Se suponía que estaría abriendo mis alas en una nueva vida. No encogiéndolas ante la terrible vergüenza e ira que me está consumiendo. Ver al hombre con el que pase la noche más mágica que hubiese tenido, poniendo un rostro de absoluto pánico al recordárselo.
El cambio de sus expresiones es tan drástico, que es doloroso. —Déjanos a solas — pide Damián imponente a Natasha. Si pienso que ella se negará, eso queda desestimado muy rápido. Natasha ya se está parando y esquivándonos para salirse de su propia oficina sin chistar. —Tómense el tiempo que quieran — se despide. Veo la puerta por la que se fue, después veo a Damián que va a sentarse a la silla de Natasha. Como si esta fuese su oficina, aunque si Rowan es su abuelo, y él tiene un puesto tan grande para la edad que aparenta, eso hace más sentido. No le calculo más de 30. —¿Todos tus empleados te temen? ¿Qué clase de jefe eres? — pregunto desconcertada. —Uno que no quieres tener. ¿Para qué la insistencia? — responde de mal humor. Ya que estamos a solas y el señor parece dispuesto a escucharme, hablo con más libertad. —Aplique para esta empresa mucho antes de conocernos en ese club. Si tanto te molesta. Bórralo, y yo lo borraré porque- —¿A cuál club te refieres? ¿En cuál fecha? — pregunta estrictamente. —¿Mango? ¿El sábado pasado? — respondo confundida. Él de pronto se toca la cabeza como si le doliese mucho, se estruja el rostro con su palma. Tal cual como si estuviese experimentando un gran dolor. ¿Ser un imbécil te da dolor de cabeza? Me entero. —¿Cómo se llama el hotel donde pasamos la noche? — pregunta. Me cruzo de brazos obstinada. —No fuimos a un hotel, fuimos al apartamento que alquilé en Faena House — le explico algo que no debería estarle explicando — ¿Podrías dejar de fingir que no te acuerdas de esa noche y que me estás tratando así por esta? Sus ojos se dirigen a mí en un rápido movimiento que percibo a través de sus dedos. Aunque no es fácil intimidarme, quién no se intimida con un loco como éste. —Escucha Leonor — ya se ha quitado las manos de la cara, vuelve a su ser usual. —Es Leonora — le corrijo. —Da lo mismo — corrige él, sólo sonrío — Esa noche estaba tan bebido que no recuerdo casi nada. Apenas tengo escasos recuerdos míos saliendo de ese edificio. Dado mi estado, comprenderás que lo que pasó allí se tiene que quedar allí y no comentárselo a más nadie. Me confunde su explicación. ¿De verdad no se acuerda de mí y tiene problemas de bebida? —No comprendo. ¿Si apenas recuerdas lo que pasó entre nosotros, por qué me quieres despedir? Él quiere hablar, pero no puede hacerlo. La puerta se abre sin que antes toquen, me sorprende que sea un hombre mayor de traje. Reconozco en sus facciones a Damián con suma facilidad. La puerta se cierra, el hombre me extiende su mano. —Leonora, es un placer tenerte con nosotros — saluda, tomo su mano súper perdida — Lamento todos los inconvenientes que hayas tenido desde tu llegada. Soy Rowan Goldstein, el abuelo de Damián. —Mucho gusto… señor Rowan — respondo por responder. Esto es muy raro. Más raro se pone cuando veo a Damián de pie, recto como soldado y atento a lo que diga Rowan. El abuelo lo mira con una sonrisa suave. —¿Le has hecho pasar un mal rato? ¿No te he educado mejor Damián? — bromea o regaña. No lo sé — Tuve la fortuna de conocer en mi juventud a tu bisabuela Leonor, una gran dama. Quisiera que lo tuvieras presente. Así que… pude entrar en parte por el apellido de mi familia. O eso es lo que ha hecho que el CEO de una empresa que maneja billones de dólares venga a evitar que me despidan. Es un poco desmoralizante, pero al mismo tiempo me está salvando. Irónico ¿no? —Perdón, su contratación me tomó por sorpresa. No la considero adecuada para el puesto abuelo — responde en tono militar Damián. —Pero yo sí. Y lo que yo diga, se hace — advierte