Naim salió del auto cuando casi el sol estaba escondiéndose en ese cielo amplio de su ciudad favorita.
Riad. Su casa y hogar.
Le hizo una seña a Emré, su primo de treinta y cuatro años, y muy amigo de Kereem. Lo habían estado preparando para su nuevo cargo como ministro de exteriores, y había viajado con él, hacia varias ciudades de Arabia Saudita.
Ambos venían a apoyar a Kereem en todo el cambio de gabinete.
—Nunca deja de robar el aliento… —ambos miraron el palacio alzando la cabeza cuando Emré lo dijo, eran casi las seis de la tarde, y las luces ya se habían encendido, dándole más majestuosidad al palacio.
—Y ahora que estarás más junto a nosotros, no querrás salir.
Emré asintió con una sonrisa.
—Eso lo tengo claro.
—Lleven las bolsas de compras a un salón… —ordenó Naim a unos hombres y luego se adentraron al palacio.
Todos, a excepción de Kereem, debían pasar por una inspección antes de entrar.
—¡Que Alá los bendiga! —Naim sonrió. Por supuesto, su madre, Hurem, había sido la primera en recibirlo.
Besó su mano y luego se apartó para dejar que Emré también la saludara.
—Tía…
En unos minutos se unió Yurem, la primera esposa de Saad, y la madre de Kereem y Janna, que se llevaban apenas tres años de diferencia.
—Bienvenidos… —Naim sentía el mismo respeto por ella, besó su mano, igual que Emré.
En un pitido de grito pequeño, vio a su hermana menor, Bahar, de veintiún años, y la recibió con los brazos abiertos. Ella era literalmente su consentida, a diferencia Kereem y Janna, ellos sí se llevaban una diferencia de nueve años, y eran hermanos de la misma madre y padre.
Luego de eso, se unieron los demás: Janna, con su esposo Jamil, sus dos hijos varones, y finalmente su padre Saad.
El jerarca mayor y anterior jeque de Arabia Saudita.
—Esta familia cada vez es más grande… —Emré señaló la panza de Janna que apenas se notaba y ella le sonrió.
—Pronto seremos más…
Y Naim se puso serio recordando que su hermano tenía algunos problemas con Sanem y sus embarazos.
—Hermano —Kereem entró con en su traje de *Thobe Ramadán.
Se dio un estrecho abrazo con su hermano, y luego se quitó para mirar a su primo Emré que tenía meses que no veía.
—Emré… —Se dieron un abrazo y Emré le palmeó la espalda.
—Me alegra mucho estar aquí…
—Y a mí… —respondió Kereem con una sonrisa palmeándole la mejilla—. Te necesito pronto en mi gabinete o voy a enloquecer…
Naim entregó unos regalos, especialmente a sus pequeños sobrinos, que comprendían la edad de siete y cuatro años, pero frunció el ceño cuando no notó a Sanem presente.
—¿Y la señora de este palacio?
Kereem estaba por decir que se iba a demorar un poco cuando ella apareció de repente.
Estaba reluciente con un vestido nuevo y Kereem notó que se había maquillado más de lo normal.
—Por supuesto, estaba preparando el gran banquete especial para mi familia —La sonrisa de Kereem se extendió al verla, ella invitó a todos a la gran mesa, y se sorprendieron por cómo había preparado todo con detalle.
El comedor era un bullicio total, Naim y Emré estaban contando algunas travesías del viaje, mientras Yurem los miraba con ilusión.
Kereem observaba cómo su padre intercambiaba temas con sus dos esposas, pero él estaba bastante callado, un poco hundido en sus pensamientos.
—¿Estás bien? —La mano de Sanem se posicionó en la suya haciendo que la mirara. Le apretó la mano, quitándola de la mesa, y colocándola debajo, sobre su muslo.
—Estoy bien, pienso en el cambio de gabinete que se avecina en unos días… las amenazas, los problemas del reino, nosotros.
Sanem se tensó un poco, pero le sonrió.
—Disfruta la cena… mañana será otro día.
Kereem vio cómo Sanem se giró y prontamente comenzó una conversación con Janna. Al terminar la cena, hombres y mujeres se apartaron en cada salón, mujeres a tomar té, y hombres alguna bebida, pero su padre se excusó diciendo que estaba bastante agotado, y Jamil también se fue con Janna a la habitación.
