La monarquía gobernada por Kereem Abdalá aparenta ser invencible, pero bajo la fachada poder y prosperidad, se siente atrapado en una lucha interna que amenaza con desbordarse. Ante la presión de asegurar la sucesión, Kereem jura lealtad eterna a Sanem, prometiendo no tener otra esposa. Pero el tiempo avanza implacablemente, y Sanem siente que la sombra de su enfermedad amenaza con destruir su matrimonio y la estabilidad en el poder. La entrada de Zahar al palacio es un secreto de Estado, entrenada desde la infancia por su propio padre, ella solo llega con un objetivo: llevar a cabo un juego de engaño y seducción, siendo la amante secreta para ofrecer un heredero. ¿Será capaz Zahar de cumplir su misión sin despertar sus emociones? Mientras tanto, el golpe de Estado comienza a tomar forma desde las sombras, amenazando con desencadenar una serie de eventos que cambiarán su destino. En un juego de lealtades, engaños y pasiones prohibidas, cada uno intentará sobrevivir a los límites, dónde cualquier movimiento, puede resultar fatal...
Leer másZahar…El cansancio se había convertido en una sombra pegajosa que no se desprendía de mí. Estas últimas semanas habían sido las peores en todos los sentidos, y eso, sumando a cierta irritabilidad que no me dejaba en paz.No estaba en Riad, pero cada minuto en esta guerra invisible traspasaba mi energía, y literalmente estaba acabando con mi estabilidad emocional.Víctor y yo hemos pasado días entre reuniones, informes y estrategias. Esta vez, la discusión en el gabinete de la Unión Europea gira en torno a la importancia del apoyo económico. Una salvaguarda, dicen, para mantener influencias y mover las piezas a nuestro favor.Había una conversación extensa; definitivamente, Víctor sabía jugar este juego de las influencias, y utilizaba palabras claves.No sé cuánto dinero estaba ganando con esto, pero era evidente que no lo haría por cualquier cosa. Era demasiado desgaste, demasiada voluntad.La cosa era que, parecía un muro, firme a mi lado, trabajando como una extensión de mi propia
Kereem…La sala de conferencias estalló en flashes y murmullos; apenas pronuncié las primeras palabras. Sanem se encontraba a mi lado, y tuve que tomarle la mano.Sentí su tensión, ella podía sentir la mía cuando fue tan ajeno como sus dedos se entrelazaron en mi mano. Podía sentir la mirada de millones clavada en mí, evaluando cada palabra, cada gesto.— Ciudadanos de Riad, ciudadanos de Arabia Saudita… Estamos en guerra. Hoy, el enemigo ha cruzado líneas que jamás debieron ser tocadas. Hoy, nuestra nación enfrenta uno de los momentos más difíciles de su historia moderna. Pero les aseguro esto: no están solos. No los dejaré solos. Este no es un momento para el miedo, sino para la acción.Respiré hondo y continué.—El golpe de Estado no solo es una amenaza interna, sino que cuenta con el apoyo de fuerzas extranjeras. Pero nosotros no nos doblegaremos.Mi voz fue firme, calculada. Cada sílaba llevaba la certeza de la estrategia. Mientras hablaba, mi mente estaba en otra parte, en una l
Kereem…La pantalla frente a mí parpadeó, encendiéndose con el código rojo que no había visto en años.Quizás cuando era un niño habían activado esta alerta, y no necesariamente porque querían destronar la monarquía."ALERTA DE SEGURIDAD NACIONAL: NIVEL MÁXIMO".Me quedé inmóvil por segundos, sintiendo cómo la tensión en mi pecho se volvía más densa. Yo mismo la había enviado a activar después de una serie de sucesos, esta era la semana donde nuestra inteligencia sabía que los rebeldes se habían sentido con la suficiente fuerza y la entrada de mercenarios rusos.Tenía todo esto a la vista, y en estas tres últimas semanas lo había esperado.Tres maldit@s semanas donde solo podía comunicarme con Zahar a través de un puto móvil o por la intercepción del micrófono. Tenía todas las noticias de ella, y fotos.Fotos de su sonrisa, mientras miraba al maldit* de Víctor.Era evidente que su acercamiento había sido inminente, y siempre me decía lo mismo.Tiempo…Pero odiaba al maldito tiempo.La
Zahar…El silencio dentro del auto era denso. Ni siquiera la música de fondo lograba aliviar la presión que sentía en el pecho. Miraba el GPS cada dos minutos mientras el paisaje urbano se transformaba en zonas más tranquilas. Algo no estaba bien. Sentía esa molestia punzante en la nuca, y mi pierna titilaba.—Tranquilízate, puede que solo quiera hablar contigo.—Eso espero. ¿Puedes ir más rápido?—¿Quieres que choquemos?—Podemos intercambiar, y yo manejaré —Víctor sonrió y negó.—Eres imposible.—Lo sé.Demoramos más de lo que el GPS indicó y cuando me bajé, Víctor tomó mi mano impidiendo que saliera del auto.—Tranquila, Ana, espera. Yo mismo te acompañaré.—Estás agotando mi paciencia.Víctor se apresuró a bajarse y se puso a mi lado, para caminar hasta la casa de Lidia. Realmente respiré aliviada porque nada parecía diferente, y podía ver las luces encendidas en su casa.Estaba paranoica.Cuando toqué el timbre, y ella asomó el rostro, todo mi cuerpo descansó y le asomé una sonri
