La noticia de la llegada y la hora esperada, había sumido a Zahar en un estado quieto, mientras caminaba por los pasillos de la mansión junto a su padre. El peso de la responsabilidad se hacía más palpable con cada paso.
—Sabes cómo es… —repitió Aziz, mirando a su hija con una intensidad que la hizo estremecer—. Bakir te llevará, y… que Alá te bendiga…
Aziz dio un paso hacia ella, y estuvo a punto de tocar su cabeza con la mano, pero la retiró rápidamente. Zahar pasó un trago, y lo vio desaparecer.
No tenía que darle detalles de nada, porque por años, le había repetido los caminos, y las estrategias a seguir.
La mansión y el galpón de entrenamiento eran su único mundo, un mundo que ahora dejaba atrás para enfrentarse al complicado entramado del palacio Masmak.
Miró a la amplia pared del salón y divisó el retrato de su madre. Había olvidado su voz, e incluso la visión de su mirada era un poco borrosa ahora en su mente.
“Por la gloria de Arabia, por recuperar lo perdido”
Bakir vino por ella en unas horas y la subió a una camioneta blindada. Llevaba su mejor traje, y algunas joyas en sus dedos. La camioneta iba a gran velocidad, y luego se detuvieron en otro sitio, mientras Zahar se tapaba la cabeza y bajaba escoltada por Bakir.
Ella escuchó las voces y murmullos para luego Bakir decir:
—Queda en tus manos… no falles.
Ella se quedó tranquila esperando y luego observó entre la tela cómo un hombre se quedaba mirándola.
—Quítate el velo… —No refutó.
El velo cayó en sus hombros y el hombre de unos cuarenta años asintió.
—Bien… ve a la habitación a la que esta criada te llevará. Mañana salimos a primera hora.
Zahar no arrojó ni una palabra, siguió a la mujer que le indicaron, y comió la comida que le dieron sin presentar alguna queja.
Recordó uno de sus entrenamientos. La hicieron pasar hambre por una semana y media, y apenas había tomado pequeñas cantidades de agua.
En su hora programada se fue a dormir, no antes de hacer su oración de la noche, y todo pasó tan rápido, que sus ojos se abrieron antes de que el reloj la despertara.
La criada entró media hora después, pero ella estaba lista para salir, y fue informada de que se iría con ese hombre con el que la habían dejado ayer en cuestión de unos minutos.
Iban en un auto de lujo, ella estaba atrás sola, mientras el conductor y el hombre estaban en la parte delantera en medio de una charla común. Sus ojos en un momento dado se fueron hacia delante, y se sintió diminuta cuando el gran palacio de Masmak, que solo había visto en fotos y en una pequeña maqueta, se abrió ante sus ojos de forma magistral…
***
—Majestad, el señor Malih está aquí —Kereem afirmó hacia Asad y lo apuntó.
—Quédate un momento —y luego se levantó—. Llévalo a un salón privado, no quiero que esté aquí en el despacho, buscaré a Sanem, allá nos encontraremos.
—¿Señor? Una cosa más…
—Nos vemos en un momento… —Kereem salió del despacho y cruzó los pasillos del gran palacio. Entró al ala privada, y abrió la puerta de su habitación.
Sanem estaba siendo ayudada por su criada, pero hoy tenía un semblante débil de nuevo.
—Cariño… —Sanem se giró.
—Estoy terminando.
—No te preocupes, tomate tu tiempo —se acercó un poco y la criada se retiró—. ¿Te sientes bien?
Sanem sonrió sin ninguna ironía.
—Esta es tu pregunta diaria… ¿Me veo tan mal? —Kereem negó rápidamente y acarició sus mejillas.
—Estás preciosa… la más hermosa de todas… —Él la besó, incluso su beso se volvió apasionado hasta que escuchó la queja en Sanem.
—Lo siento… Hoy es más mi ánimo que mi salud…
—No te preocupes… si no quieres asistir.…
—Imposible, además… hoy llega tu hermano Asad, debemos recibirlo con una gran cena.
Kereem asintió.
—Mis hermanas están en ello.
Después de unos minutos, Kereem enredó sus dedos en los de Sanem y ambos caminaron en silencio rumbo a la sala privada, donde consiguieron a Malih.
Él se levantó prontamente, haciéndoles una reverencia, y los tres se sentaron en una amplia mesa, donde Kereem punteaba la reunión.
—¿Qué traes?
—Dos cosas… —Los miró a ambos y les pasó un iPad a cada uno.
Sanem miró el nombre.
Zahar Olayan.
—Es hija de un reconocido petrolero del país, respetado y con una reputación intacta.
Kereem no miró el iPad, aún estaba en la mesa sin tocarlo, mientras Sanem leía parte de la información.
—Criada con los mejores profesores, y…
—No veo cuántos años tiene… —preguntó Sanem interrumpiendo a Malih.
—Veinte… —ella miró a Kereem.
—Es bastante joven…
—Tiene su mismo tipo de sangre, su salud está en perfectas condiciones, ni siquiera recibió vacunas… ella está limpia en todos los aspectos.
Sanem sintió un fuego en su pecho, y por un momento le faltó el aire.
—¿Por qué no hay fotos? Queremos verla… —ella hizo todas las preguntas, mientras Kereem permaneció callado.
—Eso es lo segundo, majestad… no amerita foto.
Kereem frunció el ceño, y por primera vez habló:
—Si Sanem desea verla, usted debió venir preparado…
Sanem le puso la mano encima, pero esta vez no era para retenerlo, sino para apoyar su moción.
—Por supuesto, señor… por eso, la traje a ella.
Por primera vez en la conversación, Kereem se tensó, y Sanem sintió su incomodidad.
—¿Está aquí? —Malih asintió ante la pregunta.
—Sí, señor… aquí, en un salón continuo…
Sanem miró a Kereem, pero este se mantuvo impermeable en todos los sentidos.
—Bien. Tráigala… solo si Sanem da la autorización, ella se quedará, de lo contrario…
—Kereem… ¿Qué dices? —Sanem lo miró—. Es tu decisión…
—No será así, nuestros puntos están claros.
Sanem tomó el aire.
“El reino se tambalea, Sanem, estoy preocupada por mi hermano”, las palabras de Janna, la hermana que le seguía a Kereem, le vibraron en el corazón con fuerza.
Entonces ella observó a Malih y asintió de la forma más lenta que pudo.
—Tráela…
Malih se levantó y desapareció en el otro espacio.
Kereem también se levantó quitándose la chaqueta y caminó todo el espacio para sacar un trago urgentemente.
Sanem, presionaba sus dedos, fueron los segundos más tensos de toda su vida, y cuando la puerta se volvió a abrir, ella cerró los ojos.
—Quédate aquí… —La voz de Malih le exigió a la chica que, cuando Sanem se giró, tenía un velo entero sobre su cabeza.
Ella corrió su silla colocándose recta y miró a Kereem que daba su espalda.
Así que asintió hacia Malih.
—Quítale el velo…
Kereem dio un trago largo a su bebida, puso el vaso en la mesa, y se giró de golpe. Los dedos de Malih quitaron en velo con rapidez, y luego sus ojos se abrieron, mientras los ojos de esa chica se clavaron en su existencia…
Y tuvo que pasar un trago… un trago duro, grueso, y un poco difícil…
El salón se sumió en un silencio abrumador mientras los ojos de Zahar y Kereem se encontraron.Kereem pasó un trago y la boca se le puso seca, y no entendió por qué todo su cuerpo se tensó. Se quedó atrapado en la intensidad de la mirada de esa mujer, su cabello era largo y castaño oscuro, pero sus ojos eran de un color inexplicable.Había un azul intenso en sus ojos, pero a la vez un gris claro que lo traspasaba como si fueran agujas, mientras una mezcla se fundía en él. Había rabia, por supuesto, impotencia, y mucha testosterona exudando de sus poros.Zahar, por su parte, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al encontrarse con la mirada penetrante de este hombre, tragó su propia saliva y achicó sus ojos.Lo había visto innumerables veces en fotos, siempre le pareció un hombre apuesto, pero su presencia, evidentemente, era otra cosa. La autoridad que emanaba, sus ojos de un verde y amarillo intenso bajo su piel morena, destacaban a un hombre que emanaba no solo poder, si
Naim salió del auto cuando casi el sol estaba escondiéndose en ese cielo amplio de su ciudad favorita.Riad. Su casa y hogar. Le hizo una seña a Emré, su primo de treinta y cuatro años, y muy amigo de Kereem. Lo habían estado preparando para su nuevo cargo como ministro de exteriores, y había viajado con él, hacia varias ciudades de Arabia Saudita. Ambos venían a apoyar a Kereem en todo el cambio de gabinete.—Nunca deja de robar el aliento… —ambos miraron el palacio alzando la cabeza cuando Emré lo dijo, eran casi las seis de la tarde, y las luces ya se habían encendido, dándole más majestuosidad al palacio.—Y ahora que estarás más junto a nosotros, no querrás salir.Emré asintió con una sonrisa.—Eso lo tengo claro.—Lleven las bolsas de compras a un salón… —ordenó Naim a unos hombres y luego se adentraron al palacio.Todos, a excepción de Kereem, debían pasar por una inspección antes de entrar.—¡Que Alá los bendiga! —Naim sonrió. Por supuesto, su madre, Hurem, había sido la pri
—Kereem… ¿Amor? —Kereem parpadeó varias veces y en su visión apareció Sanem.Su ceño se arrugó y se levantó de golpe.—Nunca habías dormido hasta tan tarde… —Él observó el reloj digital.Eran las nueve de la mañana.—¿A qué hora te dormiste? —Sanem tenía muchas preguntas esta mañana, pero él negó.—Casi no podía dormir, salí a la terraza en la madrugada y… —se rascó los ojos—. Me daré una ducha, dame un momento.—Malih nos espera… —Y Kereem la miró.—De acuerdo, lo haré rápido; si quieres, puedes adelantarte. —Solo le diré que vaya a un salón y le daré la orden a un guardia que lleve a la chica, que nadie lo sepa… hasta que lleguemos y decidamos qué hacer. Pero creo que es mejor que lo hablemos antes, llegar a improvisar, solo nos hará ver débiles.Kereem lo estuvo pensando toda la noche, pero incluso le dolió la cabeza.—Tal vez… quizás debemos decirle a nuestra familia la situación. No quiero avergonzarte, pero…—He pensado en una opción —Sanem se sentó a su lado como si estuviera
—Señor, su reunión comenzará en diez minutos… —Kereem asintió hacia su asistente y se acomodó la chaqueta.Se reuniría con algunos secretarios de la cámara, porque en tres días, sería el gran día donde anunciaría los nuevos cargos, desde ministros, hasta el personal que podía quedarse en el palacio.—Avísale a Naim que venga…—Ya viene en camino.—Perfecto.Kereem caminó a la sala de reuniones especial del palacio, y para cuando entró, los hombres los esperaban.Su hermano llegó un minuto después y se pusieron en marcha con un montón de trabajo que tenían acumulado.—Si tenemos estas nuevas conexiones con Europa, nos elevaremos cinco escalones más de lo que estamos de toda la comunidad árabe… —Un secretario informó y Naim sonrió hacia Kereem.—Eso es perfecto.—Sin embargo, no comenzaremos nada, ni daremos una firma, hasta que todo mi gabinete sea estructurado. Nos faltan tres días, desde allí, comenzaremos con este negocio.Los secretarios estuvieron de acuerdo, y luego de diez minut
