Zahar…El rugido del avión parecía querer tragarse mi corazón. Afuera, la oscuridad era espesa, como si la noche hubiese decidido cubrir de luto mi regreso. Pero mis pensamientos no estaban en el cielo, ni en el arma que tenía asegurada en mi muslo. Estaban en él. Kereem. No lo había visto en semanas. No había tocado su voz, ni sentido su furia, ni su fuego. Y, sin embargo, cada célula de mi cuerpo gritaba su nombre como si él fuera el oxígeno que me faltaba. —Treinta minutos —dijo uno de los hombres al mando—. Coordinadas en curso y aterrizaje, llegaremos a las 5:30 am.Me concentré en las imágenes mentales: los mapas que había estudiado.Tenía que ser rápida. Precisa. Invisible. Y, aun así, hacerle saber que estaba ahí dondequiera que estuviera. Me ajusté el auricular, y rezaba por escuchar la voz de Asad, que era la principal voz de mando en todo este plan, y allí sabría en qué lugar se encontraban ellos.Cuando aterrizamos, no hubo tiempo para contemplaciones. Descendimos
Zahar…—Destino confirmado —dijo Asad, sin apartar la vista del monitor táctico—. Tres kilómetros al este, el subterráneo inicia allí. Bajo la arena.Nos faltaban solo tres kilómetros, y eso era cuestión de dos minutos o tres a esta velocidad. Mi cuerpo vibraba, pero no era solo por lo que estaba a punto de suceder. La mirada de Kereem sobre mí, era el motivo.Tenía que abrir la boca, para no estancar el aire, y de alguna manera no estaba midiendo la magnitud.—Todo el que se encuentre abajo, es enemigo. No importa a quién vean, todos son objetivos.Parpadeé lentamente cuando Asad dijo eso por el micrófono, y me pregunté qué rostros vería allí abajo.Las camionetas frenaron en seco y no me quedó un espacio de segundos para preguntarle algo a Kereem. No había tiempo, y por lo que las conexiones hablaban, pelotones dirigiéndose aquí con rapidez.Bajamos con precisión. No había tiempo para respirar, solo avanzar, y apreté el arma larga cuando las manos me sudaron.—Formación en abanico.
Zahar…La sangre zumbó en mis oídos con el estallido y esta vez toqué mis costillas.No veía nada. Solo humo, gritos distorsionados, y el crujido seco de los disparos. Milo estaba a mi lado, estaba gritando, pero no podía oír nada. El caos era demasiado, y estaba tratando de levantarme cuando escuché por el auricular.—Salgan de allí, ahora… —No sé quién estaba al mando ahora, pero era la nueva orden.—Milo…—¡Debemos salir! No hay nadie aquí, escucha, salieron por otro lado. Los demás soldados están en persecución.Mis ojos se abrieron cuando una cantidad de hombres corrió, y eso solo indicaba que había explosivos por todas partes, y que este lugar prontamente quedaría reducido a la nada.Me levanté tambaleando. Corrí. Sin plan. Sin mapa. Solo con la intuición de que a esto le quedaba muy poco tiempo. Me dolía el cuerpo cuando me levanté, y fui detrás de Milo todo el tiempo, incluso cuando cada paso era un castigo.Las botas me pesaban. El aire quemaba, además de que el tiempo esta
Terceros…Los pasos de Naim resonaban firmes mientras avanzaba por el pasillo principal del palacio. Había sido escoltado por los altos mandos militares, mientras afuera, la nación hervía.Las calles estaban militarizadas, y había un silencio tan severo que incluso era preocupante.La muerte de miles de rebeldes podía incluso olerse. Había mucha sangre derramada, pero a él no le importaba, porque este había sido su plan desde un inicio. El grupo terrorista solo había sido un gancho, y ahora él iba a quedar como el verdadero héroe de esta historia.Nunca traicionaría su sangre ni la corona para poner a un terrorista en el poder, además, porque él era el nuevo poder. Y eso, también se determinaría a que Kereem no aparece, y si lo hacía, terminaría por desaparecerlo.Naim soltó el aire, lavándose las manos y viéndose al espejo. Habían sido días agitados, y tenía que comunicarse rápidamente con Rusia, para calmar los ánimos.Los toques en la puerta se hicieron escuchar y, secándose las ma
