Unas horas después, el tiempo pareció detenerse en la habitación mientras el peso de la tragedia se asentaba en el corazón de Kereem, observando cómo su esposa dormía con las lágrimas en los ojos.
Sus puños se apretaron, salió de la suite para hablar con el médico, y nada más hizo la petición, lo pasaron a una sala espaciosa.
—Señor… por favor, siéntese.
—Me quedaré de pie… —El médico asistió y soltó el aire.
—Las pruebas arrojan una pérdida de leucocitos… es como si su cuerpo se debilitara en pasos muy lentos… como si algo le hiciera daño. Sin embargo, no logramos saber qué la está afectando de esta forma…
Kereem apretó la mandíbula.
—¿Sus pérdidas, son causadas por esto?
—No puedo asegurarle que sea exactamente por esto… son muy espontáneas… pero también existe la posibilidad de que esto que ataca su cuerpo, sea el principal causante de todo… incluso de su fatiga y debilidad.
Kereem masajeó su cien, y negó.
—¿Qué podemos hacer?
—Yo voy a recetarle unas vitaminas… —y literalmente la mesa voló.
—¿Vitaminas? ¡¿Qué es esto?! ¡A ella le está pasando algo y ¿receta vitaminas?! ¡¿Qué clase de hospital es cuando pago una millonada para que ella se cure?!
El doctor pasó un trago grueso y agachó la mirada.
—Lo siento, señor…
—Iré al exterior… tal vez haya más inteligencia fuera de aquí…
Kereem salió con la ira brotando de sus venas y regresó a la puerta de la habitación, dando la orden a sus guardias de seguridad de que nadie podía entrar a interrumpir el sueño de Sanem.
Entró a un auto mientras pidió al jefe de seguridad, Asad, dar vueltas por la ciudad, entretanto trataba de aliviar su mente congestionada y respirar aire puro.
—Sé que no es el momento, señor… pero debo informarle…
—No es el momento —Interrumpió Kereem con los ojos rojos—. Llama al asistente general, Asad… dile que necesito que se ponga en contacto con una clínica extrajera…
Asad asintió de forma lenta.
—Sí, señor… pero por favor, es necesario que le diga que por la mañana se reunirá con su padre y los ministros, es una reunión importante que usted mismo pautó para hacer el cambio de gabinete.
Kereem afirmó muy cansado, y restregó sus ojos.
—También tenemos al relacionista público, él solicitó una reunión antes de que se reúna con los ministros.
Kereem negó.
—No tengo tiempo, dile que entre a la reunión con todos, y luego nos quedaremos arreglando, los por menores.
Asad asintió moviendo sus dedos en la Tablet y solo le ordenó al conductor ir a un paso mediano por la ciudad, mientras otros autos, resguardaban la seguridad del Jeque, entretanto, él se recostaba al asiento y cerraba los ojos.
No tenía idea de lo que iba a hacer ahora y la tensión en sus hombros, aumentaba cada vez.
Como todas las veces pidió que su esposa fuese trasladada al palacio en silencio, y al otro día por la mañana, miró a Sanem frente a la ventana, mirando hacia los jardines.
—Cariño… debo ausentarme por un tiempo, pero luego vendré y lo hablaremos. Incluso podemos hacer un viaje, me gustaría que…
—Kereem —Sanem se giró—. Debemos enfrentar la realidad —ella lo cortó de golpe—. No puedo darte un heredero. El destino parece estar en contra de nosotros, o solo de mí… no sé qué pensar ahora… —dijo Sanem con voz temblorosa, luchando contra las lágrimas que amenazaban con caer.
—No dejaré que esta tragedia defina nuestro matrimonio, Sanem. No permitiré que la presión de la sociedad o de las expectativas deje una grieta entre nosotros. Eres mi amor, mi compañera, y nada cambiará eso —declaró Kereem con determinación, aunque su rostro reflejaba la tristeza.
Sanem lo observó en silencio, sintiendo la mezcla de amor y desesperación en sus palabras. Sabía que su esposo hablaba desde el corazón, pero la realidad de la situación no podía ignorarse.
