Kereem…La sala estaba tenuemente iluminada por lámparas, y el mapa del reino cubría casi toda la pared del fondo. Una mesa larga se extendía con precisión quirúrgica al centro, rodeada por los comandantes de cada escuadrón. Todos tenían los ojos fijos en mí, esperando una orden, una señal, cualquier palabra que les diera certeza.Asad estaba a mi derecha. Se mantenía recto, con el mentón alto, pero sus ojos no dejaban de moverse, calculando, anticipando.—Lo haremos al amanecer —dije con firmeza, señalando la zona del desierto donde era el punto más rojo—. Sabemos que han desplazado parte de sus hombres al límite de la frontera, lo que significa que la Casa Roja está menos protegida. Vamos a usar eso.No di un nombre, en este punto, solo Asad y yo teníamos el nombre en el pensamiento, y hablarlo públicamente, correría la voz hasta Naim, y no es que pensara que posiblemente tendríamos un traidor en las cabezas, pero podía tener una posibilidad.Si lo pasábamos a las cabezas de los esc
Zahar…El rugido del avión parecía querer tragarse mi corazón. Afuera, la oscuridad era espesa, como si la noche hubiese decidido cubrir de luto mi regreso. Pero mis pensamientos no estaban en el cielo, ni en el arma que tenía asegurada en mi muslo. Estaban en él. Kereem. No lo había visto en semanas. No había tocado su voz, ni sentido su furia, ni su fuego. Y, sin embargo, cada célula de mi cuerpo gritaba su nombre como si él fuera el oxígeno que me faltaba. —Treinta minutos —dijo uno de los hombres al mando—. Coordinadas en curso y aterrizaje, llegaremos a las 5:30 am.Me concentré en las imágenes mentales: los mapas que había estudiado.Tenía que ser rápida. Precisa. Invisible. Y, aun así, hacerle saber que estaba ahí dondequiera que estuviera. Me ajusté el auricular, y rezaba por escuchar la voz de Asad, que era la principal voz de mando en todo este plan, y allí sabría en qué lugar se encontraban ellos.Cuando aterrizamos, no hubo tiempo para contemplaciones. Descendimos
Zahar…—Destino confirmado —dijo Asad, sin apartar la vista del monitor táctico—. Tres kilómetros al este, el subterráneo inicia allí. Bajo la arena.Nos faltaban solo tres kilómetros, y eso era cuestión de dos minutos o tres a esta velocidad. Mi cuerpo vibraba, pero no era solo por lo que estaba a punto de suceder. La mirada de Kereem sobre mí, era el motivo.Tenía que abrir la boca, para no estancar el aire, y de alguna manera no estaba midiendo la magnitud.—Todo el que se encuentre abajo, es enemigo. No importa a quién vean, todos son objetivos.Parpadeé lentamente cuando Asad dijo eso por el micrófono, y me pregunté qué rostros vería allí abajo.Las camionetas frenaron en seco y no me quedó un espacio de segundos para preguntarle algo a Kereem. No había tiempo, y por lo que las conexiones hablaban, pelotones dirigiéndose aquí con rapidez.Bajamos con precisión. No había tiempo para respirar, solo avanzar, y apreté el arma larga cuando las manos me sudaron.—Formación en abanico.