Terceros…Sanem respiró agitada, mientras la mano de Naim apretaba la suya. Ella estaba tratando de contener las lágrimas, pero era inevitable que se le salieran todas.La mirada y las palabras de Naim eran diferentes, y sabía que él había planeado algo desde hace mucho, sobre todo para herir a Kereem, pero no sabía ni se imaginaba hasta qué magnitud. Tampoco es que ella quería a Kereem muerto, porque a pesar de todo por lo que había tenido que pasar, él era su esposo y siempre lo sería.Naim pasó varias partes del palacio y ella notó que se iba hacia la habitación que siempre utilizaban, una muy allegada a la de Naim, en la zona del palacio más reservada.Después de que entró con ella, cerró la puerta y se giró hacia ella con una enorme sonrisa.—Hemos ganado, y tengo muchas noticias para ti —le ordenó que tomara asiento—. Siéntate y limpia esas lágrimas que me estresan.Sanem pasó un trago rápido, e hizo caso a todo lo que él decía, mientras lo vio caminar hacia una parte de la ampl
Zahar…La respiración abandonó mi cuerpo.Desaparecido. La palabra se me pegó al pecho como una maldición. La desaparición es un eco. Un agujero. Un espacio donde debería haber alguien. Y no está.Tomé el aire y lo volví a soltar, caminé por la base como una sobra, nadie me miraba ni hablaba.Eran las tres de la mañana cuando me metí en uno de los baños del servicio de la base y me quité el pasamontañas. Sentía que las costillas se me aflojan como ramas secas, y que todo el aire se me iba en un solo sollozo, pero las lágrimas no salían de mí en ninguna circunstancia.El llanto es un lujo para quien sabe a qué llorarle, y yo ni siquiera sabía dónde estaba, y él no podía dejarme sola.No podía…En un punto me dolieron las manos de tanto apretarlas. Pero estaba entrando en una crisis, estaban pensando que al cerrarlas pudiera sujetarlo. Como si pudiera traerlo de vuelta con solo apretar el aire.Por favor… por favor… por favor, Kereem…Unos golpes en la puerta me hicieron saltar y lueg
Terceros…Por la mañana, Naim tomó su café cargado mientras se sentó en aquel escritorio que había visto solo desde otra visión.No supo por qué una sonrisa de triunfo inundó su boca, pero aspiró el aire, sintiendo el olor de su baño resiente, y perfume. Su cabello húmedo caía ordenado sobre la frente, y su traje oscuro parecía recién planchado, como si nada estuviera fuera de lugar en el mundo… excepto, tal vez, su hermano.Sharid no había dormido nada. Los demás generales y él habían trabajado toda la noche y debía presentarse frente al primer ministro dentro de los próximos quince minutos, pero tenía cierto temblor en las manos.Nada de lo que estaba viendo le parecía normal.—He visto que otros sub generales están llegando al palacio. ¿Crees que vayan a otra misión?Él negó.No estaba entendiendo un poco el plan del ministro, pero que se hubiese reunido con el consejo sin la presencia de los generales destacados en este momento de crisis, no era nada bueno.“Sharid, no podemos avi
—Son inversiones importantes, mi señor… a la larga, podemos aliarnos a esas empresas. La monarquía se hace más fuerte con cada inyección de dinero…Kereem Abdalá, el Emir de Arabia Saudita, asintió y comenzó a leer los documentos.Sanem estaba a su lado un poco inquieta. Había un poco de sudor en su frente, los síntomas estaban volviendo cuando se colocó la palma en su vientre, y se dobló al sentir un fuerte dolor.—¿Te encuentras bien? —preguntó en susurro su esposo en susurro, pero ella asintió rápidamente.—Sí… creo que tengo que retirarme un momento… siento irme de repente.—Te acompañaré… —Kereem insistió.—No es necesario… — Ella apretó los dientes de forma ruda, para disimular su dolor, y con permiso de todos los presentes en el escenario, se retiró mientras Kereem quedó un poco preocupado observando su salida repentina.Sanem casi corrió por los pasillos del gran palacio, pero se detuvo llegando a la entrada de su habitación mientras otro dolor, mucho más fuerte que los anteri