y me ve a mí en una sonrisa bonachona — Veo el potencial en ti, espero con ansías que formes parte de la gran familia Goldstein. Menciona eso, y se va con las manos entrecruzadas en la espalda. Natasha le abre la puerta, y la vuelve a cerrar para dejarnos a los dos a solas. Esta vez cuando veo a Damián noto la derrota en su rostro. —Con el regaño del abuelo, ¿me terminas de aceptar como asistente bajo tu cargo? Él me ve de nuevo con odio. No lo quiere admitir, que he ganado. —Si trabajarás bajo mi cargo, tendrás que quitarte esa actitud de desafió y ser eficiente en lo que te pida — exige. Por fin, llegamos a donde quise llegar. Me enderezo comprometida. —Ni más faltaba. Cumpliré con todas mis asignaciones al pie de la letra — aseguro. —No me gusta la gente perezosa, la gente sentimental, ni que pone excusas para cumplir mis órdenes. —Lo puedo notar — digo con simpleza. Él me analiza con sigilo. Después se da cuenta de algo, de algo que lo hace sonreír triunfante. —Bienvenida a Goldstein Investments, tu éxito, nuestra inversión — recita maliciosamente. Mi garganta pica y mi sexto sentido está gritando auxilio. Damián no ha tomado por las buenas que su abuelo lo haya obligado a aceptarme. Sé cómo actúa la gente con un temperamento fuerte cuando la obligan a hacer lo que no quiere. Muestran la peor versión de sí mismos. …… A este punto debería trabajar como bruja, no como asistente técnico. He pasado las 5 últimas horas de pie en un standing desk, porque no hay un escritorio con silla disponible para mí en este piso. Tampoco he podido almorzar decentemente más que una barra de proteína porque Damián quería la primera parte de este análisis cuantitativo en un periodo de tiempo absurdo. —El señor Goldstein te quiere en su oficina — pide un chico de aspecto joven. Al que ni le puedo sonreír y confirmar que iré, porque se va aterrado. Resignada entro en la oficina de mi flamante nuevo jefe. —Todavía no me entregas el análisis que te pedí — dice — ¿Qué pasó con toda la eficiencia que me presumiste más temprano? Me muerdo la lengua, y decido ser el racional de los dos. —Es mi primer día de trabajo y estoy familiarizándome SOLA con el sistema de la empresa. No es realista pedirme esa clase de asignación así de rápido. Necesito más tiempo — comunico. —Excusas y más excusas. Te fascinan por lo que veo — dice concentrado en su computadora. Intento morderme de nuevo la lengua, pero no sólo tengo un callo ya en mi pie. Tengo una familia entera. —También en este piso aman las excusas, porque es la única explicación que se me ocurre para no haberme asignado todavía un simple escritorio con una simple silla — espeto. Damián no puede esconder el placer que mi sufrimiento le causa. —Qué inusual. Cuando tenga la oportunidad, mandaré un correo consultando este fallo — se queja con falsedad. Damián es todo menos un hombre amable, comprobado. De pronto, la puerta se abre de golpe. —¡DAMIÁN! ¡TIENES QUE ESCUCHARME! ¡NO PUEDES SEGUIR NEGANDO LO NUESTRO! — grita una mujer desesperada mientras uno de los empleados quiere detenerla. Él no se inmuta con su aparición, muestra un rostro de asco y molestia. —¿Tengo que hacerlo todo yo? Llama a seguridad — me espeta a mí. Tardó en reaccionar, pero la mirada de que soy tonta de Damián me hace reaccionar. Tomo su teléfono para marcar a seguridad, aunque no sé cuál es el número en esta empresa. —¡ENCÁRGATE DE TU HIJO! ¡NO SIGAS NEGÁNDOLO MÁS! — vuelve a gritar la mujer. Con ese último grito, se me olvida marcar a seguridad. ¿Un hijo?La vida corporativa no debería ser una novela. Es la única certeza que tengo en la cabeza mientras veo cómo esta mujer grita y se esfuerza para que no la saquen de la oficina. Ya no es un solo empleado, son dos los que la están jalando de la cintura para que no entré. Estoy, paralizada. —Muévete, yo