Leonora Brown creía estar destinada a grandes cosas, pero los grandes destinos conllevan grandes sacrificios. De alguna forma terminó trabajando en la más grande firma inversiones de América, bajo el mando de hierro de Damián Goldstein, siendo su asistente y con un encargo inaudito de parte de su jefe: ¡Qué le busque una madre para su hijo! Damián es un hombre cruel y enigmático que parece esconder más de un secreto. Porque ese tirano que quiere que Leonora incline la cabeza y cumpla sus órdenes más absurdas, fue el mismo hombre dulce y comprensivo que le hizo conocer el amor una noche que jura no recordar. Aun así, al verla por segunda vez, su reacción es inminente: la odia, e intenta despedirla. Después ¡le pide que le consiga una familia falsa para mantener su imagen limpia! Leonora tendrá que recoger los pedazos de su corazón roto y evitar que su maniático nuevo jefe la despida. Todo, mientras hace de cupido, asistente y algo más. ¿Lo logrará? Según ella sí, según Damián… no. Lo que ninguno sabe es que, el destino terminará uniéndolos por más que intenten huir de él.
Leer másNo sé si está de sobra decir esto, pero nunca había encontrado a una persona muerta. Hacerlo no sólo es impactante sino profundamente traumatizante. Apenas pude llamar a emergencias, y apenas pude llamar a Damián.¿Por qué? o ¿Para decirle qué? No lo recuerdo. Mi presente, ese presente que estoy viviendo, es como un sueño. Mientras toman mis declaraciones, mientras sacan al cadáver en una bolsa negra.Todas esas escenas están borrosas y suenan distorsionadas en mi cabeza. Incluso, el ver a ese hombre que tanto odio acercándose a mí llamando mi nombre. El correcto esta vez.—¿Leonora? ¿Estás bien? — pregunta o eso creo, suena muy distante — ¿Me escuchas?Mis piernas y ojos me fallan. La fuerza abandona mi cuerpo, y pierdo el conocimiento.…..Abro mis ojos a duras penas, y noto que estoy en la camilla de una clínica. Me siento en esta con cuidado, y localizo mi celular a un lado. Me estiro para tomarlo, prendo la pantalla que indica que todavía no es de noche y sigue siendo el mismo dí
Los últimos días han pasado en cámara lenta. Desde que le di el cepillo de dientes a Marisella, y espero ese resultado positivo de ADN, no me he podido contactar con ella. No sé nada de esta. Lo único que sé es que Damián sigue haciendo mi vida imposible.El último capricho de mi jefe ha sido mandarme a agrupar una pila de facturas en orden cronológico. Cabe destacar que son facturas de sus gastos personales, nada de la empresa. Los dedos me están doliendo mientras pongo el clip metálico en las facturas del mes de julio.—¿Cómo vas con las facturas, Leonor? — pregunta burlón Damián desde su escritorio.Es imposible ya que este hombre tenga casi un mes trabajando conmigo, teniéndome en sus narices aquí en su oficina semi secuestrada, y no sepa mi nombre. Lo hace a propósito.—Bien. Voy por julio — digo ignorando sus ganas de buscarme pelea.—¿Crees que llegarás a julio en esta empresa al ritmo que vamos? — me vuelve a retar.Cuando digo que Damián es un hombre malévolo, es porque es un
Mi tercera semana de trabajo es igual de infernal que la primera y segunda. Damián me está poniendo más trabajo del que una empleada nueva como yo debería tener; mis compañeros de trabajo evitan hablar conmigo, y sigo sin tener un escritorio fijo.Pero nada ha hecho que presente mi renuncia, continuó comprometida con no dejar a ese hombre destruir mi espíritu. Conmigo no podrá, y se lo he demostrado cumpliendo todas las asignaciones que me ha pedido. Con cada asignación exitosa que le entrego, peor es su furia.—¿Leonora? ¿Tienes un momento para mí? — pregunta Felipe.Es uno de los supervisores del piso, el único que a duras penas se atreve a hablarme. Ignoro el dolor de espalda que tengo porque hoy me toco un escritorio rotativo con la peor silla que pudieses tener.—Sí, por supuesto. ¿Qué sucede? — respondo viéndole en una sonrisa.Él baja su cabeza, como para que no le siga sonriendo. Esta empresa es tan rara, no es que sean odiosos conmigo, es que me tienen miedo. No estoy exagera
Veamos, los matrimonios arreglados no son la norma en mi familia. Por ejemplo, mis padres se casaron perdidamente enamorados. Eso es lo que siempre me han contado, que comenzaron a trabajar juntos y perdieron la cabeza el uno por el otro, con un cortejo respetuoso y muy lento. Aun así, estoy al tanto de que, en las generaciones anteriores, matrimonios arreglados sí acontecieron. Pero demandarlos en la actualidad, imposible. Nunca pasaría. —No nos quieren casar. ¿Te volviste loco? Aunque loco ya has estado desde el inicio — espeto. Damián da varios pasos amenazantes para acercarse a mí, no retrocedo, me le quedó mirando con fuerza. —Eres una atrevida, no sabes respetar a tu superior. Miro a la muñeca de mi mano con mi reloj. —Ni debería estar trabajando a estas horas. Estoy fuera de horario laboral, fuera de ese tú no eres mi jefe — le comunico. Él me quiere decir varías cosas a través de su molestia. Aunque la cercanía que tiene su cuerpo del mío, siento que me quema. Un paso m
