Kara abrió los ojos, sintiéndose aturdida y pestañeó varias veces cuando la luz le molestó. ¿Había perdido la consciencia otra vez? ¿Cuánto tiempo llevaba dormida? Preguntas sin respuestas llegaban a su mente, aunque sabía que ninguna sería contestada. De lo único que estaba segura era que debía mantenerse tranquila, para recuperar todos sus sentidos y movilidad. Respiró profundo y cuando su vista se adaptó a la luz del sitio en el que se encontraba, miró hasta donde le fue posible desde su posición, pero no reconoció el lugar. Si bien su vista todavía se encontraba borrosa, estaba segura de que nunca había puesto un pie o una pata de su loba en esa habitación.
Kara intentó incorporarse para explorar y encontrar respuesta a su pregunta de por qué el lobo la llevó allí y no la mató en la jungla. Al levantarse se dio cuenta de que estaba acostada en una cama de suave colchón y había regresado a su forma humana. Sonrió al descubrir que había recuperado su capacidad de transformación, era una buena noticia entre tantas malas.
Cuando se incorporó y puso los pies en el piso, el sonido de pasos que provenían de su izquierda le hicieron detenerse y mirar en esa dirección. Un hombre guapo de piel blanca recogía apresurado un objeto que había caído al piso. Mordiéndose los labios, él miró hacia donde estaba ella, se veía en su mirada que se sentía culpable por el ruido provocado. Cuando la vio despierta, de inmediato se acercó a Kara.
—Disculpa, no era mi intención despertarte —le dijo avergonzado, luego frunció y le preguntó preocupado—: ¿te encuentras bien?
—Sí… bueno, no, todavía me siento desorientada, pero estoy bien. Gracias. —respondió ella enseguida.
—¿Gracias? ¿Por qué me das las gracias? —preguntó él, confundido.
—Por salvarme, sin tu ayuda, no estaría aquí. —respondió ella y esbozó una sonrisa.
El hombre se rascó detrás de la nuca, se veía incómodo por las palabras de agradecimiento de Kara.
—No tienes nada que agradecerme, yo no hice nada por ti y no sé de lo que me hablas —le dijo él—. Yo solo soy un beta al que se le ordenó protegerte en este lugar.
—Entonces, ¿quién me ayudó? —interrogó Kara.
—El alfa de mi manada. Él fue quien te salvó —respondió el beta.
Ella de inmediato pensó en el lobo blanco, el lobo con una mirada asesina en sus ojos. Le dio una breve mirada al hombre que ahora permanecía frente a ella y supo que la confusión se debía al trauma que había sufrido. Los ojos del hombre que ahora la cuidaba no se parecían en nada a los que la habían aterrorizado en la jungla. Los ojos del beta se parecían más a los de un perro grande y dócil.
«¿Un perro grande y dócil? ¿De dónde salen estos pensamientos locos?» Kara no pudo evitarlo y se echó a reír.
Mientras un ataque de risa golpeaba a Kara un hombre negro entró a la habitación. Él se quedó con una mano en la puerta mientras la veía reír.
Sintiéndose tonta porque era la única que reía, Kara hizo todo lo posible para detenerse. Luego se fijó bien en el nuevo visitante y supuso que era un sirviente. Se preguntó qué lugar era ese y quién era el alfa que le ponía tanto cuidado a alguien tan insignificante como ella. Sintiendo que abusaba de la hospitalidad que le estaban brindando si aceptaba la ayuda de alguien más, Kara se giró hacia el sirviente y le dijo:
—Gracias, pero no necesito nada más.
Cuando Kara terminó de hablar, vio que el beta estaba paralizado y los ojos se le querían salir de las órbitas. Luego el rostro se le ponía pálido y tosía con mucho nerviosismo. Ella lo miró curiosa, preguntándose por qué actuaba de ese modo y se dio cuenta de que él miraba al otro hombre, la miraba a ella y repetía el mismo movimiento. Parecía como si quisiera pedir disculpas en su nombre. Kara no entendía qué estaba sucediendo, ¿qué se estaba perdiendo? Decidió prestar más atención y sintió algo extraño. Miró al hombre negro con más atención. En él estaba la respuesta a sus interrogantes.
Él era guapo y aparentaba ser alguien encantador. Pero lo que más llamaba la atención y que Kara consideraba importante, eran sus ojos. El hombre tenía una mirada asesina espeluznante, incluso más aterradora y siniestra que la del lobo que la salvó.
