Una semana después
Kara no dejaba de mirar hacia la puerta mientras llevaba un dedo a su boca y se mordía una uña. Leif le estaba hablando, pero era incapaz de prestarle el cien por ciento de su atención. Estaba pendiente de la llegada del alfa y eso la ponía nerviosa. Darius la visitaba cada día a la misma hora y llevaba media hora de retraso. Llegaba tarde, precisamente el mismo día que iba a contarle lo que esperaba del trato que él le impuso cuando la rescató. Esperaba que no faltara a su palabra, llevaba siete días en espera de que fuera su turno de exponer sus exigencias.
—Que tengas la vista fija en la puerta no hará que el alfa aparezca por arte de magia —le dijo Leif con un tono de risa en la voz.
Una risita corta y entrecortada escapó de Kara, acompañada de un rubor en sus mejillas por haber sido atrapada. A pesar de haber hecho buena miga con el beta que la cuidó desde el primer día que llegó, todavía se avergonzaba cuando él bromeaba de la relación que tenía con el alfa.
—No estoy esperando por él —el rubor llegó a las orejas de Kara por la mentira que acababa de decir.
—Ajá, ¿y por qué motivo no dejas de mirar hacia fuera? —Leif no pudo evitar molestarla, era obvio que esperaba por el alfa.
—Tengo curiosidad por las personas que pasan frente a la puerta —Kara esperaba que su cuidador y nuevo amigo creyera su mentira.
Si bien era cierto que sentía curiosidad por los miembros de la manada, sentía aprensión de que llegara la hora de salir fuera de la cabaña que la resguardaba. Desde que despertó, las únicas caras que veía eran las de Darius, Leif y la sanadora que la visitaba a diario.
Recordar a la sanadora la entristeció. Cada visita le hacía rememorar la razón que la motivaba a vengarse de Rohan. La pérdida de su bebé había sido lo más doloroso de su traición.
—Por supuesto, eso es lo que estabas haciendo, disculpa mi error —Leif trató de mantener la compostura y no reírse, en el rostro de Kara se veía que lo apenada que se encontraba. Después de aclararse la garganta un par de veces logró su cometido—. Pero si deseas saber por qué tarda tanto el alfa, puedo decirte.
—No es de mi incumbencia lo que haga o deje de hacer tu alfa, pero si quieres cotorrear sobre él yo te escucho. —Era una tontería, pero Kara no quería admitir que deseaba toda la información que pudiera proporcionarle. El alfa era un completo misterio para ella.
Leif no llegó a responder, antes de que lo hiciera, Darius habló sobresaltándolos.
—Desde que te encontré pasé a ser de tu incumbencia. Ahora eres un miembro de mi manada y también eres mi mate. Como mi compañera, tienes derecho a saber qué hago cuando no estoy a tu lado.
Kara se quedó en silencio y su cuerpo se estremeció, no obstante esta vez no era de miedo. La voz de Darius le hacía sentir sensaciones que prefería ignorar. La última vez que hizo caso de sus instintos y trató de satisfacerlas, fue traicionada sin piedad. Se negaba a reconocer que la Diosa la había unido a otro alfa que no la amaba. Él podía ayudarla en su nuevo objetivo y era lo único que le importaba. Estaba decidida a ignorar que su corazón se aceleraba cuando iba a visitarla y a pasar por alto que su cuerpo siempre estaba en tensión por el deseo que tenía de acercarse a él. Él era el medio para llevar a cabo sus planes y estaba convencida de no dejarlo traspasar las barreras que cada día iba construyendo alrededor de su corazón.
—¿Ya estás listo para escuchar lo que deseo del trato? —inquirió Kara, impaciente por comenzar a planear su venganza.
Darius se sorprendió al escucharla, no por la pregunta porque estaba seguro de que en algún momento ella iba a pedir ser escuchada. Le había ordenado esperar hasta que la sanadora del clan curara todas sus heridas. Con su vientre limpio y listo para concebir a su cachorro, entonces podía pedir cualquier cosa a cambio. Para lo que no se había preparado, era para ver la energía tan decisiva que mostraba después de verse débil e indefensa.
—Estoy listo. ¿Qué deseas a cambio de darme un heredero? —respondió él, mientras entraba por completo en la cabaña y se sentaba en la otra silla que había aparte de la que estaba usando el beta.
Antes de responder, Kara miró a Leif y luego al alfa en una pregunta silenciosa. Le había tomado aprecio, pero no estaba segura si una semana de amistad lo avalaban para que estuviera al tanto de lo que pensaba hacer.
—Leif es de mi absoluta confianza, puede hablar delante de él. —le aseguró Darius y se rio con Leif.
Las risas de mofa la incomodaron, pero no pensaba disculparse, todavía no sabía en quién o en quién no debía confiar al cien.
—Quiero vengarme —dijo sin más.
—¿Quieres vengarte? ¿Por qué? ¿De quién? —Darius inclinó la cabeza hacia un lado mientras esperaba una respuesta.
—¿No es obvio de quién? Te conté mi historia. Estás al tanto de todo lo que pasé antes de que me rescataras —respondió ella, arrugando el entrecejo. Siempre que iba a su encuentro, ella le contaba lo sucedido en su antigua manada, quería que supiera el motivo de la ira que llevaba por dentro.
—¿Cómo quieres vengarte? —preguntó el alfa.
—Quiero matar a mi excompañero con mis propias manos —respondió ella, sin dudar.
Cuando ella terminó de hablar, Darius se rio a carcajadas. Le causaba gracia que ella creyera que podía llevar a cabo su cometido.
—¿Crees que tú puedas matar a un alfa? —Darius sacudió la cabeza como si no pudiera creer la audacia de Kara—. Si das a luz a mi heredero, tomaré su cabeza y la pondré delante de ti en una bandeja de plata.
—Lo mataré yo misma —insistió ella.
Darius se quedó observando a Kara y, aunque no lo iba a admitir en voz alta, no pudo evitar admirar su coraje. Aunque ambos sabían que emocionalmente no estaba recuperada, ella estaba dispuesta a vencer a quienes le hicieron tanto daño. Pero, algo era seguro, ella no sería rival contra un alfa tan poderoso como el líder de la manada Luna Roja.
—Contigo, es imposible llegar a un acuerdo. Deja de discutir, ¡es molesto! Sin embargo, tenemos un tato. —Darius terminó de hablar y se machó, no iba a darle la oportunidad de que siguiera persistiendo en una idea que no podía llegar a ninguna parte.
Kara se sentó en la cama decepcionada. Darius no la iba a dejar vengarse como deseaba.
—¿De veras quieres matarlo tú misma? —le preguntó Leif, mientras se acercaba a ella y se sentaba a su lado.
Ella asintió y le contó sus razones, no quería que pensara que solo era un capricho de su parte.
—Dentro de mí, siento que tengo que hacerlo. Es la única forma en la que él pagará el daño que me causó. Si no lo hago… creo que nunca tendré el coraje de continuar con mi vida.
Leif la entendió. Vio en sus ojos que ella necesitaba ganar sus batallas.
—Tal vez pueda ayudarte a persuadir al alfa —le dijo mientras se ponía de pie y tomaba un vaso de agua—. Él puede encontrar una solución para complacerte, pero necesito encontrar la oportunidad adecuada para convencerlo.
Los ojos de Kara se iluminaron. No era seguro, pero al menos él haría el intento.
—Está bien, esperaré por ti. Muchas gracias.
Ella no pudo evitar compararlos. Leif era tan diferente a Darius que no entendía cómo ellos se llevaban tan bien. Mientras el beta era sonriente y trataba de agradarla a la vez que la cuidaba, el alfa siempre se comportaba autoritario. Había algo más en lo que eran diferentes y quería salir de dudas.
—¿Tu alfa es adicto al sexo?
La pregunta hizo que Leif escupiera el agua que estaba bebiendo.
—¿Qué? —preguntó un poco escandalizado.
—No encuentro otra explicación —dijo Kara y se encogió de hombros—. De lo contrario, ¿por qué hablaría del heredero todos los días?
Sin embargo, Leif no estaba preparado para responder esa pregunta. Si revelaba el secreto de Darius, sus días estarían contados y nada lo libraría de la muerte.
