CAPÍTULO 8

—Kereem… ¿Amor? —Kereem parpadeó varias veces y en su visión apareció Sanem.

Su ceño se arrugó y se levantó de golpe.

—Nunca habías dormido hasta tan tarde… —Él observó el reloj digital.

Eran las nueve de la mañana.

—¿A qué hora te dormiste? —Sanem tenía muchas preguntas esta mañana, pero él negó.

—Casi no podía dormir, salí a la terraza en la madrugada y… —se rascó los ojos—. Me daré una ducha, dame un momento.

—Malih nos espera… —Y Kereem la miró.

—De acuerdo, lo haré rápido; si quieres, puedes adelantarte. 

—Solo le diré que vaya a un salón y le daré la orden a un guardia que lleve a la chica, que nadie lo sepa… hasta que lleguemos y decidamos qué hacer. Pero creo que es mejor que lo hablemos antes, llegar a improvisar, solo nos hará ver débiles.

Kereem lo estuvo pensando toda la noche, pero incluso le dolió la cabeza.

—Tal vez… quizás debemos decirle a nuestra familia la situación. No quiero avergonzarte, pero…

—He pensado en una opción —Sanem se sentó a su lado como si estuviera preparada y lo interrumpió.

—¿Cuál es? —Kereem la miró por un momento, y asintió para que continuara.

—Creo que para nuestra familia será muy extraña la entrada de esa mujer. Así que podemos hablar de que se trata de una prima… una prima mía.

Kereem abrió los ojos.

—¿Una prima?

—Sí, podemos decir que es hija de mi tío, Coré… el que se fue a Omán.

Kereem asintió lento para seguir escuchándola.

—Eso es mejor, decimos que su madre murió, y ella está un poco perdida, así que mi tío me contactó y yo decidí recibirla, al menos hasta que él esté estable en Omán.

Kereem asintió.

—Sí…

—Si ella sale embarazada pronto…

—Un día a la vez, Sanem… —Kereem tomó su mano y ella asintió.

—Bien. Iré a avisarle a Malih. Disfruta de tu baño.

Kereem soltó el aire cuando cerraron la puerta y se metió en la ducha, dejando que sus ojos se cerraran y que su cuerpo se ambientara al agua fría. La imagen de esa mujer le generaba todo, pero lo que más relucía, era una rabia indescriptible.

Se puso un traje gris oscuro, y peinó su cabello hacia atrás cuando salió directo al salón donde de seguro ya estaba Sanem, y nada más entró, él pudo ver que su esposa se encontraba con Malih.

—Majestad… —el hombre hizo una reverencia y Kereem se sentó en el sofá con Sanem—. La señora me ha dado la información.

—Me adelanté un poco… —Él asintió hacia ella sin problema y luego miró a Malih.

—Una cosa más, Malih… ¿Ha tenido revisiones médicas para saber si es fértil?

Sanem pasó un trago y Malih no dudó en dar la respuesta.

—Todo su historial médico está en el iPad y la información que deseen de ella. Está en perfectas condiciones.

—Bien… —Kereem cortó—. ¿Dónde está ella? Debemos dejarle claro muchos puntos.

—La traeré.

Kereem no se inmutó, pero sintió cómo Sanem tomó su mano y entrelazó los dedos. Él recibió su mano cálida, y le besó el dorso.

—No puedo evitar sentir pena por ella.

Y Kereem apretó la mandíbula.

La puerta se abrió con Malih, y luego esa mujer dio un paso hacia ellos. Esta vez tenía un vestido blanco y Kereem profundizó su ceño.

—Siéntate, Zahar… —Malih no había terminado de decirle cuando Kereem lo preguntó sin darle tiempo a reaccionar:

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Qué ganas? —Malih se tensó, pero ella se quedó quieta sin ninguna emoción en su rostro—. Supuestamente, tu padre es rico, no he hecho negocios con él, pero…

—Yo puedo explicar… —Malih se ofreció y Kereem alzó la mano para detenerlo y callarlo.

—No… le pregunté a ella… ¿Qué ganas?

—Tengo metas personales… —Y Kereem soltó un bufido irónico.

—No estamos jugando aquí… —Se levantó, y Zahar, aunque no lo pidieron, se levantó también.

