El dolor que estaba recibiendo el cuerpo de Kara era tan fuerte que no pudo conservar su forma humana. Su lobo emergió mientras ella estaba inconsciente, queriendo curarla y ayudarla a eliminar el abrumador sufrimiento que estaba sintiendo. Pero no era suficiente, a pesar de recuperar la conciencia, Kara no podía cambiar, estaba atrapada en su forma de lobo impidiéndole comunicarse. La desesperación la embargó al sentirse atrapada, mientras su loba exigía la conexión que la unía a su pareja. Su inquietud aumentó cuando escuchó que alguien le preguntaba al alfa que harían con ella. Se preguntó si la llevarían a la cabaña de la sanadora en ese momento o la llevarían a su cabaña para que se curara sola. Un grito ahogado se quedó atrapado detrás de sus labios cuando escuchó la respuesta de Rohan.
—Tírala en la selva, lo que suceda con ella depende de su destino —dijo Rohan, sin compasión.
«¡No, por favor, no! No daré problemas. Me iré lejos y dejaré que seas feliz con la mujer que elegiste, por favor, llévame con la sanadora». Pero fue inútil, las súplicas de Kara no fueron escuchadas.
—Pero alfa, ella es un miembro de esta manada, merece el mismo cuidado que el resto. Ya que estoy aquí, puedo curarla —Kara agradeció interiormente a Eira, la sanadora de la manada. No solo estaba intentando ayudarla en ese momento, era de las pocas que la trataba bien y no la veía como una apestada.
—Di una orden, Eira, quiero que se cumpla. No se necesitan tus servicios, de ser así, te lo hubiera pedido —Rohan no tuvo piedad a pesar del pedido de la sanadora.
—Alfa, yo puedo… —Eiran no pudo continuar, un gruñido feroz proveniente del alfa la interrumpió.
—¿Quieres el mismo destino? —Inquirió Rohan de forma implacable a la mujer. Luego miró a todos los presentes y con mirada severa les preguntó—: ¿alguien más quiere unirse a Kara?
Kara supo que estaba condenada cuando el silencio reinó. La tensión era tan tangible que se podía cortar con un cuchillo. Desde ese instante, sus plegarias para recibir ayuda estaban puestas en la Diosa, y se resignó a no esperar que alguien dentro de manada hiciera cualquier sacrificio por ella. Y cuando la cargaron y sintió que la echaban dentro de una bolsa, fue consciente de que ese era su fin. El aire poco a poco le fue arrebatado, llevándola de nuevo a la inconsciencia.
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En las profundidades de la jungla, a miles de kilómetros de la manada, la Luna Roja.
Un lobo blanco corría entre los árboles del denso bosque. A pesar de que algunas enredaderas y lianas intentaban cortarle el paso, no podían impedir que se sintiera libre. Correr por la extensa propiedad que pertenecía a su manada era gratificante y liberador. El paisaje era tan hermoso y se sentía tanta paz observándolo, que nadie se podía resistir a sus encantos.
Aminoró el paso cuando estuvo cerca de su olmo favorito y luego comenzó a caminar para llegar a él. La frescura de sus grandes ramas era incomparable. La hierba que tapaba sus raíces deleitaba a quien se acostaba encima de ella por su frescura. Los ojos rojos del lobo mostraban el placer que sentía, acababa de cazar y era otra de las actividades que disfrutaba de realizar. De repente se detuvo y olió el aire a su alrededor. El olor que lo atraía era diferente a los que estaba acostumbrado, le hizo sentir una sensación inexplicable que electrificó su cuerpo. Todo a su alrededor desapareció, solo deseaba acercarse y descubrir que era tan poderoso que agudizaba sus sentidos. Sus ojos comenzaron a girar en una espiral y detrás de sus orejas apareció un cosquilleo cuando el olor aumentó.
La satisfacción que sintió cuando descubrió de dónde provenía el olor lo hizo sonreír y sus ojos volvieron a la normalidad.
«Mi mate…» murmuró antes de salir corriendo hacia donde estaba su compañera.
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El aire fresco que sentía en su pelaje le hicieron saber a Kara que no había muerto. ¿Qué había sucedido mientras no estaba consciente de lo que ocurría a su alrededor? Aunque se alegraba de seguir viva, se preguntaba cómo era eso posible. Una sola explicación venía a su mente, la Diosa Luna. Su protectora no la había abandonado. Agradecida, suspiró aliviada.
Kara se movió con lentitud, si la persona encargada de llevarla hasta el sitio donde se encontraba todavía estaba cerca, no quería que estuviera al tanto de que se había despertado. Al sentir que podía moverse, aunque el dolor continuaba asolando su cuerpo, abrió poco a poco los ojos. A poca distancia, un lobo blanco la observaba con unos ojos rojos iguales a los suyos.