Tres días despuésKara observaba la jungla con abundante vegetación desde la ventana de la cabaña que llevaba recluida desde que despertó. Aunque no se parecía en nada al lugar donde había vivido toda su vida, le hacía recordar el bosque donde cazaba y corría con libertad. En ese bosque que la ocultaba de los miembros de la manada que la molestaban. Un suspiro lleno de nostalgia escapó de sus labios, la sed de venganza que la embargaba no lograba eliminar ese deseo que tenía de correr a través de él.—Estoy seguro de que el alfa te va a permitir correr por el bosque —dijo Leif detrás de ella, confundiendo el suspiro involuntario.—No me ha dejado salir de la cabaña —le recordó ella.—Estabas heridas. Necesitabas recuperarte —señaló Leif.—¿Esa es la razón? —inquirió ella con ironía—. ¿Su intención no era ocultarme?—¡No! ¿por qué piensas eso? —El beta se veía consternado.Ella se encogió de hombros como si la respuesta fuera evidente. Seguía teniendo los mismos visitantes. La cabaña d
—Hay muchas personas, ¿qué tan grande es la manada? —Kara apretó el brazo de Leif con aprensión. Pensaba que estaba lista para salir de la cabaña, pero ahora no estaba tan segura.—Lo suficiente para defendernos si tenemos un ataque —respondió él, sin mencionar una cantidad exacta—, sin embargo, hoy hay muchos invitados, no todos pertenecen al clan.Kara continuó observando a la multitud casi escondida detrás del beta. Mientras Darius no fuera hacia ella, tenía que mezclarse con los invitados, o eso le había informado un guerrero minutos después de haber salido de la cabaña. Kara se preguntaba qué asunto era tan importante que no le permitió recibirla. El alfa era el más interesado en celebrar cuanto antes la ceremonia, que no estuviera le daba desconfianza. No obstante, ella agradecía la demora, le daba tiempo a conocer un poco a las personas con las que iba a vivir a partir de esa noche. Sonrió cuando vio a la sanadora a unos pasos de ella rodeada de su familia, la mujer le hizo señ
Darius no podía quitarle la vista a Kara. Sabía que ella no se había quedado contenta con su decisión de esperar para matar al alfa de la manada Luna Roja. Pero no podía, no en ese momento, si quería evitar romper relaciones con clanes que servían a su manada. Por algo que no lograba entender, el alfa Rohan era querido por miembros y líderes de varios clanes.—Estuve al creer que nunca nos ibas a presentar a tu compañera —le dijo su madre acercándose a él.—¿Dónde pensabas que íbamos a realizar la ceremonia?, ¿dentro de mi casa? —respondió él, haciendo reír a la mujer que le dio la vida.—Conociéndote, es posible —Freya puso los ojos en blanco sin dejar de sonreír.—Te culpo a ti por no enseñarme a compartir —bromeó Darius.—Te enseñé, pero eras mal estudiante —Freya frunció el ceño, pero no pudo eliminar el tono afectuoso de su voz.—Entonces culpemos a mi padre, por él tuve que aprender otras cosas.Freya y Darius sonrieron con nostalgia, Bjorn había sido un padre amoroso, pero exig
Los latidos del corazón de Kara se aceleraron cuando entró a la habitación donde dormía Darius. Los pensamientos que invadían su mente le hacían sentirse abrumada. La mezcla de nervios y ansiedad le jugaban en contra. Él no la ayudó a sentirse segura, la guio directo a sus aposentos sin mostrarle el resto de la casa. La urgencia que tenía por plantar su semilla en su vientre hizo que ella se preguntara por qué deseaba tener un hijo tan rápido. Pero al ver la inmensa cama, a Kara se le olvidó la urgencia que tenía el alfa por ser padre, se sintió tan insegura que no podía pensar en nada más que en sus inseguridades. ¿Y si no era lo que Darius esperaba? ¿Si era tan mala en la cama que la abandonaba en la selva como hizo Rohan? ¿Se iba a burlar de ella por su peso? Si se entregaba él… ¿su corazón saldría intacto? Darius estaba tan ocupado quitándose la ropa que no se había dado cuenta de que ella se detuvo en la puerta. Cuando se giró buscándola, se sorprendió de verla mirando la cama c