«¿Lo ofendí?, ¿de qué forma si acabo de conocerlo? ¿Qué hice para despertar su ira?»
Las manos de Kara comenzaron a sudar. Seguía sin entender por qué la ira de ese hombre iba dirigida hacia ella. ¿Le había molestado que no quisiera su ayuda? ¿El alfa lo iba a castigar si no lograba complacerla? Kara se estrujó las manos con nerviosismo y en el estómago se le creó un nudo por el miedo que le generó la incertidumbre de haber actuado mal. Aunque no conocía las costumbres de la manada, le dio ansiedad que por su culpa otra persona fuera dañada.—No sé qué te enviaron a hacer por mí, pero si es importante para ti, te doy permiso para que lo hagas —le dijo ella, con palabras atropelladas.El hombre, de piel atezada, la miró con desdén, se rio con condescendencia y luego su rostro volvió a una expresión pétrea.La preocupación de Kara aumentó, se preguntó si había malinterpretado al beta pensando que la estaban cuidando hasta que se recuperara. ¿Las intenciones del alfa con ella eran otras y por eso envió al hombre cruel que ahora la miraba con ojos fríos?«¿Por qué no pued
Una semana despuésKara no dejaba de mirar hacia la puerta mientras llevaba un dedo a su boca y se mordía una uña. Leif le estaba hablando, pero era incapaz de prestarle el cien por ciento de su atención. Estaba pendiente de la llegada del alfa y eso la ponía nerviosa. Darius la visitaba cada día a la misma hora y llevaba media hora de retraso. Llegaba tarde, precisamente el mismo día que iba a contarle lo que esperaba del trato que él le impuso cuando la rescató. Esperaba que no faltara a su palabra, llevaba siete días en espera de que fuera su turno de exponer sus exigencias.—Que tengas la vista fija en la puerta no hará que el alfa aparezca por arte de magia —le dijo Leif con un tono de risa en la voz.Una risita corta y entrecortada escapó de Kara, acompañada de un rubor en sus mejillas por haber sido atrapada. A pesar de haber hecho buena miga con el beta que la cuidó desde el primer día que llegó, todavía se avergonzaba cuando él bromeaba de la relación que tenía con el alfa.—
Tres días despuésKara observaba la jungla con abundante vegetación desde la ventana de la cabaña que llevaba recluida desde que despertó. Aunque no se parecía en nada al lugar donde había vivido toda su vida, le hacía recordar el bosque donde cazaba y corría con libertad. En ese bosque que la ocultaba de los miembros de la manada que la molestaban. Un suspiro lleno de nostalgia escapó de sus labios, la sed de venganza que la embargaba no lograba eliminar ese deseo que tenía de correr a través de él.—Estoy seguro de que el alfa te va a permitir correr por el bosque —dijo Leif detrás de ella, confundiendo el suspiro involuntario.—No me ha dejado salir de la cabaña —le recordó ella.—Estabas heridas. Necesitabas recuperarte —señaló Leif.—¿Esa es la razón? —inquirió ella con ironía—. ¿Su intención no era ocultarme?—¡No! ¿por qué piensas eso? —El beta se veía consternado.Ella se encogió de hombros como si la respuesta fuera evidente. Seguía teniendo los mismos visitantes. La cabaña d
—Hay muchas personas, ¿qué tan grande es la manada? —Kara apretó el brazo de Leif con aprensión. Pensaba que estaba lista para salir de la cabaña, pero ahora no estaba tan segura.—Lo suficiente para defendernos si tenemos un ataque —respondió él, sin mencionar una cantidad exacta—, sin embargo, hoy hay muchos invitados, no todos pertenecen al clan.Kara continuó observando a la multitud casi escondida detrás del beta. Mientras Darius no fuera hacia ella, tenía que mezclarse con los invitados, o eso le había informado un guerrero minutos después de haber salido de la cabaña. Kara se preguntaba qué asunto era tan importante que no le permitió recibirla. El alfa era el más interesado en celebrar cuanto antes la ceremonia, que no estuviera le daba desconfianza. No obstante, ella agradecía la demora, le daba tiempo a conocer un poco a las personas con las que iba a vivir a partir de esa noche. Sonrió cuando vio a la sanadora a unos pasos de ella rodeada de su familia, la mujer le hizo señ