A pasos lentos el lobo comenzó a acercarse a ella. Kara no lo conocía, nunca lo vio en la manada ni siquiera como visitante, pero tuvo miedo. Pensó que Rohan lo había enviado para acabar con ella. Sintiendo un miedo aterrador, el cuerpo comenzó a temblarle sin control. Aunque no creía que la dejara escapar, se puso en tensión preparándose para una posible huida. Quería cerrar los ojos o apartar el rostro para no verlo cuando iniciara el ataque, pero sus ojos se negaban a cerrarse, el terror dilató sus pupilas y no podía moverse.
Pero cuando el lobo llegó donde estaba ella, sucedió algo inesperado. Para sorpresa de Kara, él se inclinó sobre su cuerpo y comenzó a lamer las heridas que no sabía que tenía. En ese momento fue consciente de que el dolor que experimentaba provenía también del exterior. Supuso que fueron hechas cuando la llevaron a la jungla y la dejaron tirada como algo sin valor.
La mandíbula de la loba de Kara por poco cae abierta cuando el lobo fue más gentil cuando ella gimió por los toques sobre su piel. Parecía que él quería ayudarla y sanar sus heridas externas fuera su prioridad.
De pronto, Kara volvió a ser sorprendida por el lobo, sintió que él la levantaba, la colocaba sobre su cuerpo peludo y salía corriendo a toda velocidad a través de la jungla. Kara quiso protestar, pero se sentía tan débil, que sabía que sería en vano intentar escapar. Mientras escuchaba el silbido del viento a su alrededor, se preguntó:
«¿A dónde me llevan esta vez?»
Kara abrió los ojos, sintiéndose aturdida y pestañeó varias veces cuando la luz le molestó. ¿Había perdido la consciencia otra vez? ¿Cuánto tiempo llevaba dormida? Preguntas sin respuestas llegaban a su mente, aunque sabía que ninguna sería contestada. De lo único que estaba segura era que debía mantenerse tranquila, para recuperar todos sus sentidos y movilidad. Respiró profundo y cuando su vista se adaptó a la luz del sitio en el que se encontraba, miró hasta donde le fue posible desde su posición, pero no reconoció el lugar. Si bien su vista todavía se encontraba borrosa, estaba segura de que nunca había puesto un pie o una pata de su loba en esa habitación.Kara intentó incorporarse para explorar y encontrar respuesta a su pregunta de por qué el lobo la llevó allí y no la mató en la jungla. Al levantarse se dio cuenta de que estaba acostada en una cama de suave colchón y había regresado a su forma humana. Sonrió al descubrir que había recuperado su capacidad de transformación, era
Las manos de Kara comenzaron a sudar. Seguía sin entender por qué la ira de ese hombre iba dirigida hacia ella. ¿Le había molestado que no quisiera su ayuda? ¿El alfa lo iba a castigar si no lograba complacerla? Kara se estrujó las manos con nerviosismo y en el estómago se le creó un nudo por el miedo que le generó la incertidumbre de haber actuado mal. Aunque no conocía las costumbres de la manada, le dio ansiedad que por su culpa otra persona fuera dañada.—No sé qué te enviaron a hacer por mí, pero si es importante para ti, te doy permiso para que lo hagas —le dijo ella, con palabras atropelladas.El hombre, de piel atezada, la miró con desdén, se rio con condescendencia y luego su rostro volvió a una expresión pétrea.La preocupación de Kara aumentó, se preguntó si había malinterpretado al beta pensando que la estaban cuidando hasta que se recuperara. ¿Las intenciones del alfa con ella eran otras y por eso envió al hombre cruel que ahora la miraba con ojos fríos?«¿Por qué no pued
Una semana despuésKara no dejaba de mirar hacia la puerta mientras llevaba un dedo a su boca y se mordía una uña. Leif le estaba hablando, pero era incapaz de prestarle el cien por ciento de su atención. Estaba pendiente de la llegada del alfa y eso la ponía nerviosa. Darius la visitaba cada día a la misma hora y llevaba media hora de retraso. Llegaba tarde, precisamente el mismo día que iba a contarle lo que esperaba del trato que él le impuso cuando la rescató. Esperaba que no faltara a su palabra, llevaba siete días en espera de que fuera su turno de exponer sus exigencias.—Que tengas la vista fija en la puerta no hará que el alfa aparezca por arte de magia —le dijo Leif con un tono de risa en la voz.Una risita corta y entrecortada escapó de Kara, acompañada de un rubor en sus mejillas por haber sido atrapada. A pesar de haber hecho buena miga con el beta que la cuidó desde el primer día que llegó, todavía se avergonzaba cuando él bromeaba de la relación que tenía con el alfa.—