Los niños se habían dormido desde hace una hora.
Naim encendió un puro, y Kereem negó cuando le ofreció uno. Los tres se sentaron en una terraza, mientras el cielo estrellado era perfecto.
—Estás tenso, hermano.
—Muy… —Kereem tomó un trago—. Me urge hacer el cambio de gabinete, no me acostumbro a tener los mismos personajes con los que mi padre trabajaba. No me siento conforme.
—Claro… pero aquí estamos, tu primer ministro, que es tu hermano, y uno de los puestos más importantes, el ministro de exteriores… Emré…
Kereem sonrió. Emré era su primo, pero era literalmente como un hermano también. El padre de Emré, su tío, igualmente estaba en el consejo, y era uno de los que se quedaban.
—¿Sanem y tú están bien? ¿Para cuándo nos sorprenden? —Naim se tensó ante la pregunta de Emré, y miró a Kereem con la mandíbula tensa.
—No te preocupes… —Kereem dejó el vaso en la mesa—. Emré es nuestro hermano, es de confianza —se dirigió a su hermano.
—Lo sé —Naim soltó una bocanada de humo—. Pero sabes que no es mi asunto hablar de temas delicados, menos los tuyos.
Emré frunció el ceño sin entender un poco.
—¿Está todo bien? —él preguntó confundido y Kereem se adelantó.
—Hemos perdido otro bebé… —Emré se puso pálido, y se arrimó para tomar el brazo de Kereem.
—Lo siento, Kereem… sé lo importante que es esto para ti, de hecho, para todos.
Él negó mirándolos a ambos.
No tenía problema en contarles sobre su plan, su nuevo plan que estaba destrozando sus nervios, pero la verdad, es que no quería. No ahora.
Este secreto se mantendría entre él, Malih y Sanem por ahora, esperaba que llegara mañana para idear algo cuando su familia notara a esa mujer en el palacio.
Se despidió de sus hermanos y luego caminó directo a su habitación.
Sanem parecía estar esperándolo, y se giró cuando él entró del todo.
—Quería hablar contigo… ¿Qué le diremos a nuestra familia? —Kereem apretó la mandíbula, y llegó a ella.
Ya no había rastro de maquillaje en su rostro, y rozó sus dedos en su mejilla.
—No le diremos a nadie, mañana cuando nos reunamos con Malih, se lo dejaremos claro. Nadie puede enterarse por ahora de la verdad. No quiero que te sientas avergonzada, y tampoco es un tema fácil de conversar.
Sanem asintió.
—No pude ni decírselo a Janna… no soy capaz.
—No se lo digas…
—Pero, entonces… ¿Cómo podemos mantenerla aquí? ¿Qué diremos sobre ella?
—Estoy pensando… descansemos, mañana será otro día.
Sanem asintió acariciando su mejilla, bajó a su cuello, y luego besó su mandíbula. Kereem tomó su cabello con delicadeza para acariciarlo, y luego se fundió en su boca y en su cuerpo.
Sanem gimió en su boca y él la abrazó, extendiendo los besos en su rostro, en su cuello y clavícula, dejando que sus gemidos cálidos, invadieran sus oídos.
Con ella se sentía pleno y estaba seguro de que las decisiones que tomaran de ahora en adelante, serían solo para protegerse, solo para protegerse entre los dos, como hasta ahora lo había hecho…
Kereem notó que Sanem estaba dormida en su pecho una hora después y, en medio de que no podía quedarse dormido, salió a la terraza sin hacer ruido.
Desactivó los sensores de luces y encendió un puro mientras miraba la tranquilidad de la madrugada. Todo hasta que achicó sus ojos cuando, en otra terraza más pequeña del palacio, pudo reconocerla.
Zahar estaba pegada a la pared mirando las estrellas, pero lo único que Kereem podía ver en ese momento, era una delicada bata que apenas cubría su cuerpo. Aunque, de todas formas, se podía ver todo de ella…
Y el martilleo golpeó su pelvis, y volvió mucho más fuerte que la primera vez…
*Thobe Ramadán: Bata para hombres que se usa hasta las rodillas, con pantalón.
