CAPÍTULO 4

La idea de Malih dejó a Kereem en un estado de confusión y dilema emocional. Mientras observaba el tranquilo jardín desde su despacho, las palabras resonaban en su mente:

«Una amante secreta»

Aunque la propuesta parecía ofrecer una solución aparentemente indolora para todos, el jeque sabía que las implicaciones emocionales y éticas eran profundas.

Inquieto, Kereem observó cómo se abría la posibilidad, dos días después de qué relacionista le dio la idea, y miró como su esposa Sanem, aun débil, pero con otro color, entró al despacho ofreciéndole una sonrisa plana.

Kereem se levantó de inmediato para recibirla y depositó un beso en su boca, mientras tomó su rostro.

—¿Cómo te sientes? —Ella asintió segura.

—Mucho mejor… están colocándome un tratamiento de vitaminas que me ha hecho sentir muy bien, gracias a Alá…

—Perfecto. Siéntate…

Él la dirigió al asiento, y se desajustó un poco la corbata.

—¿Pasa algo? Te ves incómodo —ella preguntó y Kereem asintió con la mirada seria.

—Se está complicando como lo dijiste —Sanem pasó un trago, pero afirmó completamente seria.

—Lo sé. Entonces… ¿Cuál es el siguiente paso?

—Hay una… forma.

—Estoy escuchando… —Lo odiaba. Kereem odiaba ver sus ojos llenos de tristeza.

—Según el relacionista, una amante…

Sanem abrió los ojos, Kereem siempre había sido directo, y nunca disfrazaba sus palabras.

Por su parte, él podía ver su pecho subir y bajar, pero necesitaba mantener el temple, más que nada por ella.

—¿Amante?

—Sí, una mujer secreta que tenga a nuestro hijo.

—Eso sería denigrarla… —Kereem pasó un trago duro, Sanem era la mejor mujer que había conocido en la vida.

Sin embargo, lo que tenía por decirle era peor.

—No pienso hacerla mi amante, si Malih tiene un plan, yo puedo manejarlo a mi antojo.

Sanem se levantó agitada.

—Esto no tiene sentido, lo mejor es que busques una esposa, que la respetes, y que se hagan las cosas como deben ser, ella tendrá a tu hijo, ese será el heredero, punto.

Kereem apretó los dientes.

«De ninguna manera»

—¿Y qué pretendes? ¡¿Que sea coronada como la reina?!

—Pasará lo que Alá permita, Kereem… ¿Cómo puedes siquiera pensar que tratarás a cualquiera que sea que elijas, en una ramera?

—Ni siquiera me has dejado terminar… —Sanem se puso la mano en la cabeza, y él se preocupó—. ¿Estás bien? —intentó levantarse, pero ella negó y se sentó de nuevo.

—Por favor… continúa.

—No tengo intención, te repito, de hacerla mi amante… —Sanem le envió una mirada seria.

—¿Entonces? ¿Qué planeas?

—Podemos utilizar su vientre… —El rostro de ella se puso más amargo y llevó las manos a su rostro.

—¿Te estás escuchando? Esto ni siquiera está permitido aquí de forma legal Kereem… además… —Sanem se volvió a levantar con los ojos nublados—. Es antimoral, atenta contra nuestros principios, nuestra fe. ¡Por amor Alá…! ¿Quién eres por pensar de esta forma?

Kereem se puso de pie, intentó abrazarla, y ella retrocedió.

—Nunca permitiré algo así… nunca utilizaré el vientre de una mujer para mi beneficio, prefiero separarme de ti…

Kereem abrió los ojos impactados ante su confesión, mientras vio su mandíbula titilar.

—Sanem… —ella negó.

—La idea de Malih, tiene mucho más juicio que la tuya…

Kereem cerró la boca esta vez.

Su reacción era demasiada, y él debía solucionar. No colocaría más cargas en Sanem, ella se veía demasiado débil, y relajó sus hombros intentando negociar.

—Está bien, olvidemos la reproducción asistida… —él notó como ella soltó el aire.

—¿Y cómo elegirás a la persona? —Kereem negó.

—Malih lleva un año en esto a mis espaldas…

—Claro… —Sanem miró al piso—. Todos están preocupados. Imagino que tu padre está en este asunto, e incluso me genera vergüenza.

