Ser curvy y tener los ojos rojos, era algo que los miembros la manada Luna Roja no podían perdonar. Hicieron la vida Kara un infierno desde el día de su nacimiento. Ella pensó que todo cambiaría cuando fue elegida por la Diosa como la Luna del alfa. Sin embargo, él la despreció y rechazó delante de todos para entregarse a otra mujer. No le importó romper el vínculo que los unía, aún sabiendo que en su vientre llevaba a su hijo. Herida y devastada, a Kara no le quedó más que aceptar que el hombre que pensó que la amaba no sentía nada por ella. Pero cuando el vínculo se rompió, se dio cuenta de que su sufrimiento no terminaba ahí. El dolor que sintió era tan fuerte que cayó al suelo y todo a su alrededor se oscureció. Cuando despertó, descubrió que había sido abandonada a su suerte. El alfa había ordenado que fuera arrojada en la jungla, sin mostrar una gota de piedad… Y un hombre de piel oscura le decía que ella era su compañera.
Leer másEl sol comenzaba a aparecer por el horizonte, arrojando rayos de luz sobre la manada. Los pasos de los guerreros que acompañaban a Darius resonaban en la plaza del clan. Estaban de regreso luego de pasarse toda la noche buscando el rastro que los llevaría a donde se encontraba Kara. Estaban de vuelta con las manos vacías; sin embargo, el alfa caminaba decidido a hacer que el traidor, que permitió que se llevaran a su compañera, pagara por ponerse del lado del enemigo.Los pocos miembros del clan que ya estaban despiertos giraron sus miradas hacia ellos. Estaban al tanto de que el líder de los ancianos lo mantenían recluido en su casa mientras esperaba a un juicio de parte del alfa. El silencio acompañaba a la pequeña comitiva. Tener que castigar a uno de los miembros de su clan era algo que Darius detestaba, pero estaba determinado, la traición no era tolerada entre su gente.En la puerta de la casa del anciano se encontraban dos guerreros de guardia. Con una inclinación de cabeza le
Kara estaba cansada de las amenazas, todos presumían de poder acabar con Darius, pero a la hora de la verdad, ninguno tenía el poder suficiente para matarlo. Con la adrenalina todavía corriendo por sus venas y la valentía en auge dentro de su cuerpo, blandió el cristal frente al extraño y lo cortó en el pecho. La mirada llena de desdén que él le dedicaba se le desdibujó del rostro. Al igual que Rohan, se sorprendió de que ella se atreviera a enfrentarlos.—Puedo luchar contra ustedes, no les tengo miedo —declaró ella, inyectándole a su voz una firmeza que en realidad no sentía—. Me están subestimando, pero ya ven, les he provocado daño mientras que yo sigo ilesa.Detrás de ella se escuchó la risa de Rohan. A pesar de que el alfa estaba herido y al principio se enfadó, ahora estaba encantado con la actitud que Kara había tomado. Se acercó a ella hasta quedar una distancia lo suficientemente buena para que ella no pudiera cortarlo con el cristal que no dejaba caer de su mano.—Esta Kara
Kara no sabía cuánto tiempo había transcurrido desde que salieron de la cabaña, pero sabía que pasaba de la media noche cuando vio a lo lejos las primeras casas de la manada Wolheart. Se veía un lugar tranquilo y sus habitantes permanecían dentro de sus casas. La tenue luz que emitía la luna le decía que gritara por ayuda. Sin embargo, no le dio tiempo de abrir la boca. Rohan le pasó una cinta alrededor, dejándola sin voz. También puso cintas en sus brazos, amarrándolos detrás de la espalda. Le dio una mirada de odio a su captor, pero él ni siquiera la miró a la cara. Con la misma rapidez con que usó las cintas, la empujó para esconderla entre los asientos. Kara rodó los ojos, sin entender por qué lo hacía. El auto era oscuro y desde el exterior no se podía ver nada. Además, si el auto pertenecía al hijo del viejo alfa, nadie iba a detenerlo para preguntarle a quiénes llevaba con él.Pasaron por el pueblo, envueltos en un aire de tensión. Recorrieron las calles iluminadas hasta llegar
Lágrimas rodaban por las mejillas de Kara mientras esperaba lo inevitable con los labios apretados. Estaba casi segura que en algún momento no iba a poder luchar más. Los brazos que la inmovilizaban por detrás le agarraban sus propios brazos para que no pudiera moverse. La respiración grotesca que sentía en el cuello era como una burla, el hombre respiraba como si fuera mucho trabajo sujetar a una embarazada. Frente a ella, seguía Eira, intentando poner el recipiente dentro de su boca. En sus ojos se podía ver la determinación para lograrlo.—Abre, Kara —ordenó Eira, enfadada por sus esfuerzos infructuosos—. Si no es ahora, será otro día, pero el alfa Rohan no va a dejar que este bebé nazca.Kara se negó a abrir los labios, se negaba a claudicar. Si abortaba, sería porque la obligaban a hacerlo, ella nunca iba a aceptar de buena gana. Luchó contra el agarre del cazador y para su sorpresa logró que el aflojara un poco sus brazos. La esperanza volvió a embargarla, si seguía luchando era
El rostro de Darius perdió el color y su corazón dio un salto dentro de su pecho al ver la escena que estaba frente a sus ojos. El charco de sangre que manchaba el suelo de madera lo obligaba a investigar lo que tanto temía. Un escalofrío recorrió su espalda cuando los pasos de sus guerreros resonaron en el silencio opresivo de la cabaña. Fuera, el viento que aullaba entre los árboles solo traía incertidumbre sobre el alfa. Tenía que verificar que, si era o no la sangre de su compañera, sin embargo, no podía caminar. Su cuerpo congelado se negaba a obedecerlo.—¿Desea que lo haga yo, alfa? —preguntó uno de los guerreros deteniéndose a su lado.—No —respondió Darius de inmediato.No era una tarea que él quisiera hacer, pero como compañero de Kara podía detectar si la sangre pertenecía a ella. Al guerrero le iba a tomar un tiempo más largo. Obligándose a caminar, se agachó junto a la mancha rojo vino, pasó un dedo en el líquido viscoso, lo llevó a la nariz y olfateó llenando sus fosas n
La oscuridad de la noche había caído sobre la jungla y el clan parecía envuelto en las sombras del inframundo. A medida que Darius se acercaba a la casa que compartía con su mate, una sensación inquietante recorría su espalda. Un escalofrío cargado de miedo se apoderó de su cuerpo y los vellos de sus brazos se erizaron. Darius caminó más rápido, deseoso de llegar a los brazos de su compañera, quería asegurarse que todo marchaba bien con ella. Estaba llegando a la puerta cuando escuchó que lo llamaban a sus espaldas. Se giró y sintió alivio al ver que se trataba del líder de los ancianos, pero de inmediato su ceño se frunció cuando vio que caminaba con uno de sus pies casi arrastras.—Finnian, ¿qué sucedió? —preguntó, cuando se acercó al anciano y vio que tenía más heridas en el cuerpo.—Alfa, ha ocurrido una desgracia —respondió Finnian, con la voz temblorosa.El ceño de Darius se frunció mucho más, no quería otro problema que lo apartara de los brazos de su amada. Sin embargo, no pod
La tensión dentro de la habitación se podía cortar con un cuchillo. La sanadora miraba de Kara a Rohan; en su rostro se podía ver que sufría. Luego, con determinación y a pesar de la tristeza, posó la mirada en el alfa.—Tengo que regresar al clan a buscar mis herramientas y el kit medicinal —dijo Eira, con la voz desapasionada, sin mirar ni una vez a Kara—. Hay varias pociones que puedo usar, pero tengo que encontrar la ideal para que pueda concebir nuevamente. Esa es su intención, ¿cierto?Rohan asintió, su deseo era dejar embarazada a Kara cuanto antes. Hinchó el pecho satisfecho y se dirigió hacia la puerta sin hablar. Antes de salir del escondite, se volvió hacia donde estaba el cazador y le lanzó una mirada que le decía que, si no cuidaba a Kara y ella escapaba, lo iba a pagar con su vida.—Kara, no me hagas enojar intentando escapar, nunca vas a llegar a tu destino. —dijo Rohan por encima del hombro, antes de desaparecer en la oscuridad de la jungla y llevarse a Caelum con él.
En la distancia, las luces del clan se intensificaban. Kara, con sus ojos que se le querían salir de las órbitas, comenzó a sentir pavor. Rohan la tenía atrapada sin poder escapar ni pedir ayuda. Él la mantenía agarrada con una mano por la cintura, mientras con la otra mano tapaba su boca para que no pudiera gritar. La desesperación la invadió y solo pudo pensar en luchar; no estaba dispuesta a rendirse.—Kara, no puedes seguir luchando en contra del destino —dijo Rohan, con voz fría—. Dejar a ese patético alfa será lo mejor para ti. Te irás conmigo y serás mi mate, como deseaba la Diosa.—¡No! ¡No quiero estar contigo! —gritó ella contra la mano que le impedía gritar con todas sus fuerzas, solo el alfa y sus cómplices podían escucharla—. Por favor, déjame ir.Rohan apretó los dientes con frustración, no le gustaban las respuestas de ella. Enojado, apretó con más fuerza el agarre que tenía sobre Kara. A la mente de Kara solo podían llegar imágenes de lo que podía ocurrir si el plan de
ActualidadEl ruido de la puerta al abrirse y el aire frío que dejó entrar puso en guardia a Rohan y a Caelum. Se pusieron de pie, con un arma, cada uno en las manos, mientras apuntaban al recién llegado.—Oh, es él —dijo Caelum al alfa mientras bajaba el arma y le hacía señas al visitante para que entrara y cerrara la puerta—. Él es quien nos ha estado ayudando.El recién llegado se acercó a la mesa que estaba en el centro de la habitación, dejó caer el morral que traía en sus manos sobre ella, levantando polvo en el proceso. Todo sin dejar de observar al alfa, que no bajó el arma y seguía apuntándolo con ella.—¿Todavía desconfías de mí? —inquirió el hombre con una mueca burlesca—. Gracias a mí estás vivo.—¿Qué insinúas? —Rohan apretó los dientes enojado, odiaba que le recordaran que estaba huyendo de Darius.—No insinúo nada. Todos aquí sabemos que estás huyendo de mi alfa. Si no estuvieras en este lugar, en este instante fueran un lobo muerto —respondió el hombre sin miedo en su