¿Qué vale más: ser recordado por todos o amado por uno solo, incluso cuando el mundo te ha olvidado? Elías Montiel era intocable. Rico, poderoso, dueño de un imperio. Hasta que, un día, el mundo lo olvidó. Su rostro, su historia, su existencia… borrados. Todos lo olvidaron. Todos, excepto Lena. Sin respuestas, sin lógica, sin escapatoria, ambos deciden aprovechar cada segundo antes de que el olvido lo reclame por completo. No hay reglas. No hay límites. Solo un pacto: si el mundo los ignora, entonces ellos también desafiarán al mundo. Y cuando el último día llegue… Lena tendrá que tomar una decisión imposible: aferrarse a lo imposible o dejar ir al único hombre que el mundo ya ha olvidado.
Ler maisMis puños atraviesan el aire. Golpean nada. O algo. No lo sé. Todo se ha vuelto una espiral de oscuridad y jadeos. Siento que caigo sin caer. Que corro sin moverme. Que grito… y nadie me escucha. Hasta que algo cambia. Un zumbido sutil. Como electricidad atravesando los huesos. Y entonces, la luz vuelve. Estoy solo. El túnel ya no es un túnel. Ahora es un pasillo interminable, con paredes de espejos agrietados. Y en cada reflejo, una versión rota de mí. Más joven. Más vieja. Más destruida. Camino. No porque quiera. Porque algo allá adelante me llama. Es como un hilo invisible tirando de mis costillas. Como si Lena estuviera al final de este laberinto de locura, susurrando mi nombre sin voz. Una puerta aparece a mi derecha. Roja. Con marcas de uñas en la madera. La abro. Y el mundo cambia otra vez. Estoy en una habitación que conozco demasiado bien. El cuarto de Lena. Su perfume flota en el aire, suave y doloroso. Todo está como lo dejó. Su taza de café a medio tomar. Su li
No puedo dejar de mirar la maldita foto.Mi mano tiembla. No por miedo. Por la certeza nauseabunda de que lo que vi es real.Esa silueta que tiene mi rostro… que está junto a Lena… no soy yo.—¿Qué significa esto? —pregunto, la voz más ronca de lo que esperaba.La figura da media vuelta, camina lentamente hacia la oscuridad, como si supiera que lo seguiría.—Significa que no todo lo que recuerdas es cierto —responde sin mirar atrás—. Y que Lena ya no está donde crees que está.Salimos de la habitación y bajamos por las escaleras. Nadie más en el edificio. Solo ecos. Ecos de cosas que no quiero entender.Cuando llegamos a la planta baja, él se detiene frente a una puerta que no estaba allí antes. Una puerta metálica, negra, con un símbolo extraño grabado: un reloj sin manecillas.—Estás a punto de ver lo que nadie debería ver —dice mientras gira el pomo—. Pero ya tomaste una decisión, Elías. Ya entraste en el juego.La puerta se abre con un gemido grave. Detrás no hay una habitación.H
La dirección en el sobre está escrita con tinta roja. Solo una palabra debajo: Silencio.Ni una explicación. Ni una advertencia. Solo un nombre que parece una amenaza disfrazada de lugar.Conduzco por la ciudad mientras las luces de neón parpadean como si el mundo entero respirara en cámara lenta. Las calles están casi vacías, salvo por los fantasmas que caminan sin rumbo, ajenos a mi urgencia. Cada semáforo en rojo me carcome la paciencia. Lena podría estar gritando su nombre ahora mismo, y yo… yo estoy haciendo entregas para un maldito fantasma de la mafia.El edificio está al borde de la ciudad, justo donde comienza la nada. Un antiguo motel clausurado, donde hasta el olvido parece tener miedo de quedarse. Me bajo del auto, el sobre dentro de mi chaqueta, el corazón golpeando como si intentara huir de mi pecho.Una luz titilante marca la entrada. Nadie a la vista. Solo una cámara oxidada girando lentamente hacia mí.—Elías —dice una voz desde un altavoz oculto—. Piso tres. Habitaci
El mundo a mi alrededor se siente irreal. Como si en cualquier momento todo fuera a derrumbarse, como si el suelo bajo mis pies se desmoronara y me tragara la desesperación. Lena está desaparecida. Y yo no voy a esperar a que me la devuelvan en pedazos.Javier me observa desde el otro lado de la mesa, su expresión sombría, su mirada tensa.—Si vas a hacer esto, necesitas saber a qué te enfrentas.—Ya me lo dijiste —respondo sin apartar la vista de él—. Gente peligrosa. No se detienen. No hay salida.Javier niega con la cabeza.—No lo entiendes, Elías. No es solo gente peligrosa. Son una maldita red. Un grupo que opera en las sombras. Y si Lena está con ellos, no la recuperarás con solo golpear puertas.La rabia burbujea en mi pecho.—Entonces dime cómo carajo la recupero.Javier toma aire y se inclina hacia adelante.—Hay alguien que puede ayudarnos.—¿Quién?Su expresión se endurece.—Un contacto. Alguien que me ayudó cuando comenzaron a seguirme. Pero no nos hará favores gratis.—No
