Sofía Moretti, una mujer joven, bella y atrapada en un matrimonio con un hombre temido en el mundo de la mafia italiana, ve cómo su vida se desmorona cuando su esposo es asesinado en una traición brutal. Ahora, viuda y vulnerable, se encuentra atrapada en un juego de poder y supervivencia, con enemigos acechando cada paso que da. La única opción que le queda para protegerse es unirse al hombre que alguna vez fue la mano derecha de su esposo, el implacable y desconfiado Enrico Romano. Un hombre que la considera una traidora, que nunca la ha creído capaz de ser digna de confianza en el oscuro mundo de la mafia. Sin embargo, el destino la obliga a casarse con él, aunque ella sabe que Enrico no la perdonará por su pasado y que lo que se avecina es una lucha interminable por poder, venganza y una tensión creciente entre ellos. Atrapada entre su miedo y deseo por el hombre que la desprecia, Sofía debe encontrar su lugar en un mundo que nunca le permitió ser más que la esposa de un capo, mientras la atracción y el odio entre ella y Enrico se convierten en un juego peligroso, lleno de secretos, pasiones reprimidas y decisiones que podrían destruirlos a ambos.
Leer másEl amanecer se coló por las ventanas con la sutileza de un ladrón. Esa luz tenue que debería haber traído consuelo solo sirvió para iluminar mi insomnio. Llevaba toda la noche despierta, envuelta en una manta que no abrigaba nada. Solo me quedaba el calor residual de las preguntas sin respuesta y el maldito eco de su voz en mi cabeza.“No tienes idea del fuego que estás tocando”, había dicho Enrico.Y tenía razón.Porque ardía.Ardía por dentro. De rabia. De miedo. De esa atracción inexplicable que me hervía bajo la piel cada vez que él estaba cerca.Y como si el uni
Me quedé congelada frente al ventanal, apenas respirando.La figura seguía allí, inmóvil entre los árboles, como parte del paisaje. Pero yo sabía que no era una ilusión óptica. No era un truco de la luz o una rama mal colocada. Era alguien. Alguien que me miraba con la tranquilidad escalofriante de quien no tiene prisa… porque ya te tiene.Una brisa suave recorrió mi nuca, deslizándose bajo la camisa. Me estremecí.La casa estaba sellada, lejos de todo. O eso me había dicho Enrico.Pero entonces, ¿por qué sentía que estábamos rodeados?Me giré despacio, buscando cualquier indicio de que no estaba perdien
La casa parecía demasiado tranquila.Ese tipo de tranquilidad que esconde secretos bajo las alfombras y fantasmas en los marcos de las puertas.Una cabaña rústica, perdida en medio de la nada, con las ventanas polvorientas y los muebles cubiertos por sábanas blancas que ondulaban como espectros al paso del viento.Apenas crucé la entrada, una punzada de incomodidad se instaló en mi pecho.No era miedo.Era algo más sutil, más traicionero.Como cuando entras a una habitación donde sabes que alguien estuvo llorando, aunque no lo veas. O cuando hueles perfume en una camiseta que no es tuya.—
Me sacó de la mansión sin decir una sola palabra. Solo se presentó en la puerta de mi habitación con esa expresión de mármol que tan bien sabe llevar, como si le hubieran enseñado a nacer sin emociones. Enrico Moretti, mi esposo por contrato y por condena, no era el tipo de hombre que explicaba sus acciones. Las ejecutaba, y si tenías suerte, te enterabas después.Ni siquiera tuve tiempo de cambiarme. Solo tomé un abrigo, mis botas y ese bolso que llevo a todas partes —no por costumbre, sino porque me da una falsa sensación de control. Como si tener mis cosas cerca pudiera darme un poquito de poder frente a este gigante que maneja mi vida.Subimos al auto negro. Él al volante, por supuesto. A su lado, yo. Como una prisionera bien vestida.Durante los primeros diez minutos, el silencio entre nosotros fue tan espeso que podría haberse cortado con un cuchillo. Él conducía como si su vida dependiera de llegar a algún lugar antes de que se cerrara una puerta invisible. Tenso. Con la mandíb