Tres días despuésKara observaba la jungla con abundante vegetación desde la ventana de la cabaña que llevaba recluida desde que despertó. Aunque no se parecía en nada al lugar donde había vivido toda su vida, le hacía recordar el bosque donde cazaba y corría con libertad. En ese bosque que la ocultaba de los miembros de la manada que la molestaban. Un suspiro lleno de nostalgia escapó de sus labios, la sed de venganza que la embargaba no lograba eliminar ese deseo que tenía de correr a través de él.—Estoy seguro de que el alfa te va a permitir correr por el bosque —dijo Leif detrás de ella, confundiendo el suspiro involuntario.—No me ha dejado salir de la cabaña —le recordó ella.—Estabas heridas. Necesitabas recuperarte —señaló Leif.—¿Esa es la razón? —inquirió ella con ironía—. ¿Su intención no era ocultarme?—¡No! ¿por qué piensas eso? —El beta se veía consternado.Ella se encogió de hombros como si la respuesta fuera evidente. Seguía teniendo los mismos visitantes. La cabaña d
—Hay muchas personas, ¿qué tan grande es la manada? —Kara apretó el brazo de Leif con aprensión. Pensaba que estaba lista para salir de la cabaña, pero ahora no estaba tan segura.—Lo suficiente para defendernos si tenemos un ataque —respondió él, sin mencionar una cantidad exacta—, sin embargo, hoy hay muchos invitados, no todos pertenecen al clan.Kara continuó observando a la multitud casi escondida detrás del beta. Mientras Darius no fuera hacia ella, tenía que mezclarse con los invitados, o eso le había informado un guerrero minutos después de haber salido de la cabaña. Kara se preguntaba qué asunto era tan importante que no le permitió recibirla. El alfa era el más interesado en celebrar cuanto antes la ceremonia, que no estuviera le daba desconfianza. No obstante, ella agradecía la demora, le daba tiempo a conocer un poco a las personas con las que iba a vivir a partir de esa noche. Sonrió cuando vio a la sanadora a unos pasos de ella rodeada de su familia, la mujer le hizo señ
Darius no podía quitarle la vista a Kara. Sabía que ella no se había quedado contenta con su decisión de esperar para matar al alfa de la manada Luna Roja. Pero no podía, no en ese momento, si quería evitar romper relaciones con clanes que servían a su manada. Por algo que no lograba entender, el alfa Rohan era querido por miembros y líderes de varios clanes.—Estuve al creer que nunca nos ibas a presentar a tu compañera —le dijo su madre acercándose a él.—¿Dónde pensabas que íbamos a realizar la ceremonia?, ¿dentro de mi casa? —respondió él, haciendo reír a la mujer que le dio la vida.—Conociéndote, es posible —Freya puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír.—Te culpo a ti por no enseñarme a compartir —bromeó Darius.—Te enseñé, pero eras mal estudiante —Freya frunció el ceño, pero no pudo eliminar el tono afectuoso de su voz.—Entonces culpemos a mi padre, por él tuve que aprender otras cosas.Freya y Darius sonrieron con nostalgia, Bjorn había sido un padre amoroso, pero exig
Los latidos del corazón de Kara se aceleraron cuando entró a la habitación donde dormía Darius. Los pensamientos que invadían su mente le hacían sentirse abrumada. La mezcla de nervios y ansiedad le jugaban en contra. Él no la ayudó a sentirse segura, la guio directo a sus aposentos sin mostrarle el resto de la casa. La urgencia que tenía por plantar su semilla en su vientre hizo que ella se preguntara por qué deseaba tener un hijo tan rápido. Pero al ver la inmensa cama, a Kara se le olvidó la urgencia que tenía el alfa por ser padre, se sintió tan insegura que no podía pensar en nada más que en sus inseguridades. ¿Y si no era lo que Darius esperaba? ¿Si era tan mala en la cama que la abandonaba en la selva como hizo Rohan? ¿Se iba a burlar de ella por su peso? Si se entregaba él… ¿su corazón saldría intacto? Darius estaba tan ocupado quitándose la ropa que no se había dado cuenta de que ella se detuvo en la puerta. Cuando se giró buscándola, se sorprendió de verla mirando la cama c
Lentamente, Darius fue dejando besos a lo largo del cuello de Kara, luego comenzó a bajar sin dejar de tocar su cuerpo con los labios, haciéndola suspirar de placer. Ella arqueó su espalda, buscando sentir más de la suavidad de sus besos. Nada importaba más que sentir el calor de sus caricias. Darius se detuvo cuando llegó a sus senos y las miró a los ojos. Sus miradas se encontraron y se perdieron el reflejo del deseo que los consumía. Luego, él bajó la cabeza y tomó el pezón entre sus labios, y muy suavemente comenzó a chuparlo. Le pasó la lengua hasta que la aureola de color rosa se puso dura. Ella enredó sus dedos en su cabello sin dejar de gemir.Con ternura, Darius deslizó una de sus manos por el costado de Kara acariciando su cintura hasta llegar a su cadera. A continuación, prosiguió hasta su monte de venus. Mientras intercambiaba su atención entre un seno y el otro con la boca, con uno de sus dedos buscaba entrar en ella. La humedad que encontró entre sus labios le facilitó l