llamaré — me gruñe Damián quitándome el teléfono de la mano y marcando — Suban, sáquenla ya. ¡No es a la señorita Leonor, es a otra más! ¡Apúrense! Ni puedo recordarle a mi odiado jefe que ese no es mi nombre, la mujer en cuestión demuestra tener la fuerza de un caballo. Se suelta de los hombres y viene a aferrarse a mi brazo. —¡Tienes que ayudarme! ¡Mi hijo no tiene la culpa de los errores de su madre! —Disculpa, pero yo no puedo ayudarte… — digo intentando que me suelte. Si espero que mi maravilloso jefe me saque a esta mujer de encima, me equivoco, él se levanta de la silla y nos da la espalda. Parece que se la pasa con migraña. —¡Sí puedes ayudarme! ¡Convéncelo de que se haga la
Entre primeros días de trabajo caóticos, este debería ganarse el premio mayor. Tengo al bebé de mi jefe cargado en mis brazos y nadie me da respuesta de dónde está su madre.—¿No pueden encontrarla en el edificio? — exclamo perdiendo los estribos a José — ¡Tiene que estar aquí! ¡No pudo abandonar a su bebé con una desconocida! ¿Qué madre haría eso?Al avisarles que Marisella no estaba en el baño, los guardaespaldas de Damián habían ido a buscar a esa mujer por todo el piso en donde estábamos. Mientras yo me quedaba anonadada y con un bebé durmiéndose en mi hombro.—Cálmese señorita Leonora — me pide el hombre.Le miro con llamas en mis ojos.—¡¿Cómo me pides que me calme?! ¡No me dijeron en mi entrevista de trabajo que tendría que encargarme de los asuntos personales de mi superior! — digo tan estresada.¡Me había acostado con Damián! ¡Me había dicho que se enamoró de mí y prometió continuar lo nuestro al amanecer! ¿Ahora tengo que cuidarle al hijo que tuvo con la amante?Me equivoco
Mi simpatía por Marisella vuelve a reaparecer. Había que estar hecha del mismo material estéril que Damián Goldstein para no conmoverse con una madre llorando a mares con su bebé en brazos. —¿Cuál diagnóstico te dieron? — pregunto en un susurro. —Tengo un tumor en el cerebro. No para de crecer — asegura. —¿Damián sabe de esto? —Se lo he dicho, me ha bloqueado y sus guardaespaldas no me dejan acercarme a él en persona. También intenté ir con la prensa, tampoco quieren ir en contra de la familia. ¿A quién le dejaré a mi hijo? No tengo más familia. —Oye… Una prueba de ADN podría ayudarte — le aconsejo con lo poco que sé de este enredo. Marisella ve una luz al final del camino. —¡Ayúdame a conseguir su ADN! ¡Me lo das y le hago la prueba a mi hijo! ¡Ya no podrán verme como una loca! — me pide. Me asusto de inmediato. En definitiva, no firmé para esto. —Eso no sería ético de mi parte — aseguro. Ella más se acerca a mí con los ojos llorosos. —De mujer a mujer. ¿Qué harías si estuvi
Salí corriendo de Goldstein Invesments a la boutique más cercana, y regresé corriendo para arreglarme lo mejor que pude en el baño. Hice milagros para comprar un vestido, zapatos y maquillarme en 20 minutos. Lo conseguí de algún modo, y heme aquí. Llegando hiperventilada al estacionamiento subterráneo donde me está esperando Damián a punto de meterse al auto. Cuando me ve, puedo notar cómo me mira de pies a cabeza con una leve impresión, que esconde con facilidad para meterse en el auto. Le sigo. —Te ves mal. Pudiste hacerlo mejor — asegura viendo en dirección contraria a mí. No sé qué más quería. Tengo un vestido negro largo que se ciñe a mi figura. Sé que no es el mejor vestido, pero ni me lo probé en la tienda por las prisas. Sólo lo pagué y me lo llevé. —Lo siento. Fue lo mejor que pude conseguir en 20 minutos — respondo confundida. —Ya que insistes en estar bajo mi mando, sin que particularmente eso me agrade, tendrás que adaptarte a mis horarios. Toma — Damián casi que me la