El silencio entre Javier y yo es como un abismo. Nos separa, pero al mismo tiempo nos une en un mismo temor: Lena está en peligro, y yo no sé en quién confiar.—Empieza a hablar —digo, mi voz es apenas un susurro cargado de furia contenida.Javier exhala, su mirada perdida en el vaso de whisky que aún sostiene.—No es fácil de explicar —admite—, pero sé que no tengo mucho tiempo. No lo tenemos.Aprieto la mandíbula.—Entonces ve al grano. ¿Quién la está siguiendo? ¿Qué mierda tiene que ver esto contigo?Javier finalmente me mira a los ojos.—Hay personas que han estado detrás de mí desde hace meses. Pensé que solo era por mí, pero hace unos días me di cuenta de que también están observando a Lena.Mi estómago se revuelve.—¿Quiénes son?—No lo sé con certeza —responde, y por primera vez su voz no suena arrogante ni provocadora. Suena asustada—. Pero sé que esto tiene que ver con algo que pasó hace mucho tiempo. Algo que enterré… o al menos, creí haber enterrado.El calor en mi pecho s
El frío de la noche golpea mi rostro cuando salgo del edificio, pero apenas lo siento.Mi mente está en un solo lugar.Lena.Corro. No importa si tropiezo o si el alcohol aún entorpece mis sentidos. Solo sé que tengo que llegar.La voz en el teléfono no dio muchos detalles, solo una dirección y la promesa de que era urgente.Y eso es suficiente para que la desesperación me carcoma por dentro.Lena…¿Qué está pasando?¿Por qué esta persona tiene información sobre ella?Y, lo más importante…¿Por qué su voz me resultó tan familiar?El viaje en taxi es un infierno.Cada semáforo en rojo es una maldición.Cada segundo perdido me envenena el pecho.Cuando finalmente llego, salgo del auto sin esperar el cambio.El lugar es un viejo bar en un callejón estrecho, uno de esos donde la música suena más fuerte de lo que debería y las paredes apestan a tabaco y desesperanza.Mi corazón golpea contra mis costillas mientras busco con la mirada.Hasta que lo veo.El tipo está sentado en una de las me
El silencio entre nosotros es un campo minado. Cada respiración, cada pestañeo, cada maldito segundo que pasa sin que uno de los dos diga algo, es un paso en falso que puede hacerlo explotar todo. Lena me mira con los ojos enrojecidos. Yo apenas puedo sostenerle la mirada. Porque si lo hago, si miro demasiado profundo, voy a perder el poco control que me queda. Voy a suplicarle. Voy a rogarle. Voy a hacer cualquier cosa para que no se aleje. Pero ella ya tomó su decisión. Y yo… yo estoy parado al borde del abismo, esperando que me empuje. —Dime algo —susurro, con la voz destrozada. Lena respira hondo. Su pecho sube y baja con esfuerzo, como si cada inhalación le doliera. —No quiero hacerte daño, Elías. Una risa amarga me escapa de los labios. —Demasiado tarde. Lena aprieta los labios. Sus manos tiemblan. Me odia por decirlo en voz alta. Me odia porque es verdad. Pero entonces, en el reflejo de sus ojos, veo otra cosa. No solo dolor. Miedo. No me está dejando porque
Episodio 29: El Punto de No RetornoEl whisky en mis venas es un anestésico barato.No lo suficiente para borrar su rostro de mi cabeza.No lo suficiente para arrancarla de mi piel.Pero sí lo suficiente para hacerme olvidar, aunque sea por unos minutos, que Lena ya no está.La chica de labios rojos se ríe.Dice algo más, pero la música y el alcohol hacen que sus palabras lleguen distorsionadas.No importa.Nada importa.Dejo que sus dedos se deslicen por mi brazo, que su perfume barato se mezcle con mi desesperación, que su sonrisa trate de llenar el vacío que Lena dejó.Pero no lo hace.No puede.Aun así, la dejo acercarse.Aun así, dejo que me bese.Porque tal vez, si cierro los ojos lo suficiente, podré fingir que no estoy aquí.Que no estoy roto.Que no estoy solo.El beso es vacío.Labios contra labios.Fingiendo que hay algo cuando no lo hay.Cuando mis manos la tocan, todo dentro de mí grita que esto está mal.Que no es Lena.Que nunca lo será.Me aparto de golpe, con el coraz
El silencio es una bestia que me devora.Estoy ahí, en el suelo, con las rodillas dobladas y la respiración rota, como si cada bocanada de aire me arañara los pulmones.Lena se ha ido.Es una verdad absoluta.Y, sin embargo, mi mente se aferra a la posibilidad de que todo esto sea una pesadilla, de que en cualquier momento ella vuelva a abrir la puerta y diga que se ha equivocado, que no puede estar sin mí, que nunca debió irse.Pero la puerta no se abre.Y lo único que queda es el vacío.Me pongo de pie con torpeza, como si estuviera aprendiendo a caminar otra vez.Cada parte de mí se siente pesada.Camino por el departamento, buscando su rastro en cada rincón.El sofá donde nos hemos quedado dormidos más veces de las que puedo contar.La cocina donde preparaba café cada mañana, con el cabello desordenado y ese gesto adormilado que siempre me hacía sonreír.La cama…No puedo mirar la cama.Siento que el aire se vuelve más denso. Que el peso de su ausencia me está aplastando el pecho.