VALENTINA
La idea se había formado en mi mente con la claridad de una sentencia de muerte.
No podía esconderme. No podía seguir huyendo.
Si quería acabar con Alessandro Morelli, debía mirarlo a los ojos y dejarle claro que su propia hija era su peor enemiga.
—Esto es una locura —espetó Dante, cruzado de brazos, su mandíbula tensa por la rabia contenida—. Pediste una reunión con tu padre como si fueran a hablar de negocios.
—Precisamente, eso es lo que quiero que crea.
Dante me miró como si me hubiera vuelto loca.
—No. Ni hablar. No voy a dejar que vayas sola.
—¿Y qué quieres que haga? ¿Que lo invite a tomar un café en territorio neutral? Alessandro Morelli no se rebaja a ese nivel. Si quiero que esto funcione, tengo que ir a la mansión.
—¿Y qu&ea
DANTENunca me había sentido más jodidamente vivo y más cerca de la muerte al mismo tiempo.La cena con Alessandro Morelli había sido la sentencia de guerra definitiva. Sabía que no íbamos a salir de esa mansión sin una maldita cacería detrás de nosotros, pero ni siquiera yo estaba preparado para la ferocidad con la que Alessandro desató el infierno.Escapamos por los pelos.Los guardias de Morelli nos persiguieron desde el momento en que cruzamos las puertas de la propiedad. Las balas llovieron sobre nosotros en cuanto pisamos la calle, obligándome a empujar a Valentina tras una fila de autos estacionados mientras sacaba mi arma y disparaba a ciegas para ganar tiempo.—¡Corre, Valentina! —le grité, pero la testaruda se negó a moverse sin mí.Se agachó, sacando su propia pistola de la funda oculta en su
VALENTINAEl momento había llegado.No había más planes, no más escondites, no más estrategias a largo plazo. Solo fuego, sangre y la certeza de que esta noche uno de los dos moriría.La mansión Morelli se alzaba frente a nosotros como un castillo maldito, una prisión de oro y mármol que me había encerrado durante años. Pero hoy no era la niña cautiva que soñaba con escapar.Hoy venía a tomar lo que me pertenecía.Luca Ferrara revisó su arma y me lanzó una mirada.—Última oportunidad para echarte atrás, Morelli.Lo ignoré.Dante estaba a mi izquierda, con la mandíbula tensa y la mirada afilada. Sabía que odiaba esta parte del plan, que preferiría volarme la cabeza antes de dejarme cruzar esas puertas.Pero tambi&eacu
DANTEEl humo de la pólvora aún flotaba en el aire cuando entré en la oficina.Vi a Valentina de pie, con el brazo extendido, la pistola firme en su mano. Frente a ella, Alessandro Morelli estaba sentado en su gran sillón de cuero, con la mano ensangrentada y una sonrisa que no encajaba en la situación.El poder de la escena me golpeó en el pecho.Valentina.Su padre.El final de un imperio.Pero había algo en ella… algo diferente.Ya no era la mujer que había conocido en esa jaula de oro, la que luchaba entre la sumisión y la rebelión. Ahora, su postura era rígida, sus ojos brillaban con una determinación oscura. Una que nunca antes había visto en ella.—Vamos, hija —dijo Alessandro con voz ronca—. Demuestra que tienes lo necesario para sentarte en mi trono.Sus palabras fueron un s
VALENTINAEl silencio de la mansión pesaba como un cadáver sobre mis hombros.Había pasado un día desde la muerte de Alessandro Morelli.Un solo día.Y, sin embargo, sentía que el tiempo se había detenido en el instante exacto en que apreté el gatillo.Cada rincón de este lugar olía a él. A su presencia. A su control.Había querido destruirlo, borrarlo de la historia, arrancarlo de la memoria de todos. Pero su sombra aún estaba aquí, pegada a las paredes, a los candelabros, al maldito suelo de mármol sobre el que caminé toda mi vida.La Morelli que había sido en esta casa estaba muerta.Y la que quedaba…Ni siquiera sabía quién era.—Los jefes de la familia estarán aquí en media hora —dijo Ferrara detrás de mí.No
