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El Fantasma de Milán
El Fantasma de Milán
Por: Elena Poe
Capítulo 1: La rosa negra

El sonido del teléfono rompió el silencio de la noche. Estaba concentrada en el lienzo frente a mí, restaurando una pintura antigua que había pertenecido a una familia adinerada de Milán. El pincel se detuvo en el aire, y miré el reloj: las 2:47 a.m. Nadie llamaba a esa hora, a menos que fuera una emergencia. Con el corazón acelerado, descolgué el teléfono.

—¿Elena? —La voz de Matteo sonaba distorsionada, como si estuviera hablando desde el fondo de un túnel— Necesito que escuches... No tengo mucho tiempo.

—Matteo, ¿dónde estás? ¿Qué pasa? —Me levanté de un salto, derramando un frasco de agua sobre el lienzo que estaba restaurando. No me importó. La voz de mi hermano sonaba extraña, casi irreconocible. Era como si estuviera luchando por respirar, como si algo—o alguien—lo estuviera persiguiendo.

—Estoy en problemas, Elena. No debería haberme metido en esto... Pero ahora es demasiado tarde. —Hubo un ruido de fondo, como pasos apresurados, y luego un golpe seco—. ¡No! ¡Déjenme en paz! —gritó Matteo antes de que la línea se cortara.

—¡Matteo! ¡Matteo! —Grité en el teléfono, pero solo escuché el tono de llamada interrumpida. Lo intenté de nuevo, pero el número estaba fuera de servicio. Mi mente se llenó de imágenes horribles: Matteo herido, Matteo asustado, Matteo... muerto. 

No, no podía pensar en eso. No podía permitirme el lujo de desmoronarme. Tenía que hacer algo.

Me puse el abrigo, un viejo trench marrón que había pertenecido a mi madre, y salí corriendo de mi pequeño apartamento en el centro de Milán. La lluvia fina mojaba las calles vacías, y las farolas proyectaban sombras alargadas sobre el pavimento.

Corrí hacia el apartamento de Matteo, a solo diez minutos de distancia. Con cada paso, mi corazón latía más fuerte, y la sensación de que algo estaba terriblemente mal crecía en mi pecho. Matteo era todo lo que me quedaba. No podía perderlo.

Cuando llegué, la puerta del apartamento de Matteo estaba entreabierta. La empujé con cuidado, temiendo lo que podría encontrar al otro lado. El interior estaba revuelto: los muebles volcados, los cajones abiertos, papeles esparcidos por el suelo. Parecía que alguien había estado buscando algo... o a alguien. 

—Matteo... —Susurré su nombre, como si al hacerlo pudiera hacerlo aparecer. Pero no hubo respuesta. Solo el silencio, roto por el sonido de la lluvia golpeando la ventana. Mi respiración se aceleró, y sentí un nudo en el estómago. ¿Dónde estaba él? ¿Qué le habían hecho?

Fue entonces cuando lo vi. En la pared del salón, justo encima del sofá volcado, alguien había grabado un símbolo: una rosa negra con espinas ensangrentadas. Me acerqué, tocando las marcas con los dedos. Estaban frescas, como si las hubieran hecho hace apenas unas horas. ¿Qué significaba eso? ¿Y qué tenía que ver con Matteo?

Mi mente comenzó a trabajar a toda velocidad. Matteo era periodista, siempre investigando historias que nadie más se atrevía a tocarlas. Últimamente, había estado obsesionado con algo relacionado con la mafia, pero nunca me había dado detalles. —Es demasiado peligroso, Elena —me había dicho la última vez que hablamos—. No quiero que te involucres.

Pero ahora no tenía opción. Matteo estaba en peligro, y esa rosa negra era la única pista que tenía. Saqué mi teléfono y tomé una foto del símbolo, decidida a averiguar qué significaba. Tal vez alguien en la policía podría ayudarme... aunque, por la forma en que Matteo hablaba de sus investigaciones, no estaba segura de que pudiera confiar en ellos. La mafia tenía tentáculos en todas partes, incluso en las fuerzas del orden. No podía arriesgarme.

Mientras salía del apartamento, mi teléfono vibró. Era un mensaje de un número desconocido: "Deja de buscar a tu hermano, o ambos morirán."

Sentí que el suelo se movía bajo mis pies. ¿Quién era esa persona? ¿Y cómo sabían que yo estaba buscando a Matteo? Miré a mi alrededor, pero la calle estaba vacía. Sin embargo, la sensación de que alguien me observaba era abrumadora.

Me envolví más en mi abrigo, como si pudiera protegerme de esa mirada invisible. No podía ir a la policía. Si alguien dentro de la mafia estaba detrás de esto, no podía arriesgarme a que Matteo terminara peor de lo que ya estaba. Tenía que encontrar otra manera.

