El amanecer se coló por las ventanas con la sutileza de un ladrón. Esa luz tenue que debería haber traído consuelo solo sirvió para iluminar mi insomnio. Llevaba toda la noche despierta, envuelta en una manta que no abrigaba nada. Solo me quedaba el calor residual de las preguntas sin respuesta y el maldito eco de su voz en mi cabeza.
“No tienes idea del fuego que estás tocando”, había dicho Enrico.
Y tenía razón.
Porque ardía.
Ardía por dentro. De rabia. De miedo. De esa atracción inexplicable que me hervía bajo la piel cada vez que él estaba cerca.
Y como si el uni
La caligrafía de mi padre baila ante mis ojos, tinta negra y apurada, como si cada palabra le pesara más que la anterior. La hoja está arrugada en las esquinas, manchada en un borde con lo que no quiero saber si es café... o sangre seca. La carta no tiene saludo, solo una fecha: tres días antes de que lo encontraran muerto en su oficina, con la pistola en la mano y la reputación en ruinas."Sofía, si estás leyendo esto, entonces el precio fue más alto del que imaginé. No me queda tiempo, pero debes saber que la libertad que siempre quise para ti tiene un costo. Hay deudas de sangre que no se pueden borrar, traiciones que aún respiran en esta casa. Tienes que ser fuerte, incluso cuando yo no pueda protegerte. Enrico sabe más de lo que dice. Él también es part
Lo encontré de nuevo, allí, en el fondo del cajón, tan palpable como las palabras que mi padre me dejó. Pero esta vez no era solo una carta. No era solo el eco de una historia que me había sido contada en fragmentos. Esta vez, había algo más. Algo mucho más cerca de lo que temía encontrar.La segunda carta era una misiva de palabras incompletas, como si algo más grande se estuviera cocinando, y había sido detenido, interrumpido, borrado. Pero aún así, allí estaba: la última voluntad de un hombre que nunca imaginé que traicionaría sus promesas.Cuando la dejé sobre la mesa, frente a Enrico, vi el cambio inmediato en su rostro. Algo oscuro se desplomó sobre él, algo tan imponente que sentí que la
Desperté con el pulso acelerado, el frío de la mañana calando en mis huesos, pero lo que realmente me helaba era el recuerdo de la pistola. El metal frío, la inscripciones que cortaban la piel con cada palabra escrita. ¿Por qué estaba allí? Y lo más inquietante: ¿por qué la había encontrado?Mi mente aún no conseguía descifrarlo. Todo parecía borroso, como si el día anterior hubiera sido solo un mal sueño. Pero la pistola, ahí, en el cajón de mi mesa de noche, me decía que no. Me decía que todo había cambiado.Mi corazón latía desbocado, pero intenté calmarme. El peligro ya no estaba allá afuera. No eran los hombres que me perseguían, ni las sombras que acecha
Cada vez que pensaba que ya había alcanzado mi límite, Enrico encontraba una manera de empujarme más allá. Estaba empezando a sentirme como una cuerda tensa, a punto de romperse. Mis emociones eran una maraña imposible de desenredar, y lo peor de todo es que ni siquiera sabía si realmente quería que esa cuerda se rompiera. Algo en mí, aunque lo odiara, me atraía hacia él de una manera que no podía controlar. Y lo peor: no quería controlarlo.Pero algo dentro de mí me decía que no debía confiar en él. Algo en su mirada, en sus palabras, me decía que había algo más que no me estaba diciendo. Algo que no entendía. Y eso me hacía dudar, me hacía preguntarme si todo esto no era más que un juego para él, una manera de probar su po
Me siento más atrapada que nunca.Los días han pasado, y aunque trato de alejarme, de encontrar algo, cualquier cosa que me permita respirar con libertad, la sombra de Enrico sigue sobre mí, siempre presente, siempre inquietante. Mi mente está llena de él, de su voz, de sus gestos, de su mirada, que cada vez es más difícil de leer. Hay algo en su cercanía que me quema, que me consume, y lo peor es que no quiero que se apague.Nunca imaginé que una relación así, tan llena de misterios y secretos, pudiera atraparme de una manera tan profunda. Pero ahí estoy, atrapada en su juego, en su mundo, y aunque quiero salir, algo en mí me impide hacerlo.Hoy, en un giro inesperado, Enrico me ha llevado a un lug