¡Bienvenidos a otro capítulo lleno de tensión y secretos! 😏 Esta vez nos metemos en la mente de Elena mientras se adentra aún más en el peligroso mundo de Luca. ¿Quién es realmente ese prisionero? ¿Qué oculta el Fantasma sobre su pasado? Y lo más importante... ¿qué hará Elena con lo que acaba de descubrir? La intriga apenas comienza, así que prepárense, porque las sombras del pasado siempre encuentran la forma de alcanzarnos. 👀🔥 ¡Nos leemos en el próximo capítulo!
El reloj marcaba las tres de la madrugada cuando finalmente cedí al cansancio. La noche había sido un torbellino de emociones: la subasta, el descubrimiento de aquel hombre en la mansión de Luca, y su mirada cargada de secretos que parecían consumirlo desde dentro. Después de todo lo ocurrido, él había insistido en que me quedara en su casa. No había sido una sugerencia ni una invitación amable, sino una orden disfrazada de conveniencia. "Es tarde para que regreses sola", había dicho con esa voz rasposa que no dejaba espacio para discusión.Por mucho que odiara admitirlo, tenía razón. Milán no era segura para alguien en mi posición, y menos después de lo que había presenciado. Así que, con un nudo en la garganta y la tensión aún aferrada a mi cuerpo, acepté quedarme.La habitación que me asignó estaba en la planta superior, alejada del bullicio de la casa y con una vista directa al jardín. Pero a pesar del lujo y la aparente tranquilidad, no lograba conciliar el sueño. Algo en el aire
El silencio en la mansión era sofocante. Cada rincón parecía estar impregnado de una tensión que electrizaba el aire. Después de recibir ese maldito paquete, todo había cambiado. Luca no había dicho una palabra en todo el trayecto hasta su oficina, pero la forma en que me sujetó de la muñeca y me arrastró con él dejaba claro que no estaba de humor para explicaciones tranquilas.Al llegar, cerró la puerta tras de sí con un golpe seco. Su espalda se mantenía recta, sus manos apoyadas en el borde del escritorio, los nudillos blancos de tanta presión. Suspiré, obligándome a calmar mi propia respiración, porque sabía que cualquier error podría costarme caro.—¿Vas a decirme qué está pasando? —pregunté, manteniendo la voz firme a pesar de mi miedo.Luca giró lentamente la cabeza hacia mí. Sus ojos oscuros me recorrieron de arriba abajo, como si estuviera evaluando si realmente merecía una respuesta. Finalmente, habló, su voz un filo de hielo que me erizó la piel.—No hay marcha atrás, Elena.
Elena no había tenido un respiro desde la noche anterior. El hallazgo de la rosa negra y la cinta de video con la imagen de Matteo había sacudido por completo su mundo. Su hermano estaba vivo, pero lo retenían en algún lugar que aún desconocía. Y lo peor era que ahora estaba atrapada en la mansión de Luca Marchetti, el hombre que había prometido ayudarla, pero también el mismo que la mantenía vigilada.No había dormido bien, y al despertar sintió la necesidad de hablar con alguien que no estuviera envuelto en esa peligrosa red de secretos y violencia. Buscó su teléfono y marcó el número de su mejor amiga, Clara.—¡Por fin te dignas a llamarme! —exclamó Clara con exasperación apenas respondió.Elena cerró los ojos, sintiéndose culpable. —Lo siento, han pasado muchas cosas.—¿Muchas cosas? Elena, desapareciste sin decir nada. Sabes que si no fuera porque confío en ti, ya habría llamado a la policía.Elena tragó saliva. No podía contarle toda la verdad, no solo por su propia seguridad, s
El sonido del teléfono rompió el silencio de la noche. Estaba concentrada en el lienzo frente a mí, restaurando una pintura antigua que había pertenecido a una familia adinerada de Milán. El pincel se detuvo en el aire, y miré el reloj: las 2:47 a.m. Nadie llamaba a esa hora, a menos que fuera una emergencia. Con el corazón acelerado, descolgué el teléfono.—¿Elena? —La voz de Matteo sonaba distorsionada, como si estuviera hablando desde el fondo de un túnel— Necesito que escuches... No tengo mucho tiempo.—Matteo, ¿dónde estás? ¿Qué pasa? —Me levanté de un salto, derramando un frasco de agua sobre el lienzo que estaba restaurando. No me importó. La voz de mi hermano sonaba extraña, casi irreconocible. Era como si estuviera luchando por respirar, como si algo—o alguien—lo estuviera persiguiendo.—Estoy en problemas, Elena. No debería haberme metido en esto... Pero ahora es demasiado tarde. —Hubo un ruido de fondo, como pasos apresurados, y luego un golpe seco—. ¡No! ¡Déjenme en paz! —