Y entonces lo recordé: El Fantasma.

Había oído hablar de él, un hombre envuelto en misterio y leyendas. Nadie sabía su nombre real, ni siquiera cómo se veía. Solo lo conocían como "El Fantasma", el líder de una de las mafias más poderosas de Italia. Era un nombre que inspiraba miedo y respeto en igual medida. Si alguien podía ayudarme a encontrar a Matteo, era él. Pero acercarme a El Fantasma no sería fácil. Era un hombre peligroso, un hombre que, según los rumores, no perdonaba traiciones ni errores.

Respiré hondo y me dirigí hacia el único lugar donde, según las investigaciones de Matteo, podría encontrarlo: Il Veliero, un club exclusivo en el corazón de Milán, conocido por ser un lugar de reunión para la élite criminal de la ciudad. No tenía un plan, solo la determinación de hacer lo que fuera necesario para salvar a mi hermano. Matteo era todo lo que me quedaba. No podía fallarle.

***

El club estaba lleno de gente elegante y peligrosa. Las luces tenues y la música suave creaban una atmósfera sofisticada, pero no podía ignorar las miradas que me seguían mientras caminaba hacia el bar. No pertenecía a ese mundo, y lo sabía. Mi abrigo mojado y mis botas embarradas contrastaban con los vestidos de seda y los trajes impecables que me rodeaban. Pero no tenía tiempo para dudar.

—¿Qué haces aquí, princesa? —Un hombre alto y musculoso se acercó a mí, bloqueándome el paso—. Este no es lugar para alguien como tú.

—Necesito ver a El Fantasma —dije, tratando de mantener la voz firme—. Es urgente.

El hombre soltó una risa burlona. —¿Crees que puedes simplemente aparecer y pedir ver al jefe? Eres más valiente de lo que pareces, pequeña.

—Por favor —insistí, sintiendo que el tiempo se me escapaba de las manos—. Es una cuestión de vida o muerte.

El hombre me miró con curiosidad, como si estuviera evaluando si valía la pena molestarse. Finalmente, asintió con la cabeza. —Espera aquí.

Pero no podía esperar. No podía permitir que me ignoraran. —¡No me iré hasta que alguien me ponga en contacto con El Fantasma! —grité, atrayendo la atención de todos en el club. Las miradas se volvieron hacia mí, y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Pero no me importó. Matteo dependía de mí.

El hombre alto me agarró del brazo con fuerza. —Te lo advertí, princesa. No sabes con quién estás jugando.

—¡Suéltame! —Intenté liberarme, pero su agarre era como una abrazadera de acero. Me arrastró hacia una puerta lateral, mientras yo forcejeaba y gritaba. —¡Necesito ver a El Fantasma! ¡Es una cuestión de vida o muerte!

Me llevaron por un pasillo estrecho y oscuro, hasta una habitación pequeña y mal iluminada. El hombre me empujó hacia adentro y cerró la puerta detrás de mí. Me quedé sola, con el corazón latiendo con fuerza y la respiración entrecortada. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Me matarían por mi atrevimiento?

Y entonces lo vi.

La puerta se abrió, y un hombre entró en la habitación. Era alto, más de lo que había imaginado, con un traje negro que se ajustaba perfectamente a su figura atlética. Su cabello negro y corto estaba impecable, y sus ojos azules, fríos como el hielo, me observaron con una intensidad que me hizo temblar.

Pero lo que más me llamó la atención fue la máscara que llevaba: una pieza negra y elegante que le cubría el lado izquierdo del rostro, dejando solo su ojo derecho y su boca visible. Era como si el misterio mismo lo envolviera, como si fuera una figura sacada de una pesadilla.

—¿Quién eres tú? —preguntó, su voz suave pero cargada de autoridad.

—Elena Moretti —respondí, tratando de no dejar que el miedo se apoderara de mí—. Necesito tu ayuda. Mi hermano ha desaparecido, y creo que tu familia está involucrada.

El Fantasma arqueó una ceja, como si me encontrara divertida. —¿Y por qué debería importarme eso?

—Porque tengo algo que ofrecerte —dije, sosteniendo su mirada—. Información sobre un traidor dentro de tu organización.

Hubo un silencio incómodo mientras El Fantasma me estudiaba, como si estuviera decidiendo si valía la pena escucharme. Finalmente, asintió con la cabeza. —Muy bien, Elena Moretti. Hablaremos. Pero ten en cuenta una cosa: si me mientes, no habrá lugar en el mundo donde puedas esconderte.

Asentí, sabiendo que acababa de cruzar un punto de no retorno. Pero no importaba. Haría lo que fuera necesario para salvar a Matteo... incluso si eso significaba hacer un trato con el diablo.

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