—Kereem, amarte no es suficiente. Mi amor por ti no puede cambiar el hecho de que no puedo darte un heredero. Nuestro matrimonio está destinado a enfrentar críticas y desafíos. No quiero que te veas atrapado en una situación que te cause dolor, además supimos, desde el día uno, nuestros compromisos como gobernantes… —expresó Sanem, buscando comprensión en los ojos de su esposo.
Kereem se acercó a ella y la abrazó con ternura. Sus brazos fuertes rodearon el cuerpo frágil de Sanem, ofreciéndole consuelo en medio de otra pérdida.
—Kereem, te amo más de lo que las palabras pueden expresar, pero no puedo soportar la idea de verte atrapado en un reinado sin descendencia. Necesitas asegurar la continuidad de tu linaje y la estabilidad del reino —confesó Sanem con sinceridad.
—Entiendo tu preocupación —él le sonrió como si tuviera todo bajo control—. Sanem, pero te elegí a ti, no a una línea de sangre… no una condición.
Y ella trató de persuadirlo, pero Kereem salió de su habitación mientras ella se sentía la más inútil de todas.
Y antes de que entrara a la sala de conferencias, Asad estaba de pie junto a su padre en un cuarto privado.
—Kereem…
—Papá… Vamos tarde —él intentó pasar de largo.
—Nunca es tarde, además, necesito tener unas palabras contigo… —Kereem frunció el ceño y miró a Asad para que se retirara.
—Adelante… —Kereem le mostró el sillón a su padre, y ambos se sentaron.
—Supe lo de Sanem… —Kereem aspiró el aire.
—Es un tema personal, papá… por favor no te metas en esto.
Saad frunció su ceño, y luego puso la mano en la rodilla de su hijo.
—Lamentablemente, es un asunto que compete a todo el palacio, aunque así no lo quieras. Van diez años, tienes treinta y siete años, y ella…
—¿Ella? Sanem es la reina de este palacio, padre…
—Será la reina cuando tenga un heredero en sus brazos… solo hay un rey ahora, un jeque… y eso sin un linaje…
—Papá…
—Kereem… tranquilízate. Sé que amas a tu mujer, todo el mundo sabe que Sanem es tu punto débil, y no me quejo, ella es excepcional.
Kereem respiraba un poco agitado.
—Pero ya es el cuarto embarazo… ¿Cómo pretendes seguir haciéndola pasar por esto?
Kereem se dio cuenta por primera vez que, sí, evidentemente la estaba lastimando con sus intentos, y se puso de pie cuando su agitación fue mucha.
—Necesitas una segunda esposa… —declaró su padre—. Sanem tomará al heredero como suyo, y asunto resuelto…
Kereem se giró hacia su padre con los ojos muy abiertos, y luego lo vio levantarse de la silla.
—Vamos a la reunión, pero debes pensar rápido… porque la falta de linaje, Kereem, debilita todo. Tu reino, tu poder, y por supuesto, aunque no te des cuenta… tú mismo matrimonio. No desgastes más a Sanem… y déjala descansar de toda esta tensión abrumadora…
Saad le dio una última mirada y Kereem pasó un trago sabiendo que, en parte, su padre tenía razón.
«¿Por cuánto tiempo había lastimado a Sanem sin darse cuenta?»