—Kereem… ¿Amor? —Kereem parpadeó varias veces y en su visión apareció Sanem.Su ceño se arrugó y se levantó de golpe.—Nunca habías dormido hasta tan tarde… —Él observó el reloj digital.Eran las nueve de la mañana.—¿A qué hora te dormiste? —Sanem tenía muchas preguntas esta mañana, pero él negó.—Casi no podía dormir, salí a la terraza en la madrugada y… —se rascó los ojos—. Me daré una ducha, dame un momento.—Malih nos espera… —Y Kereem la miró.—De acuerdo, lo haré rápido; si quieres, puedes adelantarte. —Solo le diré que vaya a un salón y le daré la orden a un guardia que lleve a la chica, que nadie lo sepa… hasta que lleguemos y decidamos qué hacer. Pero creo que es mejor que lo hablemos antes, llegar a improvisar, solo nos hará ver débiles.Kereem lo estuvo pensando toda la noche, pero incluso le dolió la cabeza.—Tal vez… quizás debemos decirle a nuestra familia la situación. No quiero avergonzarte, pero…—He pensado en una opción —Sanem se sentó a su lado como si estuviera
—Señor, su reunión comenzará en diez minutos… —Kereem asintió hacia su asistente y se acomodó la chaqueta.Se reuniría con algunos secretarios de la cámara, porque en tres días, sería el gran día donde anunciaría los nuevos cargos, desde ministros, hasta el personal que podía quedarse en el palacio.—Avísale a Naim que venga…—Ya viene en camino.—Perfecto.Kereem caminó a la sala de reuniones especial del palacio, y para cuando entró, los hombres los esperaban.Su hermano llegó un minuto después y se pusieron en marcha con un montón de trabajo que tenían acumulado.—Si tenemos estas nuevas conexiones con Europa, nos elevaremos cinco escalones más de lo que estamos de toda la comunidad árabe… —Un secretario informó y Naim sonrió hacia Kereem.—Eso es perfecto.—Sin embargo, no comenzaremos nada, ni daremos una firma, hasta que todo mi gabinete sea estructurado. Nos faltan tres días, desde allí, comenzaremos con este negocio.Los secretarios estuvieron de acuerdo, y luego de diez minut
Tres días después. Riad. Día de la restructuración de gobierno. La agitación de Zahar se volvió densa. Estaba dormida, pero era costumbre que tuviera pesadillas de vez en cuando.—Debes saltar… —ella miró la pendiente. Tenía sus rodillas raspadas, una lesión en su muñeca, y todo un día de entrenamiento. Este era su cumpleaños número quince, pero su padre no había aparecido ni una vez. Tenía frío, estaba cansada y falta de sueño como por tres días. Su cuerpo estaba tembloroso, sabía que no podía resultar. Este salto iba más allá de sus capacidades.—Creo que… no voy a lograrlo —su maestro castigó su espalda con un látigo. —Esa palabra no existe en tu vocabulario —y Zahar retuvo las lágrimas en sus ojos. Si ella dejaba caer una sola en su mejilla, su castigo sería peor. Corrió con piernas temblorosas y usó todas sus fuerzas para saltar, cayó al vacío moviendo las piernas, y luego sus brazos se colgaron de la pared improvisada, mientras su cuerpo chocó con toda la fuerza golpeand
Sala de reuniones. Primera sesión. La sala de reuniones estaba impregnada de tensión cuando Kereem entró. Los altos funcionarios y ministros presentes se acomodaron en sus asientos, y los murmullos cesaron al instante. Kereem ocupó su lugar en la cabeza de la mesa, con la mirada fija en los documentos que tenía delante.Naim estaba en la otra punta, era una estrategia, y su primo Emré a su derecha.Su tío y algunos familiares, estaban en las sillas, mientras que en la mesa seguían los miembros que serían despojados del cargo. La reestructuración del gobierno era una tarea crucial, y Kereem sabía que cada decisión que tomara tendría repercusiones en el futuro del país.—Bien, señores, comencemos…—¿Hemos incumplido con alguna de las cosas que su padre nos ordenó alguna vez? Tendrá mayor apoyo con nosotros…Kereem alzó la mirada al ministro de Relaciones Exteriores.Bueno, al exministro en unos minutos.—Tengo un miembro de mi familia cercano que ocupará su puesto, y es algo que solo