La casa estaba más silenciosa que nunca, como si el eco de mis pasos fuera lo único que quedaba después de lo que habíamos vivido. Enrico no estaba. No lo había visto desde la mañana, cuando se había ido con la misma expresión que siempre llevaba: impasible, distante, como si no le importara lo que pasaba a su alrededor. O, tal vez, como si no le importara yo.Me encontraba en una de las habitaciones de la mansión, recorriendo la biblioteca. Mi mente, llena de preguntas, no encontraba descanso. ¿Quién era realmente Enrico? A veces, en su mirada, podía ver un atisbo de vulnerabilidad, de algo roto que no quería que nadie viera. Pero otras veces, era un hombre tan despiadado que me costaba recordar que una vez fue capaz de acercarse a mí, de decirme que todo estaba bien, de hacerme creer que el amor era algo más que un mito.No podía ignorar lo que había visto la noche anterior. Mientras él se vestía, había notado algo en su espalda. Una cicatriz grande, fea, como si algo o alguien hubi
El brillo metálico del anillo en mi dedo no me dejaba respirar. Cada vez que lo veía, lo sentía como un peso sobre mi pecho, una cadena invisible que me ataba más fuerte de lo que podría imaginar. ¿Ser la esposa de un hombre como Enrico? No sabía si era un sueño o una pesadilla, y lo peor era que, a medida que pasaba el tiempo, las dos opciones empezaban a mezclarse en mi mente.Enrico no era solo mi esposo. Era mi protector y mi carcelero, y en su mirada fría y calculadora, yo era nada más que una pieza en su juego. No me importaba lo que él pensara de mí; lo que me aterraba era el profundo abismo en el que me había lanzado, un lugar donde el poder lo controlaba todo y yo no tenía más que una delgada línea entre la supervivencia y la destrucción.En las primeras semanas, intenté evadir la creciente atracción que sentía por él. Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía una chispa de algo peligroso. Quizás era el poder que irradiaba, o tal vez algo mucho más oscuro y tentador.
Es extraño cómo los días pueden transformarse en siglos cuando el miedo y la incertidumbre se entrelazan en cada uno de ellos. Hoy, por ejemplo, debería haber sido el día más feliz de mi vida. Era el día que tantas mujeres soñaban con vivir, pero no para mí. Mi boda, el supuesto inicio de un nuevo capítulo, no era más que una condena disfrazada de celebración.El vestido de novia estaba puesto sobre mi cuerpo como una coraza, una tela blanca que, aunque hermosa, me oprimía. El reflejo en el espejo me mostró una mujer que ya no se reconocía, alguien que apenas podía mirar de frente a la persona que estaba a punto de convertirse en su esposo. No sentía emoción alguna al ver mi imagen, solo una profunda desconexión de todo lo que había conocido antes.No había flores, ni música alegre, ni sonrisas cómplices. Sólo había un vacío, una frialdad palpable en el aire. Los asistentes miraban, observaban, pero no sentían. Ninguno de ellos tenía la más mínima idea de lo que estaba a punto de suce
Soy Sofía Moretti. Mi vida antes de esa llamada telefónica, antes de que el mundo que creía conocer se derrumbara, era… simple. Dentro de los límites de este mundo en el que estaba atrapada, claro está.Crecí rodeada de lujo, sí. Los salones del castillo, las joyas, la ropa, los autos, todo eso. Pero también había un silencio. Uno pesado, asfixiante, que te dejaba claro que no importaba lo que tuvieras, tu libertad estaba siempre en juego. Porque si eres la esposa del jefe, el mundo tiene una manera muy cruel de recordarte que, aunque vivas rodeada de opulencia, jamás serás libre. No tienes voz. No tienes voto. Solo debes cumplir con tu papel, ser la esposa perfecta del capo, la mujer que sonríe mientras los demás luchan y se matan por lo que él manda.Lorenzo Moretti era un hombre que imponía respeto, miedo, admiración. Era el líder de la mafia italiana, el hombre que todos temían y que, de alguna manera, me había elegido a mí como su esposa. A veces me preguntaba si había sido una e