La sala de conferencias estaba llena de ministros y asesores, pero la mente de Kereem estaba lejos de las discusiones políticas. Sus pensamientos giraban en torno a la conversación con su padre y la difícil situación con Sanem. Aunque su amor por ella era inquebrantable, la presión de continuar la línea de sucesión lo atormentaba.Trató de enfocarse en los informes presentados, pero la ansiedad lo mantenía distraído.—De acuerdo con las producciones, tenemos todo controlado.—Ha habido ataques pequeños, siempre mantendremos enemigos cerca. —El gabinete nuevo será presentado en una semana, señor… Y Kereem levantó la cabeza para mirarlos a todos.—Mi hermano Naim será el que tomará el cargo de ministro general, él llegará de viaje en tres días.Hubo una ola de murmullos, y luego sus ojos se conectaron con su padre.Parte de su familia estaba aquí presente, varios de sus ministros eran tíos, primos, pero solo tenía un hermano, y dos hermanas que, trabajan en el palacio, pero no como mi
La idea de Malih dejó a Kereem en un estado de confusión y dilema emocional. Mientras observaba el tranquilo jardín desde su despacho, las palabras resonaban en su mente:«Una amante secreta» Aunque la propuesta parecía ofrecer una solución aparentemente indolora para todos, el jeque sabía que las implicaciones emocionales y éticas eran profundas.Inquieto, Kereem observó cómo se abría la posibilidad, dos días después de qué relacionista le dio la idea, y miró como su esposa Sanem, aun débil, pero con otro color, entró al despacho ofreciéndole una sonrisa plana.Kereem se levantó de inmediato para recibirla y depositó un beso en su boca, mientras tomó su rostro.—¿Cómo te sientes? —Ella asintió segura.—Mucho mejor… están colocándome un tratamiento de vitaminas que me ha hecho sentir muy bien, gracias a Alá…—Perfecto. Siéntate…Él la dirigió al asiento, y se desajustó un poco la corbata.—¿Pasa algo? Te ves incómodo —ella preguntó y Kereem asintió con la mirada seria.—Se está compl
La noticia de la llegada y la hora esperada, había sumido a Zahar en un estado quieto, mientras caminaba por los pasillos de la mansión junto a su padre. El peso de la responsabilidad se hacía más palpable con cada paso.—Sabes cómo es… —repitió Aziz, mirando a su hija con una intensidad que la hizo estremecer—. Bakir te llevará, y… que Alá te bendiga…Aziz dio un paso hacia ella, y estuvo a punto de tocar su cabeza con la mano, pero la retiró rápidamente. Zahar pasó un trago, y lo vio desaparecer.No tenía que darle detalles de nada, porque por años, le había repetido los caminos, y las estrategias a seguir.La mansión y el galpón de entrenamiento eran su único mundo, un mundo que ahora dejaba atrás para enfrentarse al complicado entramado del palacio Masmak.Miró a la amplia pared del salón y divisó el retrato de su madre. Había olvidado su voz, e incluso la visión de su mirada era un poco borrosa ahora en su mente.“Por la gloria de Arabia, por recuperar lo perdido” Bakir vino por
El salón se sumió en un silencio abrumador mientras los ojos de Zahar y Kereem se encontraron.Kereem pasó un trago y la boca se le puso seca, y no entendió por qué todo su cuerpo se tensó. Se quedó atrapado en la intensidad de la mirada de esa mujer, su cabello era largo y castaño oscuro, pero sus ojos eran de un color inexplicable.Había un azul intenso en sus ojos, pero a la vez un gris claro que lo traspasaba como si fueran agujas, mientras una mezcla se fundía en él. Había rabia, por supuesto, impotencia, y mucha testosterona exudando de sus poros.Zahar, por su parte, sintió una corriente eléctrica recorrer su cuerpo al encontrarse con la mirada penetrante de este hombre, tragó su propia saliva y achicó sus ojos.Lo había visto innumerables veces en fotos, siempre le pareció un hombre apuesto, pero su presencia, evidentemente, era otra cosa. La autoridad que emanaba, sus ojos de un verde y amarillo intenso bajo su piel morena, destacaban a un hombre que emanaba no solo poder, si
