CAPÍTULO 49 AMOR Y VENGANZA

Zahar…

El rugido del avión parecía querer tragarse mi corazón. Afuera, la oscuridad era espesa, como si la noche hubiese decidido cubrir de luto mi regreso. Pero mis pensamientos no estaban en el cielo, ni en el arma que tenía asegurada en mi muslo.

Estaban en él.

Kereem.

No lo había visto en semanas.

No había tocado su voz, ni sentido su furia, ni su fuego.

Y, sin embargo, cada célula de mi cuerpo gritaba su nombre como si él fuera el oxígeno que me faltaba.

—Treinta minutos —dijo uno de los hombres al mando—. Coordinadas en curso y aterrizaje, llegaremos a las 5:30 am.

Me concentré en las imágenes mentales: los mapas que había estudiado.

Tenía que ser rápida. Precisa. Invisible.

Y, aun así, hacerle saber que estaba ahí dondequiera que estuviera. Me ajusté el auricular, y rezaba por escuchar la voz de Asad, que era la principal voz de mando en todo este plan, y allí sabría en qué lugar se encontraban ellos.

Cuando aterrizamos, no hubo tiempo para contemplaciones.

Descendimos
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