Inicio / Romance / Antes que el mundo nos olvide / Bienvenida - 1. El día en que dejé de existir
Antes que el mundo nos olvide
Antes que el mundo nos olvide
Por: Engelberth Serpa
Bienvenida - 1. El día en que dejé de existir

BIENVENIDA A “ANTES QUE EL MUNDO NOS OLVIDE”

Imagina que un día despiertas y el mundo ha borrado tu existencia. Que todos los que conocías, todos los que te amaban, ya no recuerdan tu nombre.

Excepto una persona.

Esta es la historia de Elías, el hombre que lo tenía todo… hasta que dejó de existir. Y de Lena, la única que puede recordarlo.

Es una historia de amor, pero no cualquier historia de amor. Aquí, el tiempo es un enemigo, la memoria un castigo y cada día juntos es un desafío contra lo imposible.

Este libro no es solo para quienes aman el romance. Es para quienes alguna vez han sentido miedo de ser olvidados. Para quienes creen que el amor puede desafiarlo todo, incluso la propia realidad.

Y ahora tú formas parte de esta historia.

¿Estás listo para sentir?

Bienvenido a “Antes de que el mundo nos olvide”. Una historia que no podrás dejar de leer.

Episodio 1: El día en que dejé de existir

Ayer, el mundo sabía mi nombre.

Hoy, no soy nadie.

Camino por la avenida como siempre lo he hecho, con la seguridad de quien pertenece a este lugar. Pero hay algo extraño en el aire. Una sensación que se me clava en la piel, como una picazón imposible de rascar.

Los rostros que pasan junto a mí son indiferentes. No hay miradas de admiración, ni siquiera de reconocimiento. Es como si nunca hubieran sabido quién soy.

Y entonces, lo noto.

Las pantallas de los edificios ya no muestran mi rostro. Las revistas en los quioscos no tienen mi nombre en portada. Mi presencia ha sido borrada.

El ritmo de mi respiración se descontrola.

No.

No.

Esto tiene que ser una broma.

Apuro el paso, con el corazón golpeándome las costillas. Al llegar a la Torre Montiel, mi propia empresa, la seguridad en mis pasos se tambalea. Algo me dice que lo que está ocurriendo no es un simple malentendido.

Pero me obligo a seguir.

Cruzo las puertas y camino con determinación hasta la recepción. La mujer detrás del mostrador me mira con cortesía, pero sin el más mínimo rastro de reconocimiento.

—Buenos días —digo, tratando de sonar firme—. Necesito ver a mi asistente.

—¿Su nombre, señor?

Mi ceño se frunce.

—Elías Montiel.

El ligero cambio en su expresión no me gusta. Es solo un parpadeo, un instante de duda, pero luego vuelve a su expresión profesional.

—Lo siento, señor, pero aquí no trabaja nadie con ese nombre.

La sangre se me congela.

—Debe haber un error. Esta es mi empresa.

Ella mantiene la compostura, como si estuviera acostumbrada a tratar con lunáticos.

—Señor, si no tiene una cita, me temo que no puedo permitirle el acceso.

La risa que escapa de mis labios es fría, sin humor.

—¿Una cita? Necesito una m*****a explicación.

El guardia de seguridad, el mismo que ha trabajado para mí durante cinco años, se acerca. Me mira con la misma indiferencia con la que se observa a un desconocido.

—¿Hay algún problema?

El suelo se mueve bajo los pies.

—Sí —respondo, con el estómago revuelto—. El problema es que esta es mi empresa y ninguno de ustedes parece recordarlo.

El guardia me observa sin emoción.

—Señor, si no se retira, tendremos que escoltarlo afuera.

No.

No puede ser.

Saco mi teléfono y marco el número de mi asistente. La llamada suena varias veces antes de que una voz femenina responda.

—¿Quién es?

La pregunta me golpea como un puñetazo en el estómago.

—¿Cómo que quién soy? Soy Elías.

Silencio.

—Lo siento, pero creo que tiene el número equivocado.

Cuelgo y marco a otro contacto. Luego a otro. Luego a otro más.

Siempre la misma respuesta.

—No sé quién eres.

El terror se desliza por mi espalda como un puñado de agujas heladas.

No existo.

Mis piernas se sienten débiles cuando salgo del edificio. La ciudad sigue su curso, indiferente a mi crisis. La gente ríe, conversa, vive sus vidas. Para ellos, nada ha cambiado.

Para mí, todo se ha desmoronado.

Camino sin rumbo. No sé cuánto tiempo pasa hasta que mis pies me llevan a la cafetería.

Y entonces, la veo.

Lena.

Sentada en la misma mesa de siempre, removiendo distraídamente su café.

Mi corazón se acelera por razones equivocadas. Por un instante, dudo. Si el mundo entero me ha olvidado… ¿qué posibilidades hay de que ella sea diferente?

Pero necesito saberlo.

Así que me acerco, con el miedo atragantado en la garganta.

—¿Lena?

Ella levanta la vista.

Y ahí está.

No es confusión. No es extrañeza. Es algo más. Algo que me paraliza.

Es reconocimiento.

Ella me recuerda.

Y por primera vez en todo el día, el miedo deja de asfixiarme.

Porque si Lena aún sabe quién soy… tal vez, solo tal vez, todavía exista.

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP