—¿Elena? —La voz de Matteo sonaba distorsionada, como si estuviera hablando desde el fondo de un túnel— Necesito que escuches... No tengo mucho tiempo.
—Matteo, ¿dónde estás? ¿Qué pasa? —Me levanté de un salto, derramando un frasco de agua sobre el lienzo que estaba restaurando. No me importó. La voz de mi hermano sonaba extraña, casi irreconocible. Era como si estuviera luchando por respirar, como si algo—o alguien—lo estuviera persiguiendo.
—Estoy en problemas, Elena. No debería haberme metido en esto... Pero ahora es demasiado tarde. —Hubo un ruido de fondo, como pasos apresurados, y luego un golpe seco—. ¡No! ¡Déjenme en paz! —gritó Matteo antes de que la línea se cortara.
—¡Matteo! ¡Matteo! —Grité en el teléfono, pero solo escuché el tono de llamada interrumpida. Lo intenté de nuevo, pero el número estaba fuera de servicio. Mi mente se llenó de imágenes horribles: Matteo herido, Matteo asustado, Matteo... muerto.
No, no podía pensar en eso. No podía permitirme el lujo de desmoronarme. Tenía que hacer algo.
Me puse el abrigo, un viejo trench marrón que había pertenecido a mi madre, y salí corriendo de mi pequeño apartamento en el centro de Milán. La lluvia fina mojaba las calles vacías, y las farolas proyectaban sombras alargadas sobre el pavimento.
Corrí hacia el apartamento de Matteo, a solo diez minutos de distancia. Con cada paso, mi corazón latía más fuerte, y la sensación de que algo estaba terriblemente mal crecía en mi pecho. Matteo era todo lo que me quedaba. No podía perderlo.
Cuando llegué, la puerta del apartamento de Matteo estaba entreabierta. La empujé con cuidado, temiendo lo que podría encontrar al otro lado. El interior estaba revuelto: los muebles volcados, los cajones abiertos, papeles esparcidos por el suelo. Parecía que alguien había estado buscando algo... o a alguien.
—Matteo... —Susurré su nombre, como si al hacerlo pudiera hacerlo aparecer. Pero no hubo respuesta. Solo el silencio, roto por el sonido de la lluvia golpeando la ventana. Mi respiración se aceleró, y sentí un nudo en el estómago. ¿Dónde estaba él? ¿Qué le habían hecho?
Fue entonces cuando lo vi. En la pared del salón, justo encima del sofá volcado, alguien había grabado un símbolo: una rosa negra con espinas ensangrentadas. Me acerqué, tocando las marcas con los dedos. Estaban frescas, como si las hubieran hecho hace apenas unas horas. ¿Qué significaba eso? ¿Y qué tenía que ver con Matteo?
Mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad. Matteo era periodista, siempre investigando historias que nadie más se atrevía a tocarlas. Últimamente, había estado obsesionado con algo relacionado con la mafia, pero nunca me había dado detalles. —Es demasiado peligroso, Elena —me había dicho la última vez que hablamos—. No quiero que te involucres.
Pero ahora no tenía opción. Matteo estaba en peligro, y esa rosa negra era la única pista que tenía. Saqué mi teléfono y tomé una foto del símbolo, decidida a averiguar qué significaba. Tal vez alguien en la policía podría ayudarme... aunque, por la forma en que Matteo hablaba de sus investigaciones, no estaba segura de que pudiera confiar en ellos. La mafia tenía tentáculos en todas partes, incluso en las fuerzas del orden. No podía arriesgarme.
Mientras salía del apartamento, mi teléfono vibró. Era un mensaje de un número desconocido: "Deja de buscar a tu hermano, o ambos morirán."
Sentí que el suelo se movía bajo mis pies. ¿Quién era esa persona? ¿Y cómo sabían que yo estaba buscando a Matteo? Miré a mi alrededor, pero la calle estaba vacía. Sin embargo, la sensación de que alguien me observaba era abrumadora.
Me envolví más en mi abrigo, como si pudiera protegerme de esa mirada invisible. No podía ir a la policía. Si alguien dentro de la mafia estaba detrás de esto, no podía arriesgarme a que Matteo terminara peor de lo que ya estaba. Tenía que encontrar otra manera.
Y entonces lo recordé: El Fantasma.
Había oído hablar de él, un hombre envuelto en misterio y leyendas. Nadie sabía su nombre real, ni siquiera cómo se veía. Solo lo conocían como "El Fantasma", el líder de una de las mafias más poderosas de Italia. Era un nombre que inspiraba miedo y respeto en igual medida. Si alguien podía ayudarme a encontrar a Matteo, era él. Pero acercarme a El Fantasma no sería fácil. Era un hombre peligroso, un hombre que, según los rumores, no perdonaba traiciones ni errores.
Respiré hondo y me dirigí hacia el único lugar donde, según las investigaciones de Matteo, podría encontrarlo: Il Veliero, un club exclusivo en el corazón de Milán, conocido por ser un lugar de reunión para la élite criminal de la ciudad. No tenía un plan, solo la determinación de hacer lo que fuera necesario para salvar a mi hermano. Matteo era todo lo que me quedaba. No podía fallarle.
***
El club estaba lleno de gente elegante y peligrosa. Las luces tenues y la música suave creaban una atmósfera sofisticada, pero no podía ignorar las miradas que me seguían mientras caminaba hacia el bar. No pertenecía a ese mundo, y lo sabía. Mi abrigo mojado y mis botas embarradas contrastaban con los vestidos de seda y los trajes impecables que me rodeaban. Pero no tenía tiempo para dudar.
—¿Qué haces aquí, princesa? —Un hombre alto y musculoso se acercó a mí, bloqueándome el paso—. Este no es lugar para alguien como tú.
—Necesito ver a El Fantasma —dije, tratando de mantener la voz firme—. Es urgente.
El hombre soltó una risa burlona. —¿Crees que puedes simplemente aparecer y pedir ver al jefe? Eres más valiente de lo que pareces, pequeña.
—Por favor —insistí, sintiendo que el tiempo se me escapaba de las manos—. Es una cuestión de vida o muerte.
El hombre me miró con curiosidad, como si estuviera evaluando si valía la pena molestarse. Finalmente, asintió con la cabeza. —Espera aquí.
Pero no podía esperar. No podía permitir que me ignoraran. —¡No me iré hasta que alguien me ponga en contacto con El Fantasma! —grité, atrayendo la atención de todos en el club. Las miradas se volvieron hacia mí, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Pero no me importó. Matteo dependía de mí.
El hombre alto me agarró del brazo con fuerza. —Te lo advertí, princesa. No sabes con quién estás jugando.
—¡Suéltame! —Intenté liberarme, pero su agarre era como una abrazadera de acero. Me arrastró hacia una puerta lateral, mientras yo forcejeaba y gritaba. —¡Necesito ver a El Fantasma! ¡Es una cuestión de vida o muerte!
Me llevaron por un pasillo estrecho y oscuro, hasta una habitación pequeña y mal iluminada. El hombre me empujó hacia adentro y cerró la puerta detrás de mí. Me quedé sola, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración entrecortada. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Me matarían por mi atrevimiento?
Y entonces lo vi.
La puerta se abrió, y un hombre entró en la habitación. Era alto, más de lo que había imaginado, con un traje negro que se ajustaba perfectamente a su figura atlética. Su cabello negro y corto estaba impecable, y sus ojos azules, fríos como el hielo, me observaron con una intensidad que me hizo temblar.
Pero lo que más me llamó la atención fue la máscara que llevaba: una pieza negra y elegante que le cubría el lado izquierdo del rostro, dejando solo su ojo derecho y su boca visible. Era como si el misterio mismo lo envolviera, como si fuera una figura sacada de una pesadilla.
—¿Quién eres tú? —preguntó, su voz suave pero cargada de autoridad.
—Elena Moretti —respondí, tratando de no dejar que el miedo se apoderara de mí—. Necesito tu ayuda. Mi hermano ha desaparecido, y creo que tu familia está involucrada.
El Fantasma arqueó una ceja, como si me encontrara divertida. —¿Y por qué debería importarme eso?
—Porque tengo algo que ofrecerte —dije, sosteniendo su mirada—. Información sobre un traidor dentro de tu organización.
Hubo un silencio incómodo mientras El Fantasma me estudiaba, como si estuviera decidiendo si valía la pena escucharme. Finalmente, asintió con la cabeza. —Muy bien, Elena Moretti. Hablaremos. Pero ten en cuenta una cosa: si me mientes, no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte.
Asentí, sabiendo que acababa de cruzar un punto de no retorno. Pero no importaba. Haría lo que fuera necesario para salvar a Matteo... incluso si eso significaba hacer un trato con el diablo.
La puerta se cerró detrás de él con un clic sordo, aislándonos del resto del mundo. El Fantasma, con su imponente figura y su máscara que parecía sellar sus emociones, se acercó lentamente, como un depredador acechando a su presa. Su mirada glacial recorrió mi rostro, evaluándome con una intensidad que hizo que me sintiera desnuda bajo su escrutinio.—Entonces, Elena Moretti, ¿crees que puedes venir aquí, irrumpir en mi mundo y exigirme algo? —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de un peligro latente que me puso los nervios de punta.No me dejé intimidar. Enderecé la espalda y lo miré directamente a los ojos, aunque mi corazón parecía estar tratando de escapar de mi pecho. —No estoy aquí para exigir nada. Estoy aquí porque necesito tu ayuda. Mi hermano ha desaparecido, y creo que está relacionado con tu... negocio.Sus labios se curvaron en una media sonrisa, pero no había humor en ella, solo desprecio. —¿Y por qué supones que yo tendría algo que ver con eso? —preguntó, cru
El coche avanzaba por las calles silenciosas de Milán, cortando la bruma nocturna como un cuchillo. Sentada en el asiento trasero, con las manos aferradas a mi abrigo mojado, no dejaba de repasar lo que acababa de suceder. Había venido aquí buscando respuestas, pero lo único que había encontrado era un hombre que se deleitaba en jugar con mi desesperación.El hombre que me escoltaba no había dicho ni una palabra desde que dejamos el club. Era alto y robusto, con una cicatriz que cruzaba su mejilla izquierda y una mirada que evitaba contacto visual. Su presencia solo aumentaba mi sensación de que me dirigía hacia un abismo del que no podría salir.—¿Siempre son así de amables? —pregunté, rompiendo el silencio.El hombre apenas giró la cabeza hacia mí, pero sus labios se torcieron en una sonrisa que no alcanzó sus ojos. —Estás hablando demasiado para alguien que acaba de entrar en un mundo que no entiende.—Quizá deberían intentar una estrategia diferente con los invitados. Podría funci
Luca Marchetti, conocido como Il Fantasma, estaba apoyado contra el escritorio de su oficina improvisada en el almacén abandonado. Sus ojos recorrieron los informes que su gente había recopilado sobre Elena Moretti. Antes de que ella siquiera pusiera un pie en su club, él ya sabía de su existencia. Había dado la orden de investigarla en cuanto escuchó que alguien estaba husmeando en su territorio preguntando por Matteo Moretti.Sabía que su llegada no era casualidad. Y en su mundo, las coincidencias no existían.—¿Moretti? —preguntó Massimo, uno de sus hombres de confianza, con incredulidad—. ¿De verdad crees que puedes confiar en ella? Su hermano se metió en un lío con Russo. No me sorprendería que ella sea solo otra ficha en su juego.Luca exhaló lentamente el humo de su cigarro, sin apartar la vista de los documentos.—No confío en ella —respondió con calma—. Pero eso no significa que no pueda ser útil.Enzo soltó una risa seca. —¿Necesitas a una restauradora de arte para qué, exac
Las luces tenues del almacén parpadeaban, proyectando sombras inquietantes en las paredes de cemento desnudo. Frente a mí, El Fantasma examinaba el contenido del sobre con una expresión inescrutable. Cada gesto suyo era calculado, contenido, como si fuera un depredador estudiando a su presa. No había dicho nada desde que dejé el paquete en la mesa, y la tensión en la habitación se sentía densa, sofocante.—Lo hiciste bien —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. No te delataste, no hiciste preguntas innecesarias y regresaste rápido.Me crucé de brazos, manteniendo la compostura a pesar de que mi corazón martillaba contra mi pecho.—Cumplí con mi parte. Ahora cumple tú con la tuya. Matteo. Quiero saber qué le ha pasado.El Fantasma cerró el sobre con un ademán lento y metódico antes de levantar la mirada hacia mí. Sus ojos azul acero me atraparon, despojándome de cualquier protección que pudiera haber construido alrededor de mis pensamientos.—Aún no has terminado —replicó con calma—.
