8. Fantasmas del pasado

La madrugada nos encuentra en un auto que no es nuestro.

Lena conduce con una sonrisa en los labios y la mirada llena de adrenalina. No pregunté de quién era el coche ni cómo consiguió las llaves. No importa. Nada importa cuando el tiempo se nos escurre entre los dedos.

El motor ruge mientras atravesamos la ciudad, los semáforos pasando a toda velocidad en un desenfoque de luces rojas y verdes. Lena saca la mano por la ventanilla, sintiendo el viento en la piel, gritando al cielo como si pudiéramos desafiarlo.

—¡El mundo es nuestro, Elías! —su voz resuena en la noche.

Quiero creerle.

Quiero creer que somos invencibles.

Pero entonces, el destino decide que es hora de recordarnos que nunca lo hemos sido.

El hombre que me mira como si no existiera

Nos detenemos en un bar de lujo en la zona más exclusiva de la ciudad. Lena insiste en que quiere celebrar nuestra victoria en el casino, así que entramos sin que nadie nos detenga. Con nuestras ropas elegantes y la seguridad de qui
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