Kereem se acercó levantando su barbilla, y lo hizo mirarlo.

—Nada de eso. Dejaré que Malih se encargue de esto. Luego, nos reuniremos en unos días para que nos muestre la candidata en un documento.

Sanem apretó la mandíbula, y luego asintió.

—Me parece lo más adecuado. Debe planificar la boda, y las invitaciones… yo puedo encargarme de otras cosas. Por ejemplo…

—No… —Kereem le envió una mirada fría, y esta vez hubo sentencia en su voz—. Puedo pasar lo de la reproducción asistida, y todo lo que quieras, pero te lo dejé claro, Sanem, no habrá una segunda esposa para mí…

—Kereem…

—Ella será mi amante, y eso, hasta que quede en embarazo… después, desaparecerá de mi vista.

Sanem abrió los ojos, pero la determinación de su esposo era afilada, que incluso ella le tuvo un poco de miedo.

Kereem estaba irritado, al menos había cedido en varias de sus peticiones. De forma suave acortó los pasos y lo abrazó colocando su rostro sobre su pecho, pero instantáneamente la puerta se abrió y escuchó cómo Asad se excusó.

—Lo siento, señor… ¿Me mandó a llamar…? —Sanem se limpió las lágrimas rápidamente y escuchó cómo Kereem le ordenó.

—Llama a Malih, dile que venga con el asunto en dos días… que quiero todo, y que hemos aceptado.

Asad asintió decidido cerrando la puerta, y Sanem solo se abrazó a sí misma, observando detenidamente por la ventana.

Sabía que le esperaba un tiempo de sombras, pero ella debía ser lo suficientemente fuerte porque amaba a Kereem más que a nada en el mundo.

Además, era su responsabilidad, una en la que había fracasado muchas veces, y debía poner reparo en ello cuanto antes.

***

—Perfecto… —Zahar trató de regular su respiración y luego le hizo una reverencia a su maestro de combate—. Pero nunca te confíes… las balas son rápidas y esas no perdonan.

—Lo sé, señor… —en el monumento en que ella contestó, una gran puerta del galpón se abrió como si alguien estuviese preparado para entrar.

Era el hombre de seguridad de su padre, Bakir, y parecía tener prisa en llevar a ella cuando sus zancadas fueron rápidas hasta llegar a su sitio.

—Zahar, su padre la requiere con urgencia.

Ella no titubeó en ponerse una capa encima de ella, despidió a su maestro para caminar rumbo a la camioneta, mientras algunos hombres la escoltaban.

—¿Hay alguna noticia? —Bakir no la miró, pero asintió de forma rápida.

—Ya lo sabrá.

Zahar, de veinte años, miró la carretera soltando el aliento. Sabía todos los pasos, nunca hablaban en autos, y, a decir verdad, ella solo tenía dos sitios que frecuentaba.

La mansión de su padre, y el galpón de entrenamiento, eso desde que tenía nueve años.

Nunca fue a un colegio de chicas, sus clases y educación eran privadas, y solo fue criada para un objetivo, se lo sabía de memoria, incluso dormida, podía recitarlo sin error.

Llegando a la mansión abrieron su puerta y fue Bakir el que la condujo rápidamente al despacho de su padre.

—Señor… —Zahar hizo una reverencia cuando Bakir saludó a su padre, y el hombre mayor, de unos cincuenta y cinco años, se giró con un puro en sus manos.

Tenía el turbante dorado, uno de sus favoritos, y una túnica blanca, porque, a decir verdad, Aziz Olayan, era extremo en su cultura.

—Déjanos solos… —Zahar se encogió un poco ante su orden. Muy pocas veces estaba con su padre a solas, e incluso no le gustaba mirarlo a la cara, él mismo le había enseñado que se trataba del máximo respeto—. Zahar…

Su mano levantó su rostro por primera vez, y ella pasó un trago grueso.

—Ha llegado nuestra hora… —Aziz sonrió como si resplandeciera, y luego soltó el humo de su boca—. Es el momento de nuestra gloria…

El resumen…

Había llegado el momento para el que la habían preparado tanto.

Entrar al palacio Masmak, y así comenzar su función…

El juego de engaño y seducción, había comenzado a partir de ahora.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo