CAPÍTULO 3

La sala de conferencias estaba llena de ministros y asesores, pero la mente de Kereem estaba lejos de las discusiones políticas. Sus pensamientos giraban en torno a la conversación con su padre y la difícil situación con Sanem. Aunque su amor por ella era inquebrantable, la presión de continuar la línea de sucesión lo atormentaba.

Trató de enfocarse en los informes presentados, pero la ansiedad lo mantenía distraído.

—De acuerdo con las producciones, tenemos todo controlado.

—Ha habido ataques pequeños, siempre mantendremos enemigos cerca.

—El gabinete nuevo será presentado en una semana, señor…

Y Kereem levantó la cabeza para mirarlos a todos.

—Mi hermano Naim será el que tomará el cargo de ministro general, él llegará de viaje en tres días.

Hubo una ola de murmullos, y luego sus ojos se conectaron con su padre.

Parte de su familia estaba aquí presente, varios de sus ministros eran tíos, primos, pero solo tenía un hermano, y dos hermanas que, trabajan en el palacio, pero no como miembros de la legislación.

El relacionista público presentó una propuesta para mejorar la imagen del jeque y fortalecer la conexión con el pueblo. Kereem escuchaba con indiferencia, porque sus pensamientos estaban en otro lugar. Asad, notando la distracción de su líder, intercambió una mirada preocupada con el asistente del jeque, y este aspiró un poco el aire.

Al final de la reunión, Kereem se levantó sin esperar a que todos se retiraran. Ignorando las miradas inquisitivas de los presentes, salió de la sala con determinación y Asad lo siguió de cerca.

Era literalmente su sombra. Su mano derecha en cuestión de seguridad.

—Señor, necesito hablarle sobre la propuesta del relacionista público. Creo que es una oportunidad para mejorar la percepción del pueblo y desviar la atención de los asuntos personales —sugirió Asad, intentando abordar la situación delicada—. Además, quiere reunirse con usted, dice que es un tema a tratar en privado…

Kereem se detuvo y miró a Asad con cansancio en los ojos.

—Asad, la imagen pública puede esperar. Mi vida personal está en crisis, y no puedo simplemente ignorar eso.

—Lo entiendo, señor, pero la estabilidad del reino también está en juego. La gente necesita ver a su líder fuerte y capaz. Esta propuesta podría ayudar a desviar la atención temporalmente y permitirle resolver sus asuntos personales con más tranquilidad.

Kereem reflexionó sobre las palabras de Asad y asintió con resignación.

—Iré en un segundo, llévalo a la sala privada de mi despacho…

Asad asintió y se retiró para poner en marcha el plan del relacionista público.

Se dirigió a un balcón que ofrecía una vista panorámica del palacio y sus jardines. La brisa suave intentaba calmar la tormenta que rugía dentro de él.

Sus pensamientos se volvían caóticos, incapaces de encontrar una solución que no involucrara más dolor para Sanem. La sugerencia de su padre sobre tomar una segunda esposa resonaba en su mente, pero chocaba violentamente contra su decisión inicial y su amor por Sanem.

Y finalmente, decidió ir a su despacho.

Malih, su relacionista, se levantó, pero él le alzó la mano para que se sentara.

—Puedes trabajar en las estrategias que presentaste… —Y cuando levantó la mirada a su frente, tenía perlas gruesas de sudor—. ¿Estás bien?

Malih asintió.

—Sí, mi señor, en perfectas condiciones —El hombre sacó un pañuelo para limpiarse, miró hacia la puerta, y él lo vio tensionarse—. Señor… no quiero faltarle al respeto. Sabe que mi trabajo se trata de buscarle soluciones, y… para nadie es un secreto que…

—Sin rodeos… —cortó Kereem recostándose a la silla—. Ve a dónde quieras llegar pronto.

Malih asintió, y dejó su maletín.

—Señor… creo que tengo una propuesta para usted, la he estudiado en silencio por un año, y creo que es el momento de mostrársela.

Kereem frunció el ceño con urgencia, y asintió.

—Adelante.

—Sé lo que ha pasado la señora Sanem…

—La reina…

Malih bajó la mirada.

—La respeto como tal, pero ambos sabemos, como todos, que mientras ella no le dé un heredero, no puede coronarla como tal.

Kereem masajeó su sien.

—Sé que usted no quiere una segunda esposa… y no vengo a darle esa opción.

Rápidamente, Kereem abrió los ojos, y frunció su ceño.

—¿Qué tienes en mente?

—Lo he estudiado desde hace tiempo, señor, sé lo que significa la señora Sanem para usted, y hay una forma de que usted no tenga que casarse, ni tener una segunda esposa.

Kereem estaba cada vez más interesado, se acercó a la mesa y puso sus codos en ella, para fruncir su ceño más profundo.

—Dime ahora mismo cuál es, sin tanto rodeo.

—Una amante… Una amante secreta.

Los ojos de Kereem se abrieron mucho, y su garganta se comprimió.

—¿Qué?

—Será un asunto interno, un asunto netamente privado. Ella puede dar a luz a su hijo, y luego la señora Sanem lo tomará como suyo…

Kereem se agitó hasta el punto de levantarse, y se desajustó su corbata.

Malih se levantó también con insistencia.

—Tengo varias candidatas, su favor se pagará a su familia, le haremos pruebas de compatibilidad que se asemejen a la señora Sanem, y el niño será suyo señor… no dañaremos más a la señora, y ella estará tranquila.

Kereem se giró con impotencia.

—¿Esto lo planeó mi padre…?

—En parte… pero he sido yo el que he seguido con el trabajo. No hay riesgos, señor, puede confiar en mí, y en la estrategia…

—¿Confiar? ¿Te das cuenta de la gravedad del asunto? Será mi hijo en el cuerpo de una extraña.

—Ella será de confianza, señor, la elegiré minuciosamente, incluso mostraré sus cualidades a usted y a la señora Sanem… no debe ser cualquiera, la candidata será elegida como la mejor opción, con clase, y de familia respetada por la corona.

—Sanem no intervendrá en esto, la quiero lejos de cualquier cosa que pueda dañarla.

Malih asintió. 

—Como usted lo quiera. ¿Qué dice? —Kereem apretó la mandíbula, y luego volvió hacia la ventana amplia de su despacho que daba al jardín.

Un jardín privado para la realeza.

—No lo sé…

—Piénselo, señor… y si usted está de acuerdo, comenzaremos esta semana, pero le aconsejo que lo hable con la señora Sanem.

—¿Esta semana?

Malih tomó su maletín.

—Como le he dicho anteriormente, majestad, he estado trabajando en el asunto y puedo venir con la chica, en días si es posible…

Kereem pensó que podía estar en una pesadilla, pero viéndolo desde el punto más flexible, era una de las mejores ideas que pudo escuchar.

Él no quería una segunda esposa, y cumpliría su palabra, aunque el caos estuviera amenazándolo a su alrededor…

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