El sobre descansaba sobre la mesa de cristal, inofensivo a simple vista, pero su contenido tenía el poder de cambiar el rumbo de mi búsqueda. Lo abrí con dedos temblorosos y saqué la nota dentro. La caligrafía era elegante, inclinada con precisión quirúrgica."Via della Spiga, 14. Pregunta por Bianca."Fruncí el ceño. No era una dirección cualquiera. Via della Spiga era una de las calles comerciales más exclusivas de Milán, hogar de las boutiques más prestigiosas del mundo. ¿Por qué el Fantasma me enviaba allí? Sin más información, solo me quedaba obedecer.***La boutique estaba escondida entre dos edificios, sin carteles llamativos ni escaparates evidentes. Solo una pequeña placa dorada en la puerta indicaba su nombre: "Bianca Couture". Empujé la pesada puerta de cristal y entré en un santuario de telas exquisitas y perfumes embriagadores.Los vestidos colgaban como obras de arte, cada uno más impresionante que el anterior. La iluminación tenue resaltaba los bordados, las lentejuela
El murmullo de la multitud se convirtió en un zumbido de fondo mientras Elena avanzaba del brazo del Fantasma. El interior de la mansión era aún más lujoso de lo que había imaginado: arañas de cristal colgaban de techos altos, el mármol pulido reflejaba la luz cálida y dorada, y las paredes estaban decoradas con obras de arte que probablemente valían más de lo que ganaría en una vida entera.Pero no era la opulencia lo que ponía su piel de gallina, sino la gente. Hombres y mujeres vestidos de gala, moviéndose con una gracia estudiada, sonriendo con labios falsos mientras bebían champán y negociaban en susurros. No era solo una subasta; era un mercado de poder, donde los más peligrosos jugaban sus cartas en la oscuridad.Elena se aferró al brazo del Fantasma mientras avanzaban por la multitud. Podía sentir las miradas sobre ellos, algunas de curiosidad, otras de miedo. Era evidente que él no solo era conocido, sino también temido.—Mantén la compostura —susurró el Fantasma cerca de su
El aire en la mansión seguía cargado tras la ejecución fría y calculada del Fantasma. Los murmullos entre los asistentes apenas eran perceptibles, pero el mensaje había sido claro: nadie desafiaba su autoridad sin enfrentar las consecuencias. Yo, con el corazón tamborileando en mi pecho, trataba de mantener la compostura, pero la imagen de la sangre esparciéndose por el suelo se negaba a salir de mi mente.Respiré hondo, obligándome a apartar la vista del cadáver que yacía inmóvil en medio del elegante salón. A mi alrededor, los invitados continuaban con su velada, algunos con miradas de cautela, otros con indiferencia absoluta. Como si la muerte fuera solo un pequeño inconveniente dentro de su mundo.El Fantasma se inclinó hacia mí, su máscara reflejando las luces débiles del lugar.—Camina conmigo —ordenó en un tono que no admitía protesta.Tragué saliva y asentí, siguiéndolo a través de la multitud. Pasamos por un largo pasillo adornado con cuadros antiguos, hasta que empujó una pu
ElenaEl murmullo en el salón se desvaneció en cuanto la tela de terciopelo negro fue retirada, revelando al hombre que se encontraba de rodillas dentro del carrito, con las manos atadas a la espalda y la cabeza gacha. Su ropa estaba sucia y desgarrada, y su rostro mostraba rastros de golpes recientes. No era un objeto lo que se subastaba, sino una persona.Mi estómago se revolvió.El presentador sonrió con afilada satisfacción. —Caballeros, nuestro siguiente lote es un caso especial. Un hombre que alguna vez fue de los nuestros… y que, lamentablemente, olvidó dónde residía su lealtad.Un susurro recorrió la sala. No podía apartar la vista del prisionero, que ahora levantaba lentamente la cabeza. Sus ojos reflejaban puro terror.El Fantasma, sentado a mi lado, permanecía inmóvil, observando la escena con un aire de absoluta indiferencia. Yo, en cambio, apenas podía respirar. Todo esto era demasiado, demasiado macabro.—Este hombre estaba en una lista. Una lista de traidores —continuó l