Veamos, los matrimonios arreglados no son la norma en mi familia. Por ejemplo, mis padres se casaron perdidamente enamorados. Eso es lo que siempre me han contado, que comenzaron a trabajar juntos y perdieron la cabeza el uno por el otro, con un cortejo respetuoso y muy lento. Aun así, estoy al tanto de que, en las generaciones anteriores, matrimonios arreglados sí acontecieron. Pero demandarlos en la actualidad, imposible. Nunca pasaría. —No nos quieren casar. ¿Te volviste loco? Aunque loco ya has estado desde el inicio — espeto. Damián da varios pasos amenazantes para acercarse a mí, no retrocedo, me le quedó mirando con fuerza. —Eres una atrevida, no sabes respetar a tu superior. Miro a la muñeca de mi mano con mi reloj. —Ni debería estar trabajando a estas horas. Estoy fuera de horario laboral, fuera de ese tú no eres mi jefe — le comunico. Él me quiere decir varías cosas a través de su molestia. Aunque la cercanía que tiene su cuerpo del mío, siento que me quema. Un paso m
Mi tercera semana de trabajo es igual de infernal que la primera y segunda. Damián me está poniendo más trabajo del que una empleada nueva como yo debería tener; mis compañeros de trabajo evitan hablar conmigo, y sigo sin tener un escritorio fijo.Pero nada ha hecho que presente mi renuncia, continuó comprometida con no dejar a ese hombre destruir mi espíritu. Conmigo no podrá, y se lo he demostrado cumpliendo todas las asignaciones que me ha pedido. Con cada asignación exitosa que le entrego, peor es su furia.—¿Leonora? ¿Tienes un momento para mí? — pregunta Felipe.Es uno de los supervisores del piso, el único que a duras penas se atreve a hablarme. Ignoro el dolor de espalda que tengo porque hoy me toco un escritorio rotativo con la peor silla que pudieses tener.—Sí, por supuesto. ¿Qué sucede? — respondo viéndole en una sonrisa.Él baja su cabeza, como para que no le siga sonriendo. Esta empresa es tan rara, no es que sean odiosos conmigo, es que me tienen miedo. No estoy exagera
Los últimos días han pasado en cámara lenta. Desde que le di el cepillo de dientes a Marisella, y espero ese resultado positivo de ADN, no me he podido contactar con ella. No sé nada de esta. Lo único que sé es que Damián sigue haciendo mi vida imposible.El último capricho de mi jefe ha sido mandarme a agrupar una pila de facturas en orden cronológico. Cabe destacar que son facturas de sus gastos personales, nada de la empresa. Los dedos me están doliendo mientras pongo el clip metálico en las facturas del mes de julio.—¿Cómo vas con las facturas, Leonor? — pregunta burlón Damián desde su escritorio.Es imposible ya que este hombre tenga casi un mes trabajando conmigo, teniéndome en sus narices aquí en su oficina semi secuestrada, y no sepa mi nombre. Lo hace a propósito.—Bien. Voy por julio — digo ignorando sus ganas de buscarme pelea.—¿Crees que llegarás a julio en esta empresa al ritmo que vamos? — me vuelve a retar.Cuando digo que Damián es un hombre malévolo, es porque es un
No sé si está de sobra decir esto, pero nunca había encontrado a una persona muerta. Hacerlo no sólo es impactante sino profundamente traumatizante. Apenas pude llamar a emergencias, y apenas pude llamar a Damián.¿Por qué? o ¿Para decirle qué? No lo recuerdo. Mi presente, ese presente que estoy viviendo, es como un sueño. Mientras toman mis declaraciones, mientras sacan al cadáver en una bolsa negra.Todas esas escenas están borrosas y suenan distorsionadas en mi cabeza. Incluso, el ver a ese hombre que tanto odio acercándose a mí llamando mi nombre. El correcto esta vez.—¿Leonora? ¿Estás bien? — pregunta o eso creo, suena muy distante — ¿Me escuchas?Mis piernas y ojos me fallan. La fuerza abandona mi cuerpo, y pierdo el conocimiento.…..Abro mis ojos a duras penas, y noto que estoy en la camilla de una clínica. Me siento en esta con cuidado, y localizo mi celular a un lado. Me estiro para tomarlo, prendo la pantalla que indica que todavía no es de noche y sigue siendo el mismo dí