CAPÍTULO 48 AMOR Y VENGANZA

Kereem…

La sala estaba tenuemente iluminada por lámparas, y el mapa del reino cubría casi toda la pared del fondo. Una mesa larga se extendía con precisión quirúrgica al centro, rodeada por los comandantes de cada escuadrón. Todos tenían los ojos fijos en mí, esperando una orden, una señal, cualquier palabra que les diera certeza.

Asad estaba a mi derecha. Se mantenía recto, con el mentón alto, pero sus ojos no dejaban de moverse, calculando, anticipando.

—Lo haremos al amanecer —dije con firmeza, señalando la zona del desierto donde era el punto más rojo—. Sabemos que han desplazado parte de sus hombres al límite de la frontera, lo que significa que la Casa Roja está menos protegida. Vamos a usar eso.

No di un nombre, en este punto, solo Asad y yo teníamos el nombre en el pensamiento, y hablarlo públicamente, correría la voz hasta Naim, y no es que pensara que posiblemente tendríamos un traidor en las cabezas, pero podía tener una posibilidad.

Si lo pasábamos a las cabezas de los esc
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