La puerta se cerró detrás de él con un clic sordo, aislándonos del resto del mundo. El Fantasma, con su imponente figura y su máscara que parecía sellar sus emociones, se acercó lentamente, como un depredador acechando a su presa. Su mirada glacial recorrió mi rostro, evaluándome con una intensidad que hizo que me sintiera desnuda bajo su escrutinio.—Entonces, Elena Moretti, ¿crees que puedes venir aquí, irrumpir en mi mundo y exigirme algo? —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de un peligro latente que me puso los nervios de punta.No me dejé intimidar. Enderecé la espalda y lo miré directamente a los ojos, aunque mi corazón parecía estar tratando de escapar de mi pecho. —No estoy aquí para exigir nada. Estoy aquí porque necesito tu ayuda. Mi hermano ha desaparecido, y creo que está relacionado con tu... negocio.Sus labios se curvaron en una media sonrisa, pero no había humor en ella, solo desprecio. —¿Y por qué supones que yo tendría algo que ver con eso? —preguntó, cru
El coche avanzaba por las calles silenciosas de Milán, cortando la bruma nocturna como un cuchillo. Sentada en el asiento trasero, con las manos aferradas a mi abrigo mojado, no dejaba de repasar lo que acababa de suceder. Había venido aquí buscando respuestas, pero lo único que había encontrado era un hombre que se deleitaba en jugar con mi desesperación.El hombre que me escoltaba no había dicho ni una palabra desde que dejamos el club. Era alto y robusto, con una cicatriz que cruzaba su mejilla izquierda y una mirada que evitaba contacto visual. Su presencia solo aumentaba mi sensación de que me dirigía hacia un abismo del que no podría salir.—¿Siempre son así de amables? —pregunté, rompiendo el silencio.El hombre apenas giró la cabeza hacia mí, pero sus labios se torcieron en una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —Estás hablando demasiado para alguien que acaba de entrar en un mundo que no entiende.—Quizá deberían intentar una estrategia diferente con los invitados. Podría funci
Luca Marchetti, conocido como Il Fantasma, estaba apoyado contra el escritorio de su oficina improvisada en el almacén abandonado. Sus ojos recorrieron los informes que su gente había recopilado sobre Elena Moretti. Antes de que ella siquiera pusiera un pie en su club, él ya sabía de su existencia. Había dado la orden de investigarla en cuanto escuchó que alguien estaba husmeando en su territorio preguntando por Matteo Moretti.Sabía que su llegada no era casualidad. Y en su mundo, las coincidencias no existían.—¿Moretti? —preguntó Massimo, uno de sus hombres de confianza, con incredulidad—. ¿De verdad crees que puedes confiar en ella? Su hermano se metió en un lío con Russo. No me sorprendería que ella sea solo otra ficha en su juego.Luca exhaló lentamente el humo de su cigarro, sin apartar la vista de los documentos.—No confío en ella —respondió con calma—. Pero eso no significa que no pueda ser útil.Enzo soltó una risa seca. —¿Necesitas a una restauradora de arte para qué, exac
Las luces tenues del almacén parpadeaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes de cemento desnudo. Frente a mí, El Fantasma examinaba el contenido del sobre con una expresión inescrutable. Cada gesto suyo era calculado, contenido, como si fuera un depredador estudiando a su presa. No había dicho nada desde que dejé el paquete en la mesa, y la tensión en la habitación se sentía densa, sofocante.—Lo hiciste bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No te delataste, no hiciste preguntas innecesarias y regresaste rápido.Me crucé de brazos, manteniendo la compostura a pesar de que mi corazón martillaba contra mi pecho.—Cumplí con mi parte. Ahora cumple tú con la tuya. Matteo. Quiero saber qué le ha pasado.El Fantasma cerró el sobre con un ademán lento y metódico antes de levantar la mirada hacia mí. Sus ojos azul acero me atraparon, despojándome de cualquier protección que pudiera haber construido alrededor de mis pensamientos.—Aún no has terminado —replicó con calma—.