Zahar…Desperté antes de que el despertador sonara, y miré de nuevo la foto que Kereem me había enviado. Definitivamente, la mantendría en mi galería encriptada. Una sonrisa se dibujó en mi rostro y reconocí que estaba completamente trastornada por él.Me levanté con lentitud, odiando el vendaje en mi tobillo, pero necesitaba moverme. No podía quedarme aquí mientras había tanto para hacer.El sol apenas entraba por la enorme ventana de la suite cuando encendí la tablet nuevamente. Volví a repasar los planos de la emboscada, los movimientos de los autos, los rostros que las cámaras captaron. Algo no cuadraba.Entonces, luego todo lo que Víctor también me dijo, rondó mi mente.No sabía a lo que estaba jugando, y si no estuviera de parte de Kereem, podía pensar que lo hacía como un plan secundario para destruirlo también.No era de las que me confiaba, pero Asad y Kereem lo habían investigado bastante bien y con tiempo.Sin embargo, también temía por él. En el momento en que Kereem supie
Zahar…Demoramos al menos dos horas cuando los paramédicos me revisaron completamente. Pusieron una venda elástica en mi tobillo y me dieron analgésicos.—Traté de tener reposo al menos por un día, mejorará…Víctor no se despegó de mí, y no pude contactar a Kereem hasta ahora. Además, era su completa culpa.Después de todo el desastre, dejé que Víctor me dejara en el edificio de la suite, y si no fuera por mi intensa retención de que no subiera, el hombre me hubiese alzado hasta la cama.Sin embargo, varios de sus hombres me acompañaron hasta la suite, y no fue hasta que entré ayudada por ellos, cuando me dejé caer en el sillón.Repasé la emboscada y noté en la Tablet los puntos ciegos. Las indicaciones y arreglos que Asad dejó, además de una nota.“En unas semanas, estaremos entrando en una situación complicada en Riad”Solté el aire. Iba a ser un completo desastre, y odiaba quedarme aquí.Me pregunté si Kereem ya había soltado la noticia de su divorcio, o había planificado algo más.
CAPÍTULO 37 AMOR Y VENGANZAZahar…Miré el GPS, tenía el arma preparada y, como lo había predicho Asad, en un punto de millas, como mostró la indicación, una camioneta estrelló la nuestra con fuerza, haciendo que nuestros cuerpos se estrellaran el uno contra el otro.El sonido sordo inundó mis sentidos, y luego, comenzaron a disparar.Mi cuerpo sintió un dolor profundo ante el choque, estaban pegando varias veces al vidrio cuando grité a Víctor.—¡Agáchate!El sonido metálico de los impactos era ensordecedor, y aunque Asad había dado una orden, no podía quedarme aquí.Alcé la manilla y esta no se abrió. El conductor estaba estático, recibió el golpe más duro, y sabía que era cuestión de minutos para que llegaran las demás camionetas.Gateé de forma rápida hacia delante para quitar los seguros y me escurrí en el puesto trasero.—¡Ana!—No me sigas…—¿Qué haces?—¡Quedate en el put* auto! —abrí la manilla y no abrí toda la puerta. La idea era escurrirme hasta el suelo y disparar hacia el
Zahar…Me quité el auricular por un momento, pero mantuve el indicador de señal encendido como Asad y Kereem me lo habían pedido. El nuevo móvil siempre me haría saber si alguien se quería comunicar conmigo, así que no pasaba nada si por un momento no tenía el micrófono.Caminé un poco nerviosa, ya había trabajado con Víctor, pero esto se trataba de otra cosa.Pasé la seguridad, y luego fui a la planta principal. Sabía que allí estaría Víctor, pero cuando toqué, noté a Alessia frente a él con una serie de documentos.Víctor alzó la vista, pero a diferencia de otras veces, había una seriedad sin igual en él. Y aunque me sentí un poco incómoda, no dudé en seguir hasta que llegué al escritorio.—Buenos días.—Ana… —él lo gesticuló, y luego me indicó una silla—. Estábamos adelantando trabajo.Miré a Alessia.—El señor Abdalá dejó algunas cosas importantes de las que me encargaré.Y mi ceño se frunció.—Pero Kereem… —carraspeé varias veces—. El señor Abdalá quiere que esto sea algo discret
Terceros…Naim recibió el mensaje de Emré, y frunció su ceño.Tenía que estar a una hora reunido con él y Kereem fuera del palacio, y mirando su reloj, sabía que estaba a tiempo.Solo estuvo a punto de hacer una llamada, cuando sintió que la puerta se estrelló y alguien entró con la respiración entre cortada.Sanem estaba llena de lágrimas, y su aspecto daba mucho que decir.—¿Qué ocurre?—Kereem está loco —con largas zancadas, él se acercó tomándole la cara con fuerza.—No más que tú. ¿Qué dijo ahora?—Ahora lo dice abiertamente, ¿puedes creerlo? —Naim restregó sus dedos en las mejillas para quitar sus lágrimas.—¿Exactamente qué dijo?—Qué ama a esa maldit@… ¡Naim! Ella es un maldit* cáncer.—Tu mente lo es. Te aferras a algo que no tiene sentido —Sanem negó.—No lo entiendes…—Lo entiendo todo. Contrataste a una mujer, y enviaste una muestra de Kereem para engendrar un hijo de ustedes dos en ella.Sanem apretó la mandíbula, a pesar de que encontraba refugio en Naim, no podía decirl