Lentamente, Darius fue dejando besos a lo largo del cuello de Kara, luego comenzó a bajar sin dejar de tocar su cuerpo con los labios, haciéndola suspirar de placer. Ella arqueó su espalda, buscando sentir más de la suavidad de sus besos. Nada importaba más que sentir el calor de sus caricias. Darius se detuvo cuando llegó a sus senos y las miró a los ojos. Sus miradas se encontraron y se perdieron el reflejo del deseo que los consumía. Luego, él bajó la cabeza y tomó el pezón entre sus labios, y muy suavemente comenzó a chuparlo. Le pasó la lengua hasta que la aureola de color rosa se puso dura. Ella enredó sus dedos en su cabello sin dejar de gemir.Con ternura, Darius deslizó una de sus manos por el costado de Kara acariciando su cintura hasta llegar a su cadera. A continuación, prosiguió hasta su monte de venus. Mientras intercambiaba su atención entre un seno y el otro con la boca, con uno de sus dedos buscaba entrar en ella. La humedad que encontró entre sus labios le facilitó l
Un mes después.Meara hablaba y hablaba, pero Rohan no le prestaba atención. Sus pensamientos estaban en otra parte. Una loba en medio de la jungla lo tenía inquieto.—¡Rohan! —exclamó la rubia exigiendo su atención—. ¿Escuchaste algo de lo que te dije?—No —respondió él de mala gana.—Te estoy hablando de un asunto importante —se quejó ella.Rohan puso los ojos en blanco. Desde que Meara había entrado a su oficina, no le había dicho nada que pudiera interesarle. Sin embargo, sonrió y la miró a los ojos. Ella todavía le servía a sus intereses y, hasta que no tuviera a Kara de regreso, tenía que usarla.—Averigüé lo que hace la gorda todos los días —La loba sonreía satisfecha de haberle entregado lo que ella imaginaba que era una información valiosa.El alfa se sentó derecho en la silla. Meara no sabía que él pensaba remplazarla con su excompañera; ella creía que solo deseaba deshacerse de ella.No le sorprendió escuchar que paseaba por la jungla con uno de los betas del clan. Estaba a
—¿Por mí? —preguntó Kara sin entender. Si había ido por ella, ¿por qué no la atacaba?—Sí. Sé que es posible que te cueste perdonarme, pero me gustaría que pudiéramos reconstruir nuestra relación.La boca de Kara cayó abierta. Esperaba cualquier cosa menos esas palabras. Después de todo el sufrimiento que le había hecho pasar, ¿él esperaba…?—Estás loco, Rohan. ¿Cómo puedes pensar que yo quiero volver contigo?—Sé que te traicioné, pero no sabes cuánto me arrepiento de lo que hice ese día. —Rohan esperaba que ella no escuchara la falsedad en su voz, deseaba que escuchara al hombre que pensaba que la amaba.Los ojos de Kara picaban por el deseo de llorar. Las lágrimas quemaban sus ojos por el deseo de salir y rodar por sus mejillas. La traición de él había sido tan cruel que por poco acabó con su vida.Habían sido cercanos antes de que la Diosa revelara que era su mate. Creyó que eran amigos. Sin embargo, a él no le tembló la mano para destruirla. Que se mostrara ante ella con expresió
El jadeo de dolor de su compañera hizo titubear por un segundo a Darius, pero al recordar que varios miembros de su manada lo habían seguido continuó apretando sus dientes. No lo dejaría escapar hasta que se rindiera ante él. Estaba seguro que su beta se ocuparía de Kara.A su alrededor había una pelea, que termino casi al mismo tiempo de iniciar. Los miembros de la manada Luna Roja sabían que no eran tan fuertes como los Hijos de la luna, no por nada los llamaban Garras Salvajes.Finalmente, un minuto después, Rohan se rindió, con una de sus patas tocó al lobo blanco pidiéndole piedad.Darius apretó sus dientes y luego lo soltó, levantando la cabeza en un gesto lleno de victoria, lo miró triunfante. Seguro de que tenía el respaldo de sus hombres, cambió a su cuerpo humano y se alejó hacia donde estaba su luna demostrándole a sus rivales quien era el vencedor. Cuando llegó a ella, puso una rodilla en el suelo y se inclinó sobre ella.—Estoy aquí, te llevaré con la sanadora —le dijo a