12. Si cruzas esa puerta

Lena está frente a la maleta.

Yo estoy detrás de ella.

La distancia entre nosotros es mínima.

Pero se siente como un abismo.

Y sé que si no hago algo ahora…

Si dejo que siga guardando su ropa…

Si la dejo dar un solo paso hacia la puerta…

Todo se acabará.

Nosotros.

Yo.

El mundo.

El tiempo.

Todo.

—Lena… —Mi voz es apenas un susurro.

Ella no se detiene.

Ni siquiera tiembla.

Solo sigue metiendo cosas en la maleta.

Como si ya hubiera tomado la decisión.

Como si yo no existiera.

Y no puedo soportarlo.

No puedo.

Agarro la maleta y la cierro de golpe.

Ella se congela.

—No puedes irte.

Lena respira hondo.

Y cuando alza la cabeza, sus ojos me atraviesan.

—Sí puedo.

—No.

—Sí, Elías. Puedo.

Su voz es tranquila.

Demasiado tranquila.

Como si ya hubiera llorado todo.

Como si ya me hubiera enterrado en su mente.

Como si ya hubiera decidido que yo…

Yo no puedo ser parte de su vida.

Y eso me destroza.

La rabia me arde en la garganta.

La desesperación me retuerce el pecho.

Porque Lena es lo único que me
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