Naim salió del auto cuando casi el sol estaba escondiéndose en ese cielo amplio de su ciudad favorita.Riad. Su casa y hogar. Le hizo una seña a Emré, su primo de treinta y cuatro años, y muy amigo de Kereem. Lo habían estado preparando para su nuevo cargo como ministro de exteriores, y había viajado con él, hacia varias ciudades de Arabia Saudita. Ambos venían a apoyar a Kereem en todo el cambio de gabinete.—Nunca deja de robar el aliento… —ambos miraron el palacio alzando la cabeza cuando Emré lo dijo, eran casi las seis de la tarde, y las luces ya se habían encendido, dándole más majestuosidad al palacio.—Y ahora que estarás más junto a nosotros, no querrás salir.Emré asintió con una sonrisa.—Eso lo tengo claro.—Lleven las bolsas de compras a un salón… —ordenó Naim a unos hombres y luego se adentraron al palacio.Todos, a excepción de Kereem, debían pasar por una inspección antes de entrar.—¡Que Alá los bendiga! —Naim sonrió. Por supuesto, su madre, Hurem, había sido la pri
—Kereem… ¿Amor? —Kereem parpadeó varias veces y en su visión apareció Sanem.Su ceño se arrugó y se levantó de golpe.—Nunca habías dormido hasta tan tarde… —Él observó el reloj digital.Eran las nueve de la mañana.—¿A qué hora te dormiste? —Sanem tenía muchas preguntas esta mañana, pero él negó.—Casi no podía dormir, salí a la terraza en la madrugada y… —se rascó los ojos—. Me daré una ducha, dame un momento.—Malih nos espera… —Y Kereem la miró.—De acuerdo, lo haré rápido; si quieres, puedes adelantarte. —Solo le diré que vaya a un salón y le daré la orden a un guardia que lleve a la chica, que nadie lo sepa… hasta que lleguemos y decidamos qué hacer. Pero creo que es mejor que lo hablemos antes, llegar a improvisar, solo nos hará ver débiles.Kereem lo estuvo pensando toda la noche, pero incluso le dolió la cabeza.—Tal vez… quizás debemos decirle a nuestra familia la situación. No quiero avergonzarte, pero…—He pensado en una opción —Sanem se sentó a su lado como si estuviera
—Señor, su reunión comenzará en diez minutos… —Kereem asintió hacia su asistente y se acomodó la chaqueta.Se reuniría con algunos secretarios de la cámara, porque en tres días, sería el gran día donde anunciaría los nuevos cargos, desde ministros, hasta el personal que podía quedarse en el palacio.—Avísale a Naim que venga…—Ya viene en camino.—Perfecto.Kereem caminó a la sala de reuniones especial del palacio, y para cuando entró, los hombres los esperaban.Su hermano llegó un minuto después y se pusieron en marcha con un montón de trabajo que tenían acumulado.—Si tenemos estas nuevas conexiones con Europa, nos elevaremos cinco escalones más de lo que estamos de toda la comunidad árabe… —Un secretario informó y Naim sonrió hacia Kereem.—Eso es perfecto.—Sin embargo, no comenzaremos nada, ni daremos una firma, hasta que todo mi gabinete sea estructurado. Nos faltan tres días, desde allí, comenzaremos con este negocio.Los secretarios estuvieron de acuerdo, y luego de diez minut
Tres días después. Riad. Día de la restructuración de gobierno. La agitación de Zahar se volvió densa. Estaba dormida, pero era costumbre que tuviera pesadillas de vez en cuando.—Debes saltar… —ella miró la pendiente. Tenía sus rodillas raspadas, una lesión en su muñeca, y todo un día de entrenamiento. Este era su cumpleaños número quince, pero su padre no había aparecido ni una vez. Tenía frío, estaba cansada y falta de sueño como por tres días. Su cuerpo estaba tembloroso, sabía que no podía resultar. Este salto iba más allá de sus capacidades.—Creo que… no voy a lograrlo —su maestro castigó su espalda con un látigo. —Esa palabra no existe en tu vocabulario —y Zahar retuvo las lágrimas en sus ojos. Si ella dejaba caer una sola en su mejilla, su castigo sería peor. Corrió con piernas temblorosas y usó todas sus fuerzas para saltar, cayó al vacío moviendo las piernas, y luego sus brazos se colgaron de la pared improvisada, mientras su cuerpo chocó con toda la fuerza golpeand