DANTEEl silencio entre nosotros se había vuelto insoportable.Valentina estaba a menos de un metro de mí, pero se sentía como si estuviera a un océano de distancia.Afuera, la ciudad seguía girando, ajena a la guerra que habíamos librado. Ajena al vacío que se extendía entre nosotros como un abismo imposible de cruzar.La observé mientras se sentaba en el borde de la cama, con la mirada fija en la ventana. Desde la muerte de Alessandro, había cambiado.Claro que lo había hecho.Habíamos pensado que cuando todo terminara, cuando él desapareciera, cuando su sombra dejara de acecharnos, podríamos respirar.Pero no fue así.Valentina respiraba, sí.Pero no vivía.Y yo no sabía cómo traerla de vuelta.Me pasé una mano por el
VALENTINALas paredes de mármol de la mansión Morelli reflejaban la luz del sol de la tarde con un brillo frío y distante. Era irónico cómo este lugar, que alguna vez fue mi jaula dorada, ahora parecía más vacío que nunca.Caminé lentamente por los pasillos, sintiendo el eco de mis propios pasos en el suelo de madera pulida. Cada rincón de esta casa tenía un recuerdo: mi infancia, la mujer en la que me convertí, la sangre que derramé para llegar hasta aquí.Pero ahora, mirando todo a mi alrededor, la pregunta que más pesaba en mi mente era una que nunca me había atrevido a formular:¿Realmente valió la pena?Había ganado.Alessandro Morelli estaba muerto.Su imperio estaba bajo mi control.Pero si esa era la victoria… ¿por qué me sentía m&
ValentinaEl murmullo del agua de la fuente central se mezcla con las risas ahogadas de las invitadas de mi madre y el sonido cristalino de las copas al brindar. La mansión Morelli está en su máximo esplendor esta noche, iluminada con cientos de luces que resaltan cada detalle de su arquitectura renacentista. Es una de las propiedades más imponentes de la región, una obra de arte que grita opulencia y poder. Para cualquiera que la vea desde fuera, es el sueño de cualquier persona. Para mí, es una jaula. Hermosa, sí, pero una jaula al fin y al cabo.Desde niña, aprendí que nuestro apellido es más que un simple conjunto de letras. Es un peso, una herencia de sangre y poder que no permite grietas. Mi padre, Alessandro Morelli, no es un hombre cualquiera. Su presencia impone respeto, su palabra es ley y su voluntad se cumple sin excepción. En nuestro mundo, él no es solo un empresario, sino el emperador de un reino construido a base de acuerdos silenciosos, lealtades compradas y amenazas
DANTE—Sabes lo que tienes que hacer, Russo. Mantente cerca, pero no demasiado. Y recuerda: es intocable.Las palabras de Alessandro Morelli resuenan en mi mente mientras me mantengo firme frente a él, sin apartar la mirada. No necesito que me repita la advertencia. Sé perfectamente cuál es mi trabajo y cómo hacerlo. No me pagan para pensar ni para cuestionar. Me pagan para proteger, vigilar y, si es necesario, matar.Asiento sin decir nada. Nunca he sido hombre de muchas palabras. Eso es algo que mi jefe aprecia. No me inmiscuyo en asuntos que no me incumben. No hago preguntas innecesarias. Simplemente obedezco.—Valentina es… especial —continúa, con ese tono de voz que no permite discusión—. Es mi única hija y, como comprenderás, no permitiré que le pase nada.Por supuesto que no lo permitirá. Los Morelli protegen lo que es suyo con uñas y dientes.—Entendido —respondo con voz firme.Morelli me observa por unos segundos más, como si intentara leer algo en mi rostro. No encontrará na