Salí corriendo de Goldstein Invesments a la boutique más cercana, y regresé corriendo para arreglarme lo mejor que pude en el baño. Hice milagros para comprar un vestido, zapatos y maquillarme en 20 minutos. Lo conseguí de algún modo, y heme aquí. Llegando hiperventilada al estacionamiento subterráneo donde me está esperando Damián a punto de meterse al auto. Cuando me ve, puedo notar cómo me mira de pies a cabeza con una leve impresión, que esconde con facilidad para meterse en el auto. Le sigo. —Te ves mal. Pudiste hacerlo mejor — asegura viendo en dirección contraria a mí. No sé qué más quería. Tengo un vestido negro largo que se ciñe a mi figura. Sé que no es el mejor vestido, pero ni me lo probé en la tienda por las prisas. Sólo lo pagué y me lo llevé. —Lo siento. Fue lo mejor que pude conseguir en 20 minutos — respondo confundida. —Ya que insistes en estar bajo mi mando, sin que particularmente eso me agrade, tendrás que adaptarte a mis horarios. Toma — Damián casi que me la
Mi simpatía por Marisella vuelve a reaparecer. Había que estar hecha del mismo material estéril que Damián Goldstein para no conmoverse con una madre llorando a mares con su bebé en brazos. —¿Cuál diagnóstico te dieron? — pregunto en un susurro. —Tengo un tumor en el cerebro. No para de crecer — asegura. —¿Damián sabe de esto? —Se lo he dicho, me ha bloqueado y sus guardaespaldas no me dejan acercarme a él en persona. También intenté ir con la prensa, tampoco quieren ir en contra de la familia. ¿A quién le dejaré a mi hijo? No tengo más familia. —Oye… Una prueba de ADN podría ayudarte — le aconsejo con lo poco que sé de este enredo. Marisella ve una luz al final del camino. —¡Ayúdame a conseguir su ADN! ¡Me lo das y le hago la prueba a mi hijo! ¡Ya no podrán verme como una loca! — me pide. Me asusto de inmediato. En definitiva, no firmé para esto. —Eso no sería ético de mi parte — aseguro. Ella más se acerca a mí con los ojos llorosos. —De mujer a mujer. ¿Qué harías si estuvi
Entre primeros días de trabajo caóticos, este debería ganarse el premio mayor. Tengo al bebé de mi jefe cargado en mis brazos y nadie me da respuesta de dónde está su madre.—¿No pueden encontrarla en el edificio? — exclamo perdiendo los estribos a José — ¡Tiene que estar aquí! ¡No pudo abandonar a su bebé con una desconocida! ¿Qué madre haría eso?Al avisarles que Marisella no estaba en el baño, los guardaespaldas de Damián habían ido a buscar a esa mujer por todo el piso en donde estábamos. Mientras yo me quedaba anonadada y con un bebé durmiéndose en mi hombro.—Cálmese señorita Leonora — me pide el hombre.Le miro con llamas en mis ojos.—¡¿Cómo me pides que me calme?! ¡No me dijeron en mi entrevista de trabajo que tendría que encargarme de los asuntos personales de mi superior! — digo tan estresada.¡Me había acostado con Damián! ¡Me había dicho que se enamoró de mí y prometió continuar lo nuestro al amanecer! ¿Ahora tengo que cuidarle al hijo que tuvo con la amante?Me equivoco
La vida corporativa no debería ser una novela. Es la única certeza que tengo en la cabeza mientras veo cómo esta mujer grita y se esfuerza para que no la saquen de la oficina. Ya no es un solo empleado, son dos los que la están jalando de la cintura para que no entré. Estoy, paralizada. —Muévete, yo llamaré — me gruñe Damián quitándome el teléfono de la mano y marcando — Suban, sáquenla ya. ¡No es a la señorita Leonor, es a otra más! ¡Apúrense! Ni puedo recordarle a mi odiado jefe que ese no es mi nombre, la mujer en cuestión demuestra tener la fuerza de un caballo. Se suelta de los hombres y viene a aferrarse a mi brazo. —¡Tienes que ayudarme! ¡Mi hijo no tiene la culpa de los errores de su madre! —Disculpa, pero yo no puedo ayudarte… — digo intentando que me suelte. Si espero que mi maravilloso jefe me saque a esta mujer de encima, me equivoco, él se levanta de la silla y nos da la espalda. Parece que se la pasa con migraña. —¡Sí puedes ayudarme! ¡Convéncelo de que se haga la
Se suponía que estaría abriendo mis alas en una nueva vida. No encogiéndolas ante la terrible vergüenza e ira que me está consumiendo. Ver al hombre con el que pase la noche más mágica que hubiese tenido, poniendo un rostro de absoluto pánico al recordárselo. El cambio de sus expresiones es tan drástico, que es doloroso. —Déjanos a solas — pide Damián imponente a Natasha. Si pienso que ella se negará, eso queda desestimado muy rápido. Natasha ya se está parando y esquivándonos para salirse de su propia oficina sin chistar. —Tómense el tiempo que quieran — se despide. Veo la puerta por la que se fue, después veo a Damián que va a sentarse a la silla de Natasha. Como si esta fuese su oficina, aunque si Rowan es su abuelo, y él tiene un puesto tan grande para la edad que aparenta, eso hace más sentido. No le calculo más de 30. —¿Todos tus empleados te temen? ¿Qué clase de jefe eres? — pregunto desconcertada. —Uno que no quieres tener. ¿Para qué la insistencia? — responde de mal hum