—Ni yo, majestad… —ella se puso derecha—. Quiero salir de Arabia Saudita una vez que termine mi propósito aquí… —Kereem y Sanem, que ahora sostenía su brazo, fruncieron el ceño y se miraron entre ambos—. Pidieron mi mano hace unos meses, pero la rechacé… mi padre no quiere tener mucho que ver conmigo, y no quiero casarme…

—¿No quieres casarte? —Sanem preguntó con sorpresa—. Pero, ¿por qué?

—Porque no estoy conforme, señora… no quiero vivir bajo nuestra cultura, y…

—¿Qué dices? —Kereem la cortó.

—Me pidió la verdad… ¿Cambian sus proyectos mis respuestas? Sé por qué estoy aquí. Quieren un hijo, uno que nacerá de mí, y será puesto en los brazos de la señora Sanem. Después de eso, desapareceré de sus vidas, y yo me ganaré mi libertad.

Kereem respiraba agitado, y Sanem no podía creer el ideal de la chica.

—Entonces… ¿Te irás de Arabia Saudita? —Ella asintió cuando volvieron a preguntarle.

—Con sus firmas no tendré ninguna objeción. Saldré del país.

—Ella irá a Inglaterra… —Malih se asomó de nuevo—. Así que no hay nada de qué temer, señor… no hay nada que arriesgar.

Zahar se volvió a sentar cuando Kereem rodeó el sofá y caminó por el salón. Sanem se mantenía quieta, mirando detenidamente a Zahar. Estaba impactada con su información y su seguridad al hablar.

—Queremos que te quedes —Kereem se giró cuando Sanem se adelantó por sí sola—. Solo tú, Kereem, Malih y yo, sabremos de este asunto.

Zahar alzó el rostro.

—Nadie sabrá quién eres realmente… —Kereem continuó—. Nuestra familia está en el palacio, somos unidos, y tu presencia levantará sospechas.

—Yo seré una tumba, señor… —Se apresuró a decir Malih y ambos miraron a Zahar.

—Serás mi prima aquí en el palacio —Sanem le informó—. Eres hija de mi tío Coré. Estarás una temporada aquí en el palacio. Tu madre murió, y tu padre está en Omán.

Zahar no se inmutó y asintió sin quitarle la mirada a Sanem.

—De acuerdo.

—Zahar, debes actuar con naturalidad, cualquier cosa que se te presente…

—Debes hablarlo con Sanem… —terminó por decir Kereem, y Sanem lo miró asintiendo.

—Así es, soy tu prima lejana, y así quedamos. Tu estadía depende totalmente de ti… —Kereem observó cómo esa mujer asintió hacia su esposa, y luego, alzó los ojos a él.

Él le sostuvo la mirada, había algo en ella como si lo retara, y esta vez, ella fue la que apartó los ojos cuando Malih intervino:

—Mi señor, en este momento me aparto del asunto, estoy a sus servicios para lo que requiera, y cualquier cosa que amerite…

—Amerito, que no hables de este hecho ni con tu mente… —Fue una advertencia directa.

—Por supuesto, majestad.

Todos se pusieron de pie, y Sanem se abrazó a sí misma.

—Ordenaré a que te pasen a una habitación de invitados, Zahar… —y pasando un trago se afirmó—. Quizás esta misma noche te presente a nuestra familia, así que, por favor, vístete acorde al momento… y por las prendas o ropa no te preocupes, ordenaré que alguien lo haga por ti.

Zahar afirmó en silencio. Kereem llamó a un empleado al que le dio directrices, y ambos vieron salir a la mujer, mientras Malih se despidió con una reverencia.

Pasaron unos segundos largos para que Sanem volviera a ver el rostro de Kereem, pero su toque suave, la hizo desarmar en el instante.

—Le pido a Alá que me dé fuerzas… —ella se abrazó hacia él, mientras Kereem la recibió en sus brazos como si la consolara con delicadeza.

Le dio un beso en la cabeza a Sanem, y luego la tomó de las mejillas acariciándolas.

—Quiero que entiendas, que esto es solo un acuerdo, un acuerdo que tendrá un fin, y espero que ni siquiera se quede en los recuerdos.

Sanem asintió limpiándose las lágrimas, y luego volvió a meter su rostro en su pecho.

Ella también pedía a gritos que fuese de esta forma, porque si no, ella moriría…

***

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