Darius no podía quitarle la vista a Kara. Sabía que ella no se había quedado contenta con su decisión de esperar para matar al alfa de la manada Luna Roja. Pero no podía, no en ese momento, si quería evitar romper relaciones con clanes que servían a su manada. Por algo que no lograba entender, el alfa Rohan era querido por miembros y líderes de varios clanes.—Estuve al creer que nunca nos ibas a presentar a tu compañera —le dijo su madre acercándose a él.—¿Dónde pensabas que íbamos a realizar la ceremonia?, ¿dentro de mi casa? —respondió él, haciendo reír a la mujer que le dio la vida.—Conociéndote, es posible —Freya puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír.—Te culpo a ti por no enseñarme a compartir —bromeó Darius.—Te enseñé, pero eras mal estudiante —Freya frunció el ceño, pero no pudo eliminar el tono afectuoso de su voz.—Entonces culpemos a mi padre, por él tuve que aprender otras cosas.Freya y Darius sonrieron con nostalgia, Bjorn había sido un padre amoroso, pero exig
Los latidos del corazón de Kara se aceleraron cuando entró a la habitación donde dormía Darius. Los pensamientos que invadían su mente le hacían sentirse abrumada. La mezcla de nervios y ansiedad le jugaban en contra. Él no la ayudó a sentirse segura, la guio directo a sus aposentos sin mostrarle el resto de la casa. La urgencia que tenía por plantar su semilla en su vientre hizo que ella se preguntara por qué deseaba tener un hijo tan rápido. Pero al ver la inmensa cama, a Kara se le olvidó la urgencia que tenía el alfa por ser padre, se sintió tan insegura que no podía pensar en nada más que en sus inseguridades. ¿Y si no era lo que Darius esperaba? ¿Si era tan mala en la cama que la abandonaba en la selva como hizo Rohan? ¿Se iba a burlar de ella por su peso? Si se entregaba él… ¿su corazón saldría intacto? Darius estaba tan ocupado quitándose la ropa que no se había dado cuenta de que ella se detuvo en la puerta. Cuando se giró buscándola, se sorprendió de verla mirando la cama c
Lentamente, Darius fue dejando besos a lo largo del cuello de Kara, luego comenzó a bajar sin dejar de tocar su cuerpo con los labios, haciéndola suspirar de placer. Ella arqueó su espalda, buscando sentir más de la suavidad de sus besos. Nada importaba más que sentir el calor de sus caricias. Darius se detuvo cuando llegó a sus senos y las miró a los ojos. Sus miradas se encontraron y se perdieron el reflejo del deseo que los consumía. Luego, él bajó la cabeza y tomó el pezón entre sus labios, y muy suavemente comenzó a chuparlo. Le pasó la lengua hasta que la aureola de color rosa se puso dura. Ella enredó sus dedos en su cabello sin dejar de gemir.Con ternura, Darius deslizó una de sus manos por el costado de Kara acariciando su cintura hasta llegar a su cadera. A continuación, prosiguió hasta su monte de venus. Mientras intercambiaba su atención entre un seno y el otro con la boca, con uno de sus dedos buscaba entrar en ella. La humedad que encontró entre sus labios le facilitó l
Un mes después.Meara hablaba y hablaba, pero Rohan no le prestaba atención. Sus pensamientos estaban en otra parte. Una loba en medio de la jungla lo tenía inquieto.—¡Rohan! —exclamó la rubia exigiendo su atención—. ¿Escuchaste algo de lo que te dije?—No —respondió él de mala gana.—Te estoy hablando de un asunto importante —se quejó ella.Rohan puso los ojos en blanco. Desde que Meara había entrado a su oficina, no le había dicho nada que pudiera interesarle. Sin embargo, sonrió y la miró a los ojos. Ella todavía le servía a sus intereses y, hasta que no tuviera a Kara de regreso, tenía que usarla.—Averigüé lo que hace la gorda todos los días —La loba sonreía satisfecha de haberle entregado lo que ella imaginaba que era una información valiosa.El alfa se sentó derecho en la silla. Meara no sabía que él pensaba remplazarla con su excompañera; ella creía que solo deseaba deshacerse de ella.No le sorprendió escuchar que paseaba por la jungla con uno de los betas del clan. Estaba a