Zahar…La sangre zumbó en mis oídos con el estallido y esta vez toqué mis costillas.No veía nada. Solo humo, gritos distorsionados, y el crujido seco de los disparos. Milo estaba a mi lado, estaba gritando, pero no podía oír nada. El caos era demasiado, y estaba tratando de levantarme cuando escuché por el auricular.—Salgan de allí, ahora… —No sé quién estaba al mando ahora, pero era la nueva orden.—Milo…—¡Debemos salir! No hay nadie aquí, escucha, salieron por otro lado. Los demás soldados están en persecución.Mis ojos se abrieron cuando una cantidad de hombres corrió, y eso solo indicaba que había explosivos por todas partes, y que este lugar prontamente quedaría reducido a la nada.Me levanté tambaleando. Corrí. Sin plan. Sin mapa. Solo con la intuición de que a esto le quedaba muy poco tiempo. Me dolía el cuerpo cuando me levanté, y fui detrás de Milo todo el tiempo, incluso cuando cada paso era un castigo.Las botas me pesaban. El aire quemaba, además de que el tiempo esta
Terceros…Los pasos de Naim resonaban firmes mientras avanzaba por el pasillo principal del palacio. Había sido escoltado por los altos mandos militares, mientras afuera, la nación hervía.Las calles estaban militarizadas, y había un silencio tan severo que incluso era preocupante.La muerte de miles de rebeldes podía incluso olerse. Había mucha sangre derramada, pero a él no le importaba, porque este había sido su plan desde un inicio. El grupo terrorista solo había sido un gancho, y ahora él iba a quedar como el verdadero héroe de esta historia.Nunca traicionaría su sangre ni la corona para poner a un terrorista en el poder, además, porque él era el nuevo poder. Y eso, también se determinaría a que Kereem no aparece, y si lo hacía, terminaría por desaparecerlo.Naim soltó el aire, lavándose las manos y viéndose al espejo. Habían sido días agitados, y tenía que comunicarse rápidamente con Rusia, para calmar los ánimos.Los toques en la puerta se hicieron escuchar y, secándose las ma
—Son inversiones importantes, mi señor… a la larga, podemos aliarnos a esas empresas. La monarquía se hace más fuerte con cada inyección de dinero…Kereem Abdalá, el Emir de Arabia Saudita, asintió y comenzó a leer los documentos.Sanem estaba a su lado un poco inquieta. Había un poco de sudor en su frente, los síntomas estaban volviendo cuando se colocó la palma en su vientre, y se dobló al sentir un fuerte dolor.—¿Te encuentras bien? —preguntó en susurro su esposo en susurro, pero ella asintió rápidamente.—Sí… creo que tengo que retirarme un momento… siento irme de repente.—Te acompañaré… —Kereem insistió.—No es necesario… — Ella apretó los dientes de forma ruda, para disimular su dolor, y con permiso de todos los presentes en el escenario, se retiró mientras Kereem quedó un poco preocupado observando su salida repentina.Sanem casi corrió por los pasillos del gran palacio, pero se detuvo llegando a la entrada de su habitación mientras otro dolor, mucho más fuerte que los anteri
Unas horas después, el tiempo pareció detenerse en la habitación mientras el peso de la tragedia se asentaba en el corazón de Kereem, observando cómo su esposa dormía con las lágrimas en los ojos.Sus puños se apretaron, salió de la suite para hablar con el médico, y nada más hizo la petición, lo pasaron a una sala espaciosa.—Señor… por favor, siéntese.—Me quedaré de pie… —El médico asistió y soltó el aire.—Las pruebas arrojan una pérdida de leucocitos… es como si su cuerpo se debilitara en pasos muy lentos… como si algo le hiciera daño. Sin embargo, no logramos saber qué la está afectando de esta forma…Kereem apretó la mandíbula.—¿Sus pérdidas, son causadas por esto?—No puedo asegurarle que sea exactamente por esto… son muy espontáneas… pero también existe la posibilidad de que esto que ataca su cuerpo, sea el principal causante de todo… incluso de su fatiga y debilidad.Kereem masajeó su cien, y negó.—¿Qué podemos hacer?—Yo voy a recetarle unas vitaminas… —y literalmente la
La sala de conferencias estaba llena de ministros y asesores, pero la mente de Kereem estaba lejos de las discusiones políticas. Sus pensamientos giraban en torno a la conversación con su padre y la difícil situación con Sanem. Aunque su amor por ella era inquebrantable, la presión de continuar la línea de sucesión lo atormentaba.Trató de enfocarse en los informes presentados, pero la ansiedad lo mantenía distraído.—De acuerdo con las producciones, tenemos todo controlado.—Ha habido ataques pequeños, siempre mantendremos enemigos cerca. —El gabinete nuevo será presentado en una semana, señor… Y Kereem levantó la cabeza para mirarlos a todos.—Mi hermano Naim será el que tomará el cargo de ministro general, él llegará de viaje en tres días.Hubo una ola de murmullos, y luego sus ojos se conectaron con su padre.Parte de su familia estaba aquí presente, varios de sus ministros eran tíos, primos, pero solo tenía un hermano, y dos hermanas que, trabajan en el palacio, pero no como mi