Inicio / Mafia / El Fantasma de Milán / Capítulo 2: Bajo el filo de la desconfianza
Capítulo 2: Bajo el filo de la desconfianza

La puerta se cerró detrás de él con un clic sordo, aislándonos del resto del mundo. El Fantasma, con su imponente figura y su máscara que parecía sellar sus emociones, se acercó lentamente, como un depredador acechando a su presa. Su mirada glacial recorrió mi rostro, evaluándome con una intensidad que hizo que me sintiera desnuda bajo su escrutinio.

—Entonces, Elena Moretti, ¿crees que puedes venir aquí, irrumpir en mi mundo y exigirme algo? —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de un peligro latente que me puso los nervios de punta.

No me dejé intimidar. Enderecé la espalda y lo miré directamente a los ojos, aunque mi corazón parecía estar tratando de escapar de mi pecho. —No estoy aquí para exigir nada. Estoy aquí porque necesito tu ayuda. Mi hermano ha desaparecido, y creo que está relacionado con tu... negocio.

Sus labios se curvaron en una media sonrisa, pero no había humor en ella, solo desprecio. —¿Y por qué supones que yo tendría algo que ver con eso? —preguntó, cruzando los brazos mientras se apoyaba en el borde de la mesa. Su postura era relajada, pero sus ojos me decían que estaba listo para saltar si le daba una razón.

—Porque dejó pistas. —Saqué mi teléfono y le mostré la foto de la rosa negra que había encontrado en el apartamento de Matteo. Su expresión no cambió, pero el aire en la habitación se volvió más pesado, como si la mención de ese símbolo hubiera invocado un fantasma del pasado—. Esto significa algo, ¿verdad? ¿Qué le hicieron a mi hermano?

—¿Qué te hace pensar que me importa lo que le pase a tu hermano? —replicó, sin apartar los ojos de mí. Su frialdad era como una daga, y por un momento dudé de mi decisión de venir aquí. Pero no podía retroceder ahora.

—No sé si te importa o no —contesté con firmeza—, pero sé que eres lo suficientemente poderoso como para averiguarlo. Y si no lo haces, seguiré buscando hasta encontrar respuestas. Con o sin tu ayuda.

Sus ojos brillaron con algo que podría haber sido admiración o irritación, pero no dejó que ninguna emoción se filtrara en su voz. —Eres testaruda. Un defecto peligroso en este mundo, Elena.

—También soy leal. —Mi voz tembló ligeramente, pero no retrocedí—. Matteo es mi única familia, y no voy a abandonarlo.

El Fantasma se levantó de la mesa y dio un paso hacia mí. Su proximidad hizo que mi respiración se acelerara, pero me obligué a mantenerme firme. —Si lo que dices es cierto, y tu hermano está en problemas por cruzarse en mi camino, entonces eso lo convierte en un problema mío. Pero, ¿cómo sé que no eres solo una espía enviada por alguien para infiltrarse en mi organización?

—¿Una espía? —repetí, incrédula. No pude evitar soltar una risa amarga—. Si quisiera espiarte, ¿crees que entraría aquí como un elefante en una cristalería, pidiendo ayuda a gritos? Ni siquiera sé cómo funciona tu m*****a organización.

—Precisamente. —Su tono era cortante—. Eres demasiado directa, demasiado impulsiva. Eso podría ser una estrategia... o podría ser simplemente estupidez. Ambas son igual de peligrosas para mí.

—No tengo tiempo para esto. —Mi paciencia estaba empezando a agotarse. Di un paso hacia él, ignorando la alarma que gritaba en mi cabeza—. Si no quieres ayudarme, dímelo ahora, y me iré. Pero no me insultes cuestionando mis motivos. Mi hermano está en peligro, y no voy a quedarme de brazos cruzados mientras tú juegas a ser el gran inquisidor.

El silencio que siguió fue tan tenso que parecía vibrar en el aire. Finalmente, El Fantasma inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando algo.

—Está bien —dijo al fin—. Te daré una oportunidad para demostrar que no eres una amenaza. Pero ten cuidado, Elena. Si descubro que estás mintiendo o que escondes algo, no vivirás para lamentarlo.

—No estoy escondiendo nada —contesté, sin apartar la mirada. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, pero no podía mostrar miedo.

El Fantasma hizo un gesto con la mano, y un hombre apareció en la puerta, tan silencioso como una sombra. —Llévala al almacén —ordenó—. Quiero ver cómo maneja una situación... complicada.

—¿Qué? —pregunté, desconcertada—. ¿Qué almacén?

—Una prueba —respondió, con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Si realmente estás aquí por tu hermano, y no por otra razón, demostrarás que puedes manejar los peligros que vienen con este mundo. De lo contrario, mejor será que te vayas preparando para el peor de los finales.

Antes de que pudiera protestar, el hombre me tomó del brazo y me condujo fuera de la habitación. Miré hacia atrás, pero El Fantasma ya no estaba mirándome. Parecía haber perdido interés en mí, como si mi destino ya no fuera de su incumbencia. Sin embargo, sabía que estaba equivocado. Ese hombre no hacía nada al azar. Esto era un juego, y yo acababa de convertirme en su pieza más débil.

Mientras me llevaban al "almacén", una mezcla de miedo y determinación se enredó en mi pecho. Tal vez no podía confiar en El Fantasma, pero tampoco iba a dejar que me aplastara. Si quería ponerme a prueba, estaba lista para enfrentar lo que viniera. Porque si algo tenía claro era esto: nadie, ni siquiera un hombre como él, me detendría en mi búsqueda de Matteo.

El almacén estaba ubicado en las afueras de Milán, un edificio industrial abandonado que parecía sacado de una película de terror. Las sombras bailaban bajo la tenue luz de los faroles, y el frío de la noche se colaba por cada grieta en las paredes. Me empujaron hacia adentro sin ceremonias, y me encontré rodeada por tres hombres que no parecían interesados en ocultar su hostilidad.

—¿Esto es una broma? —pregunté, mirando a mi alrededor. El eco de mi voz reverberó en el espacio vacío, aumentando mi sensación de vulnerabilidad.

—El jefe quiere saber si eres de fiar —dijo uno de los hombres, un tipo corpulento con una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda—. Si fallas, no saldrás de aquí con vida.

—¿Y cuál es la prueba? —Mi voz era firme, pero por dentro estaba temblando.

El hombre con la cicatriz señaló hacia una mesa al otro lado del almacén. Sobre ella había un maletín cerrado y una pistola. —Tienes que entregar esto en una dirección. Sin hacer preguntas, sin abrirlo. Si llegas sin problemas, pasas. Si no... bueno, ya sabes.

Sentí una oleada de indignación. —¿Eso es todo? ¿Una entrega? ¿Por qué no lo hacen ustedes mismos?

—Porque no confiamos en ti —respondió otro hombre, más joven pero con una mirada igual de intimidante—. Y porque esta es tu oportunidad de demostrar que realmente estás aquí por tu hermano, no por otra cosa.

Apreté los dientes, pero tomé el maletín. No tenía opción. Si esta era la manera de ganar la confianza de El Fantasma y acercarme más a la verdad, lo haría. Aunque algo en mi interior me decía que esta prueba era mucho más peligrosa de lo que querían que creyera.

Mientras salía del almacén, el peso del maletín en mi mano se sentía como una sentencia. Sabía que estaba entrando en un juego mortal, y la única forma de ganar era sobrevivir. Pero una cosa era segura: no me rendiría. Por Matteo, por mi única familia, enfrentaría cualquier desafío. Incluso si eso significaba jugar con fuego junto a un hombre tan peligroso como El Fantasma.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP