“Sacrificar todo en tu vida para descubrir que tus esfuerzos no valen nada ante la riqueza de otros”. Erika Stone estudió en una universidad prestigiosa para conseguir un futuro prospero. Diez años después, ¿qué fue lo que ganó? Uno: una deuda asfixiante. Dos: Ser hostigada mensualmente por los prestamistas-mafiosos. Tres: conseguir un trabajo miserable como asistente de una bruja con delirios de grandeza. Y cuando creyó que su vida no podía empeorar, descubre que su jefa tiene una cita con Derek Fisher; dueño del banco más prestigioso del mundo, con sucursales en cada país del continente europeo, asiático y américo. Mejor conocido como: “monstruo bancario”. Ese hombre es descrito de muchas maneras: cruel, déspota, abusivo, narcisista, intimidante, rencoroso. Y lo peor, es que todo es cierto. Lo que muchos no saben, es que Erika y Derek se conocieron hace diez años, donde él se le declaró y fue rechazado sin compasión alguna. A pesar de haber pasado tantos años, la obsesión y el rencor por Erika no ha disminuido. Quiere vengarse, quiere poseerla, quiere romperla. Y no hay mejor plan que convertirla en su esposa en contra de su voluntad, con un contrato que se asemeja más a una prisión en lugar de un matrimonio. ¿Qué será más fuerte, las ansias por destruirla o el anhelo de protegerla?
Leer másPensé que me llevaría a su mansión, que me encerraría en su habitación. En su lugar, me trajo a un restaurante costoso en una terraza. El restaurante estaba frente al edificio donde trabajo… trabajaba. Me depositó en una silla y él se sentó frente a mí. No le importó que los comensales nos vieran de esa manera. Un mesero nos saludó con cortesía.―Buenos días, señor Fisher ―Nos entregó el menú―. Es un placer tenerlo con nosotros.―Javier, ya te he dicho miles de veces que no necesitas entregarme un menú, me lo sé de memoria. Derek tomó el menú que me habían dado y lo devolvió junto al suyo.―Como el día de hoy trajo compañía, pensé en seguir la normativa.―No es necesario. Ella es mi esposa. El mesero abrió los ojos de par en par y se sobresaltó.―¡Señor, pensé que era soltero! No sabía que estaba casado.―Lo era. Nuestro matrimonio es reciente ―Derek estaba hablando con este camarero como si se llevarán bien. No me imaginaba a Derek entablando una educada conversación con alguien
La espera fue tortuosa. Las manos de Derek viajaban de mi cintura a otras partes de mi cuerpo. No sé que zona me causaba más conflicto, cuando tocaba descaradamente la silueta de mis caderas o cuando manoseaba mis costillas, un centímetro por debajo de mis pechos. Y yo no podía hacer más que aceptar sus caricias.Katy nos miraba con los brazos cruzados y los labios apretados. Podía ver la envidia dominando sus ojos. Ella quería estar en mí lugar, ella quería ser la señora Fisher. Siempre lo ha deseado. Admitió delante de todos que yo era su esposa y no podía negarlo porque era la verdad. Aunque la razón y la forma en la que sucedió este matrimonio haya sido turbia.Su barbilla descansaba en mi cabeza, demostrando la diferencia de altura. Tarareaba una canción, despreocupado. Cómo si todos los ojos en la habitación no estuvieran sobre nosotros.Me puse rígida al ver entrar al tío de Katy. Derek notó mi cambio drástico y resopló con molestia. Me susurró al oído:―¿Puedes dejar de senti
―Erika, sal del maldito coche ―gruñó y me obligó a salir del coche de un tirón, tomando mi mano con posesión. Me enfrenté a la vista del edificio, se sentía más grande e imponente, como si fuera a caerse sobre mí. Inconscientemente, apreté su mano. Él aprovechó la acción para hacerme avanzar. ―¡Derek, por favor! ―supliqué. Entramos en el edificio. Apenas dimos un paso cuando el silencio cayó sobre nosotros, decenas de cuellos giraron en nuestra dirección. Derek me susurró con una sonrisa calculadora:―La última vez que estuviste aquí fuiste humillada, golpeada, despedida y saliste huyendo. ¿Quiere qué te vean derrotada ahora que volviste? Sus palabras me chocaron y algo hirvió en lo profundo de mi pecho. Tomé aire y levanté el mentón, desafiante. Mi cuerpo se sentía ligero, sin fuerza, pero necesitaba que estas personas vieran lo contrario. Avanzamos entre los murmullos y miradas perspicaces. El ascensor se abrió, estaba repleto de personas; nos miraban estupefa
La noche fue pesada. Estuve moviéndome de lado a lado. La fiebre iba disminuyendo, pero mis ojos ardían. Cuando sentía que me estaba quedando dormida, la mano de Derek iba a mi frente y cuello, evaluando mi temperatura. Lo miraba desde su lado de la cama, como estiraba su mano y me observaba adormilado. El día siguiente fue vacío, aburrido. Estuve todo el día en la cama, solo me levantaba para ir al baño. Derek no fue a trabajar, estuvo entrando y saliendo de la habitación constantemente. A veces, cuando él pensaba que estaba dormida, se sentaba a mi lado y acariciaba mi rostro, me revisaba el pulso y me arropaba. Tuvimos una que otra pelea tras su insistencia para que comiera. Pensé que me metería la comida en la garganta, mas solo maldijo y se fue. Sé que me estaba matando de hambre, pero lo veía más como una salida en lugar de una penitencia. Me había quedado sin empleo, no podía pagar las cuotas de los dos meses, estaba destinada a prostituirme, a vender mi cuerpo,
••Narra Erika•• Sentía el cuerpo pesado. La oscuridad me llamaba y no quería salir de ella. Pero algo me forzaba a volver; voces, gritos, gruñidos. Abrí los ojos y estos me ardían. Visualice a Derek sujetando la bata de un doctor. Ambos hombres se fijaron en mí. Los dos tenían algo que decir, pero no les di oportunidad. Volví a caer en la oscuridad. Las siguientes horas fueron humo. Entraba y salía de la oscuridad. Duraba un par de segundos con los ojos abiertos y de nuevo caía rendida. Era un bucle. Algunas veces, continuaba en la oscuridad, sin abrir los ojos, pero escuchaba las voces. ―¿Por qué sigue desmayándose? ―gritó Derek, la angustia era palpable en su voz. ―Es por el agotamiento. El cuerpo se está recuperando del cansancio y estrés ―respondió otra voz masculina. ―¿Y qué debo hacer? ―Solo necesita descansar. Puede llevar a su esposa a casa para que repose. Estaban hablando de mí. Las voces se esfumaron de mi mente. Mis pies estaban húmedos, mi fren
••Narra Derek•• Con aburrimiento, escuchaba a nuestro jefe de ventas informarnos sobre el incremento de ganancias en el último mes. Estábamos reunidos en la sala de juntas con mis gerentes que manejaban distintas áreas del mercado. Me entretenía rellenando un libro de sopa de letras que guardaba para estas reuniones. Yo solo asistía por mi obligación como jefe. Todos los registros, datos almacenamiento, problemáticas, posibles soluciones a dichas problemáticas, mejorías; ya lo había leído. Aunque muchos no lo crean, la pila de papeles que ven junto al escritorio del jefe, si nos tomamos las molestias de revisarlo y no simplemente firmamos sin leer. Al menos, los jefes inteligentes. ―Si vuelvo a escucharte decir: “Y entonces” te arrancaré la lengua. Es la décima vez que lo dices en tres minutos ―advertí. ―Sí, jefe. Una disculpa. Escuché como más de uno respiró profundo. Y alguien en la sala susurró: ―Hoy está peor que otros días, ¿verdad? Creo que está de mal humor.
Mantuve la mano en mi cartera, escondiendo el anillo. Entré y saludé a mis compañeros con normalidad. Por suerte, Derek había guardado la cartera que había llevado a la boda. Al llegar al último piso me recibió el silencio absoluto. Pasé junto a los cubículos diminutos acomodados unos junto a otros. Uno que otro compañero me saludó, otros tenían la cabeza metida en la computadora y otros rezaban en voz baja para acabar con esta miseria llamada empleo. A diferencia de los demás pisos que tienen la libertad de charlar, sonreír y descansar, nosotros no poseíamos ese privilegio. No cuando compartimos piso con la ladrona de felicidad. Los pies me pesaban al acercarme aquella oficina. Odiaba que mi escritorio estuviera junto a su oficina y que lo único que nos separaba era la pared de vidrio. Traté de hacer mis cosas con normalidad. Me costaba realizar las actividades priorizando una mano. Al redactar una carta en la computadora para nuestro nuevo socio, la bruja roba
Me sobresalté y alejé hasta que choqué contra la pared. Nuestra distancia no era mucha. El impulso de cubrirme tomó el control. Una mano fue a mi zona íntima y la otra a mis tetas. Mis esfuerzos eran inútiles, podía ver más de lo que me gustaría admitir. Estaba sin palabras, no procesaba lo ocurrido. Mis ojos fueron de su cabello mojado a su sonrisa cautivadora y perversa. Gotas resbalaban de su pecho definido a su abdomen marcado. Subí la mirada para evitar ver más… abajo. Pero mis ojos parecían tener vida propia, buscaban ver lo que tenía entre las piernas y me encontraba constantemente luchando contra ese instinto lujurioso. Con gran esfuerzo logré concentrarme en sus ojos. Pensé que él estaría detallando mi cuerpo con una mirada morbosa, pero no. Estaba pendiente de mi rostro, de mis gestos. Estaba en un momento vulnerable y expuesta, e igual no se molestaba en evaluar mi cuerpo. Tragué saliva. ―¿Qué haces aquí? Sonrió con malicia. ―Somos esposos, es normal
No fui a mi apartamento, los empleados de Derek me trajeron ropa suficiente para tirar al techo. Me deleité viendo los distintos y elegantes vestidos; había variedad para cualquier ocasión: estilo cóctel, noche, eventos especiales, bodas, fiesta y oficina. Pasé los dedos por la tela fina y suave. No podía negar que era como un sueño, tanta ropa solo para mí. La ropa que me correspondía estaba de un lado del vestier y del otro lado estaba la de Derek. Estábamos compartiendo el vestuario de la habitación. Y eso significaba que no dormiría en esta mansión simplemente, dormiríamos en la misma habitación. Pasé mi mano por las faldas y pantalones, recorriendo la zona. Llegué al espejo de cuerpo completo que me reflejaba, mi cabello estaba desordenado, la piel de mi rostro más pálida de lo normal y unas ojeras adornaban mis ojos azules. Mi pequeño cuerpo estaba cubierto por la camisa de Derek, no me veía muy sexy en la parte superior porque mi busto era chico y estaba flaca. Era cons