Tres días después. Riad. Día de la restructuración de gobierno. La agitación de Zahar se volvió densa. Estaba dormida, pero era costumbre que tuviera pesadillas de vez en cuando.—Debes saltar… —ella miró la pendiente. Tenía sus rodillas raspadas, una lesión en su muñeca, y todo un día de entrenamiento. Este era su cumpleaños número quince, pero su padre no había aparecido ni una vez. Tenía frío, estaba cansada y falta de sueño como por tres días. Su cuerpo estaba tembloroso, sabía que no podía resultar. Este salto iba más allá de sus capacidades.—Creo que… no voy a lograrlo —su maestro castigó su espalda con un látigo. —Esa palabra no existe en tu vocabulario —y Zahar retuvo las lágrimas en sus ojos. Si ella dejaba caer una sola en su mejilla, su castigo sería peor. Corrió con piernas temblorosas y usó todas sus fuerzas para saltar, cayó al vacío moviendo las piernas, y luego sus brazos se colgaron de la pared improvisada, mientras su cuerpo chocó con toda la fuerza golpeand
Sala de reuniones. Primera sesión. La sala de reuniones estaba impregnada de tensión cuando Kereem entró. Los altos funcionarios y ministros presentes se acomodaron en sus asientos, y los murmullos cesaron al instante. Kereem ocupó su lugar en la cabeza de la mesa, con la mirada fija en los documentos que tenía delante.Naim estaba en la otra punta, era una estrategia, y su primo Emré a su derecha.Su tío y algunos familiares, estaban en las sillas, mientras que en la mesa seguían los miembros que serían despojados del cargo. La reestructuración del gobierno era una tarea crucial, y Kereem sabía que cada decisión que tomara tendría repercusiones en el futuro del país.—Bien, señores, comencemos…—¿Hemos incumplido con alguna de las cosas que su padre nos ordenó alguna vez? Tendrá mayor apoyo con nosotros…Kereem alzó la mirada al ministro de Relaciones Exteriores.Bueno, al exministro en unos minutos.—Tengo un miembro de mi familia cercano que ocupará su puesto, y es algo que solo
Una semana después.—Fue una semana tensa, espero hayas dormido bien… —Kereem alzó la mirada para ver entrar a su hermano Naim.—Lo fue, pero terminamos, gracias a Alá… —Eran las diez de la mañana y había anunciado a todo su gabinete descasar el fin de semana para retomar a sus puestos.—Creo que tenemos un gran equipo. Sin embargo, no podemos bajar la guardia, hay mucho por hacer.Kereem asintió, y le pasó algunos papeles a Naim.—Este montón, debes fírmalo tú. Llamaré al asistente para que organice las reuniones de esta semana.Naim aceptó y se quedó observando los papeles cuando dos toques en la puerta hicieron que ambos levantaran la mirada.Era Emré con una sonrisa.—¡Buenos días, majestades…! —ellos sonrieron ante su entrada, pero rápidamente el asistente general del palacio entró para informar:—Señor, la mayoría de los ministros están instalados, se les pasó una carpeta al correo de las normas, saben que cada que entren al palacio serán registrados. Aquí están de forma ordenad
Festejo revolucionado.—¿Este te gusta? Parece que es el que has elegido… —Zahar miró a Sanem mientras Janna le sonreía y preguntaba al mismo tiempo—. Sanem no es una dictadora, puedes elegir el que te guste, ¿verdad, Sanem?Sanem afirmó lento, y detalló el vestido que Zahar había escogido.Era precioso, pero a ella debía vérsele magistral. Tenía mangas, se tallaba a la figura, era entre plateado con brillantes, y se soltaba en las rodillas como una sirena.—Se te verá precioso, Zahar… resaltará tus ojos… ¿Estás segura de que no quieres casarte? Porque tendrás una larga fila… —Janna jugó con ella, y Zahar observó a Sanem que sacudía su vestido.—¿Kereem te dijo al fin qué color prefiere? —interrumpió y Janna se giró con el ceño fruncido.—Pensé que te llamaba para eso… —Sanem parpadeó y luego sonrió.—No, necesitaba hablarme de otra cosa.Los toques débiles en la puerta callaron a todas, y Tara, su criada, entró con su té y medicamentos.—Gracias, Tara-—¿Te has sentido mejor? —Janna