectamente cuidados. Luces doradas iluminaban la entrada, donde los invitados descendían de automóviles de lujo. Hombres con trajes impecables y mujeres con vestidos deslumbrantes cruzaban las puertas con la seguridad de quienes pertenecían a ese mundo.

Enzo bajó y rodeó el auto para abrirme la puerta, pero antes de que pudiera hacerlo, otra mano se extendió hacia mí.

El Fantasma estaba allí, vestido con un traje negro hecho a la medida, su máscara cubriendo la mitad de su rostro. Su porte era imponente, su presencia absorbía todo a su alrededor. Sus ojos, los únicos visibles tras la máscara, brillaban con algo indescifrable.

—Bienvenida al juego, Elena —dijo, con una sonrisa que me heló la sangre.

Me tomó de la mano y, sin darme oportunidad de dudar, me ayudó a bajar del auto.

El verdadero peligro apenas comenzaba.

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