20. En busca de Lena

El frío de la madrugada me cala hasta los huesos mientras salgo del hospital con el corazón hecho trizas. Cada paso en la acera mojada parece un grito silencioso en el vasto vacío de mi existencia. La imagen de Lena, de su risa y sus ojos llenos de vida, se dibuja en mi mente como un faro que se apaga lentamente. No puedo permitir que ese faro se extinga, y en mi interior arde la determinación de encontrarla, aunque el mundo parezca haberla borrado por completo.

Recuerdo cada palabra que compartimos en esos momentos de intimidad, cada promesa susurrada en medio de la penumbra. “No me olvides”, le dije, y ahora esa frase retumba en mi mente como un eco incesante. ¿Cómo puede ser que en la última noche, cuando juramos que jamás nos olvidaríamos, Lena desapareciera sin dejar rastro? No solo se llevó consigo su presencia física, sino también la esencia de lo que nos unía. Y yo, condenado a vagar por las calles, siento que mi existencia se disuelve en el olvido.

Empiezo mi búsqueda en la
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