Una semana después.—Fue una semana tensa, espero hayas dormido bien… —Kereem alzó la mirada para ver entrar a su hermano Naim.—Lo fue, pero terminamos, gracias a Alá… —Eran las diez de la mañana y había anunciado a todo su gabinete descasar el fin de semana para retomar a sus puestos.—Creo que tenemos un gran equipo. Sin embargo, no podemos bajar la guardia, hay mucho por hacer.Kereem asintió, y le pasó algunos papeles a Naim.—Este montón, debes fírmalo tú. Llamaré al asistente para que organice las reuniones de esta semana.Naim aceptó y se quedó observando los papeles cuando dos toques en la puerta hicieron que ambos levantaran la mirada.Era Emré con una sonrisa.—¡Buenos días, majestades…! —ellos sonrieron ante su entrada, pero rápidamente el asistente general del palacio entró para informar:—Señor, la mayoría de los ministros están instalados, se les pasó una carpeta al correo de las normas, saben que cada que entren al palacio serán registrados. Aquí están de forma ordenad
Festejo revolucionado.—¿Este te gusta? Parece que es el que has elegido… —Zahar miró a Sanem mientras Janna le sonreía y preguntaba al mismo tiempo—. Sanem no es una dictadora, puedes elegir el que te guste, ¿verdad, Sanem?Sanem afirmó lento, y detalló el vestido que Zahar había escogido.Era precioso, pero a ella debía vérsele magistral. Tenía mangas, se tallaba a la figura, era entre plateado con brillantes, y se soltaba en las rodillas como una sirena.—Se te verá precioso, Zahar… resaltará tus ojos… ¿Estás segura de que no quieres casarte? Porque tendrás una larga fila… —Janna jugó con ella, y Zahar observó a Sanem que sacudía su vestido.—¿Kereem te dijo al fin qué color prefiere? —interrumpió y Janna se giró con el ceño fruncido.—Pensé que te llamaba para eso… —Sanem parpadeó y luego sonrió.—No, necesitaba hablarme de otra cosa.Los toques débiles en la puerta callaron a todas, y Tara, su criada, entró con su té y medicamentos.—Gracias, Tara-—¿Te has sentido mejor? —Janna
El camino hacia el lugar del evento transcurrió en silencio. Sanem estaba recostada en el asiento, aparentemente serena, pero su mirada reflexiva dejaba entrever que algo la preocupaba.Kereem, por otro lado, mantenía la vista fija en la oscuridad de la carretera, tratando de ahogar las sensaciones desencadenadas por el efímero contacto con Zahar.En cambio, Zahar estaba recta, con la misma expresión, mientras sus pensamientos eran una tortura.Ella reprimió sus ojos y abrió la boca para soltar el aire: “Por, más de que te sientas atraída, nunca muestres debilidad”.Reprimió sus ojos. No sabía si se trataba de que nunca había tenido ese tipo de contacto. A decir verdad, su maestro manoseó su cuerpo infinidades de veces, incluso trabajó con ella en la seducción hasta que Zahar aborreció el toque corporal.Y aunque era virgen en su cuerpo, algo muy necesario para llegar al palacio, su mente ya estaba completamente perturbada y destruida. Totalmente corrompida. Incluso estaba segura de q
El banquete continuó con brindis y conversaciones animadas. La familia Abdalá representaba una imagen de elegancia y poder en medio de la celebración. Janna, Jamil y Naim intentaban mantener un ambiente festivo, al contrario, Kereem tenía un semblante serio, y Emré no paraba de alabar cualquier cosa de Zahar.Y eso, sencillamente, lo tenía harto.Ibrahim Faisán dio unas palabras, y luego de eso Kereem junto con varios empresarios fumaron unos puros. De vez en cuando, Kereem miraba a la mesa de su familia, pero lo que quería es que esta maldit@ fiesta terminara lo antes posible.Y su hermana fue la salvación.—Creo que nos vamos… me llevaré a Zahar.Kereem negó.—No, me iré con ustedes.—¿Estás seguro? —Él asintió.Todos se despidieron de la pareja, y fue realmente una agonía la duración de despedida. Kereem caminó junto a todos, y miró a Naim cuando se detuvieron frente a los autos.—Tú te vas con Emré… —Kereem anunció a su hermano y este besó sus mejillas.En sus reglas culturales, n